Tipos de textos
Han sobrevivido más de 5,700 manuscritos griegos del Nuevo Testamento. Al ordenar los manuscritos existentes para el Nuevo Testamento según variantes textuales predominantes, los eruditos tradicionalmente los han dividido en tres divisiones o “tipos de texto”: El Texto Bizantino, el Texto Alejandrino y el Texto Occidental. (También hay el llamado Texto Cesariense, pero de escaso interés actualmente). Aproximadamente el 80-90 por ciento de los manuscritos pertenecen en la categoría del Texto Bizantino. El resto de los manuscritos (aproximadamente el 10-20%) pertenecen en la categoría del Texto Alejandrino u Occidental. El porcentaje preciso que pertenece a cada grupo de textos es subjetivo. He visto un rango desde 80% hasta 99% asignado a los Textos Bizantinos.
El siguiente escritor explica como la clasificación de manuscritos en grupos es un intento de simplificar un panorama complejo:
No es posible fijar el árbol genealógico de los manuscritos del Nuevo Testamento. Pero sí podemos clasificar por grupos los diversos testigos. El éxito de la crítica textual consiste, también, en familiarizarse de tal modo con las relaciones de parentesco de los manuscritos, que la a veces larga y complicada lista de testigos se llega a descubrir con rapidez cuando la clasificamos en grupos. De este modo se reduce a esquemas sencillos el cuadro complicado de los manuscritos. (Zimmermann, Heinrich. Los Métodos Historico-Criticos en el Nuevo Testamento. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1961, p. 31)
Lo que determina si un manuscrito pertenece en cierto tipo es cuando coincide una y otra vez en lecturas variantes donde otros manuscritos muestran lecturas diferentes. No hay una ciencia exacta para determinar si un manuscrito es Alejandrino, Bizantino, u Occidental. Los eruditos observan si un determinado manuscrito sigue ciertas pautas en sus lecturas que tienden a caracterizar una familia textual, y luego hacen una determinación, la cual a veces es subjetiva. Un ejemplo de la subjetividad al clasificar manuscritos es la presencia de muchas lecturas mixtas. Un ejemplo de una lectura mixta sería el códice W, el cual es Alejandrino, excepto que en el libro de Mateo refleja el Texto Bizantino. Algunos eruditos hasta han nombrado otras familias textuales (como la Cesarea) para tomar en cuenta una variedad amplia de pautas. Lo más reciente entre los eruditos de más influencia es descartar tipos textuales por completo, o colocar todos los manuscritos en cinco categorías del I-V (bajo la influencia de Aland), pero aún en ese sistema los manuscritos dominantes son las dos familias del Texto Alejandrino y Bizantino. Las cinco categorías se hicieron para tomar en cuenta la antigüedad de manuscritos y otras características especiales.
Otro escritor explica la clasificación de manuscritos del siguiente modo:
Debido a que los escribas de los primeros siglos siguieron haciendo copias de copias, algunos manuscritos empezaron a tener los mismos cambios y errores; es decir, las mismas
lecturas variantes que tenían otros manuscritos. Algunos, por ejemplo, incluían en Mateo 6.13 las palabras: «porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria por todos los siglos. Amén», mientras que otros no lo hacían. De esta forma, algunos manuscritos llegaron a compartir las mismas lecturas variantes. Estas semejanzas entre los manuscritos permiten que los críticos textuales los clasifiquen o agrupen según diferentes tipos o familias de texto. También se dio la mezcla de textos porque los escribas «corregían» los manuscritos
basándose en otros manuscritos que contenían otras lecturas; es decir, utilizaban manuscritos pertenecientes a otras familias textuales. (Omanson, Roger L. «El texto del Nuevo Testamento» Descubre la Biblia. Tomo II. Edesio Sánchez Cetina, editor. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 2006, p. 109)
Edward Miller, quien fue entrenado por John Burgon, explica la situación de la siguiente manera:
Otra vez, la teoría de familias, o grupos de manuscritos, no pueden establecerse en una forma clara y definida. Desde que fue primero propuesto por Bentley, ha pasado por constantes modificaciones. Los fundamentos establecidos por un maestro han sido trastornados por su sucesor, cuyas propias excavaciones y masas de cementos han sido reestablecido por el siguiente. Las dificultades a las cuales los constructores de esta teoría inexorable han sido llevados se demuestran por partir un manuscrito, según el ejemplo de la presentación de Salomón, en porciones supuestamente pertenecientes a tres familias. Ciertamente el Dr. Scrivener tiene razón en describir este proceso como “ese violento e improbable hipótesis, que el códice A sigue la clase bizantina de autoridades en los evangelios, el occidental en Hechos y las epístolas católicas, y el alejandrino en los de san Pablo”.
Pero se puede preguntar, ¿no hay ninguna verdad en asignar caracteres a manuscritos, o en algunas clases de grupos? Y la respuesta al averiguador franco debe ser que hay una cantidad de justicia en la connotación de rasgos característicos, pero se debe tomar gran cuidado en no poner mucho énfasis sobre ello, y ciertamente no de trazar líneas gruesas y oscuras de un campo a la otra. Y especialmente generalizaciones construidas sobre tal inducción como el caso admite, debe ser empleada con moderación en argumentos deductivos, sino la lógica quedará horrorizada. (Miller, Edward. A Guide to the Textual Criticism of the New Testament. 1886, reprinted by the Dean Burgon Society, 1979, p. 50)
El siguiente escritor explica el proceso típico de cómo se determina la clasificación textual de un manuscrito dado:
Comúnmente, sin embargo, el códice se coteja contra el Texto Recibido y se analizan las variaciones del Texto Recibido. Dado que el Texto Recibido es (generalmente) bizantino en tipo de texto, la intercalación resultante revelará las lecturas no bizantinas del manuscrito. Si la cantidad de estas diferencias del Texto Recibido es grande o pequeña indicará si el manuscrito es principalmente bizantino o no bizantino. Las variantes del Texto Recibido se pueden analizar para determinar con qué testigos del manuscrito más a menudo está de acuerdo; y, si es posible, con qué tipo de texto puede ser identificado. (Greenlee, J. Harold. Introduction to New Testament Textual Criticism. Grand Rapids: Eerdmans, 1964, pp. 135-136)
No todos siguen la misma metodología, pero en su libro Studies in Methodology in Textual Criticism of the New Testament publicado en 1969, Ernest Colwell propuso que para clasificar un manuscrito como perteneciente a un tipo de texto, debe estar de acuerdo en aproximadamente el 70% de todos los lugares de variación significativa y estar separados de los testigos de otros grupos por un margen de alrededor del 10%.
Los nombres de los tipos de texto no se relacionan a la geografía, con la excepción del texto alejandrino. Pero en el caso de los alejandrinos, aunque muchos son de Egipto, no todos provienen de Alejandría.
No expresan nada geográficamente, ya que ya no hay motivos para ubicar el «occidental» en el oeste, mientras que el «alejandrino» no es necesariamente egipcio, el «cesariano» podría ser de cualquier lugar, y el «bizantino» se refiere a la civilización en que floreció. (Parker, D. C. An Introduction to the New Testament Manuscripts and their Texts. Cambridge: Cambridge University Press, 2008, p. 171)
En décadas recientes los críticos textuales poco a poco han ido abandonando la noción de tipos textuales en favor de ver a cada manuscrito como una unidad individual. Klaus Wachtel lo explica de la siguiente forma:
Sin embargo, el término «tipo textual» todavía lleva consigo reliquias de la antigua división de la tradición manuscrita del Nuevo Testamento en tres o cuatro «recensiones». Si tomamos en cuenta toda la evidencia, surge una imagen que es mucho más compleja. Los criterios externos aplicados cuando se evalúan las variantes tienen que redefinirse en consecuencia. Con este fin, debemos centrarnos en manuscritos individuales y explorar sus relaciones con otros manuscritos. Asignarlos a tipos de texto se ha vuelto obsoleto. (Wachtel, Klaus. «The Byzantine Text of the Gospels: Recension or Process?» Paper prepared for the NTTC session 23-327 at SBL 2009, p. 1)
La tendencia actual en la crítica textual del siglo XXI es alejarse de la designación de tipos de textos «alejandrinos», «occidentales» o «cesarienses» en favor del análisis computarizado, como el Método Genealógico Basado en la Coherencia.
La siguiente cita contiene un breve resumen del comienzo de clasificaciones de manuscritos por tipos textuales:
Para comprender la situación, es necesario considerar el desarrollo del concepto de tipo de texto. Generalmente se le atribuye a J. A. Bengel (1687-1752), quien dividió los manuscritos y versiones en dos familias: la africana, como él la llamó, incluyó a los testigos más antiguos y la asiática, la más reciente. J. S. Semler (1725-91) renombró el segundo de estos y dividió el primero en dos, de modo que tenemos, alejandrino, occidental y oriental [ahora conocido como bizantino]. (Parker, D. C. An Introduction to the New Testament Manuscripts and their Texts. Cambridge: Cambridge University Press, 2008, p. 172)
El concepto de tipos de texto proviene de los proponentes del texto crítico, aunque en escritos más recientes muchos de ellos han empezado a alejarse de clasificar a los manuscritos de esta manera. Pero los promotores del texto bizantino no lo han rechazado o abandonado, probablemente porque los porcentajes de manuscritos del tipo de texto bizantino son muy favorables.
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