Una introducción a los manuscritos griegos, Lección 2: La causa de las diferencias más comunes entre manuscritos

Se cree que puede haber hasta 400.000 variantes textuales entre los manuscritos. A simple vista esto puede parecer alarmante, puesto que hay tan solo como 140.000 palabras en el Nuevo Testamento entero. Hay muchas variantes por el simple hecho de que hay muchos manuscritos. El hecho de que hay muchos manuscritos para autenticar el Nuevo Testamento es bueno, por tanto hay que ver las muchas variantes en ese contexto.

¿Por qué hay diferencias entre manuscritos? La razón más grande se debe seguramente al error humano. No hay duda que muchas diferencias se incorporaron debido al cansancio del copista y descuido en general. John Burgon en su libro The Causes of Corruption of the Traditional Text of the Holy Gospels, 1896, p. 21, afirma que “Se debe considerar con certeza que la mayoría de las anomalías en los códices del Texto Sagrado han surgido en primera instancia por la mera inadvertencia de los escribas. Que tal fue el caso en el vasto número de casos es de veras demostrable”. Aunque reconoció que hubo herejes que hicieron cambios intencionales, en las páginas 191 y 197 Burgon expresó que también hubo enmiendas al texto por los que eran sano en doctrina. Burgon dijo que él sospechaba que ellos tenían tanta culpa como los que tenían motivos menos nobles:

Estamos preparados para hacer la mayor concesión para descuidos, aún para transcripción licenciosa; y podemos inventar las excusas para el afán erróneo, la oficiosidad si hombres prefieren llamarlo así, de los que con frecuencia no dudaron en adoptar enmiendas conjeturales al texto. … Yo no digo que los herejes fueron los únicos ofensores aquí. Estoy inclinado a sospechar que los ortodoxos fueron tan culpables como los impugnadores de la verdad.

Al leer sus propias palabras en otro de sus libros, es obvio que Burgon implicaba que no siempre era posible conocer con exactitud las razónes exactas por ciertas diferencias entre manuscritos:

Nuestro deber como críticos no es de inventar teorías para explicar los errores de copistas; sino para acertar donde ellos han errado, donde no. … de ninguna manera es seguro seguir el descubrimiento de una depravación del texto con una teoría para explicar su existencia. Permítame decir que tales teorías raras veces son satisfactorias. En los mejores de los casos son adivinaciones nada más. (The Last Twelve Verses of Mark, páginas 100-101)

Gonzalo Baez-Camargo en su libro Breve Historia del Texto Bíblico explica cómo aparentemente se introdujeron la gran mayoría de errores inocentes en los manuscritos:

También en la escritura griega hay letras de forma muy parecida y que por falla de los ojos pueden confundirse. Por ejemplo, en la escritura uncial la theta y la ómicron. En la escritura griega, como en otras escrituras antiguas, se acostumbraban las contracciones o abreviaciones de palabras, y una abreviación podía confundirse con otra palabra cuya escritura fuera parecida. Podía haber también transposiciones de letras o de palabras, repetición de líneas enteras cuando dos líneas próximas comenzaban o terminaban con la misma palabra, y otras faltas de ortografía. Todo esto explica algunas de las diferencias o variantes que se hallan en los varios manuscritos. Y naturalmente cualquier error propendía a repetirse en las nuevas copias. Y si el copista estaba copiando el dictado podía, por falla del oído, escuchar y escribir una palabra por otra, y producir una variante en su copia. El error de oído más común en griego es el llamado itacismo, pronunciar o escuchar como i los sonidos de las vocales eta, iota y úpsilon, y los diptongos ei, oi, y ui. La confusión más frecuente que puede producirse por itacismo aparece en los pronombres personales, por ejemplo, nosotros (gr. jemeis) y vosotros (gr. jumeis), si ambos se pronuncian jimis, pues el diptongo ei llegó a convertirse en i. (págs. 64-65)

Baez-Camargo continúa, explicando errores por casual inadvertencia:

Otros errores del copista pueden no ser causados por falla de la vista o del oído sino por casual inadvertencia. De esta clase pueden ser a veces las transposiciones de letras o palabras. Asimismo, por rutina mental puede cambiarse una palabra por su sinónimo, o donde las palabras siguen cierto orden cambiarse éste sin darse plena cuenta, errores que no siempre resultan serios pero que a veces ocasionan un cambio de sentido. Otras veces el copista cede a la tendencia, que puede ser inconsciente, de escribir igual pasajes paralelos cuya forma verbal no es, sin embargo, exactamente igual. Esto sucedió con cierta frecuencia sobre todo en las copias de los Evangelios sinópticos. Como en el caso del texto hebreo, algunas alteraciones ocurren por incertidumbre, que es lo que ha pasado cuando una nota que un copista halló al margen de su copia se inserta en el texto porque el copista no supo decidir si tal nota era ajena al texto o algo que pertenecía a él y que el copista anterior olvidó insertar. (págs. 65-66)

El proceso de decidir entre una lectura y otra cuando hay diferencias entre manuscritos o textos impresos en griego y hebreo se denomina «crítica textual». El objetivo de la crítica textual en sí no es malo; el desacuerdo se centra en los métodos usados para llevarla a cabo, si podemos confiar en las personas involucradas, y si dicho trabajo ya se acabó completamente con la era del Texto Recibido. John Burgon, quien apreciaba muchísimo el Texto Recibido pero no la consideraba infalible, expresa el objetivo de la crítica textual del siguiente modo:

El objetivo de la crítica textual, cuando aplicada a las Escrituras del Nuevo Testamento, es determinar lo que los apóstoles y los evangelistas de Cristo realmente escribieron—las palabras precisas que emplearon, y el orden mismo de ellas. (The Traditional Text, p. 19)

Véase además mi escrito extenso titulado Una crítica de la crítica textual neotestamentaria moderna: Lo bueno, lo malo y lo feo.

Hay evidencia de que hubo cambios heréticos intencionales en los manuscritos, pero dicha evidencia es escasa. Esto lo afirma J. Harold Greenlee de la siguiente manera:

Las evidencias que se introdujeron herejías o variantes destructoras intencionalmente en los manuscritos de veras son pocas. (Greenlee, J. Harold. Introduction to New Testament Textual Criticism. Grand Rapids: Eerdmans, 1964, p. 66)

Es difícil saber ahora casi 2.000 años después de acabarse de escribir las Escrituras cuáles variantes textuales que todavía perduran se originaron intencionalmente. Además, no sabemos quién, cuándo o dónde se cambió algún pasaje en particular. Algunos en la historia de la iglesia como Marción de Sinope fueron acusados de cambiar las Escrituras, pero no sabemos exactamente cuáles pasajes fueron afectados y si perduran en las variantes textuales en manuscritos existentes.

El hecho de que se introdujeron herejías en el texto en pocas ocasiones no significa que esas corrupciones afectaron a todos los manuscritos, o que esas corrupciones continúan aún en todos los manuscritos sobrevivientes, especialmente en la mayoría, las cuales consideramos ser más confiables.

Note la siguiente observación de la página 44 del libro Evidencia Que Exige Un Veredicto por Josh McDowell (Editorial Vida, 1982):

Phillip Schaff en Comparison to the Greek Testament and the English Version llega a la conclusión de que solamente 400 de las 150.000 implican duda respecto del significado textual, y que solamente 50 de éstas eran realmente de gran significado. Ninguna de las variantes, dice Schaff, altera algún artículo de fe o precepto del deber que no esté abundantemente respaldado por otros pasajes de los cuales no hay duda, o por el tenor completo de la enseñanza escritural.

Philip Mauro, un famoso abogado fundamentalista en su tiempo, favorecía el Texto Bizantino y la versión KJV en inglés. Él nos asegura lo siguiente en sus escritos:

El hecho consolante en este asunto es que: (1) La vasta mayoría las lecturas variantes son tan leves (dudas de una sola letra, o una marca de acento, un prefijo o un sufijo) que no surge para nada una duda concerniente al verdadero sentido del pasaje; y (2) la suma de todas las lecturas variantes juntas no da lugar a la duda más mínima en cuanto a ninguno de los puntos fundamentales de fe y doctrina. (Mauro, Philip. “Which Version? Authorized or Revised?” True or False. Ed. David O. Fuller. Grand Rapids, MI: Grand Rapids International Publications, 1975, p. 62)

Un estudio reciente basado en un muestreo de tres por ciento de los manuscritos que descartó casos de variedad ortográfica resultó en un cálculo de aproximadamente 500.000 variantes para todos los manuscritos.  (Véase Gurry, Peter J. «The Number of Variants in the Greek New Testament: A Proposed Estimate» New Testament Studies. No. 62, 2016, págs. 97-121). Para poner estas cifras en perspectiva, se pueden clasificar del siguiente modo:

  • Un promedio de 90 variantes por manuscrito entre 5.600 manuscritos (hay que recordar que en algunos casos los manuscritos son meros fragmentos).
  • Una variante por cada cuatro páginas de manuscrito (o 0,25 por página, contando 2.111.770 páginas de códices).
  • Los escribas contribuyeron aproximadamente una variante nueva por cada 430 palabras que copiaron (basado en un estudio de los cotejos de 1.659 manuscritos de Juan 18).

Tres años después de escribir el estudio al que acabamos de hacer referencia, el escritor llegó a ser coautor de un libro en el que sabiamente se cuestionó cifras elevadas de variantes. Primero se criticó la falta de explicación de los criterios utilizados:

En consecuencia, es raro que los autores expliquen qué es lo que cuentan en su número estimado de variantes. ¿Cuentan las diferencias de ortografía? ¿Cuentan los casos en los que el escriba ha cometido un error evidente y ha producido algo sin sentido? ¿Se pretende que el cálculo incluya traducciones antiguas y citas bíblicas de escritores cristianos anteriores, o se limita solo a la evidencia de los manuscritos griegos? Estas son preguntas básicas que uno debe hacerse siempre que vea números como 400.000 o 750.000 variantes presentadas en argumentos sobre el texto del Nuevo Testamento. (Gurry, Peter J. and Hixson, eds. “Introduction.” Myths and Mistakes in New Testament Textual Criticism. Downers Grove, Ill: Intervarsity Press, 2019, p. 9)

No solo se cuestionó los criterios en el libro anteriormente citado, sino también cómo se siguen contando las mismas variantes una y otra vez cuando aparecen las mismas en otros manuscritos:

Otra forma problemática en que los apologistas han abordado el número de variantes es abordando cómo se cuentan las variantes. Algunos han afirmado que el número no es tan grande como podría parecer porque cada variante textual se cuenta para cada manuscrito en el que aparece. Si un manuscrito tiene «Pedro dijo…» y otros dos mil tienen «Simón Pedro dijo…», entonces tenemos dos mil variantes. Si esto fuera cierto, ciertamente sería significativo. Esta forma de contar se encuentra en la obra de B.B. Warfield y continúa hasta el presente. Pero, de nuevo, no está bien. En el ejemplo anterior, no deberíamos contar dos mil variantes; deberíamos contar solo dos. La razón es que no contamos el número de manuscritos que dan fe de una variante; estamos contando el número de variantes atestiguadas por nuestros manuscritos. (Gurry, Peter J. and Hixson, eds. “Introduction.” Myths and Mistakes in New Testament Textual Criticism. Downers Grove, Ill: Intervarsity Press, 2019, pp. 10-11)

Por contar repetidamente la misma variante cada vez que aparece en un manuscrito tiene el efecto de inflar artificialmente las cifras al punto que pierde el sentido. Tristemente cifras elevadas de variantes textuales han sido abusadas y manipuladas por agnósticos (como Bart Ehrman, autor de Misquoting Jesus) en intentos de convencer a otros que la Biblia no es confiable.

La siguiente cita enfatiza la confiabilidad del texto en general a pesar de diferencias que han surgido entre manuscritos:

Todos los pasajes, y todo el resto que permanece, son lo suficientemente puro y genuino para hacernos seguros de los diseños del escritor. Si una línea corrupta o lectura dudosa da la casualidad de intervenir, no oscurece el contexto entero, ni hace a la opinión de un autor o su propósito precaria. Terence, por ejemplo, tiene tantas variaciones como cualquier libro que sea, en proporción a su volumen y, sin embargo, con todas sus interpolaciones, omisiones, adiciones o glosas (elija el peor de ellos a propósito), no puede estropear el artificio y trama de una obra, no, ni de una sola escena, pero su sentido, el diseño y la subordinación a la última edición y conclusión, Es visible y claro a través de toda la niebla de lecciones diferentes. Y lo mismo ocurre con el texto sagrado, haga sus 30.000 hasta más, si el número de copias pueda llegar a esa suma: todo lo mejor a un lector conocedor y serio, quien por tanto es más ricamente equipado para seleccionar lo que él considera auténtico. Pero incluso póngalo en manos de un neófito o un tonto, y aun, con la opción más débil y absurda, no se apagará la luz de cualquier capítulo, ni ocultar el cristianismo, sino que cada característica de la misma seguirá siendo la misma. (Tregelles, Samuel Prideaux. An account of the printed text of the Greek New Testament. London: Samuel Bagster & Sons, 1854, p. 56)

Aunque acciones no intencionales (además de una cantidad indeterminada de cambios intencionales) introdujeron miles de diferencias en manuscritos, son de tal categoría que con estudio y comparación de manuscritos se pueden detectar y corregir. Existe una rica y variada abundancia de manuscritos griegos del Nuevo Testamento. Mientras más grande es el número de manuscritos, más grande es el número de variantes. Lo converso también es cierto—Si hubiera menos variantes textuales, hubiera menos manuscritos. Menos diferencias hubiesen sido al costo de menos manuscritos.

Tenemos, por lo tanto, una verdadera “vergüenza de riquezas” en la cantidad de manuscritos que poseemos, y esto resulta, por un lado, en optimismo en la disciplina y la promesa de resultados sólidos; pero también por el otro lado, en extrema complejidad en el estudio del texto del Nuevo Testamento. (Clarke, Kent D. Textual Optimista. Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997, p. 36)

… Hay seguridad en los números. Cuantas más copias se hicieran de los textos originales, antes de que se desintegraran, menos posibilidades había de que se perdiera una sola palabra, porque haría falta que todos los copistas del mundo cometieran el mismo error administrativo en exactamente el mismo lugar para perder una sola palabra del texto original. (McFall, Leslie. The significance of split text-types for the recovery of the original text of the Greek New Testament. May 15, 2015. PDF document, p. 16. https://lmf12.files.wordpress.com/2018/06/split-texts_jets_current.pdf. Accessed March 16, 2024).

Al tratar el asunto no tan agradable de variantes textuales entre manuscritos, debemos tener presente el hecho comprobado de que en términos generales, se mantuvo la integridad del cuerpo principal del texto. La gran mayoría se trata de errores inocentes de copistas que no afectan la interpretación de un pasaje. Es por la providencia de Dios en cumplir su promesa de preservar su Palabra que tenemos tantos manuscritos.

El hecho de que aún los mejores manuscritos contienen diferencias entre sí no debe ser causa por dudar la confiabilidad de la Palabra de Dios. El hecho de que tenemos conocimiento de tantas diferencias entre manuscritos se debe al alto volumen de manuscritos que han sobrevivido. El hecho de que tenemos tantos manuscritos debe ser visto como una bendición, no una maldición. La gran cantidad de manuscritos, de la cual la gran mayoría tienden a ser de los más confiables, es un testimonio del cumplimiento de la promesa bíblica de que su Palabra permanece para siempre.

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