“He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.
Tal vez las enfermeras y médicos que trabajan en la sala de parto de los hospitales están tan acostumbrados a la rutina del nacimiento de un bebé que no se maravillan. Yo tuve el privilegio de presenciar el nacimiento de uno de mis hijos. En mi juventud, más de una vez, estuve con una vaca cuando ella tuvo cría. La verdad es que la reproducción y el nacimiento es un testimonio del hecho de que la vida fue diseñada por un Creador inteligente.
Cada nueva vida animal comienza cuando un huevo es fertilizado por la esperma del macho. Los dos son tan pequeños que únicamente pueden ser vistos bajo un microscópico. A pesar de su pequeñez, pueden desarrollarse en un animalito o un elefante. Dios diseñó todas las especias de tal forma que no sea una mezcla de la vida. Cada animal tiene un número distinto de cromosomas.
Cada nacimiento es un milagro, pero hubo uno en la historia que fue aun más maravilloso. Se trata del nacimiento de Dios en forma humana. A la verdad, fue una sucesión de maravillas. El hecho de que Cristo estuvo dispuesto a abandonar la gloria y la comodidad de los cielos para hacerse hombre y vivir aquí en la tierra es una maravilla. Seguro es que, una vez que lleguemos allá y veamos todo lo que él dejó para venir aquí, vamos a comprender la grandeza de esta maravilla.
Otro milagro en el nacimiento de Cristo es que el nació de una virgen. María preguntó al ángel, “¿Cómo será esto? Pues no conozco varón”. (Lucas 1:34) Científicamente, la única manera en que una mujer puede concebir sin conocer a un hombre es por la inseminación artificial. La explicación que el ángel dio a María era, “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Es una forma majestuosa de explicar lo que pasó pero nos deja con mucho que no queda bien claro. Cierto es que no es una explicación científica. María estaba desposada con José. El también estaba perplejo y no sabía que hacer. Dios mandó un ángel a calmarle. El ángel dijo, “Lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es”. (Mateo 1:20)
Hay los que se llaman cristianos liberales que rechazan el nacimiento virginal de Cristo. Ellos rechazan este milagro junto con un montón de otros. Para poder hacerlo, tienen que negar que toda la Biblia es inspirada por Dios. Puede ser que ellos están dispuestos a conceder que parte de la Biblia es inspirada por Dios y ellos mismos piensan que son capaces de juzgar lo que es o nos es inspirada.
Hay los que se desvían de la plena enseñanza de la Biblia con otras explicaciones del nacimiento de Cristo. Los mormones, por ejemplo, niegan que Jesús fuera engendrado milagrosamente por el Espíritu Santo. Ellos enseñan que Jesús fue engendrado por Adán, el primero hombre creado por Dios. Brigham Young declaró: “Cuando la Virgen María concibió al niño Jesús, el Padre le había engendrado a su misma semejanza. Jesús no fue engendrado por el Espíritu Santo. ¿Y quién era el padre? Es el primero de la familia humana, y cuando El adoptó un tabernáculo (cuerpo), fue engendrado por su Padre celestial, de la misma forma que los tabernáculos de Caín, Abel y el resto de los hijos e hijas de Adán y Eva, de los frutos de la tierra, los primeros tabernáculos terrenales fueron originados por el Padre, y así sucesivamente…Jesús, nuestro hermano mayor, fue engendrado en la carne por el mismo personaje que estaba en el huerto de Edén, y que es nuestro Padre celestial”. (Diario de Discursos – Vol. 1 págs. 50 y 51) Citado de Mormonismo por Walter Martin. p. 79
No deje que la Navidad sea una fiesta, nada más. Debe ser un tiempo de reflexionar sobre la grandeza de nuestro Dios y su sacrificio por nosotros. A través de su sacrificio, nosotros podemos ser salvos y disfrutar de ser hijos de Dios. ¿Usted es un hijo de Dios?