Dios nos manda a amarle. “Amad a Jehová, todos vosotros sus santos” (Salmo 31:23). Es nuestro deber pero ¿es amor lo que se cumple tan solo por obligación? Dios manda a los hombres a amar a sus esposas también en Efesios 5:25, pero ¿se puede amar si no hay afecto?
Hay mandamientos, dados por Dios, que no podemos cumplir sin ponernos en condición. En Hebreos 5:12 vemos que algunos deben ser maestros, pero para hacerlo tienen que estar en condiciones de enseñar. Así es también cuando se llega al asunto de amar a Dios.
El primer requisito en amar a Dios es el de conocerle. No podemos amar a aquel que no conocemos. Llegamos a conocer a Dios a través de su hijo, Jesucristo. Llegamos a conocer a Cristo a través de la Biblia. En Lucas 10:22 Jesús dijo “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quien es el Hijo sino el Padre; ni quien es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”. Dios el Padre envió a su Hijo a este mundo, no únicamente para que lleguemos a conocer a él, sino también para dar su vida como un sacrificio por nuestros pecados. Así podemos ser perdonados y entrar en una relación personal con él. Si Dios nos amó tanto, vale la pena llegar a conocerle. Lo más que lleguemos a conocerle, tanto mas estamos al tanto con todo lo que él ha hecho por nosotros. I Juan 4:19 dice, “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”.
Lo más que conocemos del gran amor que Dios tiene para nosotros, tanto más culpables somos por no amarlo. Es ingratitud. Dios tiene razón en condenar al pecador por rechazar un amor tan grande. Si aceptamos a Cristo como nuestro Salvador llegamos a ser parte de la gran familia de Dios. Juan 1:12 dice “Mas a todos lo que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Hay mucho que Dios hace por sus hijos que no hace para los demás. Tenemos una relación personal para con él. Tenemos derecho de acercarnos a él y pedir lo que nos hace falta. Hebreos 4:16 nos da este derecho. “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. También podemos compartir con él nuestros gozos y darle gracias por todo lo que él hace por nosotros.
El gran amor que Dios tiene por nosotros exige amor reciproco de nuestra parte. La verdad es que merece un amor que abarca todo nuestro ser. Esto es lo que Jesús dijo en Marcos 12:30. “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el primer mandamiento”. Vamos a reflexionar sobre estas cuatro áreas de nuestra vida que deben estar incluidos en nuestro amor para Dios.
Primero él dice que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón. El corazón es el centro de las emociones. Es la voz de adentro; no audible, que dice “yo quiero o yo no quiero”. Si amamos a alguien queremos agradarle. Esto significa acción Proverbios 4:23 dice “Sobre toda cosa guardado, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. No todo lo que el corazón anhela es bueno. Por eso, tenemos que guardarlo. Si amamos a Dios, tendremos deseo de agradarle. Si sabemos que algo no es agradable a Dios, nuestro amor por él nos detiene. Hay muchos que dicen que son creyentes, pero es obvio que aman las cosas del mundo más que a Dios. Dios quiere y merece un lugar especial en nuestro corazón.
Jesús dijo también que debemos amar a Dios con todo nuestra alma. Por regla general, el alma es poco entendido. Como el corazón es el centro de las emociones, el alma es el centro de la vida. Toda la vida gira alrededor del alma. Es el yo. Hay tres componentes del ser humano. Son cuerpo, alma y espíritu. No hace falta explicar lo que es el cuerpo. El espíritu es la capacidad que el hombre tiene de conocer y hablar con Dios. No es fácil distinguir entre el espíritu y el alma. Hay una correlación entre los dos. Nuestra alma es la parte de nosotros que vivirá para siempre. Si tiene dudas de esto, busca Apocalipsis 6:9-10. La vida de la persona egocéntrica gira alrededor de sí mismo. El yo es todo lo que importa. Dios quiere y merece estar incluido en nuestra vida diaria. El creyente hace esto por orar a diario, buscando la voluntad de Dios.
Jesús dijo también que debemos amar a Dios con toda nuestra mente. Esto se trata de nuestros pensamientos. Cuando amamos a alguien, esta persona está mucho en nuestros pensamientos. Pensamos en su bienestar. Nos preguntamos, “¿qué puedo hacer por ella?” Debemos pensar en las cosas de Dios como dice en Colosenses 3:1-4 “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”.
Su mente de continuo está pensando pero, ¿de qué está pensando? Salmo 10:4 dice “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos”. ¿Qué lugar tiene Dios en sus pensamientos? Siempre tenemos que luchar con nuestros pensamientos. El de pensar mal resulta en malas acciones. Malas acciones terminan en malas experiencias. El Apóstol Pablo en II Corintios 10:5 dice que debemos llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.
Tenemos que dar a nuestra mente algo en que pensar. Hay un dicho que dice que la mente inactiva es el taller del Diablo. Como creyentes, nos conviene leer a diario una porción de la Biblia. Esto nos da algo bueno en que pensar. Hay un sin fin de buenos libros que podemos leer. Hay grabaciones de predicación y buena música. Todo esto nos ayuda en incluir a Dios en nuestros pensamientos.
Por último, Jesús dijo que debemos amar a Dios con todas nuestras fuerzas. Sus fuerzas no se tratan únicamente de su fuerza física. Algunos tienen más que otros. En la vejez tendremos menos. Tal vez una interpretación mejor sería decir todas sus capacidades. Cada creyente tiene uno a más dones espirituales. I Corintios 7:7 dice “Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro”. Algunos son nombrados en Romanos 12:6-8. “De manera que teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría”. Estos son talentos que nos hacen hábiles en servir a Dios. Muchas veces servimos a Dios por servir a su pueblo. Es una gran satisfacción saber que somos útiles.
El amor que tenemos por alguien se manifiesta, no únicamente por palabras sino también por acciones. A veces hay los que dicen que son salvos pero no manifiestan amor para Dios por sus acciones. Algunos están dispuestos a asistir la iglesia si alguien está dispuesto a buscarlos con su auto. Ellos no están dispuestos a venir por sus propios medios. Es lamentable que haya creyentes que ni aun saben lo que es su don espiritual.
El creyente maduro espiritualmente lo manifiesta por amor para Dios. Es obvio por lo que hace y dice que Dios tiene un lugar importante en su vida. Dios quiere y merece su amor.