Sermón: Dr. Ley y Dr. Gracia

Gal. 3:21-26

Gal. 3:24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.

La gran ilustración de este mensaje no es original con su servidor. La versión original proviene de un pastor llamado Lester Roloff. Ha sido modificado bastante, pero retiene la idea original.

El Dr. Ley y el Dr. Gracia es la historia de dos médicos muy diferentes. Es por varias razones: (1) nunca se equivocan al diagnosticar a un paciente; (2) nunca le cobran dinero a ninguno de sus pacientes. Sin embargo, a pesar de estos hechos notables, la mayoría de las personas todavía se niegan rotundamente a acudir a ellos en busca de ayuda. Prefieren otros doctores que les permitan vivir como quieran.

Conozcamos a uno de los pacientes. El paciente se llama pecador. Se esfuerza en cumplir la ley, pero siempre falla en algún punto. Sabe que algo anda mal debido a sus síntomas, su condición y su comportamiento. Ha intentado cumplir con toda la ley, pero siempre falla en algo, lo cual le deja frustrado.

Entonces va a ver al Dr. Ley. El Dr. Ley siempre está en su consultorio. Ya está esperando al paciente. No hay nadie más esperando para verlo. El paciente comienza a contarle al Dr. Ley sobre las condiciones y síntomas de su enfermedad, pero el Dr. Ley le detiene y le informa al paciente que no necesita la ayuda del paciente para hacer un diagnóstico. El paciente se sorprende de que el Dr. Ley crea que puede hacer un diagnóstico sin ninguna aportación del paciente. El Dr. Ley le informa que ya sabe cuál es el problema: el paciente tiene un problema del corazón.

El paciente intenta argumentar: “Pero, doctor”, dice, “tengo problemas con mis manos: quieren pelear, quieren robar, quieren señalar con el dedo a otras personas que tienen problemas”.

“No”, dice el doctor Ley, “el problema es su corazón”.

El paciente objeta: “Son mis ojos, quieren mirar cosas que yo no debería ver”.

“No”, dice el doctor Ley, “su corazón es donde se encuentra el problema”.

“Puede que seas médico,” empezó a decir el paciente, “pero parece que no me entiendes. ¿Qué pasa con mi lengua? El otro día me aplasté el pulgar sin querer y mi lengua empezó a maldecir. Mi lengua siempre quiere ser sarcástica y contar chistes sucios. Por favor examina mi lengua”.

“No”, dice el Dr. Ley, “el problema está en tu corazón”.

El paciente dice: “Pero también mis oídos, ¡las cosas que les gusta oír! Y mis pies, ¡Quieren ir a la discoteca y todas clases de lugares indebidos!”

“No, hijo”, dice el Dr. Ley, “tienes problemas con tu corazón”.

El paciente continuó. “Seguramente hay algo que no va bien con mi gusto. He cultivado un gusto por las bebidas embriagantes y las drogas, y debe haber algo en lo que puedas ayudarme con mi gusto”.

“No”, le dice otra vez el Dr. Ley, “Eso se resolverá cuando recibas un corazón nuevo”.

El paciente, exasperado, exige: “Necesito que me recomiende otro médico para una segunda opinión”.

El Dr. Ley le dice: “Sólo hay otro médico que le recomendaría, y como usted no quiere reconocer que se trata de su corazón, no le servirá de nada verlo”.

Así que el paciente se propone buscar otro médico por su cuenta, y encuentra uno: el Dr. Religión Vana.

El Dr. Religión Vana tiene exactamente la apariencia que se supone que debe tener un médico y, de alguna manera, al paciente le cae bien de inmediato. El paciente le dice a este nuevo médico que ya ha ido a ver al Dr. Ley.

El Dr. Religión Vana dice: “Ah, el Dr. Ley es demasiado viejo. No conoce las formas modernas. Está confundido sobre el método y el mensaje. No ha asistido a los mismos seminarios para médicos que yo”.

El paciente está de acuerdo. Tampoco le gustaba el Dr. Ley.

El Dr. Religión Vana examina al paciente y le dice que definitivamente no tiene problemas del corazón. Le recomienda que vaya a la iglesia. “¿A cuál?” preguntó el paciente. “O”, dice el Dr. Religión Vana, “cualquiera de ellos estará bien, donde te sientas bien”. Así que el domingo siguiente fue a la iglesia, y al siguiente también, pero no mejoró. Por tanto, el Dr. Religión Vana le recomienda que se bautice, se una a la iglesia, consiga un trabajo en la iglesia y empiece a ayudar a los demás sin tratamiento del corazón.

Tito 3:5 Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.

Ef. 2:8-9 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.

El paciente está dispuesto a hacer estas cosas y, de hecho, lo hace. Sin embargo, nada de esto ayuda. El paciente se cansa de hacer estas cosas. Se cansa y sus síntomas vuelven a aparecer.

Pero se cansó de la lucha y alguien le recomendó otro doctor. El Doctor se llama Falsa Paz.

Nuestro paciente se dirige al consultorio del Doctor Falsa Paz. Este médico de cara dulce, con lengua aceitosa, después de examinarle dice, “La paz del mundo te puede dar alivio. Involúcrate en los placeres y todo lo que el mundo ofrece y te sentirás mejor.”

Jer. 6:14 Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz.

El diagnostico de este doctor es como decirle a un hombre condenado,  “paz, paz,” cuando no hay paz.

Sal. 38:3 Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira;  Ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado.

Jn. 14:27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.

Jn. 16:33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

Pero la tormenta interior y la tempestad del paciente continúan como antes. Por tanto, nuestro paciente busca otro doctor, y lo encontramos en el consultorio del Doctor Tiempo Suficiente.

Nuestro paciente pronto descubre que el diagnóstico típico del Doctor Tiempo Suficiente es “el tiempo es un gran sanador. Todo se resuelve con tiempo. No le dé pena. Si tus síntomas persisten, cuando eres viejo buscaremos solución.”

2 Cor. 6:2 En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.

Al no estar satisfecho con el diagnóstico del Doctor Tiempo Suficiente, nuestro paciente busca otro médico. Así es como llega a la oficina del Doctor Demasiado Tarde.

Doctor Demasiado Tarde escucha detenidamente todos los síntomas de nuestro paciente. Pero con tonos solemnes le da las malas noticias, “no puedo hacer nada por ti. Debiste haberme visto antes.”

Isa. 55:6 Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.

Nuestro paciente termina sintiéndose extremadamente frustrado y, desesperado, al límite de sus fuerzas, vuelve a ver al Dr. Ley.

El diagnóstico del doctor Ley no ha cambiado, pero el paciente le pregunta qué le recomienda y doctor Ley le responde: La razón que no te sientes bien es porque no logras cumplir con toda la ley debido a que necesitas un corazón nuevo. Pero hay un gran problema. El doctor Ley no es cirujano. Él no opera.

“Genial”, dice el paciente, “¡lo que me está diciendo es que necesito una cirugía, pero usted no me va a operar! ¿Eso no significa que tengo que morir?”

El Dr. Ley responde: “Si fuera solo por mí, tendrías que morir, porque yo me limito a hacer diagnósticos”.

Gal. 2:16 Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

Y entonces este pecador tembloroso miró el rostro de este implacable médico y dijo: “¡Por favor, ayúdame!”

“Te puedo conducir al que te puede ayudar” es la respuesta del Dr. Ley. Luego toma al paciente de la mano y lo conduce a través de una puerta hacia otro consultorio, donde lo presenta al Dr. Gracia. “Doctor Gracia, este es un paciente nuevo. Tiene el mismo problema que todos los demás que te he traído. Viene a verlo para una operación”.

Gal. 3:24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.

Al igual que el Dr. Ley, el Dr. Gracia parece haber estado esperando a este paciente en particular. Al igual que el Dr. Ley, el Dr. Gracia no cobra nada. Sin embargo, hay un mundo de diferencia en su trato con los pacientes.

El Dr. Gracia le da una cálida bienvenida. Le hace señas al paciente para que entre a su consultorio. Está muy contento de verlo.

El Dr. Gracia le dice que todos sus pacientes nuevos tienen el mismo problema: todos necesitan un corazón nuevo.

Jer. 17:9 Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
Jer. 17:10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón…

El paciente sintió deseos de rebelarse, pues no le parecía lógico que todos sus pacientes tuvieran la misma enfermedad. Pero, después de todo, querido amigo, la ley no tiene sentido para el pecador.

1 Cor. 2:14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.

El paciente sigue nervioso y asustado. Con miedo y temblores, las preguntas comenzaron a llegar. Primero, “¿Hay alguien más que pueda ayudarme, doctor Gracia? ¿Habrá otro doctor? ¿Habrá una forma de evitar un trasplante de corazón?”

“No, hijo”, dice el Dr. Gracia, “este es un asunto personal, sólo entre tú y yo”.

“Doctor Gracia, ¿dejará que el Dr. Ley o algún otro médico la ayude a operar?” Y el doctor le dijo: “No, nunca he recibido ayuda de nadie”.

El paciente sigue con sus preguntas. Doctor Gracia, ¿me darás una buena anestesia para que pueda dormir profundamente? Él dijo: “No, nunca le doy anestesia porque quiero que sepa lo que hice por ti para que puedas contárselo al mundo”.

Luego el paciente dijo: “Doctor Gracia, tengo miedo”, y él, mientras colocaba su gran mano sobre su hombro tembloroso, dijo: “No tiene por qué temer, nunca he perdido un paciente”.

“Esto no puede ser gratis”, le dice el paciente al Dr. Gracia.

“No quiero engañarle”, dice el Dr. Gracia. “La visita y la consulta son gratuitas, pero la operación cuesta mucho. Sin embargo, un amigo nuestro ya lo ha pagado por ti”.

Isa. 55:1 A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio…

1 Cor. 6:20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

Así, por fe, el paciente se recuesta en la mesa, sin anestesia, y se somete a la operación. Por primera vez ve su viejo corazón tal como es en realidad. Está podrido y negro. Tiene un aspecto horrible y huele aún peor. Y por primera vez, el paciente se dio cuenta de que el Dr. Ley tenía razón: ¡De veras era un problema cardíaco!

Eze. 18:31 Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel?
Eze. 18:32 Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.

Eze. 11:19 Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne.

En un momento, el doctor Gracia desechó aquel corazón viejo y trajo uno nuevo, tan puro y limpio. Lo colocó y cerró la incisión, sin dejar ni siquiera una cicatriz. Inmediatamente el paciente siente un nuevo fluir de vida.

En un momento, con una sonrisa en su rostro y lágrimas de gratitud corriendo por sus mejillas, dice: “Doctor Gracia, ¿cuándo debo volver para el chequeo?”. Él dijo: “Hijo, no será necesario ningún chequeo. La operación es un éxito y esto es permanente”.

Jn. 10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

Sin embargo, Dr. Gracia recomienda algunos ejercicios: arrodillarse en oración, levantar las manos santas en amor, caminar a una buena iglesia, que predica doctrina sana, ejercitar las cuerdas vocales en alabanza y en contarle a otros acerca de cómo ellos también pueden recibir un corazón nuevo.

Justo cuando el paciente estuvo por salir por la puerta, algo por dentro le dijo, “Vuelve”. “Dr. Gracia, Ud. me dijo que me presentaría al Amigo que pagó mi cuenta”. “Pensé que volverías” replicó el Dr. Gracia. Y vi entrar por una puerta al amigo más amable que jamás había conocido. Cuando levantó las manos, vio marcas de clavos, y en su frente había cicatrices de espinas. Vio la marca de lanza en su costado. El Dr. Gracia dijo, “Jesús, quiero que conozcas a mi nuevo paciente”. Y al mirar esa cicatriz a su lado, el paciente dijo: “Dr. Gracia, ahora entiendo de dónde vino mi nuevo corazón. Él me dio el suyo.”

Gal. 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

  1. El dio su CABEZA para la corona de espinas por mí. (Jn. 19:2)
  2. El dio sus OJOS para derramar lágrimas por mí. (Luc. 19:41)
  3. El dio su ROSTRO para ser escupido por mí. (Mat. 26:67)
  4. El dio su LENGUA para orar por mí. (Luc. 23:34)
  5. El dio su ESPALDA para soportar la carga por mí. (Lc. 15:4-5; Jn. 19:17)
  6. El dio su COSTADO para la lanza por mí. (Jn. 19:34)
  7. El dio sus MANOS para los clavos por mí. (Sal. 22:16)
  8. El dio sus PIES para los clavos por mí. (Sal. 22:14-16)
  9. El dio su preciosa SANGRE por mí. (Hch. 20:28)
  10. El dio sus RIQUEZAS y se hizo pobre por mí. (2 Cor. 8:9)
  11. El dio su VIDA por mí. (Jn. 10:11)

El paciente recibe un nuevo nombre adicional. Antes era solamente pecador. Ahora es pecador perdonado, redimido, salvado.

El paciente regresa para darle las gracias al Dr. Ley. Aunque el Dr. Ley había sido severo y obstinado, después de todo había ayudado a salvar la vida del paciente. Esta vez, el Dr. Ley se ve diferente. El paciente se da cuenta de que siempre amará al Dr. Ley por haberlo guiado hasta el Dr. Gracia y por haberlo ayudado a conocer al Amigo que pagó por su operación: el Amigo que fue realmente responsable de darle un corazón nuevo, limpio y puro.

Ahora puedes recomendar estos dos grandes doctores a otros. El Dr. Ley le mostrará dónde está equivocado. El Dr. Gracia le hará bien. Encomienda su caso con el Dr. Ley y el Dr. Gracia. Amigo, si realmente quieres ser salvo, desestima todas las demás esperanzas de ser salvo, y ven por el camino de Dios. En tu corazón, clama al Señor como el publicano en Lucas 18:13, “Dios, sé propicio de mí pecador.

Rom. 5:20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;
Rom. 5:21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

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