Todos quieten celebrar los avances que hay en la vida. Sí, de algunas maneras, vivimos mejor. Pero, ¿por qué hay tanta ignorancia en cuanto al gran aumento de problemas sociales? Cada vez más están dispuestos a reconocer nuestro gran fracaso en solucionar problemas sociales, pero ellos no dan ninguna solución. Antes de proponer una solución quiero alumbrar un poco sobre la gravedad del problema.
Una vez salió un artículo en la tapa del diario La Nación con título: «Europa Preocupada Por La Inseguridad». El artículo dice que muchos negocios notan una merma gradual en las ventas. Únicamente los negocios que tratan con la seguridad son una excepción. Ellos venden cada vez más.
En Francia hablaron de un aumento de la violencia de 3.65% y en Gran Bretaña de 8%. Las fuerzas de seguridad son cada vez menos capaces de controlar la situación. La policía en Inglaterra y Gales, por ejemplo, solo pudieron arrestar a los autores de uno de cada diez robos cometidos en el año 2000. Doce años atrás, su proporción de éxito era de uno de cada tres casos. En 1989 el 70% de sus crímenes era resuelto en cuestión de meses. Ahora la cifra solo alcanza el 55%.
Otra alarma es el hecho de que los delincuentes son cada vez más jóvenes. En gran parte, las estadísticas abarcan únicamente los que tienen doce años para arriba. Esto deja de lado el creciente número de chicos de diez y once años que están involucrados. Entre ellos está lo que se llama la «yob cultura» que dice que no hay nada más glorioso que flirtear con todo lo que está prohibido, especialmente el alcohol y las drogas. Entre los británicos un 47% de sus jóvenes admiten haber cometido algún tipo de felonía.
Si seguimos cuesta bajo a esta velocidad, dentro de poco vamos a encontramos en una situación parecida a la que existía después de la caída del Imperio Romano.
Los pequeños negocios dejarán de existir por causa de robos. Lo mismo sucederá con las pequeñas fábricas. Habrá cada vez menos trabajo. Las únicas casas exentas de robos serán las de los ricos que pueden pagar policías para custodiarlas. Pocos viajarán por la vía publica debido a los muchos asaltos.
La única manera de vivir será yéndose al campo y consiguiendo trabajo en las grandes estancias. Así se podrá edificar un pequeño rancho y tener donde labrar un poco la tierra. Es trabajo honorable ser campesino, pero no estoy hablando de un oficio, sino de un gran esfuerzo para sobrevivir.
¿Cuál es la solución? Los hombres, en su soberbia, piensan que cada problema tiene una solución. Ellos creen que los científicos sabrán que hacer. Algunos dijeron, ¿Por qué no instalar cámaras de circuito cerrado en las calles y así podremos atrapar a los culpables en el acto? El Reino Unido invirtió 50 millones de dólares en este intento, pero no mejoró su éxito en controlar el crimen. Otras ciudades están gastando cada vez más en poner más policías en la calle.
Otro intento para solucionar el problema es el de procesar y castigar a los criminales jóvenes. En los EE UU. recién dieron una condena de veinticinco años a un joven de catorce anos por matar a su profesor. El tenía tan solo trece anos cuando cometió el crimen.
Todo esto requiere la construcción de grandes instituciones penales. Pero en Gran Bretaña encuentran que la mitad de los crímenes cometidos en el año 2000 fueron reincidentes. Sir David Ramsbotharn admitió que algunos centros penitenciarios juveniles son «fábricas de criminales.»
Hasta ahora los científicos no han encontrado una solución. Muchos tienen su opinión. ¿Hay una solución? Es cierto que no hay una solución fácil ni inmediata. Lo que es la solución es algo que, hasta ahora, la gran mayoría no quiere aceptar. Lo que sí, hace falta en este momento, es un cambio de actitud en cuanto a la manera correcta de educar a nuestros niños. Jamás habrá una solución si seguimos la costumbre presente de mimar y conceder a los niños.
Tenemos que aceptar la gran necesidad de vivir sobria, justa, y piadosamente como dice en Tito 2:12. Si lo aceptamos de todo corazón es casi seguro que, a su vez, vamos a enseñarlo a nuestros hijos. Sobria significa que tenemos en cuenta el impacto de nuestro acto en la vida de los demás. Es poner frenos a mi libertad, sabiendo que no puedo hacer tal o cual cosa sin perjudicar a alguien. Justa significa hacer lo que es recto y lo que es mi deber. Tenemos que enseñar a los niños a cumplir con su deber con castigo corporal, cuando es necesario. Muchos no van a aprender de otra manera. Es posible hacerlo en amor. Piadosamente significa reconocer que Dios es soberano. Si dejamos a Dios afuera de nuestra vida pensamos que podemos hacer todo a nuestra manera. En la historia de Israel, cuando ellos llegaron a lo más bajo como una sociedad, dice que «cada uno hacía lo que bien le parecía.» (Jueces 17:6) En gran parte hemos rechazado las normas morales bíblicas y estamos pagando un precio muy alto.
Seguro es que es en vano esperar que todos vayan a cambiar su actitud, pero si únicamente una mayoría en una sociedad cambiase su actitud sería posible corregir mucho de lo que está llevando a nuestros niños por el mal camino. Anteriormente se culpaba la «mala junta» en la esquina por corromper a los niños. Ahora la mala influencia entra a la casa a través de los medios de comunicación y la música rock. El pueblo de Dios debe levantarse y exigir una limpieza a fondo de los medios de comunicación.
¿Hacia a dónde vamos? Si todos siguen con la actitud, «No se puede hacer nada», será un futuro oscuro. Tú debes usar tu influencia en despertar la conciencia de los que están a tu alrededor.