Selecciones del libro Preguntas Prácticas y Difíciles Contestadas, publicado originalmente en 1910.
EL AYUNO
¿Deben ayunar los cristianos?
Sí, los cristianos deben hacer todo lo que esté en su poder para traer bendiciones para sí y para otros y, sin duda alguna, el ayunar es un motivo de bendición en muchos casos para el que ayuna y para otros.
Se dice a veces que el ayuno pertenecía a la religión judía y no a la cristiana, pero esto contradice las claras enseñanzas bíblicas. En Hechos 13:2 se nos dice que: “Ministrando pues éstos al Señor, y ayunando,” el Espíritu Santo habló a los principales de la iglesia de Antioquía. En el versículo 3 se nos dice que, “habiendo ayunado y orado” pusieron las manos encima de Saulo y de Bernabé y los despidieron. En Hechos 14:23 se nos dice que en la ordenación de los ancianos oraron “con ayunos.” No hay virtud alguna en prescindir del alimento necesario, pero hay poder en el sentimiento de nuestra propia invalidez que nos conduce a humillarnos ante Dios en el ayuno, y en un verdadero celo en buscar la voluntad de Dios que nos aparte incluso del alimento necesario para que podamos entregarnos más enteramente a la oración.
Si hubiera más ayuno y oración, y menos fiestas y diversiones en la iglesia de Jesucristo, veríamos más avivamientos, más y más obras maravillosas hechas para Dios.
EL CIELO
¿Es el cielo un lugar o un estado del alma?
Jesucristo nos enseña de un modo claro que el cielo es un lugar. En Juan 14:2 dice: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros,” y para hacerlo más claro todavía, añade en el siguiente versículo que, cuando el lugar nos haya sido preparado volverá para recibirnos a sí mismo, para que allí donde él esté, estemos también nosotros.
Además, se nos dice de un modo claro que, cuando Jesús mismo dejó la tierra, fue al cielo, desde donde había venido (Juan 13:3; Hechos 1:9, 10; Efesios 1:20-21; y muchos otros lugares).
La bienaventuranza del cielo no será debida al carácter del lugar de un modo total. Será mayor todavía por el estado mental en que se hallarán los que habitan en él. Sin embargo el cielo es un lugar, un lugar más bello que cual quiera pueda concebir. Todas las comparaciones terrenales deben ser por necesidad insatisfactorias. En este nuestro estado presente todos los sentidos y facultades naturales de percepción están embotados por el pecado y la enfermedad que sigue al pecado. En nuestros cuerpos redimidos cada sentido y facultad será ampliado y será perfecto. Puede que haya nuevos sentidos, pero lo que hayan de ser naturalmente no nos lo podemos imaginar. Lo más bello que hayamos contemplado en esta tierra no es comparable en nada a la belleza de lo que nos espera en esta bendita “ciudad con fundamentos.” El cielo estará libre de todas las maldiciones y pesadillas que nos atormentan aquí. No habrá penosos trabajos serviles, ni habrá dolor ni enfermedad (Apocalipsis 21:4), ni muerte ni entierros ni separación. Especialmente no habrá pecado. Será un sitio de conocimiento universal y perfecto, (1 Corintios 13:12), de amor universal y perfecto, (1 Juan 3:2; 4:8), de perpetua alabanza (Apocalipsis 7:9-12). Será un país de melodías y de cánticos.
¿Qué es necesario hacer para llegar al cielo?
Sólo hay una cosa que se debe hacer para llegar al cielo, a saber, aceptar a Jesucristo como Salvador personal, entregarse a él como Señor y Maestro y confesarle abiertamente delante del mundo como tal. Jesucristo dice: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida: nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). En otra parte dice: “Yo soy la puerta: el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:9). Todo aquel que recibe a Jesús es hecho al instante hijo de Dios, heredero de Dios y coheredero con Cristo (Juan 1:12; Romanos 8:16-17).
Toda persona puede saber si está ya en el camino del cielo o no, haciéndose simplemente estas preguntas: “¿He recibido a Jesucristo? ¿Lo he aceptado como expiación de mi pecado, como el que llevó mis pecados en su cuerpo sobre el madero? (Isaías 53:6; 1 Pedro 2:24; Gálatas 3:13). ¿Estoy confiando en él para que me perdone mis pecados, porque Jesucristo los llevó por mí? ¿He recibido a Jesucristo como mi Señor y Maestro? ¿He rendido mi mente a él para que me enseñe, y mi vida a él para que la guíe en todo? ¿Estoy confesándole como mi Salvador y Maestro delante del mundo cuando tengo oportunidad para hacerlo?
El que pueda contestar afirmativamente a estas preguntas puede saber que se halla en camino del cielo. Naturalmente el que ha recibido a Jesús como su Señor y Maestro lo demostrará estudiando día tras día su Palabra para conocer su voluntad, y lo demostrará también haciendo su voluntad tal como la encuentra en la Biblia.
¿Es la Biblia una guía suficiente para ir al cielo?
Sí, lo es. Nos enseña a todos qué clase de lugar es el cielo y cómo podemos llegar allá. Nada hay que un hombre necesite saber acerca del camino del cielo que no se especifique claramente en la Biblia. Es el único libro del mundo que revela a Jesucristo, y Jesucristo mismo es el camino del cielo (Juan 14:6).
¿Reconoceremos a nuestros amados en el cielo?
Con toda seguridad. Pablo al escribir a los creyentes de Tesalónica les dice que no se aflijan por sus amados, de los cuales han sido separados por un tiempo, como lo hacen los que no tienen ninguna esperanza, porque (continúa diciendo) Jesús mismo volverá, y nuestros amados que han dormido en Jesús serán levantados primero, y luego nosotros que estemos vivos seremos transformados y arrebatados con ellos para encontrar al Señor en los aires. La base principal de esta exhortación es que cuando seamos arrebatados juntamente con nuestros amados los veremos otra vez. Además, Moisés y Elías aparecieron a los tres discípulos que estaban con Jesús en el Monte de la Transfiguración y fueron reconocidos por ellos. (Véase Mateo 17:3 y los versículos que siguen.) Si podemos reconocer a los que no hemos visto nunca en la carne, mucho más reconoceremos a nuestros amados.
¿Puede una persona ser feliz en el cielo si sabe que sus amados están en el infierno?
Sí, con toda seguridad, si es un cristiano verdadero. El gozo de un cristiano verdadero es Cristo Jesús (Mateo 10:37). El amor que tenemos para nuestros queridos en la tierra no es nada en comparación con nuestro amor a Jesucristo, y Jesucristo está en el cielo. Él satisfará todo deseo del corazón de aquellos que realmente le conocen.
Además, si alguno de nuestros amados está en el infierno será simplemente porque ha rechazado y pisoteado persistentemente a Aquel que es el objeto supremo de nuestro amor. Estarán con el diablo y sus ángeles porque escogieron esta suerte y nosotros hemos de reconocer la justicia y la necesidad de ello. Muchos no querrán creer en el eterno castigo porque tienen amigos y familiares incrédulos, pero es mucho mejor reconocer los hechos, aunque sean desagradables, y procurar salvar a los amados de la sentencia hacia la cual se precipitan, que luchar con los hechos y procurar desvirtuarlos por cerrar los ojos ante ellos. Si amamos a Jesucristo de un modo supremo, tal como debemos amarle, y comprendemos su gloria y lo que él pide de los hombres, en la medida en que debemos comprenderlo, diremos, aunque se trate de nuestro más querido amigo en la tierra, que si está persistentemente rechazando a Cristo merece el tormento eterno. Si Dios, después de que los hombres han pecado y se han hecho dignos de su terrible ira, todavía les ofrece misericordia y hace el tremendo sacrificio de su Hijo para salvarlos, si después de todo estos siguen despreciando su misericordia, y pisoteando al Hijo de Dios, y por ello son destinados al tormento eterno, todo el que no tenga la vista nublada deberá decir: «¡Amén; tus juicios son justos y verdaderos, oh Señor!»
LA CONCIENCIA COMO GUIA
¿Es la conciencia una guía suficiente para el hombre?
No. La conciencia, dando a la palabra el sentido de la intuición moral que todo hombre posee de que lo bueno es bueno y lo malo es malo y de que todos debemos alistarnos detrás de lo bueno para hacerlo, sea el que sea el resultado, es una guía suficiente para conducirnos a una absoluta rendición para hacer lo bueno, sea lo que fuere. Pero entonces se nos presenta la pregunta de ¿qué es lo bueno? La conciencia en el sentido de juicio moral para discernir entre lo bueno y lo malo, no es una guía suficiente para el hombre. Hay muchas personas que hacen a conciencia cosas extremadamente malas porque su juicio moral no ha sido desarrollado propiamente. La conciencia necesita ser alumbrada por la revelación divina y por la iluminación personal del Espíritu Santo para que pueda discernir lo que es bueno.
Si nos rendimos a hacer lo bueno, cualesquiera sean las consecuencias, y buscamos honradamente lo recto y lo verdadero, llegaremos a ver que Jesucristo es el Hijo de Dios y el maestro enviado de Dios (Juan 7:17), y entonces llevaremos nuestro juicio moral ante él para que lo eduque. Habiendo aceptado a Jesucristo como el Hijo de Dios y como maestro enviado por Dios, seremos conducidos de un modo lógico por el estudio de su Palabra a aceptar la Biblia entera como la Palabra de Dios y en consecuencia la tomaremos como nuestra guía de conducta. Además veremos que poseemos el privilegio de ser enseñados por el Espíritu Santo y guiado a una conducta recta por él.
LA CONDICION DEL MUNDO
¿Va el mundo de mal en peor?
Si usamos la palabra “mundo” en el sentido bíblico, esto es el conjunto de seres humanos que rechazan a Jesucristo, entonces sin duda alguna va de mal en peor. “Todo el mundo (es decir toda la masa de seres humanos, excluidos lo que han aceptado a Jesucristo, que no son de este mundo) está puesto en maldad” (1 Juan 5:19), y naturalmente no puede hacer otra cosa que ir rodando de mal en peor en tanto que rechaza a Cristo.
Pero si por “el mundo” se significa la raza humana entera, hay dos clases de procesos que están en marcha en él: un desarrollo hacia el bien por parte de los que han salido del mundo y han aceptado a Jesucristo (los cuales constantemente van de bien en mejor), y un desarrollo hacia el mal por parte de los que rechazan a Cristo (los cuales constantemente van de mal en peor). En las cosas externas, naturalmente, el mundo está afectado más o menos por los creyentes que están en él y esto conduce a muchas reformas, como el incremento de la templanza, la abolición de la esclavitud, etc; pero “los hombres malos y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados» (2 Timoteo 3:13) y “en los venideros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios» (1 Timoteo 4:1). “En los postreros días vendrán tiempos peligrosos» (2 Timoteo 3:1-5). Será difícil encontrar fe genuina en la tierra cuando venga el Hijo del hombre (Lucas 18:8).
Finalmente llegará un momento en que la iglesia será arrebatada del mundo y entonces las cosas de este mundo se hallarán en un estado espantoso, descrito en el libro del Apocalipsis.
Además, no hay duda alguna para todo aquél que conoce nuestro país de que en nuestros tiempos ha caído en una decadencia moral espantosa. Se ha visto en los negocios. Muchos de los hombres de negocios prominentes, y considerados como dignos de confianza, han sido hallados culpables de tal malversación de fondos como para llevarlos a un penal. Se ve también en el terrible aumento de la impureza, no sólo entre las clases abandonadas, sino también en la llamada buena sociedad, Aumenta desvergonzadamente el adulterio, y los divorcios se multiplican. Hay hombres que se divorcian de sus esposas para casarse con actrices u otras mujeres sin mostrar aparentemente ningún sentido de la vergüenza y que son recibidos otra vez en la que antes se suponía una sociedad decente. El aumento de la inmoralidad entre los jóvenes de ambos sexos que pertenecen a las clases pudientes de la sociedad es algo pavoroso. El suicidio se va haciendo común de un modo alarmante. Todo esto es sin duda consecuencia de la difusión de los puntos de vista escépticos e incrédulos. Ha decaído enormemente en los últimos años la creencia en un infierno futuro y terrible. Incluso muchos ministros del Evangelio han dejado de predicar y aun de creer en este infierno terrible. Por todas partes los hombres dudan de la autoridad e infalibilidad de la Biblia, en universidades, en seminarios teológicos y en púlpitos supuestamente ortodoxos, y el fruto que nos ha brindado tal simiente es esta terrible cosecha de iniquidad.
LA CONFESION DE PECADOS
¿Debemos confesar nuestros pecados a algún hombre o sólo a Dios?
En primer lugar, debemos confesarlos a Dios. En el Salmo 32:5 dice David: “Mi pecado te declaré (esto es al Señor), y no encubrí mi iniquidad. Confesaré, dije, contra mí mis rebeliones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” En 1 Juan 1:9 leemos: “Si confesamos nuestros pecados, (lo que evidentemente significa ante Dios), él es fiel y justo y para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.”
Pero si hemos pecado contra un hombre, hemos de confesar nuestros pecados a aquella persona contra la cual hemos pecado. Debemos reconciliamos con nuestro hermano que tiene algo contra nosotros (Mateo 5:23-24). También es bueno confesar nuestros pecados los unos a los otros a fin de que podamos orar el uno por el otro (Santiago 5:16). No hay ni la más pequeña indicación, sin embargo, de que esto signifique que hemos de confesar nuestros pecados al sacerdote de un modo más particular que a cualquier otro creyente. Dice: “Confesaos unos a otros,” y no hay mayor razón en favor de que nosotros debamos confesar nuestros pecados al sacerdote que a favor de que él nos confiese los suyos.
Si hemos pecado públicamente deberíamos hacer una pública confesión de nuestros pecados. Pero nada hay en la Biblia que nos indique que alguien deba hacer una confesión pública y detallada de todas sus transgresiones, o incluso de que deba confesar a otro hombre cada uno de los pecados que ha cometido. Los impostores religiosos exigen a menudo esto de sus discípulos, y así los tienen bajo su dominio y los gobiernan por miedo a la difamación. Uno de los más conocidos impostores religiosos de los tiempos modernos alcanzó dominio sobre sus discípulos por este medio. Les hacía confesar todo lo bajo y vil que habían hecho, y luego los aterrorizaba, obteniendo dinero de ellos, haciéndolos sus esclavos. Hay cosas que un hombre debe guardar para sí y para Dios.
LA CONSAGRACION
¿Qué significa la consagración? ¿Con qué frecuencia debería una persona consagrarse a sí misma?
En el sentido moderno (el cual, hemos de decir de paso, no es el sentido dado por la Biblia) la palabra “consagración” significa la entrega de uno mismo y de todo lo que uno posee a Dios. La palabra “santificar” tal como se usa en la Biblia tiene prácticamente el mismo significado cuando la aplicamos a santificarnos a nosotros. Significa poner aparte para Dios.
Cada cristiano debería consagrarse una vez para siempre a Dios. Debería poner en las manos de Dios todo lo que es y todo lo que tiene, para que Dios lo use de acuerdo con su voluntad, para que lo envíe donde él disponga y para que haga de él lo que quiera. Una vez puesto así en las manos de Dios, nunca debería retirarse de ellas. Pero muchos se consagran a Dios y después se vuelven atrás, como hizo Sansón, y como él son privados de su fortaleza. En este caso uno debería volverse a consagrar y, aunque no haya renunciado a su consagración, es bueno confesarla de nuevo una y otra vez, a fin de que se conserve de modo claro y distinto en la mente.
Además la consagración va adquiriendo una significación cada vez más profunda a lo largo de la vida. En un tiempo determinado podemos darnos por entero a Dios en tanto seamos entonces iluminados, pero al ir estudiando la Palabra y creciendo en la gracia, la consagración va haciéndose cada vez más profunda. Creo haberme consagrado por entero a Dios desde hace muchos años, pero precisamente ayer alcancé una comprensión más profunda de lo que significa ser enteramente de Dios, que no había alcanzado hasta ahora.
LA CONVICCION DE PECADO
¿Cómo se produce la convicción de pecado? ¿Qué clase de predicación aconsejaría Ud. para conseguir que las personas comprendieran lo terrible del pecado y fueran redargüidas del mismo?
La ley fue dada para llevar al conocimiento del pecado, y hallo que la predicación de la ley lleva a los hombres a este conocimiento. Predico los Diez Mandamientos, confiando en que el Espíritu Santo mostrará a los hombres que no los han guardado. Predico también (Mateo 7:12) la llamada Regla de Oro para mostrar a las personas que no la han guardado y que por tanto no pueden ser salvos por ella: “Así que, todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos.” Predico sobre Mateo 22:37-38 y por medio de estos versículos procuro mostrar que no sólo han pecado sino que han quebrantado el primero y más grande de los mandamientos de Dios: “Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma y de toda tu mente. Este es el primero y el grande mandamiento.
Pero leemos en Juan 16:9 que el pecado del cual el Espíritu Santo redarguye es el no creer en Jesucristo, y vemos en Hechos 2:37, (comparándolo con las precedentes palabras de Pablo) que el pecado del cual el Espíritu Santo convenció a los millares de arrepentidos del día de Pentecostés fue el de rechazar a Jesucristo. Siguiendo por este camino, creo que el presentar ante los hombres la majestad y la gloria de Jesucristo y el sacrificio que El hizo por nosotros, haciendo luego ver lo terrible del pecado de rechazar a semejante Salvador, es lo que da la más profunda convicción de pecado.
Pero en toda nuestra predicación debemos recordar que es el Espíritu Santo y no nosotros el que convence a los hombres de pecado. Lo hace por medio de la verdad que nosotros presentamos, pero debemos comprender nuestra dependencia de él y mirar a él y confiar en que él haga la obra. Aquí es donde muchos se equivocan. Procuran convencer a los hombres de pecado, en vez de ponerse en una actitud tal hacia el Espíritu Santo que éste sea el que los convenza por medio de ellos.
EL AMOR POR LAS ALMAS
¿Cómo puedo sentir amor y celo por las almas?
En primer lugar, entregándose por completo, sus pensamientos, sentimientos, ambiciones, propósitos, todo al gobierno del Espíritu Santo. El Espíritu Santo ama las almas y si Ud. se entrega a su gobierno le infundirá amor y celo por las almas. El primero de los frutos del Espíritu es el amor (Gálatas 5:22).
En segundo lugar, considerando la condición real del hombre alejado de Cristo, tal como se revela en la Palabra de Dios, y estudiando lo que la Palabra de Dios dice acerca de su último destino. Si Ud. reflexiona sobre el infierno que espera a estas pobres almas, pronto tendrá (si es que es en realidad cristiano) una pasión por su salvación.
En tercer lugar, observando a Jesucristo y considerando su conducta para con los perdidos.
LOS ANGELES
Sírvase explicar Mateo 18:10: “Mirad no tengáis en poco a alguno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos.” ¿Tiene cada niño un ángel de la guarda?
Parece que ésta es la enseñanza que debe deducirse simplemente del texto. Algunos lo explican de otra manera, diciendo que los ángeles de los niños, de los cuales se habla aquí, son los espíritus de los niños ya partidos hacia la gloria, pero no hay ninguna indicación en la Biblia de que los espíritus de seres humanos separados de los cuerpos sean ángeles. En toda la Biblia existe una separación clara y distinta entre los ángeles y los hombres. El antiguo himno, “Quisiera ser un ángel,” no tiene ninguna base en la Escritura.
Los ángeles de los niños de los cuales se habla aquí, son ángeles que velan sobre los mismos. Es ministerio de los ángeles el servir en favor de los que serán herederos de salud (Hebreos 1:14), y cada niño parece tener un ángel de la guarda, conforme a la Escritura, y estos ángeles ocupan una especial posición de favor ante Dios. Se hallan en su presencia y contemplan siempre la faz del Padre.
LA ANIQUILACION DE LOS MALOS
¿Qué significa la teoría de la aniquilación de los malos? ¿Tiene base bíblica?
Significa la destrucción de los que mueren sin haber aceptado a Jesucristo como su Salvador.
No hay en la Escritura base alguna para sustentar esta teoría. La Biblia nos enseña claramente que el destino futuro de los malos es una condición de tormento y angustia sin descanso, sin fin y consciente. Véase más adelante la pregunta sobre “Castigo Eterno.”
¿Por qué es la teoría de la aniquilación de los malos, que aparentemente se indica en Apocalipsis 20:14-15, una doctrina reprobable, dejando a un lado las enseñanzas bíblicas sobre este tema?
La aniquilación de los malos, como puede comprobar cualquiera que lea el pasaje entero, y los pasajes paralelos de la Biblia, no se indica en Apocalipsis 20:14-15: “Y el infierno y la muerte fueron lanzados en el lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue lanzado en el lago de fuego.” La suerte de los lanzados en el lago de fuego no es su aniquilación.
Por lo que se refiere a “ser una doctrina reprobable, dejando a un lado las enseñanzas bíblicas,” diré que nunca he visto a nadie que, aceptando esta doctrina, no sufriera en consecuencia una disminución de su poder para trabajar por Dios. Podría poner ejemplos de hombres que habían sido usados grandemente por Dios y que, habiendo aceptado esta doctrina, perdieron por lo tanto en gran parte su potencia como ganadores de almas. El que cree realmente en la doctrina del tormento consciente y sin fin para los inconversos procurará trabajar sin descanso para su salvación antes de que sea demasiado tarde.
EL BAILE
¿Dónde dice la Biblia que el baile sea un pecado?
En ninguna parte lo dice. El baile no es un pecado. El baile es propio en su debido lugar. Es una expresión de alegría, algunas veces incluso de gozo religioso. María la profetiza y las mujeres que estaban con ella danzaban de gozo por su liberación de los egipcios (Éxodo 15:20), y hemos de creer que Dios se complacía en ello. David danzaba delante del arca. Hay tiempo para bailar. No hay nada malo en la danza en su debido tiempo y en la debida forma. Pero, los bailes mixtos entre hombres y mujeres en la forma en que son realizados hoy en día, incluso entre la más selecta sociedad, permiten una familiaridad de contacto entre los sexos que en ningún otro lugar se permite entre personas decentes. El baile es la causa de mucho pecado y de mucho mal. Es prohibido en 2 Corintios 6:17, donde se nos dice que no se debe tocar nada impuro, y los bailes mixtos modernos son indiscutiblemente algo impuro, inmoral e insano.
¿Está bien el baile para un cristiano?
No está bien para un cristiano el hacer nada que pueda ser reprochable para la causa de Cristo o en una forma u otra disminuir su influencia en favor de Cristo. Es posible imaginar circunstancias en las cuales un cristiano puede tomar parte en una danza de figuras sin traer reproche a la causa de Cristo, pero la cuestión no es ¿cuáles son las condiciones que nosotros podemos imaginarnos? sino ¿cuáles son las condiciones que existen hoy en realidad? Es imposible bajo las condiciones existentes actualmente que ningún cristiano baile sin ser causa de reproche para la causa de Cristo o sin disminuir su influencia en favor de Cristo.
En el baile, tal cual se practica hoy en América o en Inglaterra, existe una familiaridad de contacto entre personas de distinto sexo que no se permite en ninguna otra circunstancia en la sociedad decente. Es verdad esto incluso para los bailes en las reuniones de sociedad más selecta. Si una señora permitiera que le tocara un hombre que no fuera su esposo, padre o hermano tal como se ve en la pista de baile, y no fuera en este sitio, sería considerada al punto como una mujer inmodesta si no una cosa peor. Claro que estas actitudes no se hacen mejores al ir acompañadas de una música seductiva, o de movimientos que tienen sin ninguna clase de duda un efecto moral destructivo sobre los que se los permiten. Estoy seguro que más de una muchacha honesta no es arrastrada a pensamientos pecaminosos al compás de la danza, pero sé de muchos hombres, y probablemente son los más, que bailan mecidos por dichos malos pensamientos. La más difícil de las luchas que existen para el joven de hoy es la lucha por la pureza de pensamiento, y de actos, y apenas si existe ninguna otra institución o costumbre en la sociedad moderna que haga más dura esta lucha que el baile moderno. Si las muchachas honestas pudieran oír las conversaciones de los jóvenes que han bailado con ellas, después de las más selectas reuniones, estoy convencido que ninguna que se estimara volvería a bailar otra vez. No son estos hechos agradables de considerar, pero son hechos, y hemos de afrontarlos.
Además, la joven cristiana que baila pierde su influencia sobre muchos de los que desearía ganar para Cristo. Mientras el mundo busca constantemente la forma cómo llevar a los cristianos a contemporizar con él, y a veces alaba su liberalidad y anchura de miras cuando consigue arrastrarlos a sus pasatiempos discutibles, en el fondo el mundo desprecia a un cristiano contemporizador.
Además, el baile interfiere con el amor al estudio de la Biblia, el amor para la oración en secreto, el amor para el servicio de Cristo. No sólo no ayuda a la vida espiritual, sino que la dificulta en todas direcciones. Ningún cristiano puede bailar sin sufrir por esta causa de modo indecible y sin acarrear reproche a la causa de Cristo. Todo verdadero cristiano desea alcanzar las más altas cimas espirituales, por nada menos se satisface. Pues bien, no cabe la menor duda que el baile interfiere con la consecución de este propósito.
EL BAUTISMO
¿Es necesario el bautismo para la salvación?
Depende de lo que se signifique con las palabras “salvación” y “bautismo.” Ciertamente, algunos han sido perdonados y han entrado en la vida eterna sin el bautismo del agua, como por ejemplo el ladrón de la cruz (Lucas 23:43). Hay un buen número de creyentes que no practican ningún bautismo con agua, a saber, los cuáqueros. Muchos de ellos tienen conciencia de que sus pecados son perdonados y Dios ha puesto su sello de aceptación sobre ellos dándoles el don del Espíritu Santo.
Pero la palabra “salvación” es usada en la Santa Escritura, no solamente del perdón de los pecados y la vida eterna, sino en un sentido más amplio, de toda la plenitud de bendición que se puede hallar en Cristo. Ciertamente no se puede entrar en esta plenitud de bendición que hay en Cristo sin una absoluta obediencia a él (Hechos 5:32). Si hay algún mandamiento de Cristo que sabemos que no estamos obedeciendo no podemos de ninguna manera gozar de la plenitud de la comunión con él. Jesucristo ordenó el bautismo con agua (Mateo 28:19-20). Asimismo lo ordenó a través de sus discípulos (Hechos 2:38). Sin embargo, hay fervientes seguidores de Cristo que no consideran estos pasajes como un mandamiento a bautizar o a ser bautizados con agua, y al no serlo no desobedecen conscientemente a Jesucristo.
Como acto de obediencia a Cristo, por lo tanto, el bautismo con agua es sin duda en sentido amplio una ordenanza salvadora para los que creen que Jesucristo lo ordenó. El someterse al bautismo ha sido para muchas personas un punto crucial en su experiencia cristiana. Ha sido practicado como un acto de obediencia consciente a Jesucristo y se ha acompañado de abundante bendición.
Me es difícil comprender cómo, estudiándose el Nuevo Testamento con el firme propósito de descubrir lo que realmente enseña, no se vea la necesidad del bautismo con agua, y sin embargo, por mis relaciones con los cuáqueros no tengo la menor duda que muchos de ellos obran con recta conciencia al no hacerse bautizar con agua, y son verdaderos hijos de Dios.
¿Cuál es la explicación de 1 Corintios 15:29: “¿Qué harán los que se bautizan por los muertos?”
Parece que hubo en los tiempos de Pablo la costumbre de hacerse bautizar los vivos en favor de aquellos que por una razón u otra habían muerto sin bautizar. Es la única referencia en la Biblia a esta costumbre.
Evidentemente no había sido ordenada por la Biblia ni sancionada por ella. Tampoco Pablo lo hace aquí. Se refiere simplemente a ella como algo que existía, y dice que los que la practican muestran que creen en la resurrección, pues de otro modo este bautismo por los muertos no tendría ningún significado. La iglesia mormona practica esta costumbre hoy, pero este versículo que usan para apoyarla no lo hace de ninguna manera. Hubo muchas costumbres que se introdujeron en la iglesia primitiva que no eran de Dios, que los apóstoles no recomendaron y que no deben ser seguidas por nosotros. No hay duda que si Pablo hubiera deseado que siguiéramos esta costumbre habría dicho algo más sobre la misma. Por lo menos la hubiera recomendado en este punto, y no lo hace. Cuando leemos el versículo con cuidado vemos que Pablo no sólo no la apoya sino que de un modo implícito la rechaza, porque se aparta de los que la practican diciendo: ¿“Qué harán los que se bautizan por los muertos»? Diciendo en tercera persona, “los que» se pone aparte a sí mismo y a aquellos a los que escribe, del tercer grupo, que son los que practican el bautismo por los muertos.
Esta práctica se extendió más adelante, pero sólo entre sectas heréticas. La Iglesia la repudió.
LA VIDA FUTURA
¿Qué acontece con nuestros espíritus cuando morimos? ¿Enseña la Biblia la existencia de un estado intermedio para los muertos? ¿Pasa el alma directamente al cielo o al infierno, después de la muerte, o hay un estado intermedio?
Inmediatamente después de la muerte el espíritu del creyente parte para estar con Cristo en un estado que es mucho mejor que aquel en el que está en la tierra (Filipenses 1:23). Está “ausente del cuerpo y presente al Señor” (2 Corintios 5:6-8). Pero éste no es el estado final de bienaventuranza de los redimidos. En nuestro estado final de bienaventuranza, el espíritu no solamente es desnudado de su cuerpo mortal sino revestido de su cuerpo resurrecto (2 Corintios 5:1-4). Obtendremos este cuerpo resurrecto a la segunda venida de Cristo, cuando los cuerpos de aquellos que habrán muerto en Cristo serán levantados de los muertos (1 Tesalonicenses 4:15) y los cuerpos de los creyentes que viven serán transformados en un abrir de ojos, y esto corruptible será vestido de incorrupción (1 Corintios 15:51-53).
Por otra parte, inmediatamente después de la muerte, los espíritus de los malos van a la porción del Hades reservada para ellos, donde permanecen en un estado consciente de penoso tormento (Lucas 16:19-31). Pero ésta no es su condición final. Al final del milenio, aquellos que hayan muerto en el pecado serán resucitados para ser presentados ante el gran trono blanco de Dios y ser juzgados y enviados a su condición final de tormento (Apocalipsis 20:11-15; 21:8). Es entonces que entrarán en su estado final y pleno de sufrimiento. Así como el espíritu redimido es sobrevestido en la venida de Cristo con el glorioso cuerpo resurrecto, contraparte perfecta del espíritu redimido que habita en él y participante con él de toda su gloria, de la misma manera los malos serán sobrevestidos con un cuerpo, perfecta contraparte del espíritu de condenación que habita en él y participante de toda su desgracia.
LA VIDA SIN FALTAS
¿Se puede vivir una vida sin faltas?
Nadie vive una vida sin faltas, y nadie puede vivir tal vida a menos que tenga el conocimiento perfecto. Las personas más sinceras se equivocan a veces en su juicio moral. Crecemos constantemente en el conocimiento de la voluntad de Dios a medida que estudiamos su Palabra. Si dejamos en cualquier punto de hacer la suprema voluntad de Dios, nuestras vidas ya no son sin falta.
Pero, aunque no podemos vivir una vida sin faltas, podemos vivirlas sin reproche, es decir, podemos vivir en conformidad con el máximo conocimiento que tengamos de la voluntad de Dios, según se nos revela en su Palabra. No podemos ser reprochados por lo que no sabemos, a menos que nuestra falta de conocimiento resulte de nuestra propia negligencia. (Véanse Colosenses 1:22; 1 Tesalonicenses 2:10; 3:13; 5:23, etc.)
Cada hijo de Dios debería procurar vivir una vida irreprochable, pero, aquellos en cuyas vidas aparecen las menores tachas son los más conscientes de sus deficiencias y saben qué lejos están sus vidas de ser absolutamente sin falta.
LA BIBLIA
¿Cree Ud. en la inspiración verbal de la Biblia?
Sí, la creo. Es decir, creo que los escritores de los diversos libros de la Biblia fueron guiados por el Espíritu Santo, no sólo en el pensamiento al que daban expresión, sino también en la selección de las palabras con las cuales daban expresión a este pensamiento. “Hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo» (2 Pedro 1:21). Era el Espíritu Santo el que hablaba (Hebreos 3:7; 10:15-16; Hechos 28:25). La palabra pronunciada era su palabra (2 Samuel 22:2). Las mismas palabras usadas eran palabras que enseña el Espíritu Santo, (1 Corintios 2:13). Pablo lo expresa de un modo clarísimo al afirmar: “No con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu.
El mismo Espíritu Santo anticipó todas estas teorías modernas, ingeniosas pero no bíblicas y falsas, referentes a su propia obra en los apóstoles. Cuanto más detallada y cuidadosamente se estudia el lenguaje de las afirmaciones hechas en la Biblia, más se llega al convencimiento. La doctrina de la inspiración verbal puede aparecer como discutible y aun absurda para el que la estudia superficialmente, pero toda persona regenerada y enseñada por el Espíritu que considera las palabras de la Escritura día tras día y año tras año, adquirirá día a día una mayor convicción de que la sabiduría de Dios está en las mismas palabras usadas, así como en el pensamiento que ellas expresan.
Es un hecho muy sugestivo el que nuestras dificultades con la Biblia desaparecen cuando nos damos cuenta del exacto lenguaje que usa. El cambio de una palabra, de una letra, del tiempo de un verbo, del caso o del número, conduce muchas veces a contradicción y falsedad; pero tomando las palabras exactamente tal cual están escritas, desaparecen las dificultades y resplandece la verdad. Al estudiar la Biblia con detalle microscópico, brilla más claramente su origen divino, en tanto que vemos su perfección de forma como de contenido.
¿Están todas las partes de la Biblia igualmente inspiradas por Dios?
La respuesta la encontramos en 2 Timoteo 3:16: “Toda Escritura es inspirada divinamente.” En su original, la Biblia entera es verdad infalible, y la traducción de que disponemos nos da los escritos originales con exactitud suficiente y substancial.
Pero no todas las partes de la Biblia son igualmente importantes. Por ejemplo, las genealogías dadas en 1 Crónicas 1 a 9 tienen bastante más importancia de la que el lector corriente de la Biblia acostumbra a concederles, pero sin duda no son tan importantes para el creyente de hoy como las enseñanzas de Cristo y los apóstoles.
Si es el Espíritu Santo el autor de las palabras de las Escritura, ¿cómo nos explicamos las variaciones en el estilo en el lenguaje? Pablo, por ejemplo, y Juan, cada uno tiene un lenguaje propio y particular.
Aunque no pudiéramos explicar este hecho de un modo satisfactorio tendría poco peso en contra de las afirmaciones explícitas de la Palabra de Dios. Todo aquel que es suficientemente humilde y entendido para reconocer que hay muchas y grandes cosas que nos podemos explicar, aunque podríamos hacerlo si nuestros conocimientos fueran un poco mayores, no vacila nunca ante una dificultad aparente de este tipo. Pero en realidad es bastante fácil explicar estas variaciones. La explicación clara y simple es la siguiente. El Espíritu Santo es lo bastante sabio y tiene suficiente facilidad en el uso del lenguaje al revelar la verdad a cualquier individuo, o al hacerlo por medio de él, para usar palabras, frases, y locuciones que acostumbre emplear esta persona, y lo mismo formas de pensamiento que le sean familiares, es decir aprovechar las peculiaridades individuales de la misma. Es una de las pruebas de la sabiduría divina de este libro el que las mismas realidades divinas sean expresadas con absoluta exactitud en tan variadas formas de expresión.
Si la Biblia está inspirada verbalmente, ¿por qué los escritores de los Evangelios no nos dan las mismas palabras de Jesús y de otras personas exactamente? Yo comprendo que las descripciones de los hechos pueden diferir, pero sus palabras no pueden ser expuestas de una forma por Mateo y de otra por Lucas, si es que existe la inspiración verbal, tal como se aplica por ejemplo en Gálatas 3:16 al precisar: “simiente” y no “simientes.”
Los escritores de los Evangelios dan “las mismas palabras de la persona” exactamente cuando dicen hacerlo. Cuando sólo pretenden decir lo sustancial de las palabras dichas por la persona, pueden no darlas con exactitud. Pero aunque dicen las palabras de Jesús de un modo exacto, no siempre pretenden decir todo lo que Jesús pronunció. Así Mateo puede darnos una parte y Lucas otra, y para obtener el conjunto deben juntarse las dos referencias. Mateo nos da parte que se adapta a su propósito y Lucas la que se adapta al suyo. Está muy bien que nos sean dadas de este modo, porque esta es una de las muchas pruebas incidentales de que los Evangelios fueron escritos independientemente y no compuestos a base de arreglos uno del otro.
Además debe recordarse que las palabras pronunciadas por Jesús lo fueron en arameo y Mateo y Lucas nos las dan en griego. Hay razones que abonan la suposición de que las palabras registradas por Mateo, Marcos y Lucas fueron las que Jesús pronunció en arameo, en tanto que las recogidas por Juan fueron las que pronunció en griego, porque hay que recordar que en tiempos de Jesús la población era bilingüe.
¿Puedo fiarme de las fechas dadas en los márgenes la Biblia?
En ninguna manera. Las fechas de los márgenes de la Biblia no forman parte del texto original. Son el resultado de estudios del Arzobispo Usher y eran aceptables en su tiempo, y de un modo general nos dan idea de la época en que ocurrieron los hechos; pero la investigación escrituraria ha hecho grandes adelantos desde sus tiempos y ahora sabemos que algunas de sus fechas no son de confianza. No sé de ninguna cronología que sea totalmente segura, muy probable que aparezca pronto alguna, ante la cada día creciente información acerca de los tiempos bíblicos que se obtiene de las excavaciones en la Tierra Santa.
¿Cómo intentaría Ud. interesar a una persona indiferente en el estudio de la Biblia?
Antes que nada procuraría que aceptara a Jesucristo como su Salvador y después le demostraría que la Biblia es la Palabra de Dios para él, y que el único camino de crecer y afirmarse en la gracia es el estudio de la Palabra. Después le explicaría algún método simple para estudiar la Biblia y le estimularía a empezar. El mejor medio para que una persona convertida se interese en el estudio es el de que empiece realmente a estudiarla. Cuanto más se hace, más aumenta el afán de estudiarla.
¿Cuáles seis libros de la Biblia son los que un recién convertido debería leer y estudiar primero?
Primero el Evangelio de San Juan. Es uno de los libros más profundos de la Biblia, pero en él hay mucho para el creyente joven. Fue escrito con el propósito específico de llevar a las personas al convencimiento de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que creyendo pudiera alcanzar vida eterna por su nombre (Juan 20:31); y para el joven creyente nada es más necesario que el alcanzar una fe firme e inteligente en Jesús como Cristo e Hijo de Dios.
Después de leer el Evangelio de San Juan procuraría que el recién convertido leyera el Evangelio de Marcos, después el de Lucas, y después el de Mateo. A continuación, los Hechos de los Apóstoles, y después la Epístola a los Romanos. Creo que después le haría leer el Nuevo Testamento entero por el orden en que se encuentran sus libros.
LAS BUENAS OBRAS
¿No puedo hacerme merecedor del cielo por mis buenas obras?
Si nuestras obras son absolutamente perfectas, si nunca hemos quebrantado la ley de Dios en ningún punto desde nuestro nacimiento hasta el día de nuestra muerte, si hemos hecho todo lo que él requiere de nosotros y todo lo que le place, merecemos el cielo por nuestras buenas obras.
Pero esto es algo que ningún hombre excepto Jesús ha realizado jamás. “No hay diferencia; por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:22-23). En el momento en que una persona quebrante la ley de Dios en algún punto, ya no puede merecer el cielo por sus buenas obras. La ley demanda perfecta obediencia (Gálatas 3:10). De no ser una obediencia perfecta a la ley de Dios, no nos asegura la vida o el cielo. Por tanto, no hay esperanza sobre la base de las buenas obras.
En el momento en que un hombre ha pecado en un solo punto, su única esperanza es ya sólo la de ser justificado gratuitamente por medio de la gracia de Dios en Cristo Jesús. Esta justificación gratuita por la gracia es ofrecida a todos los que quieran aceptar a Jesucristo. Todos los que creen son justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús (Romanos 3:24). Dios ha propuesto a Cristo en propiciación por la fe en su sangre (Romanos 3:25). Estudiando el pasaje entero desde Romanos 3:9 a 4:8 se comprende cuán imposible es que un hombre pueda merecer el cielo por sus buenas obras, y cuál es el medio que Dios ha provisto para la justificación.
EL CASTIGO ETERNO
¿Cree Ud. en el castigo eterno de los malos? ¿Qué pruebas hay del castigo eterno?
Nada sabemos de un modo positivo y absoluto acerca del futuro, excepto lo que Dios mismo se ha complacido en revelarnos por medio de su Palabra. Todo lo demás es pura especulación, y la especulación del hombre sobre este tema es prácticamente sin valor. En cambio, Dios conoce el futuro y nos ha revelado algunas de las cosas que han de venir. En este punto, pues, una gota de lo que Dios ha revelado tiene el valor de mares de especulación vacía. Dios ha revelado en la Biblia claramente el hecho del castigo eterno para todos los que persisten en el pecado y rechazan a Jesucristo, y esto es una prueba concluyente de su realidad. En otro libro he mostrado (La Biblia y su Cristo) que la Biblia es incuestionablemente la Palabra de Dios. Lo que dice la Biblia lo dice Dios. La Biblia enseña de un modo la eternidad del castigo de los que persisten en rechazar la redención que es en Cristo Jesús, como por ejemplo en Mateo 25:41, 46: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles … E irán éstos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna.» En Apocalipsis 19:20; 21:8 leemos: “Y la bestia fue presa y con ella el falso profeta que había hecho las señales delante de ella, con las cuales había engañado a los que tomaron la señal de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego ardiendo en azufre. Y el diablo que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde está la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás. Mas a los temerosos e incrédulos, a los abominables y homicidas, a los fornicarios y hechiceros, y a los idólatras, y a todos los mentirosos, su parte será en el lago ardiendo con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”
La expresión “para siempre jamás” usada con respecto al lago de fuego preparado para el diablo y sus ángeles, y al cual van también los que persisten en su maldad, es usada doce veces en el libro del Apocalipsis. Ocho veces se refiere a la duración de la existencia o reino o gloria de Dios y Cristo; una, a la duración del bendito reinado de los justos; y las tres restantes, a la duración del tormento del diablo, la bestia, el falso profeta y los que persisten en su maldad.
¿Enseña la Biblia el castigo eterno para todos los no salvos? Si es así, ¿dónde?
La Biblia enseña en 2 Tesalonicenses 1:7-9 que cuando el Señor Jesús sea manifestado desde los cielos, todos los que no conocieron a Dios ni obedecen al evangelio de Nuestro Jesucristo serán castigados con eterna perdición de la presencia del Señor y de la gloria de su potencia. A continuación se busca saber el significado de esta palabra “perdición.” Lo define la misma Biblia. En Apocalipsis 17:8-11 se nos dice que la bestia “ha de ir a perdición.” El significado original de esta palabra es el de destrucción. Así que, si sabemos a dónde ha de ir a parar la bestia, descubriremos lo que significa la palabra “perdición” o “destrucción. Al leer Apocalipsis 19:20 vemos que la bestia fue lanzada viva en el lago de fuego ardiendo con azufre. En Apocalipsis 20:10 encontramos que al fin del milenio, después que la bestia había sido lanzada en el lago ardiendo en azufre, el diablo fue lanzado en este mismo lago ardiendo en fuego y azufre donde la bestia y el falso profeta todavía estaban después del milenio y que todos ellos “serán atormentados día y noche para siempre jamás.” Así que la palabra “perdición” significa, de acuerdo con la Biblia, “una porción en el lago de fuego.” Si esto es dicho de modo literal o figurado no nos incumbe tratarlo ahora, pero de lo que no hay duda es que es un lugar de tormento consciente y sin fin.
¿Cómo pudo un Dios amante crear algunas de sus criaturas para ser destinadas al eterno castigo?
Dios no creó a ninguna de sus criaturas para el castigo eterno. Dios creó a todas las personas para que le amaran y le obedecieran y se gozaran en él para siempre, pero a algunas de ellas las dotó de la capacidad suprema de poder escoger entre el bien y el mal. Algunas escogieron el mal. Pero, incluso entonces, Dios no las abandonó sino que hizo el gran sacrificio de su poder para salvarlas de su desgraciada elección. Dio a su Hijo, que murió por ellas para que pudieran, arrepintiéndose, ser perdonadas y vueltas a la vida y a la gloria. Si el hombre, además de haber escogido el mal, rechaza de modo deliberado y persistente los medios de salvación que un Dios amante ha provisto al coste inmenso para sí mismo, entonces es culpa suya exclusivamente si va a parar al castigo eterno, y censurar a Dios por ello es una terrible injusticia y un acto de ingratitud irracional y sin perdón.
¿Cómo puede un Dios infinitamente santo y misericordioso condenar al castigo eterno a criaturas que ama?
No es Dios que condena a ninguna criatura a la perdición eterna, sino que son los hombres y mujeres los que se condenan a sí mismos al tormento eterno al rehusar la gracia y la misericordia de Dios. Hay personas que no sólo escogen pecado sino que además rechazan la redención maravillosa y gratuita que Dios ha provisto. Si el hombre rechaza ser salvo del pecado, debe continuar en él, y si continúa en él en tanto que lo hace debe recibir tormento. Llega un tiempo, tarde o temprano, en que el arrepentimiento se hace imposible y por tanto también la salvación. El tormento eterno que algunos sufrirán será sólo el resultado inevitable de su deliberada y persistente elección del pecado.
¿No es injusto castigar con una eternidad de tormento unos pocos años de pecado?
La duración del castigo del pecado no puede ser determinada por el tiempo que se tarda en cometer el pecado. Un hombre puede matar a otro en unos segundos, pero el castigo justo será cadena perpetua.
Además, el pecado significa separación de Dios y la separación de Dios es tormento. Este debe continuar en tanto que persiste la separación de Dios, y ha de haber separación de Dios, hasta que haya arrepentimiento del pecado y aceptación del Salvador. Llega un tiempo en que estos dos actos se hacen imposibles, y la separación de Dios y el castigo eterno se siguen de modo inexorable.
Todavía más, no son unos pocos años de pecado los que acarrean la eternidad del castigo. Un hombre puede continuar años y años en el pecado y escapar del eterno tormento si tan sólo quiere arrepentirse y aceptar a Jesucristo. Es el rechazar a Jesucristo lo que acarrea una eternidad de tormento. Cuando contemplamos el pecado en todo su horror y enormidad, la santidad de Dios en toda su perfección, y la gloría de Jesucristo en toda su infinitud, nuestra propia intuición moral no se satisface con nada menos que con esta doctrina: que los que persisten en el pecado y persisten en rechazar al hijo de Dios, a quien Dios en maravillosa gracia envió a morir por nuestros pecados para que gozáramos de la salvación—que los tales, digo, han de sufrir una angustia eterna. Es sólo el hecho de que tememos más al sufrimiento de lo que odiamos al pecado por una parte, y de lo que amamos la gloria de Jesucristo por otra, que nos hace repudiar la idea de que los seres que han escogido permanecer en el pecado eternamente deben sufrir eternamente, o que los hombres que desprecian la misericordia de Dios y rechazan a su Hijo deben ser entregados a eterna angustia.
¿Condenaría un padre terrenal a castigo eterno a un hijo suyo? Y si no, ¿podemos nosotros creer que Dios no es tan bueno como nosotros, y que él trataría a sus hijos de una forma que nosotros no trataríamos a los nuestros?
Esta pregunta da por concedido que todos los hombres son hijos de Dios. La Biblia nos dice que esto no es verdad. Todos los hombres son criaturas de Dios, creadas originalmente en su semejanza, y es en este sentido que todos son su linaje (Hechos 17:26-29). Pero los hombres pasan a ser hijos de Dios en sentido pleno al nacer de nuevo del Espíritu Santo (Juan 3:3-6) al aceptar personalmente a Jesucristo como su Salvador (Juan 1:12; Gálatas 3:26).
En segundo lugar, Dios es algo más que padre, incluso de los creyentes. Es el regidor moral del universo. Como regidor moral y justo del universo, debe castigar el pecado, y si se persiste eternamente en el pecado, él debe castigarlo eternamente. Incluso un sabio padre terrenal separaría a uno de sus propios hijos que persistiera en el pecado del contacto con sus otros hijos. Si un hombre tuviera un hijo amado que fuera un monstruo moral, no le permitiría vivir junto con sus hijas. Si alguien a quien amáramos en gran manera cometiera una injusticia gravísima contra alguien a quien amáramos más todavía, y persistiera eternamente en su actitud, ¿no le castigaríamos eternamente?
En tercer lugar, no hay ninguna seguridad de juzgar rectamente al medir los actos de un Dios infinitamente santo con los nuestros. Al contemplar nosotros en el mundo los innumerables sufrimientos y agonías de multitud de personas, nos preguntamos si las permitiríamos para nuestros hijos. ¿Cuál de nosotros permitiría a uno de sus hijos que sufriera lo que padecen hombres y mujeres que viven en los barrios bajos de una gran ciudad? El por qué un Dios de amor permite que esto continúe nos puede ser difícil de explicar, pero sabemos que sí continúa. Lo que los seres humanos sufren ya en esta vida, como resultado de su desobediencia a Dios y de su persistencia en el pecado y de rechazar a Jesucristo, debería ser para nosotros un aviso acerca de lo que sufrirán en la eternidad si continúan en el pecado a causa de haber rechazado al Salvador en esta vida. Puede parecer razonable expresarnos así: “Creo en un Dios de amor, pero no creo que él permita que ninguna de sus criaturas vaya a un infierno eterno,” pero si abrimos nuestros ojos a los hechos tal como existen a nuestro alrededor, veremos cuán vanas son nuestras especulaciones en este punto, porque ya vemos que este mismo Dios de amor permite que algunas de sus criaturas sufran terribles y crecientes agonías en esta vida actual.
Si hay personas que se pierden eternamente, ¿no significa esto que Satanás ha salido victorioso sobre Cristo, y que es más fuerte que Cristo?
No, Satanás no ha ganado ninguna victoria. No es Satanás quien decide que una persona persista en el pecado, sino que es ella misma. Si tal persona persiste en el pecado, Satanás no ha ganado ninguna victoria, y por otra parte Jesucristo no es derrotado. Jesucristo, aun en este caso, es glorificado y lo mismo Dios. La santidad de Dios es manifestada y Dios mismo es glorificado tan ciertamente en el castigo del pecador como en la salvación del creyente. Un gobierno justo aquí en la tierra es vindicado tan ciertamente cuando el que ofende la ley es encerrado en su cárcel o ejecutado, como cuando este ofensor se arrepiente.
Hay muchos que piensan que el infierno es un lugar en que gobierna Satanás, pero no es así. Satanás mismo es uno de los prisioneros y el castigo que sufre con su persistente rebeldía no deja de ser un testimonio eterno de que Dios le ha derrotado.
EL CATOLICISMO ROMANO
¿Qué significa las palabras de Mateo 16:18: eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”? ¿Enseña este versículo que Pedro es la roca sobre la cual fundó Cristo su iglesia? ¿Prueba esto que la Iglesia Católica Romana fue fundada sobre Pedro y es la única iglesia verdadera?
Este pasaje no enseña que Pedro sea la roca sobre la cual Cristo fundaría su Iglesia. El nombre de Pedro en griego es Petros, lo cual significa un fragmento de roca o piedra. La palabra usada aquí es petra, que significa la roca misma.
Pedro acababa de hacer una confesión de Jesús como Cristo, el Hijo del Dios viviente (vers. 16). La piedra sobre la cual está fundada la iglesia es Cristo, el Hijo del Dios viviente. No se puede poner otro fundamento que éste (1 Corintios 3:11). Pedro, por medio de su fe en Jesús como Cristo, Hijo de Dios, y por confesarlo como tal, pasó a ser una parte de la Roca. Cada creyente, por el hecho de creer en Jesús como Cristo, el Hijo del Dios viviente, y por el hecho de confesarlo como tal, pasa a ser una parte de la Roca, y en este sentido una parte del fundamento sobre el cual la iglesia está construida, de cuyo edificio la principal piedra del ángulo es Jesucristo mismo (Efesios 2:20-22).
Además la misma Iglesia Católica Romana no está construida sobre Pedro. No hay evidencia de que Pedro fuera el primer obispo de la iglesia de Roma, y aun en el caso de que esto fuera así, no quedaría probado que los que le siguieron en este cargo fueran sus verdaderos sucesores. Los verdaderos sucesores de Pedro son aquellos que están fundados en el mismo Cristo sobre el cual se fundaba Pedro, que enseñan las mismas doctrinas y que viven como él vivió.
¿Qué significa Mateo 16:19: “Y a ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”? ¿Enseña esto que Pedro tenía poder para admitir al reino de los cielos a unos y para rechazar a otros, y que por ello la Iglesia Católica Romana, fundada sobre Pedro, es la verdadera Iglesia?
No enseña nada de todo esto. Cuando alguien estudiaba bajo un rabí judío, era la costumbre del rabí dar a su discípulo, cuando éste alcanzaba la madurez y perfección del conocimiento en la doctrina, una llave, significando que le consideraba apto para revelar los secretos del reino. Las palabras de Cristo se refieren a esta costumbre. Por medio de su confesión de Jesús como Cristo, el Hijo de Dios, Pedro había demostrado que el Padre le había revelado esta verdad (vers. 17), y Jesús estaba considerando el día en que Pedro, lleno del Espíritu Santo, sería guiado a toda verdad (Juan 16:12-14) y de esta manera sería capaz de abrir las puertas del reino a los hombres. Toda persona llena del Espíritu, enseñada por el Espíritu, tiene las llaves del reino de los cielos. Tiene discernimiento espiritual, y es competente para abrir las puertas del reino a los hombres.
“Atar” y “desatar” eran expresiones comunes en los días de Jesús y significaban “prohibir” “permitir.” Lo que un rabí prohibía se decía que lo “ataba” y lo que permitía que lo “desataba.” Pedro y los otros discípulos, llenos del Espíritu Santo, habrían de tener discernimiento para saber lo que Dios permitía y lo que prohibía. Y todo aquello que Pedro, lleno del Espíritu Santo, prohibía en la tierra, sería prohibido en los cielos, y lo que permitía, sería permitido en los cielos.
Vemos que Pedro el día de Pentecostés usa las llaves para abrir el reino a los judíos, y que tres mil entraron en este día. En el capítulo 10 de los Hechos, Pedro usa asimismo de las llaves para abrir el reino a los gentiles, y toda una familia entró en el reino este día.
Cada vez que una persona predica el Evangelio con el poder del Espíritu Santo, está usando las llaves. Estas no sólo estaban en posesión de Pedro, sino que también están en nuestro poder hoy si, siendo enseñados por el Espíritu, tenemos discernimiento de lo que Dios prohíbe y permite y entonces lo que prohibimos en la tierra será lo que Dios prohíbe en los cielos y lo que permitimos será aquello que Dios permite en el cielo.
¿Fue Pedro el primer papa?
No lo fue. No hubo papas hasta mucho tiempo después de que Pedro fuera muerto y enterrado. El papado fue una institución que se desarrolló más adelante, la cual no existía ni en estado embrionario en los días de Pedro. No sólo no fue Pedro un papa, sino que el mismo apóstol Pablo lo reprendió públicamente, según leemos en Gálatas 2:14.
No hay ninguna prueba de que Pedro fuera nunca obispo de la iglesia de Roma, ni aun prueba decisiva de que hubiera estado en Roma. Pero aunque hubiera estado, en ninguna manera fue papa en un sentido semejante al que hoy día tiene esta palabra. En la Biblia no hay nada que pueda servir para dar base a un cargo o dignidad como el de papa. En realidad, Jesús prohíbe expresamente semejante cosa. En Mateo 23:8 y versículos siguientes dice: “Mas vosotros, no queráis ser llamados Rabbí, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo; y todos vosotros sois hermanos. Y vuestro padre no llaméis a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.” El papa dice ser «padre» en el mismo sentido de que se nos habla aquí, en el mismo sentido en que Jesucristo prohíbe que nadie lo sea llamado.
LA CIENCIA CRISTIANA
¿Cómo probaría Ud. los errores de la Ciencia Cristiana?
Hay muchos en nuestros días que se descarrían por los caminos de la Ciencia Cristiana. Muchos de la Ciencia Cristiana dicen creer en la Biblia. Muéstrales, por tanto, 1 Juan 4:1-3: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo es venido en carne es de Dios: y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo es venido en carne no es de Dios: y éste es el espíritu del anticristo, del cual vosotros habéis oído que ha de venir, y que ahora ya está en el mundo.”
Este pasaje da un golpe mortal a la misma base de la Ciencia Cristiana, la cual niega la realidad de la materia, la realidad del cuerpo, y de modo necesario la realidad de la encarnación. Muéstrales este pasaje de la Biblia que dice que todo espíritu que no confiesa que Jesucristo es venido en carne no es de Dios, sino anticristo, es decir, “no cristiano.”
¿Por qué cree Ud. que es falsa la afirmación de Mrs. Eddy de haber recibido las premisas doctrinales de la Ciencia Cristiana por inspiración divina?
En primer lugar, porque se ha demostrado que recibió sus teorías de un hombre que la había tratado; porque al escribir su primer libro, la forma primitiva no afirmaba que era original ni recibido de Dios, sino que estaba escribiendo los puntos de vista personales de esta persona por la cual ella había sido tratada y de la cual ella los había aprendido.
En segundo lugar, sé que no pudo haber recibido las premisas doctrinales de su ciencia por parte de Dios, porque estas premisas son falsas. Mrs. Eddy niega la realidad de la encarnación, y este primer dato ya prueba la falsedad o lo verdad de cualquier sistema de doctrinas, según vimos, ya que es una pregunta decisiva para saber si el espíritu, o sea la doctrina, es de Dios o no lo es. Mrs. Eddy niega además el valor del sacrificio de Cristo, verdad fundamental del evangelio. Su punto de vista del sacrificio de Cristo no es el enseñado en la Biblia, o sea que Cristo Jesús llevó en sí mismo, en su propio cuerpo, nuestros pecados sobre la cruz (1 Pedro 2:24; 2 Corintios 5:21; Gálatas 3:13). Estos son sólo algunos de los más grandes errores de Mrs. Eddy.
Hay sin duda algunos elementos de verdad en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, de la misma forma que todos los falsos sistemas los contienen, de otro modo no sería posible sostenerlos. Todo sistema de error, por peligroso que sea, tiene una base de verdad a la que deforma y pervierte y cubre de una masa de errores. No hay duda alguna, por ejemplo, que la mente tiene una tremenda influencia sobre el cuerpo y que muchas enfermedades pueden ser vencidas influyendo sobre la mente. Que Dios contesta a la oración y que en respuesta a la oración cura las enfermedades es algo enseñado en la Biblia y por la experiencia. Que las enseñanzas de Cristo Jesús iban también dirigidas al cuerpo lo mismo que al alma nos lo enseña la Escritura, y que se ha hecho mucho daño con el uso inmoderado de drogas, lo admite cualquier médico entendido. Mrs. Eddy, apoyándose en estas verdades, olvidadas con frecuencia por la iglesia, y partiendo de las mismas, ha abierto una ancha puerta, por la que se ha introducido una gran cantidad de errores destructivos y conducentes a la condenación. Si la iglesia hubiera sido fiel en su misión de dar a los hombres el evangelio en su plenitud, muchos de los que han sido presa de las doctrinas de Mrs. Eddy no habrían caído en la trampa.
EL DIA DE REPOSO
¿Por qué fue cambiado el sábado judío, séptimo día la semana, que Dios mandó guardar en el cuarto mandamiento, por el domingo, primer día de la semana, lo que llamamos el Día del Señor, para ser observado como el día de reposo de los cristianos?
En respuesta a esto he de decir en primer lugar que no se manda en ninguno de los diez mandamientos que se guarde el séptimo día de la semana. Las palabras “de la semana” son añadidas por los hombres al mandamiento dado por Dios. Lo que Dios mandó a Moisés fue: “Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día será reposo para Jehová tu Dios.” No dice “el séptimo día de la semana, dice el séptimo día después de seis días de labor. El que sea el séptimo día de la semana o el primer día de la semana depende de si se trata de un judío o de un cristiano. Lo mismo guardando el séptimo que el primer día de la semana, observamos el cuarto mandamiento al pie de la letra. El que es judío y pertenece a la antigua creación, que guarde el séptimo día de la semana; pero el cristiano, sobre la base de la resurrección de Cristo, que guarde el primero, el día de la resurrección.
El sábado judío no fue cambiado en el domingo cristiano. El día del Señor, o domingo cristiano, y el sábado judío, aunque constituyan ambos una observancia literal del cuarto mandamiento, no son el mismo día y no representan el mismo pensamiento. El uno pertenece a la vieja creación, el otro a la nueva. Dicen a veces los Adventistas del Séptimo Día que ninguna autoridad suficiente ordenó el cambio, y que éste fue dispuesto por la Iglesia Católica Romana o el Papa. Esta afirmación es totalmente falsa. La historia demuestra que los cristianos guardaban el primer día de la semana mucho antes de que hubiera Iglesia Católica Romana. Tenemos indicaciones de que lo guardaban ya en los días del Nuevo Testamento. Fue en el primer día de la semana que los primeros discípulos se juntaron para partir el pan (Hechos 20:7). Era en el primer día de la semana que los creyentes ponían aparte sus ofrendas (1 Corintios 16:2), y en los escritos de los primeros padres, mucho antes de que se desarrollara la Iglesia Católica Romana, y desde luego mucho antes de que existiera ningún papa, se nos dice una y otra vez que los cristianos observaban el primer día de la semana.
El que se interese por conocer este asunto con más detalle debería consultar mi librito ¿Deberían los cristianos guardar el sábado?
Pablo enseña explícitamente que un cristiano no debería dejarse juzgar con relación al sábado judío, que el sábado judío pertenece con las restantes observancias judías con respecto a la comida, la bebida, días de fiesta y lunas nuevas, que eran una sombra de lo por venir, pero el cuerpo es de Cristo (Colosenses 2:16-17).
EL DIABLO
¿Cree Ud. en el Diablo como una persona?
Ciertamente. No podría creer en la Biblia sin creer en el Diablo personal. Tengo pruebas concluyentes que la Biblia es la Palabra de Dios; por lo tanto, creo lo que enseña en cuanto a la existencia del Diablo personal.
En la relación que dan de la tentación de nuestro Señor los Evangelios de Mateo y de Lucas, se nos dice de un modo claro que el Diablo (y todo el párrafo nos muestra, evidentemente, un Diablo personal) fue el autor de las tentaciones presentadas ante nuestro Señor (véase Mateo 4:11; Lucas 4:1-13). Estas referencias carecen de sentido si intentamos hacer del Diablo mencionado en el pasaje una simple figura de lenguaje.
Además, nuestro Señor en la parábola del sembrador (Mateo 13:1-23) nos enseña de un modo claro que hay un Diablo personal. El Diablo no nos aparece en la parábola en la parte que podríamos llamar figurativa, sino en su interpretación: “Viene el malo…” Ahora bien, en las parábolas tenemos figuras, y en la interpretación de las parábolas tenemos los hechos literales que son representados por ella, así que tenemos un Diablo literal en la interpretación de la parábola. Este es sólo uno de los numerosos ejemplos en los cuales Jesús enseña la existencia de un Diablo personal.
Pablo enseña lo mismo, como por ejemplo en Efesios 6:11-12: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas y contra malicias espirituales en los aires.”
No hay ninguna interpretación racional de la Biblia que pueda excluir de aquí al Diablo. Un sistema de interpretación que lo hiciera sería tan suelto que podría suprimir simplemente cualquier doctrina que el hombre no quisiera creer.
Pero creo además en la existencia de un Diablo personal porque mi propia experiencia y observancia me enseña la existencia de un espíritu del mal invisible, sutil y astuto que tiene dominio sobre los hombres en cualquier punto en que éstos se encuentren. Cuanto más me pongo en contacto con otros hombres y más estudio su historia y más me son abiertos corazones en sinceridad, más firmemente me convenzo de que existe un Diablo tal cual la Biblia lo enseña. No es agradable creer que hay un Diablo personal, pero no se trata de si es agradable, sino de si es verdadero.
¿Por qué creó Dios a Satanás o el Diablo?
Porque Dios es amor. Dios creó a aquel que ahora llamamos Satanás como un ser de gloria sumamente exaltado. Se nos da una idea de lo que era Satanás, al ser creado originalmente, en Ezequiel 28:12-15: “Tú echas el sello a la proporción, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste: toda piedra preciosa fue tu vestidura … los primores de tus tamboriles y pífanos estuvieron apercibidos para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, cubridor: y yo te puse; en el santo monte de Dios estuviste; en medio de piedras de fuego has andado. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste criado, hasta que se halló en ti maldad.”
Por tratarse de un ser de tan exaltada gloria, era un ser moral, es decir, con el poder de escoger entre lo bueno y lo malo. Parece haber sido él quien dirigía el culto de todo el universo. Pero la ambición entró en su corazón. Parece que trató de dirigir a sí mismo lo que era propio de Dios y ésta fue la causa de su caída. Cayendo de tal altura fue a parar a las más profundas simas y se transformó en el ser espantoso que es ahora. El Diablo de la Escritura no es un feo monstruo con cuernos y pezuñas, sino un ser de elevada inteligencia que ha dirigido su gran poder para el mal, haciéndose con ello el gran enemigo de Dios y de los hombres.
¿Puede Dios destruir a Satanás?
En ninguna parte de la Biblia se nos dice de un modo particular que Dios pueda destruir a Satanás, pero Dios puede destruir o aniquilar a cualquiera de los seres que ha creado, si lo considera conveniente. Si les dio el ser puede quitárselo, de otro modo no sería omnipotente. Pero la Escritura deja claro que no es su voluntad la destrucción de Satanás. Satanás ha de ser atormentado día y noche para siempre (Apoc. 20:10).
Si se refiere la pregunta a Hebreos 2:14, la palabra significa «anular» o «invalidar» y no «aniquilar.»
¿Por qué, si Dios es omnipotente, no destruye a Satanás?
Porque los planes de Dios con respecto a Satanás no han sido todavía realizados por completo. Dios lleva a cabo planes para bien incluso por medio de Satanás, que es malo. Llegará un día cuando comprenderemos estos planes, y daremos gracias a Dios incluso por Satanás. Dios hará que lo glorifique no sólo la ira del hombre sino la ira de Satanás. El mensajero de Satanás que abofeteó a Pablo trabajaba para el bien de Pablo. Evitaba que se enalteciera sobremanera (2 Corintios 12:7).
DIOS
¿Se significa con los nombres «Dios,» “Señor,” y Señor Dios” la misma persona, a saber, Dios?
Sí, en el Antiguo Testamento. Son diferentes nombres de la divinidad que corresponden a concepciones diferentes del mismo. El nombre Dios es el que se da a la Divinidad de un modo más general. El nombre Señor, y su equivalente Jehová, es el nombre dado a Dios cuando se considera como el Dios del pacto de Israel. El nombre “Señor» es el que se da a Jesús generalmente en el Nuevo Testamento.
Hay una escuela de críticos que quisiera darnos a entender que el uso de estos diferentes nombres de la Divinidad indica que las diferentes porciones de la Escritura en que los nombres son usados fueron escritas por autores distintos. Este fue por un tiempo un argumento favorito de la crítica destructiva, que quería darnos a entender que el Pentateuco, por ejemplo, fue un arreglo hecho a base de porciones escritas por personas diferentes; pero este argumento ha caído en el descrédito.
Los nombres de Dios son usados muy cuidadosamente en la Biblia, y de ellos puede hacerse un estudio muy interesante y provechoso.
¿Cómo probaría Ud. la existencia de Dios a uno que le preguntara acerca de la misma?
Depende algo de quién fuera el que preguntara. Si fuera como una persona que buscara verdaderamente la verdad, seguiría un camino; si fuera un simple curioso, seguiría otro.
En general procuraría aclarar el tipo de creencias de la persona, preguntándole de modo específico:
“¿Cree Ud. que hay una diferencia absoluta entre el bien y el mal?” En 999 casos de 1000 la respuesta sería: “Sí.”
Entonces proseguiría: “El modo de obtener más luz es el de procurar vivir de acuerdo con la luz que se posee; el de obtener más verdad, el de vivir en correspondería con la verdad que se posee. Ud. dice que cree que hay una diferencia absoluta entre el bien y el mal. ¿Quiere vivir conforme a esta creencia? ¿Está conforme en seguir el bien dondequiera que le conduzca?
Lo más probable es que trate de escabullirse, pero yo procuraría impedírselo. Si finalmente dice: “No,” entonces le diría: “El problema con Ud. no consiste en lo que no cree, sino en el hecho de que no quiere vivir en conformidad con lo que cree.”
Él se daría cuenta y callaría. Si dijera que está dispuesto a seguir el bien a todas partes a donde éste le conduzca, yo le diría: “¿Sabe Ud. que no hay un Dios?” Naturalmente contestaría: “No.» Entonces: “¿Sabe Ud. que Dios no contesta la oración?” Muy probablemente contestaría: “Yo sé que no conteste la oración; lo que ocurre es que yo no lo creo.
Yo contestaría: “Yo sé que la contesta, pero esto le beneficia a Ud. en nada; en cambio yo le mostraré cómo hacer la prueba. El método de la ciencia moderna cuando se encuentre un posible rastro de conocimiento se sigue para ver a dónde conduce. Ahora bien, hay un posible indicio para alcanzar el conocimiento en este caso. ¿Quiere Ud. adoptar el método moderno y seguirlo para ver a donde le conduce? ¿Quiere Ud. orar de la siguiente forma: ¡Oh, Dios! si es que existes, muéstrame si Jesucristo es tu hijo o no; y si me lo muestras te prometo aceptarle como mi Salvador y confesarle delante del mundo?’”
Aquí, muy probablemente, procuraría nuestro amigo escabullirse otra vez, pero yo no se lo permitiría. Si él se negara, podría mostrarle que no busca honradamente la verdad. Si lo aceptara, le haría dar un nuevo paso. Le mostraría Juan 20:31: “Estas empero son escritas, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” Entonces le diría:
Aquí nos presenta Juan la evidencia de que Jesús es el Hijo de Dios. ¿Quiere aceptarla en principio y leer el Evangelio de Juan?” Muy probablemente contestaría: “Ya lo he leído.” Yo le contestaría: “Sí, pero yo deseo que lo lea otra vez de otra forma, meditándolo, prestando atención a lo que lee. Yo no le pido que Ud. crea, ni pido que trate de creer, sino simplemente que lo lea honradamente, estando dispuesto a creer si es que es la verdad y que, antes de empezar a leer, cada vez diga esta oración: “Oh Dios, si es que existes, muéstrame qué verdad hay en estos versículos que voy a leer, y yo te prometo que aceptaré toda la verdad que tú me muestres.”
Si él rehusara hacerlo yo le mostraría que no busca honradamente la verdad, que su incredulidad no puede considerarse como una desgracia sino como una falta. Si él estuviera de acuerdo en hacerlo, le recordaría las tres cosas que él ha aceptado hacer y le diría:
“Cuando termine el Evangelio de San Juan, ¿tendrá la bondad de decirme el resultado?”
Si Ud. no le hace esta última pregunta lo más probable es que cuando se marche deje de cumplir lo prometido. Nunca me ha dado respuesta ninguno que haya hecho realmente estas cosas que le he pedido, sin decirme que ha llegado no sólo a la fe en Dios, sino también a la fe en Jesucristo como su Hijo, y en la Biblia como su Palabra. He probado este sistema con hombres de toda clase y de toda condición.
A veces empiezo inmediatamente mostrando a la persona que pregunta por la existencia de Dios las evidencias del DESIGNIO EN LA NATURALEZA. Saco mi reloj del bolsillo y digo: “¿Cree Ud. que este reloj fue hecho por una persona inteligente?
La respuesta es: “Sí.»
“Pues ¿por qué cree que fue hecho por una persona inteligente? ¿Ya lo vio hacer?
“¿Ha visto Ud. alguna vez hacer relojes?»
“No.”
“Entonces, ¿cómo sabe Ud. que lo hizo una persona inteligente?»
El contestaría: “El reloj muestra señales de un designio inteligente, demostrando con ello que lo hizo una persona inteligente.»
Entonces yo le pregunto “¿Qué me dice de sus propios ojos? ¿No son una obra tan maravillosa como su reloj? ¿No necesitaron de alguien que los hiciera?
En toda la naturaleza encontramos la simetría, el orden, la belleza, las leyes, la adaptación de los medios a un fin. En las formas de existencias minúsculas que podemos discernir por medio de poderosos microscopios, hay estas mismas características observables que en los seres mayores que nos son familiares. Todo esto prueba la existencia de un creador y ordenador inteligente de este universo físico.
La moderna hipótesis de la evolución, incluso si la aceptáramos, no quitaría ninguna fuerza al argumento del designio en la naturaleza, porque si fuera verdad que el universo tal como lo vemos hoy en todas sus incontables formas de belleza y utilidad, procede del desarrollo de un protoplasma primordial, podríamos preguntar al instante: “¿Quién puso en este protoplasma primordial el poder de desarrollarse en un universo tal como lo vemos hoy día?”
Aprendemos pues de la naturaleza la existencia de un creador inteligente, poderoso y benéfico. Naturalmente la naturaleza no nos enseña algunas de las verdades más profundas acerca de Dios.
¿Qué razones tenemos para creer en un Dios personal?
Hay muchas pruebas concluyentes de la existencia de un Dios personal.
En primer lugar, hay la prueba del designio en la naturaleza, a que nos hemos referido en la respuesta anterior.
La historia nos manifiesta también la existencia de un Dios personal. Si alguna vez mirando a un corto trecho de la misma nos puede parecer que no hay ningún propósito inteligente y benéfico en ella, al mirar a la historia con perspectiva, siguiendo su curso a través de los siglos, descubrimos pronto que, detrás de las pasiones encontradas y las ambiciones de los hombres, hay un poder inteligente, benéfico y justo, que refrena y constriñe al hombre y hace que la propia ira de éste redunde en gloria de Dios. Encontramos en la historia que hay “un poder, no nuestro, que propende a la justicia.» En la historia vemos que hay un gobierno moral del universo. Todo en él armoniza con la virtud. Todo en la naturaleza y en la historia conspira para castigar el pecado y premiar la virtud. Esta es una prueba de la existencia de un Dios personal.
Pero la historia de Jesús de Nazaret, como nos es referida en los cuatro Evangelios, de una manera especial nos prueba la existencia de un Dios personal. Es uno de los principios fundamentales de la ciencia el que todo efecto debe tener una causa adecuada, y la única causa adecuada para explicar el carácter, la conducta y las obras de Jesús de Nazaret es un Dios tal como la Biblia nos revela. Se ha intentado una y otra vez, y aun se sigue haciendo, el desestimar todo elementó milagroso en la historia de Jesús de Nazaret, hasta para eliminar todos los milagros referidos en su historia, pero cada intento ha resultado en un fracaso total. El esfuerzo más hábil en este sentido fue hecho hace muchos años por David Strauss en su Leben Jesu, y por un tiempo muchos creyeron que David Strauss lo había conseguido. Sus teorías eran aceptadas en casi todas las universidades de Europa. Pero su libro no resistió un examen crítico cuidadoso y, después de un tiempo, perdió totalmente el crédito y hoy nadie acepta la interpretación de Strauss de la vida de Jesús. Todos los otros intentos de la misma clase han ido a parar a lo mismo, y hoy cualquier sencillo lector del Nuevo Testamento puede tener la garantía de que la vida de Jesús de Nazaret, tal como se refiere en los cuatro Evangelios, es substancialmente historia fidedigna. (Para mí queda probado mucho más que esto, pero nos basta con lo dicho para nuestro propósito actual). Si esto es verdad—y no puede ser honradamente negado por cualquiera que quiera estudiar las evidencias—entonces la existencia de un Dios personal queda demostrada. Sólo la existencia de un Dios personal puede explicarnos la vida, carácter, conducta, milagros y sobre todo la resurrección de entre los muertos de Jesús de Nazaret.
Pero la prueba suprema de un Dios personal se encuentra en la experiencia personal de cada creyente particular en Cristo Jesús. Cada verdadero cristiano conoce a Dios en su experiencia personal. Conozco a Dios de un modo más seguro de que conozco a cualquier ser humano. Hubo un tiempo en que dudaba de la existencia de un Dios personal. No negaba su existencia, sino que simplemente la ponía en duda. No era ateo, sino agnóstico, pero yo decidí que si había un Dios yo lo iba a saber. Me convencí por el estudio de la historia de que era probable la existencia de Dios. Pero para mí en aquel tiempo se trataba sólo de una teoría. Pero me decidí a poner a la prueba de una experiencia de carácter riguroso y personal esta teoría de que había un Dios, y que el Dios de la Biblia era el verdadero. Arriesgué todo lo que es caro a los hombres en esta prueba. Si la teoría hubiera resultado falsa, habría perdido, años atrás, todo lo que los hombres reputan como deseable. Pero me arriesgué y gané, y hoy sé que hay un Dios, que el Dios de la Biblia es verdadero y que todas las personas pueden llegar a su conocimiento haciendo lo que yo hice.
Hubo tiempo en mi vida cuando me hallé en condiciones de vivir puramente por la oración al Dios de la Biblia, una situación tan claramente descrita en la Biblia. Hasta el último centavo que llegaba a mis manos para mi sostenimiento y el de mi esposa y cuatro hijos, para el alquiler de mi casa y de los locales de predicación, para los misioneros y para cualquier otra cosa, venía de contestación a la oración. Me resolví a no contraer deuda de ninguna especie, que cuando no me fuera posible pagar no compraría. Renuncié a mi salario, no pasé más colectas y tan sólo a Dios hablé de mi necesidad. Esto continuó por días, por semanas y por meses. Se cortó toda fuente de ingresos que yo tuviera anteriormente, y sin embargo llegaba a mí el dinero, a veces por conductos extraordinarios, a veces por ductos ordinarios, pero llegó siempre, y al final de esta experiencia llegué al convencimiento de la existencia de un Dios personal, y de que el Dios de la Biblia es el verdadero. Para mí, Dios es la gran realidad que da realidad a todas las demás.
¿Qué significa el decir que Dios es una persona? ¿Tiene Dios un cuerpo, o es simplemente un espíritu invisible?
Cuando decimos que Dios es una persona no queremos decir que tenga manos y pies, piernas, ojos y nariz. Estas son señales de corporeidad, no de personalidad. Cuando decimos que Dios es una persona, significamos que es un ser que sabe, siente, y quiere, que no es una simple fuerza ciega e inteligente. Jesús dice en Juan 4:24: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.» En Colosenses 1:15 leemos que Dios es invisible, que no se puede ver.
Pero aunque Dios en su esencia eternal es invisible, se manifiesta en forma visible. Por ejemplo, leemos en Éxodo 24:9-10 que Moisés y Aarón, Nadab y Abiú y setenta de los ancianos vieron al Dios de Israel. Se desprende claramente del estudio de diferentes pasajes del Antiguo Testamento, que “el ángel del Señor» que se menciona en ellos era Dios mismo, que se manifestaba en esta forma. Se nos enseña en Filipenses 2:6 que Jesucristo existía antes «en forma de Dios.» La palabra griega que es traducida aquí por «forma,» significa forma externa, aquella por la cual alguien es visible a los ojos, y no hay la menor duda que debe entenderse que Cristo Jesús, en su estado original, era visto por las huestes angélicas en una forma que se manifestaba externamente como divina. De modo seguro podemos concluir de éste y otros pasajes de la Escritura que, mientras Dios en su esencia eternal es puramente espiritual e invisible, sin embargo se manifiesta a las huestes angélicas y se ha manifestado desde toda la eternidad en una forma visible y externa.
¿Qué significa la doctrina de la Trinidad? ¿Cómo puede Dios ser tres personas y al mismo tiempo un solo Dios?
Dios no puede ser tres y uno al mismo tiempo y en el mismo sentido, y la Biblia no dice esto en ninguna parte. ¿Pero, en qué sentido puede ser uno y tres?
Una respuesta perfectamente satisfactoria puede resultar imposible, dada la naturaleza misma del caso. En primer lugar, porque Dios es Espíritu y los números pertenecen de modo primario al mundo físico. Las dificultades empiezan de modo inevitable cuando intentamos describir los hechos de orden espiritual con formas de expresión de orden físico. En segundo lugar, porque Dios es infinito y nosotros somos finitos. Nuestros intentos de explicación filosófica de la tri-unidad de Dios son un intento de poner los hechos de orden infinito en formas de pensamiento de orden finito. Este intento, cuando más, sólo parcialmente puede tener éxito. La doctrina de la Trinidad, que ha sido aceptada por la Iglesia a través de los siglos, es el intento más satisfactorio en este sentido, pero siempre nos cabe poner en duda si es una explicación plena y final de la verdad.
Esto sabemos, que Dios es esencialmente uno y sabemos también que hay tres personas que poseen los atributos de la divinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que son llamados Dios, y a los cuales se nos manda adorar como a Dios. Hay sin embargo un solo Dios, que se nos revela como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero el Hijo y el Espíritu Santo están subordinados al Padre. Dios Padre es Dios en sentido absoluto y final, Dios como manantial. El Hijo es Dios como fluyendo de él, pero hay toda la perfección del manantial en el río que fluye del manantial, y Dios el Padre ha impartido al Hijo todas sus perfecciones, de manera que puede ser dicho sin reparos que “el que ha visto al Hijo ha visto al Padre” (Juan 14:9). Por toda la eternidad el Hijo ha existido y ha poseído todas las perfecciones del Padre. Sin embargo, aunque posee todas las perfecciones del Padre, no es el Padre sino que se deriva de él y está eternamente subordinado al Padre. Esto parece ser todo lo que podemos alcanzar hasta el momento. Ninguno de nosotros puede decir hasta dónde podremos llegar en este conocimiento en el glorioso día que se acerca, cuando no veremos a través de un espejo en obscuridad sino cara a cara (1 Corintios 13:12), cuando no conoceremos en parte, sino tal como somos conocidos.
Si Dios es un Dios de misericordia y amor que dirige el universo, ¿por qué manda terremotos, inundaciones y otros fenómenos en que se pierden en un instante centenares de vidas?
Porque cree conveniente hacerlo.
Si Dios considerara conveniente sumergir la tierra entera en un diluvio y que todos pereciéramos en un instante, tendría perfecto derecho a hacerlo. Todos hemos pecado. Todos los hombres merecen recibir la ira de Dios, pero Dios ama incluso a una raza apóstata y pecadora y él ha provisto el perdón para todos los que lo aceptan, y no sólo un medio para recibir el perdón, sino un medio por el cual podemos ser hechos hijos de Dios y herederos juntamente con Cristo (Juan 1:12; Romanos 8:14-17). Todo el que acepta este perdón aunque perezca en un terremoto o en una inundación no pierde nada. Parte para estar con Cristo, lo cual es mucho mejor (Filipenses 1:23). El que no acepta este perdón es un malvado y un ingrato, y si es arrastrado por una inundación o muere en un terremoto esto es mucho menos de lo que merece y de lo que recibirá en el juicio que le espera en la vida futura, no solamente por sus otros pecados sino por su negra ingratitud y su desprecio de la misericordia de Dios manifestada tan maravillosamente.
En nuestros días los hombres se han olvidado en gran parte de que Dios es Dios, y se creen que Dios está bajo la obligación de darnos explicaciones de la forma cómo nos trata.
Los caminos de Dios no son nuestros caminos ni sus pensamientos nuestros pensamientos, porque como son más altos los cielos que la tierra, así son sus caminos más altos que nuestros caminos y sus pensamientos más que nuestros pensamientos (Isaías 55:9). Sus juicios son incomprensibles y sus caminos son inescrutables (Romanos 11:33). Pero cuando lleguemos allí y no tengamos que mirar “por espejo en obscuridad sino cara a cara, entonces comprenderemos que las disposiciones de Dios que nos habían sido difíciles de comprender en esta vida estaban llenas de misericordia y de bondad para el hombre. Lo que tenemos necesidad de aprender ahora es que Dios, en su infinita sabiduría, puede tener miles de razones satisfactorias para hacer una cosa, aun cuando nosotros en nuestra ignorancia y finitud no podamos vislumbrar ni tan siquiera una.
Si Dios ejerce el gobierno general del universo entero ¿cómo se explica el aparente dominio del pecado?
Sólo es en esta tierra que el pecado domina aparentemente, y ésta es una pequeña porción del universo.
Además, los planes de Dios son eternos, y sólo a través de las edades se van realizando. El aparente dominio del pecado es algo temporal, y si es permitido en el tiempo presente por Dios, es porque contribuye a realizar sus planes para bien. Cuando estos planes sean totalmente efectuados comprobaremos que detrás de las rebeliones, de los fracasos y del pecado del hombre estaba el poder de Dios rigiendo. Incluso podemos verlo ya en gran parte.
LA DIVINIDAD DE JESUCRISTO
¿Cómo probaría Ud. que Jesucristo es realmente el Hijo de Dios?
En primer lugar probaría que se levantó de los muertos. Hay muchas pruebas de que esto es verdad. Las he dado en otro punto (en La Biblia y su Cristo), y no las repetiré aquí. El hecho de que Jesucristo se levantó de los muertos prueba, sin dar lugar a duda, que es el Hijo de Dios.
Cuando estaba sobre la tierra, él mismo repetidamente declaró que era el Hijo de Dios, el Hijo de Dios en un sentido único, el Hijo de Dios en un sentido en que ningún otro hombre es Hijo de Dios. En Marcos 12:6 dijo que mientras los profetas, incluso el mayor de ellos, eran siervos, él era el Hijo, el único Hijo. En Juan 5:22-23 enseñó que todos los hombres deben honrarle a él como él honra a su Padre. En Juan 14:9 dice incluso: “El que me ha visto, ha visto al Padre.” Los hombres le odiaban porque afirmaba ser el Hijo de Dios, y por esto fue que lo mataron (Mateo 26:63, 66), pero antes de que le dieron muerte, dijo que Dios pondría su sello sobre esta afirmación suya levantándolo de los muertos. Decía algo extraordinario, al parecer incluso absurdo, pero Dios puso su sello, levantándolo de los muertos. Al hacerlo Dios mismo dijo de un modo más claro que si él hablara hoy desde los cielos abiertos:
“Este hombre es lo que dice ser. Es mi Hijo. Todos los hombres deben honrarle del mismo modo que honran al Padre.”
Jesucristo demostró que era el Hijo de Dios al afirmarlo en primer lugar, y a continuación, por comprobar esa afirmación resucitando de entre los muertos.
Pero además apoyó su afirmación por medio de su carácter, cuya belleza, fortaleza y nobleza es admitida prácticamente de modo universal. Los judíos lo admiten, lo mismo que los más notorios ateos.
El mismo Col. Ingersoll dijo una vez:
“Deseo decir de una vez para siempre que rindo voluntariamente mi tributo de admiración y de lágrimas a este hombre grande y sereno.”
Pero aquí tenemos que este Hombre, el cual admiten todos que era un buen hombre, un hombre de honor, de verdad y de nobleza, afirma ser el Hijo de Dios. Sin duda un hombre de tal carácter había de ser lo que decía.
Probó su afirmación, además, con los milagros que efectuó. Se han hecho esfuerzos hercúleos para desacreditar las historias de los milagros en los Evangelios, pero estos esfuerzos han resultado un completo y estrepitoso fracaso.
Todavía podemos referirnos a su influencia en la historia del mundo. No se necesitan muchos argumentos para demostrar que la influencia de Cristo sobre la historia del mundo ha sido inmensamente más beneficiosa que la de cualquier otra persona que haya vivido. Su influencia en la vida privada, doméstica, social, industrial y política es mayor que la de cualquier otro hombre o la de todos los hombres tomados en conjunto. Ahora bien, si la persona de Cristo no era divina como él decía ser, era un blasfemo y un impostor, o un loco. Es fácil ver que su influencia sobre la historia no es la de un loco, ni la de un blasfemo e impostor. Luego debe haber sido el Hijo de Dios, tal como dijo que era.
Además probaría que Jesucristo es el Hijo de Dios señalando el hecho de que posee poder divino todavía. No es necesario volver a los milagros que Cristo realizó cuando estaba sobre la tierra para probar su poder divino. Todavía ejercita este poder en nuestros días, y cualquiera lo puede probar:
1. Tiene poder para perdonar pecados. Son a millares los que pueden testificar que han ido a Cristo cargados con un agobiante sentimiento de culpa y que él dio paz, paz absoluta a sus conciencias.
2. Tiene poder hoy para libertar a las víctimas de Satanás. Rompe las cadenas que atan al bebedor a la bebida, al fumador de opio a la droga. Hay otros métodos con los cuales se realizan estas curas, pero no pueden ponerse en parangón con el poder de Cristo, porque aquellos se apoyan en medicamentos y Cristo sólo en la palabra. Cristo liberta no sólo del vicio sino también del pecado. Hace puro al hombre impuro, generoso al egoísta, creyente al impío. Hace de nuevo al hombre, lo recrea. La influencia divina que Jesucristo ejerce hoy sobre incontables seres humanos prueba sin posibilidad de duda que es el Hijo de Dios. Yo sé que Jesucristo es divino por la obra divina que él, y solo ha realizado en mí.
EL ESPIRITISMO
¿Puede un cristiano ser espiritista?
Un cristiano inteligente no puede ser espiritista, porque el espiritismo es expuesto y condenado en la Biblia con términos inequívocos.
El espiritismo no es moderno. Es tan viejo como los días de Moisés. Los médiums de aquellos días tenían espíritus familiares que hablaban por ellos, o por lo menos así lo decían. El consultar a aquellos que tenían espíritus familiares fue prohibido por Dios por medio de Moisés del modo más riguroso. Dice por ejemplo en Levítico 19:31: “No os volváis a los encantadores y a los adivinos: no los consultéis ensuciándoos con ellos: Yo Jehová vuestro Dios.” Otra vez, dice en Levítico 20:6; “Y la persona que atendiere a encantadores o adivinos, para prostituirse tras de ellos, yo pondré mi rostro contra la tal persona, y cortaréis de entre su pueblo.” Nuevamente dice en Deuteronomio 18:10-12: “No sea hallado en ti quien haga pasar su hijo o su hija por el fuego, ni practicante de adivinaciones, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni fraguador de encantamientos, ni quien pregunte a pitón, ni mágico, ni quien pregunte a los muertos. Porque es abominación a Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios los echó (a los canaanitas) de delante de ti.” Uno de los cargos más graves contra Manasés, rey de Judá, fue que era espiritista y por esto provocó la ira de Dios (2 Reyes 21:1 2, 6). Saúl perdió su reino y su cabeza por haber consultado a una médium. Leemos en 1 Crónicas 10:13, 14: “Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó; y porque consultó al pitón, preguntándole, y no consultó a Jehová: por esta causa lo mató y traspasó el reino a David, hijo de Isaí.”
La mayor parte del espiritismo moderno es un fraude. Las trampas de los médiums han sido expuestas una y otra vez, pero probablemente no todo es fraude. Después de haber explicado todo lo que se puede explicar por juego de manos y por causas naturales, hay todavía en algunas de las manifestaciones del espiritismo moderno un remanente que parece apuntar a un origen sobrenatural. Pero el que sea sobrenatural no nos prueba que sea recto o verdadero. De acuerdo con las enseñanzas de la Biblia hay un mundo real e invisible, el mundo de los espíritus, pero algunos de los espíritus son malos, emisarios y agentes del diablo (Efesios 6:12; 2 Tesalonicenses 2:9-12). El hecho de que una persona pueda hacer cosas y revelaciones que no se pueden explicar por causas naturales, cosas y revelaciones que parecen mostrar que están en contacto con un mundo sobrenatural, no prueba que estén en alianza con Dios. Puede más bien probar que están aliadas con Satanás. Es posible que haya espíritus que se manifiestan, pero de esto no se sigue que sean los espíritus de amigos u otras personas buenas y sabias que han partido para el otro mundo. Hay buenas razones para creer que los espíritus que vienen a nosotros pretendiendo ser los espíritus de nuestros amados fallecidos, son espíritus demoníacos. Un médium notable que se hallaba actuando en Chicago en aquel entonces, me dijo una vez:
“Sr. Torrey, no todas estas cosas son artificio y trampa. Hay espíritus, pero son demonios. Yo fui atormentado toda la noche pasada por los demonios a través de los cuales actúo.”
Yo le pregunté por qué no renunciaba a todas estas prácticas. Me contestó que se ganaba con ellas la vida estupendamente y que no conocía otro medio mejor para hacerlo.
Un amigo mío que se había metido a espiritista y había desarrollado poderes excepcionales como médium, se decidió más adelante a renunciar al asunto. Al empezarlo creía obrar rectamente, pero antes de poco ya se había dado cuenta de que eran actividades demoníacas. Hay muchos ejemplos de esto.
Incluso si los espíritus que se manifestaban fueran los de nuestros familiares o amigos fallecidos, se nos manda en la Biblia que no investiguemos por este medio (Isaías 8:19-20), y cualquiera que penetra en los dominios del espiritismo, entra en territorio perteneciente al diablo y desobedece los mandamientos explícitos de Dios.
La influencia moral y espiritual del espiritismo es ruinosa. Más tarde o más temprano conduce a la renuncia de Jesucristo y a toda clase de indulgencia y aun inmoralidad. Al perder a nuestros amados la tentación de comunicarnos con ellos se hace a menudo muy fuerte y de esta manera personas bien intencionadas son llevadas al espiritismo, pero es una trampa de Satanás que conduce a la eterna ruina del alma.
EL ESPIRITU SANTO
¿Vive y permanece el Espíritu Santo en cada uno de los creyentes, o viene y se va?
Yo no sé de ningún punto en que se nos diga que viene y se va del creyente. Es cierto que el Espíritu de Dios abandonó al rey Saúl, pero no tenemos ninguna razón para creer que fuera un verdadero creyente, un hombre regenerado. El Espíritu Santo habita en el creyente de acuerdo con las enseñanzas de Jesús (Juan 14:17). El creyente puede contristar al Espíritu (Efesios 4:30), pero no se dice que con ello lo ahuyente, como algunas veces se afirma. En realidad se nos dice que, aunque lo contristemos, estamos “sellados para el día de la redención.” El creyente puede perder, a causa del pecado o la mundanalidad, el poder de ser consciente de la presencia del Espíritu Santo que habita en él, pero el perder la conciencia de su presencia y poder es una cosa diferente del perder de un modo real esta presencia. El Espíritu Santo puede retirarse hasta el santuario más profundo del espíritu del creyente, más allá de la conciencia de su posesión, pero está todavía allí.
Hay sin embargo una obra del Espíritu Santo en una persona que no llega a la regeneración, como en el acto de la convicción de pecado, y en tal caso puede venir e irse.
Sírvase decir algo sobre el esperar en Dios para recibir poder para el servicio.
Nuestro Señor Jesús nos enseña de modo muy claro en Hechos 1:8 que seremos revestidos de la virtud del Espíritu Santo si lo buscamos. La experiencia de millares de pastores y otros creyentes nos lo prueba también. Este poder es recibido de acuerdo con las siguientes condiciones:
1. Que confiemos absolutamente en la obra perfecta de Cristo como la única base de nuestra aceptación ante Dios.
2. Que quitemos de nuestras vidas todo pecado conocido.
3. Que nos rindamos de modo absoluto a Dios para que nos use conforme a su voluntad.
4. Que confesemos públicamente nuestra aceptación de Jesucristo como Salvador y Señor ante el mundo.
5. Que deseemos ser realmente ungidos con este poder.
6. Que lo pidamos de un modo concreto.
7. Que recibamos por fe lo que hemos pedido (Marcos 11:24; 1 Juan 5:14-15).
No hay necesidad de esperar mucho para recibirlo. El Señor está dispuesto a dar su Espíritu Santo enseguida (Lucas 11:13). Naturalmente debe ser práctica de todo creyente el esperar en Dios, y sin duda alguna Dios da su Espíritu Santo cuando las personas, de un modo individual o conjuntamente, oren ante él durante mucho tiempo, reconociendo y confesando de este modo su dependencia de él; pero la enseñanza de que una persona tenga que esperar un mes o seis para recibir su “Pentecostés” está totalmente desprovista de base bíblica.
LA EXISTENCIA DEL MAL
¿Cómo puede Dios permitir que el mal exista en el mundo?
Cuando empezamos a preguntarnos cómo puede hacer Dios esto o aquello, debemos andar con mucho tiento, porque Dios es infinito en su sabiduría y la nuestra es muy escasa. Cuando pensamos en la inmensidad de Dios y lo infinitamente pequeños que somos nosotros, hacemos bien en dudar antes de preguntarnos por qué hace Dios algo determinado. Un Dios infinitamente sabio puede tener mil razones de peso para hacer las cosas, cuando nosotros, en nuestra supina ignorancia, no vemos ni una razón buena o incluso posible.
Después de decir lo anterior, hemos de añadir que el mal parece acompañar necesariamente al bien. El bien moral es el más elevado de los bienes, y la libertad de elección es necesaria para alcanzar el bien moral. Efectivamente, ningún ser puede ser bueno en este elevado sentido a menos que le sea posible hacer el mal, pero esto no sólo de modo teórico sino también real. Dios creó a todos los seres buenos pero los más elevados fueron creados con el poder de elección. Podían elegir la desobediencia a Dios si querían. Uno de estos seres más elevados, al que nosotros llamamos Satanás, escogió el mal. Dios creó asimismo al hombre con el poder de elección y el primer hombre escogió el mal y la raza entera lo siguió. De esta manera el mal entró en el mundo como resultado de haber creado Dios al hombre en el plano más elevado, es decir con el sumo poder del libre albedrío.
Dios permite que el mal continúe en el mundo hasta que él haya realizado por completo sus planes benéficos. El día que, como dice Pablo, veamos no a través de un espejo sino cara a cara, nos alegraremos sin duda que Dios permitió que el mal existiera en el mundo.
LA EXPIACION
¿Cuál es la teoría de la expiación que enseña la Biblia?
La Biblia no enseña ninguna teoría de la expiación, enseña un hecho, el glorioso hecho de que todos nuestros pecados fueron puestos sobre Jesucristo (Isaías 53:6; 1a Pedro 2:24; 2 Corintios 5:21; Gálatas 3:13), y que habiendo Jesucristo llevado nuestros pecados, no sólo hay perdón por los mismos sino también justificación, lo que es más que perdón. Es decir, la Biblia enseña que habiendo aceptado Jesucristo nuestro lugar en la cruz, en el momento en que aceptamos a Jesucristo somos colocados en su lugar, el lugar de una aceptación perfecta ante Dios, pasando a ser justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21). Ya no tenemos nuestra justicia, pobre, despreciable e insatisfactoria, sino una justicia perfecta, la justicia de Dios en Cristo (Filipenses 3:9).
¿Cómo pudo Dios castigar a su Hijo inocente por los pecados de los hombres?
La doctrina de la Biblia no es que Dios, una primera persona santa, toma los pecados del hombre, una segunda persona culpable, y los carga sobre su propio santo Hijo, una tercera persona inocente. Equivocadamente ésta es la forma cómo es presentada a veces la doctrina. De hecho es ésta la forma cómo es corrientemente presentada por aquellos que rechazan la doctrina de substitución de la Biblia.
La verdadera enseñanza de la Biblia no es que Jesucristo sea una tercera persona sino la primera persona: “Porque ciertamente Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí” (2 Corintios 5:19), y que en la muerte propiciatoria de su Hijo, en vez de poner el castigo del hombre culpable sobre una tercera persona inocente, Dios tomó sobre sí mismo el sufrimiento y la vergüenza que correspondían al hombre; y esto, en vez de ser injusto y cruel, ¡es gracia inefable!
Además, Jesucristo era también esta segunda persona. Era no solamente un hombre, era “el Hijo del hombre,” el hombre representativo, cabeza de la raza. Ningún hombre ordinario podía haber llevado las culpas de otros hombres, pero “el Hijo del hombre,” el hombre representativo, sí podía.
Si tomamos las enseñanzas de la Biblia no de modo fragmentario sino en su plenitud, nos hallamos con la filosofía más maravillosa que el mundo haya nunca contemplado. Nos extasiaremos ante sus inagotables profundidades por toda la eternidad. Pero si aislamos esta doctrina de otras, al punto nos parece absurda. Si renunciamos a la doctrina de la divinidad de Jesucristo, entonces la doctrina de la expiación se hace absurda y surge naturalmente la dificultad mentada en la pregunta. O bien si renunciamos a la doctrina de la humanidad real de Cristo, la doctrina de le expiación pierde su significación profunda. Pero si tomamos en conjunto todo lo que la Biblia dice, es decir, que Jesús era realmente divino, “Dios manifestado en carne» (1 Timoteo 3:16), y que era verdaderamente un hombre, y no simplemente un hombre sino “el Hijo del hombre,” el hombre representativo, entonces la doctrina de la expiación ya no presenta dificultades sino una verdad de profundidad sorprendente.
Es curioso cuán poco conoce en general el que se opone a la doctrina de la sustitución acerca de la doctrina real de la Biblia sobre este punto. En vez de combatir lo que la Biblia realmente enseña, está luchando contra un producto de su imaginación ignorante.
LA FE
¿Qué entiende Ud. por la expresión “justificación por la fe”? ¿Es la fe el único medio de salvación?
La palabra griega traducida “justificar” en el Nuevo Testamento significa, de acuerdo con su etimología, “hacer recto o justo”, pero este significado no sólo es extremadamente raro en el uso griego, sino incluso dudoso, y en todo caso no es el sentido que se le da en el Nuevo Testamento. “Justificar” significa en el uso bíblico, no “hacer recto o justo», sino “considerar, declarar o mostrar que se es justo.” Un hombre queda justificado ante Dios cuando Dios le considera justo, es decir, cuando Dios no sólo ha perdonado sus pecados sino que pone en su cuenta toda justicia.
Los hombres son justificados ante Dios bajo una sola condición: la simple fe en Jesucristo (Romanos 3:26; 4:5; 5:1; Hechos 13:39). Es la muerte expiatoria de Cristo en la cruz en nuestro lugar, lo que nos da la justificación (Romanos 5:9; Gálatas 3:13; 2 Corintios 5:21). Su sangre derramada es la base de nuestra justificación, y la simple fe en él hace que esta sangre pase a ser nuestra. Se ha hecho provisión para nuestra justificación por medio del derramamiento de su sangre; somos realmente justificados cuando creemos en él que derramó su sangre. La fe es el único medio para apropiarnos la virtud redentora que hay en la sangre de Cristo. El que no quiera creer, no puede hacer otra cosa en su lugar para obtener la justificación.
El que cree es justificado de todos sus pecados en el momento en que cree (Hechos 13:38-39). No sólo son apartados todos sus pecados de la presencia de Dios, sino que en la cuenta de Dios es puesta en el haber del tal la propia justicia de Dios en Jesucristo. Cuando Jesucristo murió en la cruz del Calvario, tomó nuestro lugar (Gálatas 3:10-13), en el momento en que creemos en él, nos ponemos en su lugar, y Dios se complace en nosotros como en el mismo Jesucristo.
Yo quisiera creer, pero no puedo. ¿Me condenará Dios por no poder hacerlo?
No, Dios no le condenará por nada que Ud. no puede hacer; pero es que Ud. puede creer. Todos pueden creer. Hay abundante prueba de que la Biblia es la Palabra de Dios y que Jesucristo es el Hijo de Dios, prueba suficiente para convencer a todo aquel que realmente desea conocer verdad y seguirla.
He dado en mi libro La Biblia y su Cristo evidencia concluyente de que la Biblia es la Palabra de Dios y que Jesucristo es el Hijo de Dios, pero no es necesario leer libros de esta clase. Hay evidencia suficiente en la misma Biblia. Juan en Juan 20:31: “Estas cosas empero son escritas para creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para creyendo, tengáis vida en su nombre.” Vemos aquí que la vida viene como resultado de creer que Jesús es el Cristo, e Hijo de Dios, y que el creer que Jesús es el Cristo, el de Dios viene como resultado de estudiar lo que está escrito. Si uno toma el Evangelio de Juan y lo lee rectamente sabrá y creerá, antes de terminarlo, que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios, y tendrá vida por creerlo. Ahora bien, ¿cuál es la forma adecuada en que se debe leer?
En primer lugar, es necesario someter la voluntad a Dios. “El que quisiere hacer su voluntad (la de Dios), conocen de la doctrina si viene de Dios, o si yo hablo de mí mismo (Juan 7:17). Se puede leer el Evangelio de Juan una y otra vez sin llegarse al convencimiento que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, si se hace sin haber rendido la voluntad pero el que la rinde primero, para obedecer a Dios en toda cueste lo que cueste, no puede leer este Evangelio desde el principio al final sin llegar al convencimiento de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
En segundo lugar, cada vez que lea diríjase a Dios pidiendo que le muestre cuál es la verdad contenida en los versículos que está a punto de leer, y prométale que Ud. aceptará lo que él le muestre ser verdadero. No lea demasiados versículos de una vez. Fíjese atentamente en lo que lee. Lea con un deseo real de amparar la verdad y de obedecerla. Antes de terminar el Evangelio Ud. se dará cuenta de que puede creer. Es más, encontrará que ya cree.
La razón por la cual los hombres no creen, es o porque no viven en conformidad con lo que ya creen, porque no han rendido sus voluntades a Dios, o bien porque no estudian la evidencia que puede llevarles a la certeza. Los hombres descuidan sus Biblias y leen toda clase de libros impíos, diciendo luego: “¡No puedo creer! ¡No puedo creer!»
Tanto vale que un hombre se alimente de veneno en vez de comida sana y después se queje de que está enfermo. Hay evidencia abundante de que Cristo Jesús es el Hijo de Dios y la fe, que es algo voluntario, es el querer rendirse ante evidencia suficiente. La incredulidad es el rechazar rendirse ante la evidencia suficiente. Cada uno de los incrédulos es responsable de su propia incredulidad.
Dios exige que creamos, que rindamos nuestras voluntades a la verdad que él ha revelado en abundancia. Dios pide fe a cada uno de los hombres porque es la primera de las cosas que debemos a Dios. «Sin fe es imposible agradar a Dios» (Hebreos 11:6). Si yo tuviera un hijo que no creyera en mí, nada de lo que hiciera me podría agradar.
EL HOMBRE A LA IMAGEN DE DIOS
¿Qué significa Génesis 1:27, cuando dice: “Crió Dios al hombre a su imagen”?
Se nos dice en Colosenses 3:10 que el hombre regenerado “por el conocimiento es renovado conforme a la imagen del que lo crió.” En Efesios 4:23-24 se nos dice que es “criado conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad.” Es evidente que las palabras “imagen” y “semejanza” de Génesis 1:26-27 no se refieren a semejanza visible o corporal sino intelectual y moral en “conocimiento,” “justicia” y “santidad de verdad.” Sin embargo se nos dice en Filipenses 2:6 que Cristo Jesús existía originalmente “en forma de Dios,” esto es, en una forma visible que era divina, y en nuestro último estado de bienaventuranza seremos como Cristo en nuestra apariencia corporal así como intelectual y moral (1 Juan 3:2; Mateo 17:2; 13:43).
LA IGLESIA
¿Cuáles son las condiciones para entrar en la iglesia?
La palabra «iglesia” en el Nuevo Testamento es usado primero para significar el cuerpo de creyentes en Jesucristo (Mateo 16:18; Hechos 20:28; 2:47; Efesios 5:24-25; Colosenses 1:18-24). Segundo, es usado referente al cuerpo de creyentes en cualquier punto, como la iglesia de los Tesalonicenses (1a Tesalonicenses 1:1). Tercero, es usada para significar las congregaciones locales que se reúnen regularmente para el partimiento del pan, la adoración y la enseñanza, como por ejemplo la iglesia que se reunía en Roma en la casa de Priscila y Aquila (Romanos 16:5).
Las condiciones para entrar en la iglesia en su significado primero y más profundo son la aceptación de Cristo como Salvador personal, la rendición a él como Señor y Maestro y la confesión pública del mismo (Hechos 2:38, 41-47).
Las condiciones para entrar en las iglesias locales son determinadas por ellas mismas. Muchas iglesias reciben a sus miembros cuando tienen una evidencia satisfactoria de que han abandonado realmente el pecado, aceptado a Cristo como su Salvador personal y le han entregado sus vidas. Algunas iglesias requieren que el nuevo miembro acepte un credo determinado de un modo más o menos total. Todas las iglesias evangélicas, excepto los cuáqueros, requieren el bautismo con agua para el que quiere ser miembro sea niño o adulto.
¿Qué debe hacer un fiel cristiano en el día de hoy al ver en las iglesias tanta mundanalidad y error? ¿Debe unirse a la iglesia?
Sí. Me hago cargo de que hay mucha mundanalidad en gran número de iglesias hoy día y que desde muchos púlpitos es enseñado el error; pero en resumidas cuentas, la iglesia es la mejor organización que hay en el mundo. ¿Qué sería de él sin las iglesias? Las iglesias, incluso con sus presentes imperfecciones, son instituciones que preservan a la sociedad de una mayor corrupción. Un cristiano puede contribuir mucho mejor a la salvación de las almas, a la formación de un carácter cristiano y al bien de la comunidad uniéndose a alguna iglesia que intentando llevar una vida cristiana de modo aislado.
Puede haber alguna ocasión en que sea necesario levantar una protesta contra pecados ostensibles de alguna iglesia determinada y, de no ser oída la protesta, que sea necesario incluso que un cristiano se retire de ella como testimonio contra la misma, pero estas ocasiones son relativamente raras.
En la iglesia de Corinto se había introducido una gran corrupción, en realidad una inmoralidad incalificable, y sin embargo Pablo no indicó a ninguno de los miembros de esta iglesia que se retirara de ella. Les escribió que discernieran lo malo y lo quitaran, pero no les sugirió que se separaran ellos de la iglesia. Incluso Jesús no se retiró de las sinagogas de aquellos días hasta que lo echaron. Aunque el culto en la sinagoga se había hecho formulario y erróneo, nuestro Señor tenía la costumbre de asistir a la sinagoga en el día de sábado (Lucas 4:16). El apóstol Pablo siguió el ejemplo del Maestro en este asunto (Hechos 17:2).
Muchos cristianos fieles en nuestros días han perdido todo poder e influencia en favor de la obra de Dios y del bien de la comunidad por separarse de la comunión de otros creyentes, a los que consideran menos instruidos que ellos y por entregarse a críticas acerbas y a murmuraciones.
Naturalmente si el pastor de una iglesia predica, de modo persistente, errores evidentes y perniciosos, es necesario elevar una protesta, y no se debe permitir que los hijos propios sean educados en esta clase de doctrina falsa.
No hay duda que el libro del Apocalipsis ordena salir de Babilonia, pero es que Babilonia aún no está formada. El libro del Apocalipsis, a partir del capítulo 4, nos describe la época posterior al arrebatamiento de la iglesia, no la actual. Así que, no es “trazar bien la Palabra de verdad” aconsejar salirse de Babilonia en los tiempos actuales, o sea de la iglesia en su estado presente.
¿Qué opinión tiene de la existencia de distintas denominaciones? En la causa de la religión ¿son las sectas más perniciosas que beneficiosas?
Sin duda las sectas son más perjudiciales que beneficiosas para la causa de la religión, porque la misma idea de secta es el de dividir.
Pero una denominación no es necesariamente una secta. Las diferentes denominaciones han sido por personas que vieron determinadas verdades muy claramente que otros no vieron, y alrededor de estas personas se han unido otras con el propósito de hacer hincapié sobre este aspecto determinado de la verdad. Por ejemplo, los congregacionalistas y los presbiterianos se levantaron en Inglaterra y Escocia para afirmar la verdad de la libertad del creyente individual. A esta verdad se unieron otras en el desarrollo de dichas denominaciones. Los cuáqueros se levantaron para defender la verdad de la iluminación y guía del Espirito Santo para el creyente individual de nuestros días. Los metodistas se levantaron para hacer hincapié sobre la verdad de una experiencia concreta de la regeneración y la necesidad de una vida santa. Después, otras verdades se unieron a ésta, como la libertad de la voluntad, todas las cuales pasaron a formar el cuerpo doctrinal de la denominación metodista. Al defender vigorosamente algunas verdades descuidadas por otros, al hacer énfasis sobre las mismas, cada denominación ha sido causa de un bien. Así que la existencia de denominaciones distintas ha sido necesaria en el presente estado de imperfección del hombre, en que ningún individuo es capaz de abarcar el entero horizonte de la verdad divina. Debe hacerse resaltar empero que las fronteras denominacionales se están borrando en nuestros días y cada una está más dispuesta a aceptar las verdades por las cuales las otras están luchando de un modo principal.
¿Qué piensa Ud. de la iglesia institucional? ¿No es en detrimento de la obra real de la iglesia conforme la vemos en el Nuevo Testamento?
Entiendo por iglesia institucional una que no se limita a una obra directa de la predicación del evangelio y la edificación de los cristianos mediante la enseñanza de la Biblia, sino que procura además el bienestar físico y mental de sus miembros y de la congregación por medio de instituciones variadas. Esta obra no tiene por qué estar necesaria en detrimento de la obra principal de la iglesia tal como nos es expuesta en el Nuevo Testamento. Puede ser un auxiliar de ella, siempre que las actividades sociales de carácter material o intelectual se subordinen a las de orden espiritual.
La iglesia apostólica tenía hasta cierto punto este carácter. Se preocupaba del bienestar físico de sus miembros y la propiedad era común entre ellos (Hechos 2:44-45; 4:34-35; 6:1-14); y la Palabra de Dios aumentaba y era prosperada bajo estas circunstancias (Hechos 2:47; 4:4; 5:14, 6:7). Naturalmente, no había muchas instituciones ni estaban ampliamente desarrolladas. De la misma manera hoy en día la iglesia puede tener varias instituciones que se preocupen del bienestar físico e intelectual de sus miembros. Por ejemplo, si está situada en barrios pobres, puede, tener instituciones de ahorro, sociedades para comprar carbón a precio económico, bibliotecas, clases instructivas, etc., realizando así mucho bien y haciendo que todo sea útil para la predicación del evangelio. Todas estas cosas pueden ser usadas como medio para atraer a personas que luego serán conducidas al conocimiento salvador de Jesucristo.
Pero siempre, hay un peligro en una iglesia de este carácter. El peligro consiste en que las instituciones pasen a ser la parte principal y el Evangelio sea puesto en lugar secundario, o aun sea perdido de vista. Esta ha sido la historia de más de una iglesia de este tipo en nuestro país y es siempre un peligro. En estos casos, la iglesia institucional constituye un detrimento para la obra real de la iglesia así como viene definida en el Nuevo Testamento. La misión primera de la iglesia es buscar y salvar a los perdidos (Lucas 19:10; Mateo 5:19); la segunda es alimentar el rebaño (Hechos 20:28; 1 Pedro 5:2), y la tercera es capacitar a los miembros para un servicio inteligente (Efesios 4:11-12). Si las instituciones relacionadas con la iglesia consiguen poner en segundo término a uno de estos tres objetivos, hace más mal que bien, pero si las instituciones son conducidas en espíritu de oración y con la intención siempre presente de ganar almas para Cristo, y todo se subordina a la predicación del evangelio, a la salvación de los perdidos y a la edificación de los santos, las instituciones pueden ser muy útiles.
Pero, cuanta más experiencia tengo con iglesias y con pastores, tanto más me convenzo de que la iglesia que se necesita en nuestros días no es tanto la que se llama institucional sino la que hace obra evangelística.
¿Qué autoridad existe en favor o en contra de que las mujeres ocupen lugares prominentes en la obra de la iglesia?
La Biblia no autoriza a que la mujer ocupe un lugar de supremacía en la iglesia. Si lo hace se sale del lugar que le corresponde. Infringe las claras enseñanzas bíblicas, cuando toma el lugar del maestro autorizado en la iglesia (1 Timoteo 2:12).
Pero hay abundante base bíblica en apoyo de que puede ser activa y, en este sentido, prominente en la obra de la iglesia. Las primeras personas encargadas que hablaran de la resurrección de Cristo por providencia divina, fueron mujeres. El mismo Jesucristo las envió a que declararan su resurrección a los discípulos (Juan 20:17-18; Mateo 28:9-10). En Hechos 21:9 vemos a mujeres investidas por Dios con dones proféticos. En el mismo capítulo de la Biblia en el que se prohíbe a las mujeres que hablen vanamente y hagan preguntas en la iglesia, se dan indicaciones acerca de cómo debe profetizar la mujer, es decir, cómo debe hablar en el poder del Espíritu Santo (1a Corintios 11:5). El Apóstol Pablo habla de las mujeres que han trabajado con él en el evangelio (Filipenses 4:3). Hay una indicación clara de que Priscila tenía mayores dones que su marido Aquila. Los dos tomaron juntos a Apolos el predicador, y en un lugar aparte le expusieron de modo más particular el camino de Dios (Hechos 18:26), siendo su nombre de ella el primero mencionado.
¿Cuáles son los medios, de acuerdo con la Escritura, para obtener dinero para la iglesia y otros fines cristianos?
Por medio de las ofrendas libres de los cristianos, cada cual poniendo aparte en el primer día de la semana una porción determinada de sus ingresos (1a. Corintios 16:2).
Sin duda alguna no es un medio cristiano de obtener dinero el hacerlo por medio de tómbolas, bazares y otros métodos que reducen la iglesia de Cristo al nivel de una feria o una empresa de espectáculos. Estos métodos son inconvenientes, aun desde el punto de vista económico y ciertamente deshonrosos para Cristo. Son prosperadas las iglesias que decididamente se ponen bajo la obediencia de la Palabra de Dios y quieren depender exclusivamente de las libres ofrendas de sus fieles. Pronto encuentran que tienen más dinero para su propia obra y para sus misiones en el extranjero que las iglesias que se rebajan y deshonran a su Señor recogiendo dinero con métodos reprobables incluso entre personas del mundo.
¿Pediría Ud. a los no convertidos que contribuyeran con dinero o de cualquier otro modo para el sostenimiento o beneficio de la obra de la iglesia?
La obra de Dios debe ser sostenida exclusivamente por las ofrendas libres y hechas con buena voluntad de su propio pueblo, tal como ya se explicó. Por tanto, no pediría dinero a los inconversos, ya que Dios puede prescindir del dinero de sus enemigos para llevar a cabo su obra.
Además, cuando los no convertidos contribuyen al sostenimiento de la obra de Dios, a menudo esto sirve para aliviar sus conciencias, y éstas se endurecen para el evangelio. Dicen, “Ayudo a sostener la iglesia,» y pueden creer que esto les allana el camino del cielo.
Es natural que si una persona no convertida de su propia voluntad quiere echar una cantidad en la cajita de las ofrendas o hacer algo equivalente, no iría a reprochárselo, o no tomaría sobre mí la responsabilidad de despreciar su dinero, pero siempre, al hacer colectas considero que debe explicarse de un modo claro que no es el dinero sino las almas de los inconversos lo que buscamos, y que, antes que entregar dinero a Dios, lo que conviene es entregarse a uno mismo.
LOS INFANTES
¿Se pierden para siempre los que mueren en la infancia?
No hay ni una línea en las Escrituras que lo indique. Jesús dijo: “Dejad a los niños, y no les impidáis de venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos» (Mateo 19:14). Es verdad que los niños nacen en este mundo como miembros de una raza caída bajo la condenación de Dios, que el pecado de Adán es imputado a todos sus descendientes, pero los pecados de la raza entera fueron expiados por la muerte de Jesucristo en la cruz (1 Timoteo 2:6, Juan 1:19; 1 Juan 2:2). Quedan incluidos los niños.
Cuando un niño alcanza la edad en que se le pueden imputar sus propios pecados, necesita aceptar personalmente a Cristo para poder ser salvo, pero, como es natural, eso no puede requerirse de los que mueren en la infancia. Para ellos el solo acto de justicia de Cristo (su muerte expiatoria en la cruz) les concede la libre dádiva de justificación para vida (Romanos 5:18; 1 Corintios 15:22). Llegará un tiempo cuando estos niñitos verán a Cristo, creerán en él, y así serán salvos en sentido pleno. Pero nunca perecerán por el pecado de Adán. Jesucristo llevó la pena del pecado de Adán por ellos. Nadie se pierde simplemente por el pecado de Adán. No hay ninguna base en la Escritura para la doctrina de la condenación de las criaturas no bautizadas.
¿Hay Escritura que dice que los hijos de padres no creyentes hayan de ser salvos si mueren en la infancia? Si es así, ¿qué significa la última parte de 1 Corintios 7:14): “Porque el marido infiel es santificado en la mujer, y la mujer infiel en el marido: pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos; empero ahora son santos”?
La última parte de este versículo indudablemente nos enseña que los niños de padres creyentes están en diferente relación en cuanto a Dios que los niños de padres no creyentes; pero en ninguna relación en cuanto a Dios se enseña que ningún niño se pierda, como se explicó en la respuesta anterior.
¿A dónde van, en la otra vida, los que mueren en la infancia?
La Biblia no nos lo dice de un modo específico. Sí dice, sin embargo, que “de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:14). No hay ninguna base en la Escritura para la doctrina de que, si bien los niños no van a un lugar de tormento, van a un lugar en que no hay la plena bienaventuranza de los que alcanzan la edad madura y aceptan a Cristo Jesús. No somos juiciosos si vamos más allá de lo que está escrito y hacemos teorías propias con respecto a su futuro destino, pero ciertamente no hay la menor base para sentir ansiedad por ellos.
EL INFIERNO
¿Es el infierno un lugar o un estado del alma?
El infierno, significando este nombre la morada final de Satanás y de los que no se han arrepentido, se nos declara claramente en la Biblia que es un lugar preparado para el diablo y sus ángeles. Los argumentos y los pasajes de las Escrituras que lo demuestran se encuentran en las respuestas dadas bajo los títulos de “El diablo” y “El eterno castigo.” Véase también “El cielo.”
Sírvase explicar Salmo 139:8: “Si subiere a los cielos, allí estás tú: y si en abismo hiciere mi estrado, he aquí allí tú estás.” (Algunas versiones dicen “infierno” en vez de “abismo”.) No puedo concebir la presencia de Dios en el infierno.
La palabra que se traduce “infierno» en este pasaje no significa infierno en el sentido de la morada de los perdidos. Significa el lugar en donde se encontraban los muertos antes de la ascensión del Señor. Tanto los justos como los injustos se encontraban en este lugar, llamado Seol en la Biblia hebrea, los justos en aquella parte conocida como paraíso y los perdidos en un lugar de sufrimiento. Pero si Dios está en todas partes, en alguno u otro sentido debe hallarse también presente en el infierno, aunque ciertamente su presencia no sea allí manifiesta del modo que lo es en el cielo o incluso en la tierra.
LA INMORTALIDAD
¿Cómo se prueba la inmortalidad del alma?
En la Biblia, cuando se aplica la palabra inmortalidad al hombre, se refiere al cuerpo y no al alma, pero me supongo que la pregunta significa: ¿Cómo prueba Ud. que hay una existencia futura después de la muerte?
Lo probamos por medio de la Biblia. En otro libro he demostrado que la Biblia es la Palabra de Dios (La Biblia y su Cristo), que todas sus enseñanzas son absolutamente dignas de confianza; y la Biblia nos enseña, sin ninguna clase de duda, que todos los hombres serán levantados de los muertos: los justos para resurrección de vida y los que hayan hecho mal para resurrección de condenación (Juan 5:28-29). Enseña además, de un modo preciso, cuál será el estado de los que aceptan a Cristo y cuál el de aquellos que rechazan a Cristo, en la existencia futura. Además la resurrección de Jesucristo, que es uno de los hechos de la historia mejor probados, demuestra que la muerte no es el fin de todas las cosas.
Hay argumentos en favor de la inmortalidad de carácter científico y filosófico, pero si dejamos los que se basan en la resurrección de Jesucristo, todo lo que estos prueban es la probabilidad de la vida después de la muerte, la probabilidad de una existencia futura; pero cuando hacemos intervenir la Biblia, y de un modo especial la resurrección de Jesucristo, nuestra creencia en una existencia futura ya no se basa en una mera probabilidad, se traslada del dominio de lo meramente probable al de lo absolutamente cierto y demostrado.
¿Enseñan las Escrituras una inmortalidad condicional?
Con la doctrina de la inmortalidad condicional se significa la doctrina de que el hombre es naturalmente mortal y que solo alcanza la inmortalidad en Cristo.
Hay un elemento verdadero en esta doctrina, a saber que el hombre es naturalmente mortal. De la misma manera que el hombre puede empezar a existir, puede dejar de existir. Pero, es una enseñanza evidente de las Escrituras que todos los hijos de Adán adquieren existencia eterna en Cristo. En 1 Corintios 15:22 se nos dice que: “Así como en Adam todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.” Si interpretamos rectamente estas palabras el primer “todos” abarca tanto como el segundo. Todo el que pierde su existencia en Adán, que vuelve al polvo (Génesis 3:19), es levantado del polvo en Cristo. La entera recobra en Cristo lo que perdió en Adán. Pero si esta existencia, esta vida resurrecta que obtenemos en Cristo, sea una resurrección para vida o una resurrección para condenación, vergüenza y confusión perpetuas, (Juan 5:28-29; Daniel 12:2) depende enteramente de lo que hagamos con Cristo, por medio del cual la obtenemos. La existencia perpetua de cada hombre pasa a ser una existencia en indecible bienaventuranza si acepta a Cristo, pero una existencia en indecible miseria si rechaza a Cristo. Esto es la muerte segunda (Apocalipsis 21:8), el participar con el diablo y sus ángeles del lago de fuego preparado para ellos (Mateo 25:41, 46), donde no hay reposo, ni de día ni de noche, para siempre jamás (Apocalipsis 20:10).
LOS JUDIOS
¿Cree Ud. en la restauración literal de los judíos a Palestina?
Sí, lo creo.
Hay muchas profecías en el Antiguo Testamento con referencia a la restauración de los judíos que no se cumplieron en la época de la restauración bajo Esdras y Nehemías y que nunca se han cumplido hasta ahora. Pero se cumplirán al pie de la letra.
¿Hay alguna diferencia hoy en día en la forma como Dios mira a los judíos y a los gentiles?
Ciertamente la hay. En 1 Corintios 10:32 el apóstol Pablo divide a los hombres en tres clases: judíos, gentiles e iglesia de Dios. Dios tiene sus planes hoy para los judíos, sus planes para los gentiles y sus planes para la iglesia.
En la iglesia no hay judío ni gentil (Gálatas 3:28). Cuando acepta a Jesucristo como su Salvador, se rinde a él como a su Maestro y Señor, y le confiesa abiertamente ante el mundo, pasa a formar parte del cuerpo de Cristo, es decir, de la iglesia. La relación de un judío cristiano para con Cristo es exactamente la misma de un gentil cristiano. Las promesas para el uno son válidas para el otro, las Escrituras que pertenecen al uno pertenecen al otro.
Pero aparte de la iglesia hay judíos y gentiles, y los planes de Dios no son iguales para ambos. La presente dispensación es preeminentemente una dispensación para los gentiles. El judío, en los tiempos actuales, ha sido colocado a un lado, pero su día se acerca (Romanos 11:25, 26:30, 31; y otros muchos pasajes).
El sistema que algunos tienen de dividir la Palabra, aplicando algunas de las promesas a los judíos cristianos y otras a los gentiles cristianos, no se apoya en la Palabra. Lo que pertenece a cualquier cristiano pertenece a todos los cristianos, lo mismo a los judíos que a los gentiles.
EL JUICIO
¿Enseñan las Escrituras que habrá uno o varios juicios?
Las Escrituras nos enseñan claramente que habrá varios juicios. Habrá en primer lugar el juicio de los creyentes que hayan sido arrebatados para recibir al Señor en el aire, un juicio no referente a su salvación, porque ésta ya ha sido establecida en el momento en que aceptaron a Cristo (Juan 5:24), sino referente a la recompensa que les corresponde (1 Corintios 3:13-15; 2 Timoteo 4:8). Después vendrá el juicio de las naciones que viven en la tierra en el día en que el Señor vuelva a ella con sus santos, descrito en Mateo 25:31-46. Pero aquellos que no tienen parte en la primera resurrección no se levantarán para su juicio sino al cabo de mil años (Apocalipsis 20:4-5). Al fin de los mil años, el milenio, el resto de los muertos será resucitado para aparecer delante de Dios para el juicio ante el Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15).
¿Templará Dios el juicio de los que hayan pecado por ignorancia?
Ciertamente Dios no tratará a los que han pecado por ignorancia como a los que lo han hecho de modo deliberado (ver 1 Timoteo 1:13; comparar con Hebreos 10:26). Pero no hay nadie en la tierra que no haya pecado a sabiendas (Romanos 3:23), y por tanto no hay esperanza para nadie como no sea mediante el sacrificio expiatorio de Jesucristo (Romanos 3:24-26). Todo el que cree en Jesucristo recibe vida eterna, y todo el que le rechaza no verá la vida, sino que perecerá para siempre (Juan 3:36; 2 Tesalonicenses 1:7-9).
EL LAVAMIENTO DE LOS PIES
¿Por qué los cristianos no siguen el mandamiento de Juan 13:4-16, efectuando lavamientos de los pies?
Aquí no hay ninguna orden de que cada cristiano deba lavar los pies de todos los otros cristianos. No hay tampoco ninguna iglesia en la cual cada cristiano lave los pies de los demás. Hay una orden aquí de que cuando un cristiano necesite que se le laven los pies (Juan 13:10) deberíamos estar dispuestos incluso a efectuar este servicio, haciendo de este modo lo que Jesús hizo a los discípulos cuando lo necesitaban.
No hay la menor indicación de que en esta ocasión Jesús instituyera una ceremonia que había de ser realizada en la iglesia. Los discípulos llegaron a la casa con los pies llenos de polvo del camino. Los versículos 9 y 10 de dicho capítulo indican que ya se habían bañado antes, si bien con las sandalias abiertas sus pies se habían vuelto a ensuciar. Pero cada uno de los discípulos era demasiado orgulloso para querer limpiar los pies de su compañero. No había ningún criado a disposición para hacerlo, por lo que Jesús, aunque sabía que había venido y que volvía al Padre, y que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, se levantó de la mesa y realizó este humilde servicio que se necesitaba.
En esto no hay la menor indicación de que sea necesario hacer esta ceremonia por el mero hecho de que Jesús la hizo, ya que en aquellas circunstancias era necesaria, dado el estado de los pies de los discípulos. La lección de este pasaje es suficientemente clara, es decir, que hemos de tener para los demás el amor que nos dispone a realizar el más humilde servicio en su favor.
LA LEY
¿Deben los cristianos guardar la ley de Moisés? ¿Está un cristiano bajo la ley?
No; se nos enseña en Gálatas 5:18: “Si sois guiados del Espíritu, no estáis bajo la ley.”
Pero esto no significa en manera alguna que podemos vivir sin ley. Aunque no estamos bajo la ley de Moisés estamos bajo la ley de Cristo (Romanos 7:4). Esto es, estamos bajo la obligación de hacer todas las cosas que agradan al esposo, a Cristo. Los que son guiados por el Espíritu en la Palabra de Dios.
Hay algunos en nuestros días que han ido a parar a las más disparatadas extravagancias afirmando que no se hallan bajo la ley. Dicen que son guiados por el Espíritu y que por tanto no están sujetos a la obligación de obedecer la Palabra, y hacen cosas a las cuales dicen les conduce el Espíritu que son directamente contrarias a la voluntad de Dios tal como se revela en la Biblia. Ahora bien, la Biblia es el libro del Espíritu Santo, y el Espíritu Santo con toda puridad no guía a nadie a hacer cosas que sean contrarias a las enseñanzas de la Biblia, y cualquier espíritu que guie al hombre a hacer lo contrario de lo que ordena la Biblia ciertamente no es el Espíritu Santo. Hay cristianos, por ejemplo, que prescinden de la obligación de guardar el día del Señor diferenciándolo de los otros días, y se burlan de los que ponemos este día aparte de los demás. Estas personas no siguen la Escritura y hacen mucho daño. Mientras dicen que están sujetos al Espíritu Santo, están en realidad sujetos a su propia voluntad y a su orgullo espiritual.
EL MATRIMONIO
¿Puede un cristiano casarse con un no creyente?
De ninguna manera. Hacer tal cosa es desobedecer las más claras direcciones de la Palabra de Dios. Dios dice en 2 Corintios 6:14: “No os juntéis en yugo con los infieles.” Cuando una mujer se casa con un hombre, o un hombre con una mujer, se juntan en un yugo común en el sentido más completo y más íntimo. Con la palabra “infieles” aquí, parece que Dios se refiere no solamente a impíos sino a los que no han recibido a Jesucristo y rendido su vida a él.
Hay más vidas que naufragan a consecuencia de un matrimonio contrario a la Palabra de Dios, que por otro motivo cualquiera. Hay mujeres que se casan con el propósito de convertir al marido. Los tales matrimonios van a parar a un fracaso inevitable y lastimoso. No es de esperar alcanzar la conversión de otro empezando por desobedecer a Dios uno mismo.
EL USO DE MEDICINAS
¿Da un apoyo Santiago 5:14-15 (“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará”) para la creencia de que la ayuda médica no tiene lugar en la vida de fe? ¿O es que el Señor espera que hagamos uso de todos los medios que estén a nuestra mano, invocando su bendición sobre estos medios?
Este pasaje no da ninguna base para creer que la ayuda médica debe ser rechazada en la vida de fe. Nos dice lo que hemos de hacer cuando estamos enfermos, pero no dice nada ni en pro ni en contra de la medicina. Sin duda es a veces el propósito de Dios el curar sin ningún medio excepto los mencionados en este pasaje, pero también se nos enseña claramente en la Palabra de Dios que puede convenir emplear medios adecuados, como en 1 Timoteo 5:23: “No bebas de aquí adelante agua, sino usa de un poco de vino por causa del estómago, y de tus continuas enfermedades.”
LOS MILAGROS
¿Cómo son posibles los milagros si las leyes de naturaleza son fijas?
Dios es el autor de las leyes de la naturaleza. Las leyes de la naturaleza nos indican la forma en que Dios obra normalmente. Nos es imposible decir hasta qué punto son fijas. Pero aunque lo fueran de modo absoluto, no por ello serían los milagros imposibles. Una de las leyes de la naturaleza más universales es la ley de gravitación. De acuerdo con esta ley, una piedra que yace sobre la superficie de la tierra se atrae hacia el centro de la misma. Pero es posible que venga un hombre, y si quiere puede levantarla de la tierra. La ley de gravitación no es violada en lo más mínimo, pero una ley más elevada, la de la voluntad humana, entra en acción y produce un efecto opuesto al que corresponde a dicha ley. Si un ser humano puede efectuar cosas que no hubieran efectuado las leyes fijas de la naturaleza por sí sola, ¿cuánto más podrá hacerlo un Dios poderoso, creador de todas las cosas?
El argumento de que los milagros son imposibles por ser fijas las leyes de la naturaleza parece sólido para el pensador superficial, pero cuando lo consideramos más de cerca, se ve que es totalmente absurdo. La cuestión verdadera no es si los milagros son posibles, sino más bien si han ocurrido y si de esto hay seguridad. Hay garantías de que los milagros han ocurrido. El mayor de todos ellos es la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Uno de los agnósticos más populares ha dicho: “No necesitamos discutir los otros milagros. Todo se limita a si Jesús se levantó o no de los muertos; si lo hizo es fácil creer en todos los otros milagros. Si no lo hizo, hemos de prescindir de los demás.”
Este es un resumen exacto de la cuestión. Si Jesús se levantó de los muertos queda probado que hay milagros. Es un argumento decisivo. Ahora bien, la resurrección de Jesucristo es uno de los hechos mejor probados en la historia, así que los milagros no son sólo posibles, sino históricamente ciertos.
¿Ha pasado ya la edad de los milagros? ¿Por qué no realiza Dios milagros en nuestros días como en los tiempos de Cristo?
No hay prueba concluyente de la Biblia de que Dios no obre milagros en nuestros días, ni la hay en la historia o en la experiencia. Los milagros físicos no tienen por qué ser tan frecuentes y abundantes como cuando Cristo Jesús mismo se hallaba sobre la tierra, porque él era Dios manifestado en carne. Pero ahora está con nosotros en el espíritu, y los milagros que hemos de esperar en nuestros días han de pertenecer más bien al reino espiritual. La regeneración es un milagro. El que un espíritu que se halla muerto en sus delitos y pecados sea levantado para vivir en Cristo Jesús, es un milagro más maravilloso que la resurrección de un cuerpo. Y milagros como éste se están realizando constantemente. En realidad, los que creen en Cristo Jesús están haciendo hoy milagros mayores en el reino espiritual que los que Jesús llevó a cabo cuando estaba sobre la tierra. Esto no es más que el cumplimiento de las propias palabras de Jesús (Juan 14:12).
Podemos esperar que los milagros físicos volverán a ser comunes cuando Cristo vuelva otra vez, tal como se nos indica en muchos pasajes de la Biblia.
EL MILENIO
¿Qué es el milenio?
“Milenio” significa 1000 años, y el milenio es el reinado de mil años de Cristo sobre la tierra, después de su segunda venida (Apocalipsis 20:4). Hay muchas profecías acerca de Cristo como Rey en la tierra que no han sido cumplidas todavía pero que se cumplirán en su reino durante el milenio en la tierra. Ocupará el trono de David (Jeremías 23:5-6; Salmo 2:6; Zacarías 14:9). Esto no significa que haya de estar sentado durante todo este tiempo sobre un trono en Jerusalén. El rey de Inglaterra ocupa el trono de Inglaterra, pero en muy raras ocasiones está literalmente sentado sobre este trono. Puede ser que durante la mayor parte del tiempo permanezca Jesús con la esposa, o sea la iglesia, en la Nueva Jerusalén, y no en la antigua Jerusalén aquí en la tierra, pero él reinará durante mil años en la tierra.
¿Será el milenio un período de avivamiento espiritual para la salvación de las almas?
Parece que los acontecimientos que tendrán lugar en relación con la vuelta de nuestro Señor darán lugar a que muchas personas abran los ojos y acepten a Cristo. Esto será así con respecto a Israel. Habrá un arrepentimiento y una vuelta a Cristo de carácter nacional. Jesús vendrá come libertador, y quitará de Jacob la impiedad (Romanos 11:26). Dios derramará sobre ellos el espíritu de gracia y de oración. Mirarán a aquel a quien traspasaron, y se lamentarán de su pecado, y brotará una fuente para limpiarlos de pecado y de inmundicia y habrá una vuelta nacional a Jesucristo (Zacarías 12:10 a 13:1).
En relación con la conversión de Israel habrá también una gran vuelta de los gentiles a Cristo (Romanos 11:12).
MISIONES EN EL EXTRANJERO
¿Qué parte deberían tener las misiones extranjeras en la vida de la iglesia y en la de cada creyente particular?
Una parte muy prominente. Lo último que mandó nuestro Señor a sus discípulos fue: “Por tanto id, y doctrinad a todos los gentiles,” o sea a todas las naciones (Mateo 28:19). Él les prometió que estaría con ellos precisamente con relación a este trabajo. Dijo que cuando lo hacemos: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Así que, si el creyente particular desea tener la compañía personal de Cristo Jesús, debe ir por todo el mundo y hacer discípulos de todas las naciones. Quizá no le sea posible hacerlo de un modo personal, pero en este caso puede hacerlo por medio de sus ofrendas y de sus oraciones. El cristiano que no está profundamente interesado en las misiones extranjeras no está en comunión con Cristo Jesús.
Puesto que una iglesia verdadera es una compañía de creyentes obedientes, lo que se dice de cada creyente se dirá de la iglesia, añadiendo el poder y la bendición que resulta de la cooperación entre ellos.
LAS OFRENDAS
¿Cree Ud. en el diezmo como oferta de carácter religioso?
Sí, como punto de partida del sistema de ofrendas del cristiano.
¿Qué regla da la Biblia a un cristiano en asuntos de ofrendas en dinero para la obra religiosa?
No hay ninguna ley para el cristiano en asuntos de ofrendas. Es decir no hay ninguna ley que obligue el cristiano a dar tanto o cuánto. Un cristiano debe consagrar todo lo que tiene a Dios. El último céntimo de lo que disponga pertenece a Dios. El dinero que gasta para sí y para su familia lo gasta pensando que ésta es la mejor manera en que puede usarlo para honrar a Dios, mejor que si lo hiciera de otra forma.
Los judíos bajo la ley habían de dar el diezmo de sus ingresos y, aparte de esto, se consideraba que debían hacer otras ofrendas voluntarias. La ley judía debería ser una indicación para nosotros de cómo debemos iniciar nuestras ofrendas. Deberíamos empezar dando el diezmo para Cristo, porque un cristiano no debería ser menos generoso que un judío. Pero un cristiano no debe pararse con el diezmo. Debe pedir la guía divina para el empleo del último céntimo de que disponga, aparte de dar el diezmo.
Hay muchos de los que siguen el sistema de dar el diezmo que han tenido gran bendición por ello y una prosperidad en sus negocios de que no habían disfrutado nunca antes de hacerlo. Muchos cristianos que no dan el diezmo se creen que dan más dando libremente, pero han encontrado que al calcular exactamente el diezmo de sus ingresos dan más por este sistema de lo que hacían antes.
“La regla de tres” que da Pablo a la iglesia de Corinto hablando de la colección para los cristianos pobres de Jerusalén, contiene algunos principios de dar que pueden ayudar: “(1) Cada primer día de la semana (2) cada uno de vosotros aparte en su casa (3) lo que por la bondad de Dios pudiere” (1 Corintios 16:2).
¿Nos enseña Mateo 5:42 que todo cristiano debe dar dinero a todo el que se lo pidiere, si es que lo lleva en el bolsillo?
Mateo 5:42 sin duda nos enseña que todo discípulo de Jesús debe dar a cualquiera que le pida, pero no nos dice que lo que debemos dar es necesariamente dinero. En Hechos 3:2-4, vemos que cuando el cojo de la Puerta Hermosa pidió limosna a Pedro y a Juan, éstos no le dieron dinero sino que le dieron algo mejor. En 2 Tesalonicenses 3:10 Pablo dice claramente: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.” Esto no significa que no hayamos de dar limosna a un mendigo, pero sí que debemos hacerlo discriminando en cada caso.
Inmediatamente después del versículo de Mateo a que nos hemos referido, Jesús nos dice que seamos como nuestro Padre celestial, “que hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos.” Nuestras ofrendas deben ajustarse a la pauta de nuestro Padre celestial. Él da siempre a todo el que le pide, pero no da exactamente aquello que se le pide.
OPORTUNIDAD PARA SALVARSE DESPUES DE LA MUERTE
¿Da Lucas 15:4 una garantía de que Cristo continuará su búsqueda para salvar, después de la muerte, a los perdidos que han tenido aquí ya una oportunidad para arrepentirse y allegarse a él?
De ninguna manera. Todo lo que nos enseña este pasaje es que el pastor va en busca de la oveja perdida hasta que la halla, pero no todos los hombres son “ovejas.” El argumentó que quiere demostrar que este versículo enseña que todos los hombres al final serán salvos se basa en la suposición de que todos los hombres son ovejas. Pero la Palabra de Dios nos enseña claramente que esto no es así. Hay ovejas, pero también hay cabritos (Mateo 25:31-32). Hay ovejas y hay también perros y cerdos (2 Pedro 2:22). Sin duda Cristo encontrará a todas sus ovejas tarde o temprano. La Biblia nos enseña que las encontrará en esta vida, pero también nos enseña que hay hombres que son cabritos y como tales permanecerán hasta el día del juicio final, cuando se les dirá: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles» (Mateo 25:41). Estas son las mismas palabras de Jesús.
¿No nos enseña 1 Pedro 3:18-19 que hay otra oportunidad para salvarse después de la muerte?
De ninguna manera. Lo que enseña es que cuando Cristo padeció en la carne (esto es en su cuerpo) fue vivificado en el espíritu, y que en espíritu fue y predicó a los espíritus encarcelados. Pero, no se nos dice que «los espíritus encarcelados» fueran hombres que habían vivido en la tierra y muerto en sus pecados. Hay razón para suponer que eran los ángeles que habían sido desobedientes en tiempos de Noé (Véase el versículo 20; Génesis 6:1-2; Judas 6, 7; 2 Pedro 2:4). Pero incluso suponiendo que fueran espíritus que habían muerto en sus pecados, no se nos dice que Jesús les predicara el Evangelio. La palabra traducida «predicar» en este pasaje no significa predicar el Evangelio, sino «anunciar.» Hay otra palabra usada con frecuencia en el Nuevo Testamento que significa predicar el Evangelio, y es importante que esta palabra no es usada en este pasaje. Tampoco se nos dice que ninguno de estos «espíritus encarcelados» a quienes Cristo predicó se arrepintiera, o incluso que pudiera arrepentirse. El pasaje nos dice simplemente que fue anunciado el reino en el infierno así como en el cielo.
¿Hay algún pasaje de la Escritura que nos dé garantías de que después de la muerte haya alguna oportunidad para ser salvo?
No hay ninguna.
LA ORACION
¿Cómo sabe Ud. que Dios contesta las oraciones?
En primer lugar porque la Biblia lo dice, y tengo pruebas concluyentes de que la Biblia es la Palabra de Dios sin error, y todo lo que dice sé que es verdadero. La Biblia nos da muchas pruebas de que Dios contesta las oraciones. Por ejemplo, Jesús dice en Mateo 7:11: “Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le piden?» Y de nuevo dice a discípulos que están unidos a él por una fe viva y un amor obediente: “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré (Juan 14:13-14).
Pero, además sé que Dios contesta a las oraciones porque ha contestado a las mías. Una y otra vez, a través de años, he ido pidiendo a Dios cosas que sólo él podía darme, que yo no tenía ninguna probabilidad de alcanzar por mí mismo, y no había dicho palabra alguna a nadie más de mi necesidad, y Dios me dio exactamente lo que yo le pedía. He pedido a veces a Dios cosas específicas, y era tan evidente que si yo las obtenía habían de proceder de él que al hacer la petición había dicho: “Si me das esto no dudaré jamás de ti en tanto que viva,» y Dios me dio exactamente lo que pedía. En una ocasión me dio 6.000 dólares como respuesta a la oración a las dos horas. En otra ocasión, cuando junto con otro pedimos 5.000 dólares para el Instituto Bíblico Moody de Chicago, recibimos una noticia por telegrama de que se habían dado 5.000 dólares por parte de un hombre que vivía a unas mil millas del punto donde se hizo la oración, y cuya existencia ignorábamos por completo y que nunca había dado un céntimo antes para el Instituto Bíblico Moody, ni nunca lo ha dado después. Podría multiplicar los ejemplos de esta clase.
Puede decirse que esto fue una mera coincidencia, pero tal “coincidencia” ha ocurrido tan a menudo y ha habido tan evidente relación entre la oración (la causa) y la respuesta (el efecto), que decir que es coincidencia no es científico.
La historia del orfanatorio de Jorge Müller en Bristol (Inglaterra), donde se han hospedado, vestido y alimentado unos 2,000 niños en respuesta a la oración por un largo período de años, sin solicitar nunca dinero, ni incurrir en ninguna deuda, y sin que haya faltado nunca la comida, aunque a veces parecía hasta el último momento que iría a faltar, es para el investigador objetivo de los hechos una prueba clara de las respuestas de Dios a la oración. Porque el estudiar los hechos relativos al orfanatorio de Jorge Müller y seguir dudando de que Dios conteste a las oraciones no solo significa que la persona que tal hace quiere permanecer voluntariamente en su incredulidad, sino que es falto de sentido científico en su consideración de los hechos demostrados.
¿No es el orar una petición de que Dios cambie las leyes de la naturaleza que el mismo tiene establecidas?
No lo es. Incluso un padre terrenal puede contestar las oraciones de sus hijos sin cambiar las leyes de la naturaleza. Con mucha mayor razón puede el Padre Celestial que hizo estas leyes contestar a la oración. Dios no es el siervo de sus propias leyes, sino viceversa. Si fuera necesario cambiarlas para contestar a la oración podría hacerlo, pero esto no es necesario. Durante largo tiempo yo vivía de oración; todo lo que recibía venía como respuesta a la oración. Yo sé que Dios respondió a mis oraciones, pero no tengo ninguna razón para creer que él tuviera que quebrantar ninguna ley de la naturaleza para hacerlo. Las leyes de la naturaleza no gobiernan a Dios sino que son un modo de actuar de Dios, establecido y fijado de acuerdo con su libre elección.
¿Por qué hemos de pedir a Dios por nuestras necesidades si él las conoce de antemano?
Porque él lo ha mandado (Filipenses 4:6), y porque de esta forma se nos enseña lo que necesitamos saber, ante todo nuestra absoluta dependencia de Dios. Hay muchas cosas que incluso un padre terrenal daría a sus hijos si se las pidieran, pero que no se las da si no se las piden. Es para el bien de los hijos que se les requiere que pidan. Por mi parte estoy muy contento de que haya algunas cosas que Dios no me ha concedido hasta que se las he pedido.
¿A quién debe ser dirigida propiamente la oración? ¿Tan sólo a Dios Padre? ¿Está bien orar a Jesucristo y al Espíritu Santo?
El orden normal de la oración es al Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu (Efesios 2:18). Es por medio de Jesucristo que nos allegamos al Padre (Hebreos 7:25). Dios el Padre es la persona final de la oración.
Pero hay abundantes apoyos en la Escritura para orar a Jesucristo. En Hechos 7:59, estando Esteban lleno del Espíritu Santo, vemos que invoca al Señor Jesús. En 2 Corintios 12:8-9 Pablo nos dice que rogó al Señor por tres veces por una cosa, y los contextos nos muestran que al decir Señor se refiere a Cristo. En 2 Timoteo 2:22 se habla de los cristianos como “los que invocan al Señor,” y en 4:8 de la misma epístola se muestra que con la palabra “Señor” se significa Jesucristo. En 1 Corintios 1:2 se describe a los cristianos como los que “invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” En Romanos 10:12-13 se nos dice que el mismo que es Señor de todos, rico es para con todos los que le invocan, y en el versículo 9 se nos dice que el Señor del cual habla Pablo es Jesucristo.
Sólo hay registrada en la Biblia una oración dirigida al Espíritu Santo (Ezequiel 37:9), pero de la comunión del Espíritu Santo se habla en 2 Corintios 13:14. Además, Jesús enseñó que después de su partida, vendría a tomar su lugar otro Consolador, y que este Consolador es el Espíritu Santo (Juan 14:16-17; 15:26). Dependemos del Espíritu Santo en todas las cosas, de manera que debemos estar pendientes de él, lo que implica oración. Con todo, son el Padre y el Hijo los que dan el Espíritu Santo (Juan 15:26; Hechos 2:33) y parece que si lo deseamos, en vez de orar directamente a él, debemos pedirle al Padre o al Hijo.
¿Por qué no son contestadas todas nuestras oraciones?
Por varias razones. Algunas de nuestras oraciones no son contestadas porque no somos justos delante de Dios ni estamos en una situación en que él pueda contestar nuestra oración.
Algunas no son contestadas porque no son ofrecidas en el nombre de Jesucristo, esto es, no se hacen depender de sus derechos delante de Dios, sino de los nuestros. Nosotros no tenemos derecho de exigir nada a Dios. Si nos acercamos a él bastándonos en nuestros propios méritos, nada obtendremos.
Algunas de nuestras oraciones no son contestadas porque no son sensatas, y por tanto no están de acuerdo con la voluntad de Dios (1 Juan 5:14-15).
Algunas de nuestras oraciones no son contestadas porque no persistimos en la oración (Lucas 11:5-10; 18:1-8).
Santiago dice (4:2-3): “No tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.”
Si el Señor no contestara las oraciones de Ud., ¿qué le parece que sería el estorbo? ¿Podría ser Ud. mismo?
Con toda seguridad. Iría a solas con Dios y le pediría que me escudriñara mediante su Espíritu y su Palabra. Si él me mostrara algo que le fuera desagradable, confesaría mi pecado para que fuese quitado. Si nada saliera a la luz, seguiría orando, porque he aprendido que Dios no nos da siempre lo mejor la primera vez que se lo pedimos, pero que pone a prueba y desarrolla nuestra fe y nos enseña a ser perseverantes por hacemos esperar. Cuantos más años tengo, más comprendo que la enseñanza de Lucas 18:1 (“Es necesario orar siempre, y no desmayar”) es de la mayor importancia y que debe entrar profundamente en nuestros corazones.
Hubo un tiempo en que Dios no contestaba a mis oraciones. Yo vivía por fe. Todo lo que recibía llegaba como respuesta a la oración, pero las provisiones dejaron de llegar. Clamé a Dios, pero no hubo respuesta. Entonces me presenté ante Dios y le pedí que escudriñara mi corazón y me mostrara lo que hubiera en mi vida que le fuera desagradable. Él me mostró algo que ya me había preocupado, pero que yo no quise admitir que fuera pecado. Aquella noche dije: “Oh Dios, si esto es pecaminoso yo renuncio a ello”; pero no hubo respuesta. En el fondo de mi corazón yo sabía desde un principio que era pecaminoso. Entonces dije: “Oh Dios, esto es malo, es pecado, renuncio a ello.” Entonces vino la respuesta. La falta estaba en mí, no en Dios. Nada hay que complazca más a Dios que el contestar nuestras oraciones.
¿Cómo debo orar para conseguir lo que pido?
En primer lugar debe Ud. llenar las exigencias que requiere la Biblia de aquellos cuyas oraciones han de ser contestadas, es decir, debe creer en Jesucristo con fe viva y mostrar la realidad de esta fe por medio de una vida de obediencia diaria a su voluntad (Juan 14:13-15; 15:7; 1 Juan 3:22).
En segundo lugar debe orar al Padre por medio del Hijo en el Espíritu (Efesios 2:18). Mucho de lo que se llama oración no es en verdad oración a Dios. No hay ningún pensamiento de Dios en la mente, ningún acercamiento a Dios en el corazón. Sólo basándonos en la sangre derramada de Jesucristo podemos realmente acercarnos a Dios y estar seguros de que nuestras oraciones han de ser oídas (Hebreos 10:19-20). Sólo es cuando oramos en el Espíritu Santo, esto es, bajo su guía, que oramos de tal forma que podemos tener la seguridad de ser oídos (Judas 20; Romanos 8:26-27).
En tercer lugar debe orar de acuerdo con la voluntad de Dios (1 Juan 5:14-15). Podemos conocer la voluntad de Dios por medio del estudio de la Palabra, que nos ha sido dada para revelarnos la voluntad de Dios, y por medio de la guía del Espíritu. Siempre que pida por algo que esté prometido en la Palabra de Dios, puede estar seguro que es la voluntad de Dios concederlo y que le será dado lo que pide.
En cuarto lugar se debe orar persistentemente (Lucas 11:5-10; 18:1-8). Aquí hay muchos que fallan. No oran hasta el final. Oran una o dos veces y después consideran que no es la voluntad de Dios si no lo obtienen. Dios nos pide aquella fe perseverante que no considera que el “no” sea una respuesta. Muchas personas oran y oran hasta que están a punto de alcanzar una cosa, y entonces fracasan por que dejan de orar.
EL PECADO ORIGINAL
¿Qué es el pecado original y cómo puede ser justo que seamos hechos culpables del mismo?
La expresión “pecado original” se usa hoy en día en una variedad de sentidos, generalmente inexactos. Hablando estrictamente, el pecado original fue el pecado en el cual se originaron todos los demás, esto es el de Adán y Eva en el jardín del Edén.
Es justo considerarnos culpables de este pecado, en primer lugar porque nosotros estábamos todos en Adán cuando él lo cometió, y en segundo lugar porque Adán, que era toda la raza tal como existía entonces, pecó como representante nuestro y nosotros hemos pecado en él (Romanos 5:12). Pero cuando Jesús vino como segundo Adán, fue también nuestro representante, el representante de la raza entera, el hijo del hombre, y cuando él cumplió de modo perfecto la ley de Dios, lo hizo como representante nuestro y con su muerte expiatoria nos libró de la culpa del pecado cometido en Adán (Romanos 5:15, 16, 18). Nadie se pierde por el pecado de Adán. El que se pierde, se pierde simplemente porque no acepta al segundo Adán.
El plan de Dios de considerarnos culpables en el pecado de Adán es mucho más misericordioso que si cada uno tuviera que responder por sí mismo. En este caso todos habríamos hecho lo mismo que Adán, habríamos pecado y no habría habido esperanza; pero por hacer sido el primer Adán nuestro representante, el segundo Adán podía también representarnos a todos, y él hizo por nosotros lo que ninguno habría podido hacer por sí mismo: guardó de un modo perfecto la ley de Dios, y murió por nosotros que la hablamos quebrantado, no sólo en el pecado de Adán, sino con nuestra transgresión personal. La profundidad de la misericordia y la sabiduría del plan de Dios nos llenará de admiración y alabanza por toda la eternidad.
EL PERDON DE LOS PECADOS
¿Qué significa Juan 20:23: “A los que remitiereis los pecados, les son remitidos: a quienes los retuviereis, serán retenidos”? Un católico romano me dijo que este pasaje enseña que el sacerdote tiene poder en la tierra para perdonar pecados. ¿Es esto así?
El significado de este versículo es muy claro si Ud. se da cuenta exacta de lo que dice y de los puntos en relación con los cuales Jesús lo dijo. En el versículo precedente se nos dice que Jesús sopló y les ordenó que tomaran el Espíritu Santo. Luego les dijo, “A los que remitiereis los pecados, les son remitidos: a quienes los retuviereis, serán retenidos.” En otras palabras, Jesús enseñó que cada discípulo que ha recibido el Espíritu Santo tiene poder de discernimiento espiritual para distinguir si un arrepentimiento es verdadero o no, y de este modo los pecados de aquellos que estos discípulos llenos del Espíritu Santo declaran perdonados, lo son realmente.
La promesa no fue hecha a un sacerdote oficial sino a los discípulos que habían sido llenados del Espíritu Santo. Si un sacerdote estuviera lleno del Espíritu Santo, sin duda recibiría este discernimiento espiritual, pero una persona que no es sacerdote (prescindiendo del sentido en que todos los creyentes son sacerdotes) y que ha recibido al Espíritu Santo, puede tener este discernimiento espiritual. A veces un hombre lleno del Espíritu Santo sabe que un pretendido arrepentimiento de otro no es genuino, y por ello puede decirlo al tal que sus pecados no son perdonados, y realmente no lo son. Otras veces verá que el arrepentimiento y la fe son genuinos y declarará al hombre que sus pecados son perdonados.
Pedro, lleno del Espíritu Santo, ejerció este poder en Hechos 8:20-23. Pablo, lleno del Espíritu Santo, lo ejerció en Hechos 13:9-11. Y muchos humildes creyentes tienen este discernimiento concedido por el Espíritu en nuestros días. No hay ninguna mención de sacerdotes en este pasaje, y nada en que pueda apoyarse la Iglesia Católica para probar que el sacerdote tiene poder en la tierra para perdonar pecados.
LA PERFECCION SIN PECADO
¿Se halla en la Escritura la doctrina de la perfección sin pecado? ¿Cómo puede reconciliarse 1 Juan 3:6, 9 y otros pasajes análogos de esta epístola con 1 Juan 1:8-10?
Pueden reconciliarse adecuadamente si se para mientes en lo que dice Juan de un modo exacto.
En 1 Juan 3:6 dice: “Cualquiera que permanece en él (esto es en Cristo) no peca,” literalmente, “no está pecando,” esto es, no está practicando pecado. El verbo está en tiempo presente, lo que denota continuidad de la acción presente. Juan no dice que no peca nunca, sino que no hace una práctica del pecado, que no continúa pecando. (Este es el sentido exacto de la palabra original.)
Lo mismo puede decirse de 1 Juan 3:9, cuya traducción literal es: “Cualquiera que es nacido de Dios no hace pecado (esto es, no hace una práctica del pecado), porque su simiente (esto es la simiente de Dios) habita en él y no puede pecar (hacer una práctica del pecado) porque es nacido de Dios.”
Hemos de recordar también la definición que nos da Juan del pecado, en el versículo 4 de este mismo capítulo: «El pecado es transgresión de la ley.» En el sentido usado por Juan aquí, el pecado es un acto consciente que se sabe contrario a la voluntad de Dios. Naturalmente el que es nacido de Dios puede hacer lo contrario de la voluntad de Dios ignorando que sea contrario a la voluntad de Dios, y por tanto no peca en el sentido estricto que se da a la palabra “pecado» en este pasaje. Después, cuando conozca la voluntad de Dios, verá que aquello era malo, lo confesará y será perdonado, pero cualquiera que es nacido de Dios no hará una práctica de actos que sepa contrarios a la voluntad de Dios.
Se ve claro que no hay contradicción alguna entre lo que Juan dice aquí y lo que dice en su primera epístola, 1:8 y 10.
En el primero de estos versículos dice: “Si dijéremos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y no hay verdad en nosotros.» Esto no significa que el que diga que en este instante no está pecando, que no está haciendo nada contrario a la voluntad de Dios, se engaña a sí mismo; porque hay momentos, ciertamente, en que podemos decir que no estamos haciendo nada que sabemos ser contrario a la voluntad de Dios. Pero lo que dice Juan es que si un hombre afirma que no tiene pecados por perdonar, por ser limpiados por la sangre de Jesús (véase el contexto), es decir, que nunca ha pecado, se engaña a sí mismo, y no hay verdad en él.
En el vers. 10 añade Juan otro pensamiento más: «Si dijéremos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros,» esto aparte de que nos engañamos a nosotros mismos. Pueda que un hombre no esté pecando en un determinado momento, y sin duda si es nacido de Dios no pecará a sabiendas en este momento dado, pero sin embargo ha pecado en el pasado, y si dice que no, hace a Dios mentiroso y su palabra no está en él. Aquí la reconciliación de esta contradicción aparente de la Biblia, como la de cualquier otra, se encuentra con tomar de modo exacto lo que dicen los autores inspirados.
LA PROSPERIDAD DE LOS MALOS
¿Cómo es que un Dios santo y justo permite que los malos prosperen, en tanto que los buenos se ven a menudo en la miseria?
Lo que llamamos prosperidad es a menudo una maldición, en tanto que la pobreza es a menudo una gran bendición. Dios permite a los buenos que sufran pobreza porque es lo que más necesitan, teniendo en cuenta todas las circunstancias. Una de las cosas por las que doy frecuentes gracias a Dios es que la gran riqueza que esperaba heredar de mi padre nunca llegó a mis manos, y que por un tiempo tuve que sufrir una extrema pobreza. Sé lo que significa vivir en un país extranjero con esposa e hijo, en una ciudad extraña donde hablaban una lengua extraña, con todo el dinero agotado. Ahora doy gracias a Dios por ello. Podría haberme parecido duro en ese tiempo, pero me acarreó una gran bendición. La pobreza acerca a Dios, hace sentir más profundamente la dependencia de uno con respecto a Dios. No es algo que debe ser temido, sino por lo cual se deben dar gracias a Dios.
El salmista se halló también perplejo por esta dificultad. Dice en el Salmo 73:3: «Porque tuve envidia de los insensatos, viendo la prosperidad de los impíos,» y en los versículos 12 y 13 añade: «He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia.» Pero más adelante nos dice que su perplejidad tuvo fin, cuando entró en el santuario de Dios, cuando alcanzó comunión con él. El misterio le fue entonces explicado; vio claramente el fin de los malos y que su prosperidad duraba sólo un momento, y cómo fueron puestos en deslizaderos y en asolamientos en un punto. Por otra parte, descubrió algo acerca de sí mismo y de los justos en general, que incluso en su pobreza estaban continuamente con Dios, y que Dios los sostenía con su diestra; que aquí en este mundo de tribulación y prueba son guiados según su consejo, y que cuando salgan purificados por el fuego, serán recibidos en gloria (Salmo 73:24).
La mayor parte de la dificultad surge del hecho de que olvidamos que este mundo no lo es todo, que es una breve y simple preparación para el mundo futuro y eterno, que es feliz el hombre cuya porción es aquí miserable pero abundante en la vida eterna, en tanto que es desgraciado, ciertamente, aquel que recibió sus bienes en esta vida y sus males en la vida eterna (Lucas 16:25).
EL PURGATORIO
¿Se encuentra en las Escrituras la doctrina del purgatorio?
Las Escrituras nos enseñan acerca de un estado intermedio después de la muerte, pero esto no es el purgatorio. Véanse los títulos «La vida futura» y «Oportunidad para salvarse después de la muerte.»
¿QUE HARIA JESUS?
¿Debería ser la expresión “¿Qué haría Jesús?” una guía practicada por el cristiano hoy en día?
Ciertamente, y es la única guía. Leemos en 1 Juan 2:6: «El que dice que está en él, debe andar como él anduvo.» La guía de la vida del cristiano, no son los diez mandamientos, ni aun la Regla de Oro, sino Jesús mismo. El mismo Señor Jesús dio una nueva ley a sus discípulos que incluía la antigua, pero iba un poco más lejos. La nueva ley fue la siguiente: «Que os améis unos a otros como os he amado, que también os améis los unos a los otros» (Juan 13:34). Si estudiamos la vida de Jesús y vemos lo que hizo en las circunstancias en que vivió cuando estaba en la tierra, bajo la enseñanza del Espíritu podemos decidir lo que él haría si estuviera en nuestras circunstancias hoy. Lo que debe preguntarse un cristiano hoy no es «¿Qué hacen otros cristianos?» o bien «¿Qué me dicen otros cristianos que haga?” sino “¿Qué querría Jesús que hiciera, y qué haría Jesús mismo?»
RECOMPENSAS
¿Tiene base bíblica el pensar que un cristiano ha de laborar para obtener recompensa?
Ciertamente. La Biblia nos muestra que hay recompensa temporal y eterna para los servidores fieles. Nuestro Señor Jesucristo habla de “hacernos tesoros en el cielo» (Mateo 6:19-21). El cristiano no debe servir simplemente por la recompensa sino por amor a Jesucristo, pero tiene derecho a esperar esta recompensa, que constituye además un incentivo para el servicio fiel.
LA RELIGION
¿Qué importancia tiene el que un hombre profese una u otra religión en tanto que lo haga de la forma que pueda?
Tiene una importancia decisiva. El Cristianismo es verdadero; las otras religiones, aunque tengan elementos de verdad, son falsas. Una mentira no deja de serlo porque la creemos con toda sinceridad. Realmente, cuanto más sinceramente y de corazón creamos una mentira más descarriados andaremos. Yo puedo creer que el veneno es un alimento, creerlo sinceramente, pero causará mi muerte lo mismo si creo que es alimento que si sé que es veneno. Si me equivoco de tren, por más que crea sinceramente que me ha de llevar a la destinación que deseo, no llegaré allí. Es sólo la verdad la que me hace libre cuando la creo, y por más que sea sincero en la fe que tengo, si ésta es errónea, no me hará libre. En verdad, cuanto más sinceramente creo un error tanto más quedo esclavizado.
El pensamiento de que no hay ninguna diferencia en lo que un hombre cree con tal que lo haga sinceramente es el más disparatado que podríamos hallar en el mundo de nuestros días. Lo que un hombre cree realmente determina lo que el hombre es; y si cree un error estará en el error, no solamente para la otra vida sino en ésta, aunque sea sincero en sus creencias.
LA RESURRECCION DEL CUERPO
¿Cómo es posible que hayamos de resucitar con el mismo cuerpo que teníamos sobre la tierra?
Esto no es posible. La Biblia no enseña que hayamos de resucitar con el mismo cuerpo que teníamos sobre la tierra. Nos enseña claramente que no resucitaremos con el mismo cuerpo. En 1 Corintios 15:37-38 se nos dice claramente: “Y lo que siembras, no siembras el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, acaso de trigo, o de otro grano; mas Dios le da el cuerpo como quiso, y a cada simiente su propio cuerpo.” En el versículo 42 leemos: “Así también es la resurrección de los muertos.” Según el contexto muestra claramente, la resurrección de los muertos puede ser ilustrada con la siembra de una semilla que se levanta con un cuerpo distinto. El cuerpo que surge no es el que fue enterrado, pero procede de él. La Biblia nos enseña claramente que habrá una resurrección del cuerpo, pero no del mismo cuerpo que fue puesto en la tumba (es decir, no compuesto exactamente con los mismos elementos materiales), pero sin embargo un cuerpo, un cuerpo real. Los cuerpos que tenemos ahora están sembrados en corrupción, pero serán levantados en incorrupción; están sembrados en vergüenza, pero se levantarán en gloria; están sembrados en flaqueza, pero se levantarán con potencia; están sembrados en cuerpo animal, pero resucitarán en cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal y hay cuerpo espiritual (1 Corintios 15:42-44).
¿Qué clase de cuerpo tendremos en la resurrección?
No será de carne y sangre (1 Corintios 15:50-51), pero por otra parte no será de puro espíritu, sino que tendrá carne y huesos (Lucas 24:39). Será incorruptible, no sujeto a destrucción; será glorioso y potente (1 Corintios 15:42-43). El cansancio y la debilidad se acabarán para siempre. El cuerpo será capaz de realizar todos los propósitos del espíritu. Será luminoso, brillante, resplandeciente como el sol (Mateo 13:43; Daniel 12:3; comparar con Mateo 17:2; Lucas 9:29). Los cuerpos de resurrección serán diferentes unos de otros (1 Corintios 15:41-42). El cuerpo de resurrección será la consumación del acto de nuestra adopción, de ser nosotros colocados en el lugar de hijos (Romanos 8:23). En nuestro cuerpo de resurrección se manifestará externamente que somos hijos de Dios. Antes de su encarnación Cristo estaba «en forma de Dios» (Filipenses 2:6), esto es, en apariencia visible de Dios. La palabra traducida en este pasaje por «forma» significa algo captado con los ojos corporales. Así también tendremos nosotros en la resurrección la apariencia visible de Dios (comparar Colosenses 3:4; 1 Juan 3:2).
LA SANTIFICACION
Algunos enseñan que un cristiano es santificado instantáneamente, mientras otros declaran que es un proceso gradual, a cuya perfección se llega sólo en el cielo. ¿Qué enseña la Biblia a este respecto?
La Biblia enseña que cada cristiano es santificado en el mismo instante en que cree en Jesucristo (1 Corintios 1:2; 6:11). En el momento, en que se entra a formar parte de la iglesia de Dios por la fe en Jesucristo, es santificado. Por medio del ofrecimiento del cuerpo de Cristo una vez para siempre, somos limpiados para siempre de toda culpa del pecado. Somos «hechos perfectos para siempre» en lo que se refiere a nuestra posición ante Dios (Hebreos 10:10, 14). No tiene que ser repetido el sacrificio como lo eran los de los judíos. La obra es hecha una vez para siempre. El pecado es quitado para siempre (compárese Hebreos 9:26 con Gálatas 3:13), y somos puestos aparte (santificados) para siempre como posesión propia y eterna de Dios. En este sentido cada cristiano es santificado instantáneamente en el momento en que cree en Cristo.
Pero hay otro sentido todavía, según el cual puede un cristiano ser santificado al instante. Es su deber y su privilegio el presentar su cuerpo en sacrificio vivo a Dios (Romanos 12:1). Una oferta semejante es agradable a Dios, y cuando es hecha Dios hace descender el fuego del Espíritu Santo y toma para sí lo que de esta manera le es presentado. Entonces instantáneamente el creyente está por completo en las manos de Dios, en lo que se refiere a su voluntad, o sea que es santificado de un modo perfecto.
Sin embargo, una vez ha sido santificado de un modo perfecto en este sentido, puede descubrir, y sin duda lo hace muy frecuentemente, a medida que va estudiando la Palabra de Dios y es enseñado por el Espíritu Santo, que hay hechos individuales y costumbres en su vida, que hay sentimientos, formas de lenguaje y de acción, que no están en conformidad con este propósito central de su vida. Todos ellos deben ser confesados a Dios como indignos, y abandonados, y entonces esta parte de su vida también es llevada por el Espíritu Santo a conformidad con la voluntad de Dios, según se revela en su Palabra. Pero la victoria en este territorio recién descubierto puede ser también instantánea, sin necesidad de una lucha prolongada. Por ejemplo, si yo descubro en mí mismo una irritabilidad de carácter que es manifiestamente desagradable a Dios, podría ir a Dios enseguida, confesarla y renunciar a ella, y en un instante, no por mi propio poder, sino confiando en Jesús y rindiendo esta característica de mi vida al gobierno del Espíritu Santo, vencerla y nunca más volver a caer en esta falta.
Pero aunque haya una santificación instantánea en este sentido, que puede apropiarse cada hijo de Dios, hay también una obra progresiva de santificación, un aumento de amor, un abundar más y más en el andar piadoso y en agradar a Dios, un crecimiento en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, un ser transformados a la imagen de nuestro Señor Jesucristo de gloria en gloria, cada mirada que a él dirigimos haciéndonos más semejantes a él, un crecer en Cristo en todas las cosas hasta que lleguemos al varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo (1 Tesalonicenses 3:12; 4:1-10; 2 Pedro 3:18; 2 Corintios 3:18; Efesios 4:11-15).
La santidad será completada en su pleno sentido cuando venga Jesús de nuevo (1 Tesalonicenses 5:23; 3:12-13).
En este sentido hemos de ser santificados enteramente, no en esta vida ni en la muerte, sino cuando venga Cristo otra vez.
LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO
¿Enseña la Biblia que Cristo volverá a esta tierra personalmente y de modo visible?
Sí lo enseña. Nada hay más claramente enseñado en la Biblia que la doctrina de que Cristo Jesús volverá a la tierra, personal, corporal y visiblemente. En Hechos 1:11 los dos varones vestidos de blanco que se pusieron junto a los discípulos cuando ellos, puestos los ojos en el cielo, contemplaban a Jesús que fue arrebatado delante de sus ojos, dijeron: «Este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.» Lo vieron ir al cielo corporal, personal y visiblemente, y así se les dijo que volvería, de la misma manera que se había ido.
Se ha intentado por parte de los que niegan el retorno personal de nuestro Señor hacer ver que las palabras “de la misma manera” significan “con igual certeza,” pero las palabras griegas traducidas “así como” no permiten tal interpretación. Nunca se las usa con tal sentido. Traducidas literalmente significan, “así, en la manera que,” y no se usan para describir otra cosa que la manera precisa en que una cosa es hecha. Jesucristo volverá exactamente de la manera que los discípulos vieron que se marchaba personal, corporal y visiblemente.
La misma verdad es enseñada en Juan 14:3; 1 Tesalonicenses 4:16-17; y en muchos otros pasajes. En Hebreos 9:29 se nos enseña: “Así también Cristo fue ofrecido una vez para agotar los pecados de muchos; y la segunda vez, sin pecado, será visto de los que le esperan para salud.” La palabra traducida “será visto” no se usa para otra cosa sino el ver con los ojos. En Apocalipsis 1:7 leemos: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra se lamentarán sobre él.”
Estas claras promesas no pueden ser referidas a la venida de Cristo en el Espíritu Santo, tal como algunos dicen si las interpretamos rectamente. La venida del Espíritu Santo el Espíritu Santo es en el sentido real la venida de Cristo (véase Juan 14:15-18, 21-23), pero no es la venida a que se refieren estos pasajes. No pueden interpretarse éstos así a menos que se tergiversen las sencillas palabras de Dios.
Tampoco se refieren estos pasajes a la venida de Cristo para recibir a cada creyente en el momento de su muerte, ya que los detalles que aquí se nos dan no se ajustan a la muerte del creyente.
Tampoco se refieren a la venida de Cristo en la destrucción de Jerusalén. La destrucción de Jerusalén fue, en un sentido, anticipo, profecía y tipo del juicio del fin del siglo, y por tanto en Mateo 24 y Marcos 13 los dos acontecimientos son descritos en relación el uno con el otro. Pero el juicio de Dios sobre Jerusalén claramente no es el acontecimiento a que se refieren los pasajes antes citados. Después de la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, y después de la destrucción de Jerusalén, la segunda venida de Jesucristo, que con tanta frecuencia se menciona en el Nuevo Testamento, es la gran esperanza de la iglesia, y se nos habla de ella como algo que ha de tener lugar en el futuro. (Véase, por ejemplo Juan 21:22-23; Apocalipsis 1:7; 22:20.)
¿De qué forma vendrá Cristo Jesús otra vez?
Como se ha dicho antes, volverá personal, visible y corporalmente. Pero además de esto lo hará con gran notoriedad (Mateo 24:26-27; Apocalipsis 1:7). De vez en cuando va apareciendo en algún rincón de la tierra alguien que es anunciado como Cristo en su segunda venida, pero estos Cristos “de puertas adentro” y “de rincones oscuros” son falsos Cristos cuya venida ha sido predicha desde largo tiempo. La segunda venida de Cristo tendrá lugar en las nubes con grande poder y gloria (Mateo 24:30). Será en la gloria de su Padre con sus santos ángeles (Mateo 16:27, Marcos 8:38; 2 Tesalonicenses 1:7). Vendrá sin ser anunciado, de modo inesperado y súbito (Apocalipsis 16:15; 1 Tesalonicenses 5:2-3; Mateo 24:37-39; Lucas 21:34-35).
¿Cree Ud. que la segunda venida de Cristo está muy cercana? Si es así, ¿por qué? ¿Cómo deberíamos prepararnos para recibirle?
Por lo que a mí se refiere, creo que nuestro Señor puede volver en cualquier momento. No ha sido predicho en la Santa Escritura ningún acontecimiento que deba ocurrir antes de que Jesús vuelva para arrebatar a los suyos, aunque parece que hay algunos que habrán de ocurrir antes de que él vuelva a la tierra con sus santos (2 Tesalonicenses 2:2-4, 8). Por lo que sabemos, puede venir en cualquier momento a buscar a los creyentes, y nos ha mandado que estemos siempre dispuestos, porque vendrá en el momento más inesperado (Mateo 24:44).
Además, parecen haber indicaciones de que su venida es cercana. 2 Timoteo 3:1-5 nos da una fiel descripción de nuestros tiempos. El aumento de la incredulidad en la iglesia que profesa serlo y en el púlpito, el creciente descontento en el mundo social y político, el aparentemente rápido desarrollo del Anticristo, todas estas cosas parecen señalar la cercana vuelta de nuestro Señor. Pero debemos tener presente que también los hombres de Dios y los estudiosos de la Biblia de tiempos pasados habían pensado que la vuelta del Señor estaba muy cercana, y por cierto lo estaba y no se equivocaban. Los que se equivocaban eran los que pensaban que estaba tan lejana que no dejaron que su expectativa influyera en sus vidas.
Hoy día los corazones de los hombres están “secándose a causa del temor y expectación de las cosas que sobrevendrán a la redondez de la tierra” (Lucas 21:26). Pero cuando el creyente verdadero y estudiante inteligente de la Palabra vea que estas cosas empiezan a acontecer, no temblará sino que mirará arriba levantando en alto su cabeza porque sabe que su redención está cerca (Lucas 21:28). Debemos ceñir nuestros lomos y procurar que nuestras lámparas estén encendidas, siendo cual hombres que esperan que su Señor vuelva de las bodas, a fin de que cuando regrese y llame puedan abrirle inmediatamente (Lucas 12:25-36).
¿Cuál es la explicación lógica y adecuada de Mateo 16:28, donde Jesús dice: «De cierto os digo: hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su reino?
La respuesta a esta pregunta es evidente al que lee a continuación, prescindiendo de la división entre el capítulo 16 y el 17 del Evangelio de S. Mateo. La división en capítulos no se halla en las Escrituras originales, sino que es una adición ulterior y a veces es hecha de un modo ilógico, como se ve en este caso.
Después de citar estas palabras, Mateo sigue describiendo la transfiguración de Cristo. En esta transfiguración Jesús, el Hijo del hombre, fue visto viniendo en su reino. Se manifestó en la gloria que propiamente le pertenecía. Si las cosas hubieran seguido su curso natural, habría sido glorificado en aquel momento y lugar, sin pasar por la muerte, pero él volvió la espalda a esta gloria y descendió del monte para afrontar la terrible tragedia de su muerte, única forma en que podía redimir al hombre. Fue de su muerte (su muerte propiciatoria) que Moisés y Elías hablaron con él cuando aparecieron con él en gloria (Lucas 9:31). En esta transfiguración, contemplada por algunos que estaban junto a él cuando pronunció las palabras que hallamos en Mateo 16:28, vieron al Hijo del hombre viniendo en su reino.
EL ANTICRISTO
¿Quién es el Anticristo, y cuándo aparecerá?
El Anticristo será una persona en la cual culminará la resistencia de Satanás hacia Cristo y su reinado. Será un hombre, pero un hombre en quien Satanás entrará en tal plenitud que será una verdadera encarnación del mismo. El diablo procura siempre imitar la obra de Dios, y su obra de imitación culminará en imitar la encarnación de Dios en Jesucristo. La venida del Anticristo será según operación de Satanás con grande potencia, y señales, y milagros mentirosos, y con todo engaño de iniquidad (2 Tesalonicenses 2:9-10).
Aparecerá precisamente antes de la venida de Jesucristo, y nuestro Señor lo matará con el espíritu de su boca, y lo destruirá con el resplandor de su venida (2 Tesalonicenses 2:8).
Hay ya muchos anticristos que preparan el camino del Anticristo final y definitivo (1 Juan 2:18). Verdaderamente cada uno que niega al Padre y al Hijo es un anticristo, pero parece que hay una preparación especial para el Anticristo, en el cual todas las fuerzas del mal hallarán colmo. El papado por una parte y el racionalismo y el anarquismo por otra, todos ellos se unirán un día, capitaneados por un hombre dotado especialmente por el diablo, en el cual éste vivirá, y ese hombre será el Anticristo.
LOS SEGUROS
Algunas personas sostienen que los cristianos no debían asegurar sus vidas, propiedades, etc., porque al hacerlo muestran desconfianza en Dios y en su cuidado providencial. ¿Qué enseña la Biblia a este respecto?
La Biblia enseña que no hay ningún conflicto entre la confianza en Dios y la provisión inteligente y sabia para las necesidades del futuro, como podemos ver en Proverbios 6:6-8: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y allega en el tiempo de la siega su mantenimiento.” Cuando Pablo tuvo a seguridad de Dios de que tanto él como los que estaban con él en el barco no perecerían, y creyó plenamente que todo tendría lugar tal como le había sido dicho, sin embargo, cuando los marineros intentaron huir del barco y de esta manera se iba a acrecentar el peligro, Pablo procuró que no pudieran escapar (Hechos 27:23-25, 30-32). Esto no fue un acto de desconfianza de parte de Pablo. Fue simplemente cooperar con Dios en el cumplimiento de la promesa de Dios.
Ahora bien, con respecto a si es inteligente y sabio el hacer provisión para el futuro asegurando uno su vida o sus propiedades, es otro asunto que cada cual debe resolver por sí en oración. Dios promete a cada uno sabiduría para resolver estos asuntos si se la pedimos y llenamos las condiciones de una oración contestada (Santiago 5:1-7). Pero incluso en el caso de que se considerara inconveniente el dispendio de una cantidad determinada para asegurar la propia vida o las propiedades, esto no significa que sería un acto de desconfianza en Dios.
LAS SOCIEDADES SECRETAS
¿Cree Ud. en las sociedades secretas? ¿Cree Ud. prudente hablar de ellas en la predicación?
No creo en las sociedades secretas, y considero que es prudente mostrar a los creyentes jóvenes su peligro. Hay que ser prudente en estas cosas y no dejarse llevar por las modas. Las sociedades secretas son en nuestro país uno de los mayores obstáculos para la iglesia de Jesucristo. Las iglesias en los distritos rurales se llenan con mujeres porque los hombres acuden a las reuniones de sus sociedades, a las que ya empiezan a asistir también mujeres. Sin embargo, la primera cosa que haría no sería emprenderlas contra ellas sino procurar que las personas se conviertan a Jesucristo.
¿Debe un cristiano continuar siendo miembro de una sociedad secreta?
No, no veo cómo pueda hacerlo un cristiano que estudia la Biblia inteligentemente. La Biblia nos dice de un modo muy claro: “No os juntéis en yugo con los infieles: porque ¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2 Corintios 6:14). Las sociedades secretas, en cuanto yo las conozco, sé que están formadas, por lo menos parcialmente, por infieles, esto es, personas que no han aceptado a Cristo y rendido sus voluntades a Dios. A la luz de este mandato expreso de la Palabra de Dios no veo la manera cómo un cristiano puede continuar formando parte de ellas. No puedo decir que los miembros de semejantes sociedades hayan de ser necesariamente infieles, porque he conocido a muchos y excelentes cristianos que eran miembros de sociedades secretas; pero no comprendo cómo puedan continuar siéndolo. Muchos lo hacen porque no tienen instrucción suficiente de la Palabra de Dios sobre este punto.
Además, en algunas sociedades secretas las Escrituras mismas son pervertidas en el ritual. El nombre de Jesucristo es omitido de los pasajes de la Biblia en que es mencionado, a fin de no ofender a los judíos y a los otros no cristianos. No puedo comprender cómo un cristiano pueda continuar siendo miembro de una sociedad que maneja la Palabra de Dios con falsedad, y sobre todo que extirpa el nombre de su Señor y Maestro.
Además de esto, los juramentos requeridos por algunas sociedades secretas tienen un carácter que ofende, y hay muchas ceremonias que son una simple parodia de las verdades bíblicas. Por ejemplo hay hasta una escena simulada de la resurrección.
Además, el cristiano busca la luz; y no las tinieblas (Efesios 5:8, 11-12). Sin duda muchos cristianos que forman parte de sociedades secretas lo hacen con el propósito de ponerse en contacto con sus miembros no cristianos y ganarlos para Cristo, pero esto es una política equivocada. La experiencia demuestra que es más probable que una sociedad secreta ahogue la vida espiritual de un cristiano que no que el cristiano pueda ganar a sus colegas para Cristo.
LAS TRIBULACIONES
¿Vienen las tribulaciones de Dios? ¿Cree Ud. que Dios nos manda las tribulaciones intencionalmente, o que vienen por el orden natural de los acontecimientos?
Lo que llamamos orden natural de los acontecimientos es el orden divino. Dios gobierna todas las cosas. Todos los detalles de nuestra vida están en sus manos y lo que nos parece como natural e inevitable, es una parte de su voluntad, y lo es tanto como lo que nosotros pensamos que procede directamente de su parte.
Dios permite que nos llegue la tribulación algunas veces, no hay duda alguna. Lo permite cuando ve que la necesitamos. Preferiría evitárnosla si viera que no la necesitamos. Si nos sometiéramos a su voluntad no nos sería necesaria la tribulación como una disciplina o un castigo que necesitamos cuando nuestras voluntades no se rinden y nos evitaríamos de esta forma muchas calamidades. Si procuráramos aprender más rápidamente los propósitos de Dios en las tribulaciones que padecemos, seríamos aliviados de ellas mucho más rápidamente. Por ejemplo, hay muchas personas enfermas que recobrarían la salud más pronto si aprendieran la lección que Dios trata de enseñarles por medio de la enfermedad y acudieran a él para su restablecimiento. Sé de personas que atraviesan por tribulaciones por meses y años y que son libradas de ellas súbitamente cuando aprenden a rendir sus voluntades de modo absoluto a Dios y se gozan en su voluntad, sea la que fuere, y miran a él para ser librados por su gloria.
Satanás, como fuente de nuestras tribulaciones, está también bajo el control de Dios. Véanse por ejemplo, los casos de Job 1:12; 2:6 y de Pablo en 1 Corintios 12:7-9.
VICTORIA SOBRE EL PECADO
Yo me convertí hace varios años, pero estoy constantemente cediendo a la tentación. Sé que mis pecados son perdonados, pero ¿hay alguna manera de que pueda obtener victoria sobre el pecado día tras día?
La hay. La salvación que nos ofreció Jesús es triple:
Primero, salvación de la culpa del pecado. Esta la obtenemos por medio de la muerte expiatoria de Cristo en la cruz. Cuando Jesucristo murió en la cruz del Calvario, hizo una expiación perfecta por nuestros pecados, que fueron quitados para siempre (Gálatas 3:13; 2 Corintios 5:21; Hebreos 10:12-14), y en el momento en que le aceptamos, somos salvos de la culpa del pecado. Todo pecado es borrado. Es como si nunca hubiéramos pecado. Nuestra posición ante Dios es perfecta. Estamos justificados ante su vista (Hechos 10:43; 13:38-39; 2 Corintios 5:21).
En segundo lugar, salvación del poder del pecado. Esta la obtenemos por medio de la resurrección de Jesucristo, quien, habiéndose levantado de los muertos y ascendido a la diestra del Padre, vive siempre para interceder por nosotros y puede salvarnos eternamente si nos allegamos a Dios por el (Hebreos 7:25). Por el poder de su resurrección en nuestras vidas él nos da la victoria día tras día sobre el poder de la tentación y del pecado. Habiendo sido reconciliados con Dios por su muerte, ahora estando reconciliados, somos salvos día tras día del poder del pecado por su vida, esto es, por su vida resurrecta (Romanos 5:10).
Además Cristo levantado de los muertos nos imparte su Santo Espíritu, y lo que no podemos hacer con nuestras fuerzas, es decir, vencer el pecado, el Espíritu de Dios que nos es dado por el Cristo resucitado para morar en nosotros, lo realiza por nosotros (Romanos 8:1-4). De manera que para obtener la victoria día tras día sobre el pecado, hemos de cesar de combatirlo con nuestras propias fuerzas y mirar a Cristo resucitado, creyendo que tiene todo poder en el cielo y en la tierra, y que por tanto tiene poder para libertar del poder del pecado, y confiar en él para que lo haga.
Además es necesario rendir nuestra vida entera para que sea gobernada por el Espíritu Santo. Pídale que descienda y tome posesión de todos sus deseos, todos sus propósitos, todos sus planes, todos sus pensamientos. Él lo hará, y dará sus frutos en la vida de Ud. que son: “Amor, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza” (Gálatas 5:22-23.) “Si andamos en el Espíritu,” esto es someter toda nuestra vida a su gobierno, no “satisfaremos la concupiscencia de la carne” (Gálatas 5:16).
Tercero, salvación de la propia presencia del pecado. Esto lo obtendremos cuando Cristo vuelva otra vez. Gozaremos de ello cuando él vuelva y seremos hechos exactamente como él, porque le veremos como él es (1 Juan 3:3).
LA VIDA CRISTIANA
¿Qué consejo da Ud. para conseguir el éxito en la vida cristiana?
Hay siete pasos en el itinerario señalado por la Biblia:
1. Empezar bien. Lo que es empezar bien nos lo dice Juan 1:12: «Mas a todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre.»
Recibe a Cristo como Salvador tuyo que murió por tus pecados. Confía totalmente en él para el perdón de tus pecados. Confía en el hecho que él ha pagado plenamente por la culpa de tu pecado. “Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).
Acéptale como tu Libertador, que te salvará del poder del pecado, que te vivificará, cuando estés muerto en delitos y pecados. No trates de salvarte a ti mismo del poder del pecado, sino confía en él para que lo haga.
Tómale como tu Maestro. No quieras ser guía de ti mismo. Deja que él se enseñoree de ti, rindiéndotele incondicionalmente. La vida de entera rendición es una vida gozosa desde el principio hasta el fin. Si nunca has hecho todo esto y deseas que tu vida cristiana sea un éxito, ve ante Dios a solas, arrodíllate y di: «Todo para Jesús.»
2. Confesar a Cristo públicamente. Mateo 10:32: “Cualquiera pues, que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos.” En Romanos 10:10 leemos: “Porque con el corazón se cree para justicia; mas con la boca se hace confesión para salud.” La vida de confesión es la vida de plena salvación.
3. Estudiar la Palabra. 1 Pedro 2:2: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual, sin engaño, para que por ella crezcáis en salud.” La Palabra de Dios es el alimento del alma, la nutrición de la nueva vida. El que descuida la Palabra no puede progresar mucho en la vida cristiana. Los que viven una vida cristiana progresiva se alimentan en abundancia de la Palabra de Dios.
4. Orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17). El que quiere tener éxito en su vida cristiana debe orar mucho. Es fácil hacerlo; basta con que te pongas a hacerlo.
Conviene fijar horas determinadas para la oración. La regla de David y de Daniel de orar tres veces al día, es buena: “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamare; y él oirá mi voz” (Salmo 55:17); “Y Daniel, cuando supo que la escritura estaba firmada, entróse en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que estaban hacia Jerusalem, hincábase de rodillas tres veces al día, y oraba, y confesaba delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (Daniel 6:10). Empieza el día con hacimiento de gracias y oración: hacimiento de gracias por las misericordias recibidas en el pasado, oración por las necesidades del día presente. Párate en medio del bullicio de la preocupación y de la tentación del día para hacimiento de gracias y para orar. Cierra el día de la misma forma.
Además es conveniente una oración especial en cada tentación, cuando ésta se acerca. Prosigue mirando a Dios. No es necesario estar de rodillas siempre, pero el corazón, sí que debería estarlo.
5. Trabaja para Cristo. Mateo 25:29: “Porque a cualquiera que tuviere, le será dado, y tendrá más; y al que no tuviere, aun lo que tiene le será quitado.” El contexto significa que los que emplean lo que tienen recibirán más, y los que descuidan su obra perderán incluso lo que han recibido. Los cristianos activos, los que emplean sus talentos, sean pocos o muchos, para el servicio de Cristo, son los que progresan en su vida cristiana aquí, y los que oirán más tarde las palabras: “Bien, buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu señor.”
Procura hallar algo que hacer por Cristo y hazlo. Busca el trabajo. Si para ti no hay nada más para hacer que distribuir tratados o invitaciones, hazlo. Procura hacer siempre algo más para Cristo, y recibirás siempre algo más de Cristo.
6. Dar en abundancia. Proverbios 11:25: “El alma liberal será engordada;” 2 Corintios 9:6-8: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama el dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra.” El éxito y el crecimiento en la vida cristiana dependen de un modo muy especial de nuestras liberales ofrendas. Un cristiano tacaño no crece mucho en la fe. Es maravilloso ver cómo un cristiano empieza a crecer empieza a dar.
7. Proseguir adelante. “Hermanos, yo mismo no hago cuenta de haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
Olvida todos los pecados que quedan atrás. Si en algo vuelves a caer, no te desanimes, no renuncies, no des vueltas alrededor de este pecado. Confiésalo al instante. Cree la Palabra de Dios: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad” (1 Juan 1:9). Cree que el pecado está perdonado, olvídalo y sigue adelante. De esta forma Satanás engaña a muchas pobres almas, llenándolas de escrúpulos sobre sus fallos y pecados.
Olvida también las victorias y conquistas del pasado y procura alcanzarlas mayores. También en esto engaña Satanás a muchos de nosotros, privándonos de mayores éxitos. Nos hace pensar en lo que ya hemos obtenido, y procura que nos sintamos satisfechos hasta el punto que nos paramos o incluso retrocedemos. La única seguridad para nosotros consiste en olvidar todas las cosas que están detrás y proseguir adelante. Siempre hay algo mejor delante, hasta que lleguemos “a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).
Muchas, muchas gracias por los escritos; Alentadores y motivadores para seguir el camino del Hijo de Dios y para animarnos a estudiar la Palabra de Dios contenida en la Biblia. Jesús es camino verdad y vida. Amen !
me encanta oir la palabra de dios y tengo una pregunta,porque la iglesia no ensena ,la historia de Lilith y si de eva o estoy blasfemando por mi curiosidad?
PORQUE SOMOSA BAUTISTAS Y PORQUE SOMOS FUNAMENTALISTAS? TENGO SA PREGUNTA GRACIAS