Raquel, la mujer amada

Rebeca, la madre equivocada, tuvo que alejar a su hijo Jacob para evitar la ira de Esaú. Le aconsejó encaminarse hacia la casa de Labán y aprovechar aquel forzoso viaje para elegir esposa en la tierra a la cual se dirigía. Isaac, que en esto era de la misma opinión que Rebeca, despidió a su hijo diciéndole: «No tomes mujer de las hijas de Canaán. Levántate, ve a Padan-aram, a casa de Betuel, padre de tu madre, y toma allí mujer de las hijas de Labán». Gén. 28:1-2

I. NOVIAZGO DE RAQUEL Y JACOB. Génesis 29:1-20

Cuando Jacob llegó a la tierra de la familia de su madre, vio lejos un pozo y al ganado junto a él; en los campos de esa región, desprovistos de arroyos y lagunas, el agua era un elemento precioso y para procurársela los pastores cavaban pozos que cuidaban celosamente. Por lo general eran excavaciones de poca profundidad, sin brocal, y a las cuales se descendía por una pendiente suave; la vertiente misma estaba protegida por una piedra grande, más que todo para evitar que el ganado pudiera caer y ahogarse.

1. Llegada de la pastora

Jacob llegó junto al pozo y trabó conversación con los pastores que estaban allí descansando. Dialogando, supo que aquellas tierras eran las de Labán, y los hombres le señalaron la presencia de una joven hermosa que se acercaba, que era la pastora e hija del dueño del ganado.

El cuidado del ganado, especialmente de las ovejas, fue considerado siempre en las Sagradas Escrituras como un trabajo noble; se nos menciona a Abel como el primer pastor, y otros hombres ilustres de la Biblia tuvieron el mismo oficio. Las mujeres jóvenes, aun aquellas que pertenecían a una familia rica, cuidaban personalmente del ganado de su padre.

El trabajo consistía en llevar los animales a pacer durante el día a lugares donde hubiera pastos abundantes y tiernos, pues los sitios pelados y las hierbas espinosas o duras no convenían y de allí había que alejarlos. Era necesario protegerlo también de los rayos solares ardientes en algunas horas del día, cobijándolos a la sombra de los árboles o de algún peñasco. Para hacerlos beber era menester conducirlos hasta los pozos y quitar la pesada piedra que cubría el agua o acercarlos a los escasos arroyuelos, evitando los de corriente rápida o peligrosa. Siendo las ovejas animales indefensos había que protegerlas de los animales feroces que abundaban en la región. Al llegar la noche, los pastores recogían sus ovejas en lugares seguros, defendidos con cercos de tierra o piedra; allí las revisaban, curaban y vendaban a las enfermas y heridas y luego, mientras unos descansaban, los otros velaban a la luz de las estrellas.

Iban munidos de un largo bastón llamado cayado, con el que espantaban a los animales, separaban las ramas espinosas, y volvían al rebaño las ovejas que imprudentemente se alejaban. Con frecuencia, los perros acompañaban a los pastores. El dueño de las ovejas, o sus hijos, efectuaban estas tareas, pero cuando los rebaños eran muy numerosos, se tomaban asalariados que efectuaban ese trabajo por sueldo, sin poner el amor que acompañaba el cuidado de los amos.

La vida sencilla que llevaban, la contemplación de la naturaleza y el trato con un animal tranquilo y hasta afectuoso como es la oveja, modelaba el carácter de aquellos pastores, favoreciendo su espíritu contemplativo; la calma de los campos les invitaba también a la meditación espiritual y Dios habló a algunos de ellos estando en sus tareas.

En las mujeres, esta vida desprovista de artificios favorecía la buena salud y la belleza incomparable que ésta proporciona, tan distinta a la belleza artificial de las ciudades.

2. Se da a conocer

A esta clase de mujeres pertenecía Raquel, la joven que se acercaba; Jacob llegó hasta ella para ayudarle a abrevar el ganado y luego de un breve diálogo se dio a conocer a la pastora, que era su prima, y no pudiendo contener más su emoción lloró en voz alta. La nostalgia del hogar lejano se hizo sentir, y al recordar la causa que lo había obligado a ello, no pudo evitar las lágrimas. Sin vacilar aceptó la hospitalidad que los padres de Raquel le ofrecieron.

3. Pedida en matrimonio

Cuando ya había transcurrido un mes desde la llegada, Labán preguntó a Jacob: «¿Por ser tú mi hermano me servirás de balde? Dime cuál será tu salario»; y luego continúa el relato diciendo: «Y Labán tenía dos hijas, el nombre de la mayor era Lea y el nombre de la menor Raquel, y los ojos de Lea eran delicados, pero Raquel era de lindo semblante y de hermoso parecer. Y Jacob amó a Raquel y dijo: «Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor. Y Labán respondió: Mejor es que te la dé a ti, y no que la dé a otro hombre: quédate conmigo».

Se acostumbraba dar a los suegros una cantidad de objetos o dinero en el momento de formalizar un compromiso matrimonial. Jacob pertenecía a una familia que hubiera podido ofrecer una elevada suma por la joven elegida, pero él estaba lejos de su hogar y no le era posible volver a él o conseguir que alguno viniera de allí; la precipitación con que hizo su viaje, que no era sino una huida, lo obligó a salir pobre y sin recursos y Jacob carecía de lo necesario para pagar la mujer que había elegido. Los jóvenes pobres desprovistos de fortuna, para satisfacer aquella costumbre se comprometían a servir en la casa de su futuro suegro durante un tiempo más o menos largo.

Jacob tuvo que incluirse en esta categoría y trabajar siete años sin salario para tener derecho de contraer enlace con Raquel, pues ésta era hermosa y pertenecía a una familia rica, condiciones ambas que la valorizaban. Fue este largo servicio a las órdenes de su suegro la primera consecuencia de la falta para con su padre y su hermano.

Los siete años de trabajo le parecieron como pocos días porque la amaba. El amor nacido en el primer momento, que pudo tener su origen en la hermosura del rostro, en lo afable de su trato o simplemente en el deseo de cumplir con la voluntad de sus padres, casándose con una mujer de aquella tierra, resistió los años de prueba y Jacob continuó amando a Raquel.

II. MATRIMONIO DE RAQUEL Y JACOB. Génesis 29:21-28

Transcurrieron los años fijados y Jacob reclamó a Labán su prometida para contraer enlace y entonces, de acuerdo con la práctica, éste hizo una gran fiesta que duró posiblemente siete días, a la que se invitó a los hombres del lugar; de esos banquetes sólo participaba el elemento masculino.

1. Sustitución de la novia

Llegada la última noche de aquella semana de fiesta, el novio entraba en la tienda que le serviría de morada y la novia era acompañada por su padre y un grupo de amigas, que la dejaban a la entrada de la tienda, donde penetraba con la cara completamente cubierta por un espeso velo, que impedía al novio verla. Ninguna joven correcta hubiera dejado de llenar este requisito.

Esta costumbre oriental nos explicará lo sucedido. Jacob, de acuerdo a la práctica, esperaba en la obscuridad; recibió de Labán una joven cubierta por un velo y la introdujo en la parte posterior de la tienda que hacía las veces de dormitorio. Llegada la mañana siguiente, a la luz del nuevo día, advirtió que había sido vilmente burlado por su suegro. La joven con quien se había desposado, no era su amada Raquel, sino Lea, la hermana mayor.

Labán quiso justificar su incorrecto proceder diciendo que era costumbre del lugar casar primero a las hermanas mayores, pero esto no era sino un pretexto, pues en los siete años transcurridos hubiera tenido tiempo sobrado para poner a Jacob al corriente de esa práctica.

Jacob sabia ahora por su propia experiencia lo triste que es verse burlado en sus esperanzas. Con engaño él había despojado a su hermano de la bendición paterna y con engaño lo despojan ahora de la mujer amada.

2. Nueva muestra de amor

La codicia, el deseo de mantener a su servicio a aquel hombre diligente y activo, fue lo que indujo a Labán a mentir, y fue él mismo quien propuso a Jacob, darle a Raquel, su segunda hija, si volvía a ponerse a su servicio por siete años. Como Jacob la amaba no vaciló en aceptar aquella condición dura; no tenía otro remedio si deseaba contraer enlace con la mujer elegida de su corazón. Una semana después se verificó el enlace con Raquel, quedando Jacob al servicio de su suegro.

III. VIDA DE HOGAR

Sin duda alguna aquel doble matrimonio habrá tenido consecuencias poco gratas para la vida familiar. Sabemos que Jacob amó a Raquel mucho más que a su hermana. Los celos, inevitables en este caso, habrán hecho sufrir a las dos mujeres, que por ser hermanas verían agravado el problema de un hogar en esas condiciones.

1. Pena por la falta de hijos. Génesis 30:1; 14 y 15; 22-24

Una sombra entristeció la vida de aquella joven y amada esposa y fue la falta de hijos. Mientras Lea, su hermana se rodeaba de niños, ella seguía solitaria. Amargada clamaba a su esposo: «dame hijos o si no me muero». Este pedido irritaba a Jacob, pues él nada podía hacer para complacerla y le decía: «¿Soy yo acaso Dios que te impidió el fruto de tu vientre?»

Como no se resignaba a seguir siempre sola, resolvió recurrir a un recurso popular en su época. Crecía en los valles de Madián una planta llamada mandrágora; era creencia que su pequeño fruto favorecía la maternidad. Raquel consiguió y usó algunos, pero se vio defraudada, pues no le dieron el resultado que la superstición o los escasos conocimientos científicos le atribuían.

Habían transcurrido los años suficientes como para que Lea fuera madre de seis hijos y una hija, cuando Raquel tuvo el gozo de estrechar entre sus brazos a su primogénito. Leemos: «Y se acordó Dios de Raquel y la oyó Dios». Fue madre de un niño al que llamó José, pensando: «Añádame Jehová otro hijo».

Mientras Raquel torturaba inútilmente a su esposo pidiéndole lo que la naturaleza le había negado, cuando recurrió a los medios supersticiosos o rudimentariamente científicos de su época, continuó anhelando el hijo que no llegaba; sólo cuando clamó a Jehová y llevó su súplica al trono del Todopoderoso y elevó una ferviente plegaria al autor de la vida, fue madre del niño que llegó a ser el preferido de Jacob por sus buenas condiciones morales.

2. Partida de la casa de Labán. Génesis 31

Después de haber servido a Labán durante catorce años para pagar el precio exigido por sus esposas, Jacob empezó a trabajar para labrar su propia fortuna «y se enriqueció el varón muchísimo y tuvo muchas ovejas y siervas y siervos y camellos y asnos». Gén. 30:43.

Los hijos de Labán tuvieron envidia y Jacob notó también que su suegro había cambiado para con él. Resolvió salir de allí y volver a la casa de sus padres, pero hizo esto sólo cuando recibió de Dios la orden siguiente: «Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela: y yo estaré contigo».

Lea y Raquel consintieron de buena gana en acompañarle, porque no estaban conformes con aquel padre que las había vendido a cambio de trabajo. Salieron de la casa de Labán apresuradamente, mientras éste estaba ausente esquilando las ovejas. Jacob subió a sus hijos y a sus mujeres sobre los camellos. Luego puso en camino su ganado y toda su hacienda que había adquirido; esto último representaba seis años de trabajo, pues en total había estado al servicio de Labán veinte años.

Raquel al salir de su casa se apoderó indebidamente de los ídolos de su padre; eran éstos de la clase llamada «theraphin». Se los consideraba como los protectores de la familia y estaban ligados al recuerdo de los antepasados; cuando una familia cambiaba su residencia siempre los llevaba consigo. Se los consultaba para conocer el porvenir y se les pedía la dirección en alguna eventualidad. Cuando Labán notó la partida de Jacob y de sus hijas, salió en persecución de ellos y los alcanzó al cabo de varios días de camino, reprochando a su yerno aquella salida precipitada, que le había privado de despedirse, y reclamó los ídolos que faltaban en su hogar. Jacob ignoraba el hurto y sentenció: «Aquel en cuyo poder hallares tus dioses, no viva», sin sospechar que los había sacado la persona a quien más amaba de entre los que le acompañaban.

Labán procedió a efectuar un prolijo registro de todas las tiendas; la última en revisar fue la de Raquel, pero ésta, pretextando una indisposición, no se puso de pie para saludar al padre. La verdad es que Raquel había ocultado los dioses, que eran siempre pequeños, debajo del asiento y para evitar el registro de aquel lugar mintió a su padre.

No sabemos la causa por la cual Raquel hurtó aquellos dioses. Pudiera ser que ella conservara restos de idolatría, o bien que hubiera querido evitar que su padre continuara adorando aquellos dioses en quien ella no creía más. Sabemos con seguridad que Jacob no participaba de aquella adoración a dioses falsos, pues juntamente con los hurtados por Raquel, reclamó a los siervos los que ellos podían tener en su poder y los enterró debajo de una encina, haciendo lo mismo con los zarcillos que usaban en las orejas y eran considerados como amuletos. Gén. 35:4.

3. Protección especial. Génesis 33:1-7

Jacob había emprendido el regreso, pero recordando las circunstancias que lo alejaron y las amenazas pronunciadas por su hermano, tenía un muy justificado temor, que aumentaba a medida que se acercaba. Debido a esto tomó algunas precauciones para proteger a su familia y en esta ocasión también encontramos señal del amor especial que tenía por Raquel, que en los veinte años transcurridos no había desaparecido.

Dispuso las muchas cosas que llevaba, y al final de la comitiva a su familia, colocando a Raquel y a José en el lugar más protegido, para evitarles el riesgo de la lucha si su hermano, no habiéndolo perdonado, lo atacaba.

Jacob envió mensajeros a saludar humildemente a su hermano, pero al saber que éste venía acompañado por cuatrocientos hombres, pidió a Dios su ayuda y protección. Después le envió un valioso presente, tomando de su ganado lo mejor que tenía y volvió a buscar a Dios y recibió de él una promesa especial de bendición, y el temido momento del encuentro fue en extremo cordial, pues «Esaú corrió a su encuentro y le abrazó y se echó sobre su cuello y le besó y lloraron». Como Esaú preguntara quiénes eran los que le acompañaban, Jacob los fue presentando y así llegó a Raquel el turno de saludar a su cuñado.

4. Muerte y sepultura de Raquel. Gén. 35:16-20

El deseo de Raquel de ser madre de otro hijo se cumplió, pero este segundo le costó la vida. Nacido el niño, la madre, que ya veía cerca de sí a la muerte, exclamó «Benoni», para que ese fuera el nombre de su hijo, lo que significaba «hijo de mi tristeza». El padre le cambió este nombre, que le evocaba una circunstancia tan triste, por el de Benjamín, que significa «hijo de la mano derecha». Este segundo hijo de la amada Raquel, llegó a ser eso para su padre, el apoyo y consuelo de su vejez.

El apesadumbrado esposo dio sepultura a su mujer y señaló su tumba con cariñoso cuidado, tanto que hasta hoy se reconoce el lugar en que fue colocada. Después de este piadoso acto siguió viaje a la casa de su padre, al cual encontró muy anciano.

CONCLUSIÓN

Pensemos en Raquel como la mujer que supo inspirar un gran amor. Su hermosura y todo el atractivo de su persona, despertaron en Jacob un hondo y puro sentimiento que no disminuyó a medida que aumentaba el conocimiento mutuo. El deseo de formar un hogar con ella le animó durante siete años en sus labores y el engaño de su suegro le impulsó a trabajar siete años más.

Jacob tuvo varias esposas, pero Raquel fue siempre la más amada, y sus hijos, José y Benjamín, los preferidos por las condiciones buenas de su carácter, que podemos pensar heredaron de su madre.

Raquel era para Jacob el amor de su juventud, su primer amor, y ese amor que tuvo muchas manifestaciones, duró toda la vida, hasta que la muerte los separó.

CUESTIONARIO

1. ¿Qué aconsejó Isaac a Jacob cuando éste partió hacia la casa de los familiares de su madre?
2. ¿Con quién se encontró y qué condiciones personales tenía esta joven?
3. ¿A qué se dedicaba y en qué consistían esas tareas?
4. ¿Qué condiciones aceptó para poder casarse con ella?
5. ¿En qué forma fue engañado por su suegro?
6. ¿Cuál era el motivo de pena de Raquel y a qué recursos apeló para tener hijos?
7. ¿Cuántos años estuvo Jacob en la casa de su suegro y por qué resolvió salir?
8. ¿Qué hurtó Raquel y a qué recurso apeló para eludir las consecuencias de su acción?
9. ¿Qué prueba que Jacob no practicaba la idolatría?
10. ¿Qué muestra de amor tuvo Jacob para con Raquel cuando estaba cerca de la casa de su padre?
11. ¿En qué circunstancias murió y cuál fue la última manifestación del amor que había unido a estos esposos?

Un capítulo del libro Mujeres de la Bíblia escrito alrededor de 1930

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