«Porque he visto violencia y rencilla en la ciudad. Día y noche la rodean sobre sus muros, e iniquidad y trabajo hay en medio de ella. Maldad hay en medio de ella, y el fraude y el engaño no se apartan de sus plazas». (Salmo 55:9-11)
En el diario «La Nación» del día 17 de junio, 2003 salió un artículo con titulo «La Clase Media Auto Critica Sobre La Corrupción». En parte el artículo se base sobre los resultados de una encuesta entre los alumnos de la Universidad de Buenos Aires. El artículo dice «Los encuestados afirman que no es un problema solo de los políticos; que cada habitante debe modificar sus hábitos cotidianos».
Es fácil echar la culpa sobre los políticos. Sin duda, ellos tienen mucho que arreglar pero el problema tiene raíces más profundas. En gran parte, el problema radica en la mentalidad de la gente. Aun se nota en los niños. Cuando planeamos un juego tenemos que calcular las trampas que algunos van a inventar. Siempre hay algunos que buscan una manera de ganar esquivándose de las reglas. Hay un dicho que dice; «Hecha la ley, hecha la trampa».
Hay los que son prontos en criticar la corrupción en el gobierno pero ellos deben tomar en cuenta la censura de Dios. «Por lo cual eras inexcusable, o hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tu que juzgas haces lo mismo». (Romanos 2:1) Si ellos, con su mentalidad, ocupaban un puesto en el gobierno, ellos también estarían pensando de la forma mejor de sacar provecho.
Para algunos la corrupción llega a ser tanto su costumbre que lo hacen sin darse cuenta. En la escuela los niños se aprovechan de copiar en un examen, «pues todo el mundo lo hace». Aun la maestra tapa los ojos mientras que los alumnos están copiando porque ella queda con buena cara si la mayoría saca buenas notas.
Es desconcertante saber el número de habitantes de cada barrio que están dispuestos a salir y robar cuando se dan cuenta de que están saqueando un supermercado. Los que hacen semejante cosa ni aun tienen la más mínima naturaleza de ser cristianos. Ellos carecen del derecho de quejarse de corrupción en el gobierno.
Cuando el número de los corruptos aumenta los justos tienen razón por preocuparse. El Salmo 11:3 hace la pregunta «Si fueron destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer los justos?» Hay cada vez menos seguridad por causa de la corrupción. Su fin es la anarquía.
Lo que nos hace falta es un cambio de mentalidad hacia la corrupción, empezando de lo más profundo. Había un tiempo cuando el cristianismo servía para frenar la mala inclinación del hombre pero, hoy en día, la gran mayoría de las iglesias dicen poco o nada en cuanto a los valores morales. Algunas tienen temor de perder grandes números de su membresía si exigen normas morales. Otros andan en busca de experiencias emocionales en vez de disciplinarse a desarrollar su carácter. Los colegios no tocan el tema tampoco por temor de ser censurados.
¿Qué hacemos entonces? Las siguientes son algunas sugerencias. «Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios». (I Pedro 4:17) No podemos ser cobardes cuando nos toca enseñar normas morales. Además, nuestras iglesias deben practicar la disciplina cuando hay miembros que están en falta. También podemos animar a nuestros vecinos a ser honestos y elogiarlos cuando sabemos que ellos optaron por hacer lo recto. Debemos enseñar a nuestros hijos y nietos a ser honestos y apartarse del mal camino. Las cosas van de mal en peor cuando los justos no dicen nada. Por último, debemos ser honestos con nosotros mismos. Tal vez somos culpables de algo sin darnos cuenta. Nos conviene orar como David en Salmo 139:23-24, «Examíname, o Dios y conoce mis pensamientos y ve si hay en mi camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.»
Jesús dijo, «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí». (Juan 14:6) Dios guía a los suyos «por sendas de justicia por amor de su nombre». (Salmo 23:3) Para poder hacerlo, hace falta un cambio de corazón. Hay dos versículos en la Biblia que se tratan de esto. «Os dará corazón nuevo y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne». (Ezequiel 36:26) También II Corintios 5:17 dice «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas». ¿Usted ha experimentado esta transformación? Si no, le hace falta el nuevo nacimiento. Es un asunto de arrepentirse de sus pecados y pedir el perdón y la salvación que Cristo hizo posible cuando él murió en la cruz.