1. La respuesta más obvia es que la profecía es parte de la Biblia, parte de la revelación de Dios al hombre. Cristiano, de acuerdo con el sentido de dicho término en el Nuevo Testamento, es aquel que ha venido al conocimiento y al amor de Dios por medio de la fe en los méritos expiatorios de su Hijo Jesús. De aquí que él ama la Palabra de Dios y no tiene la más ligera duda de que la Biblia sea su Palabra.
2. Pero la profecía abarca una gran parte de la Biblia. Generalmente nosotros pensamos en diez y siete libros de profecías que se encuentran en el Antiguo Testamento, desde Isaías hasta Malaquías, y un libro del Nuevo Testamento, la Revelación, exactamente diez y ocho libros por todo: Si esto fuera todo, la tercera parte de la Biblia sería profética; pero no es así. Algunas de las profecías más importantes se encuentran en el pentateuco; los Salmos son proféticos en su mayoría; el Evangelio según San Mateo se encuentra en igual caso. Una de las profecías más comprensivas e iluminadoras está en el libro de los Actos, ¿y qué diremos de la I y II de Corintios, de la I y II de Tesalonisences, y de las epístolas pastorales y generales? Tomándola en globo, más de la mitad de la Biblia es predictiva, así que no parece ser necesaria una razón más para que los cristianos estudien profecía.
3. La profecía tiene gran importancia en la Biblia. Dios mismo se justifica como el Dios de verdad, diciendo: “Las cosas primeras he aquí vinieron, y yo anuncio nuevas cosas: antes que salgan a la luz, yo os las haré notorias.” (Isaías 42:9)
¿Por qué manda Dios a Jeremías, prisionero político, que compre el campo de su primo en Anatot, a pesar de saber que Jerusalén está rendido y la nación va ser llevada al cautiverio? ¿Y comprarlo con las formalidades comerciales, la entrega del dinero y la legalización de aquella venta, la firma de los documentos y demás requisitos; la presencia de testigos, y el depósito de los documentos en un lugar determinado? Esta es la respuesta: Así dijo el Señor: “Aún se comprarán y venderán casas, y heredades, y viñas en esta tierra.” (Jeremías 32:6-15).
En otras palabras, Judea tenía que ser restaurada de su cautividad en Babilonia nuevamente, y Dios quiso que se supiera que esto sería hecho por su mano. “No hablo de todos vosotros: yo sé los que he elegido: mas para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar. Desde ahora os lo digo antes que se haga, para que cuando se hiciere, creáis que yo soy.” (Juan 13:18, 19).
Estas palabras de Cristo nos dan la clave de la profecía y nos dicen por qué deben estudiarla los cristianos. Se nos revela así para que cuando tenga que acontecer nos convenzamos de que él es aquel que clamó ser, el Hijo de Dios, el Salvador de los que en él creen, y el Juez de toda la tierra.
4. El cumplimiento de la profecía es un gran fortalecedor de la fe. Los apologistas de la antigüedad lo colocaron junto a los milagros, Ellos manifestaron que los milagros proporcionaban el testimonio más impresivo del principio de la era cristiana, pero la profecía del fin de aquella era. En otras palabras, la profecía es un argumento cuya fuerza va creciendo continuamente. Comenzando cuando la primera profecía fué cumplida y aumentando a medida que el cumplimiento de las demás se va realizando, no alcanzada su madurez sino hasta el fin del mundo. Como el Profesor S. H. Kellog nos hace recordar, “el Antiguo Testamento completo estaba en las manos de los judíos 400 años antes de la venida de Cristo y, sin embargo, sus predicciones no fueron cumplidas en eventos sucedidos durante la vida y trabajo de Jesús, sino que aún se están cumpliendo ante nosotros. Los hechos esenciales que existen sobre la materia, no han sido afectados por la crítica moderna. Traigamos cualquier libro hasta la última fecha que dicha crítica pide, y todavía quedará un residuo de profecías escritas mucho, muchísimo tiempo antes de que ocurrieran los eventos predichos.” Han pasado dieciocho siglos desde que fue escrito el último libro de profecías y durante ese largo período de tiempo, los sucesos principales de la historia han probado ser una manera maravillosa que los “santos hombres de Dios hablaron, siendo inspirados del Espíritu Santo.” (2 Pedro 1:21).
5. La profecía aumenta la fe por lo mucho que aumenta el conocimiento. Como el salmista dice “El secreto de Jehová a los que le temen: y su concierto, para hacerles saber.” (Salmo 25:14). Pensad lo que la profecía significó a Noé y a su familia al construir el arca. Pensad cómo ayudó eficazmente a Abraham para interceder por Lot que se encontraba en Sodoma. Ella sostuvo a Moisés cuando dirigía la caravana hebrea que salía de Egipto, y ella ayudó a Josué a conquistar la ciudad de Canaán. Repetidas veces es fortalecido el brazo de Israel para la batalla por medio de la predicción de la victoria, y ahora mismo, si nuestros hombres de estado y nuestros guerreros supieran y creyeran en las profecías de Dios, el temor al enemigo disminuiría. Daniel supo por los libros proféticos el número de años de cautividad que sufriría su pueblo, y como hombre de estado no lo igualó ninguno de sus contemporáneos. Simeón y Ana fueron estudiantes diligentes de la profecía y Dios los honró con una visión actual del Redentor. Los pobres santos que se encontraban en Jerusalén fueron salvados en el período de hambre de Claudio César como resultado de las profecías de Agabus. Las profecías de Pablo en el Adriático dieron ánimo a sus compañeros de viaje en la hora suprema de naufragio. Hace algunos meses, un teólogo metropolitano lanzó un grito de desconsuelo por las condiciones y las pocas esperanzas de reformación de la humanidad; pero si hubiera sido un estudiante más asiduo de las profecías, se habría librado, y a nosotros también del desaliento. Como dijo el finado J. D. Herr en una conferencia profética internacional hace algunos años: “Hay un gran evento delante de nosotros en el cual podemos descansar nuestra fe y plantar nuestra esperanza en medio de todos los tristes desastres y de todas las depresiones espirituales que rodean constantemente los muros de Sión. Ninguna derrota aparente de la reforma moral, ningún replegamiento del ejército de la verdad, ningún atentado contra los fuertes del cristianismo, sacude nuestra confianza o paraliza nuestros esfuerzos agresivos. Más allá, y sobre todo esto, se ve el resplandor de su poder, y nosotros esperamos pacientemente la aparición gloriosa de nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo. He aquí el punto objetivo de toda profecía.”
6. Esto nos recuerda que la profecía propiamente entendida, es una inspiración maravillosa de esperanza. En otras palabras, el pesimismo y las profecías bíblicas no andan juntos. Por las últimas sabemos el destino del mundo y nos aseguramos de que la marcha de las centurias es hacia un futuro legítimo y glorioso. Pedro dice así: “Tenemos también la palabra profética más permanente, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una antorcha que alumbra en un lugar oscuro hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.” (2 Pedro 1:19).
Pedro está pensando en la transfiguración de Cristo cuando dice esto, que para él fue un ejemplo de la segunda venida de su Maestro. Y ese mismo evento, la transfiguración de Jesús, hizo la palabra de la profecía más cierta, más segura. Era una declaración indubitable de la gloria personal y oficial de Jesucristo, una garantía suficiente para garantizar lo que él y los demás habían dicho de él.
Pero el punto importante es que a los ojos de los escritores inspirados “la profecía es una luz,” una lámpara que brilla “en lugar oscuro.” La palabra oscuro” del griego podría traducirse “sucio.” ¡Oh la inmundicia del mundo ensangrentado en que vivimos!
¡Cómo necesita de luz! Y la palabra profética de Dios es esa luz que necesita. ¿Qué hará la iglesia con ella? ¿Esconderla en el almud, o alzarla en alto para que dirija al hombre y le entusiasme? Se nos dice que la profecía es una especulación impracticable; pero ¿qué cosa puede haber más en contra de tal idea que el pensamiento de una lámpara que brilla en medio de la oscuridad?
Y si el estado presente del mundo es un “lugar oscuro,” ¿cuál es el claro amanecer si no la próxima venida de Jesús para implantar su reino? “El será como la luz de la mañana sin nubes.” Este “Lucero de la mañana” se levantará en nuestros “corazones,” dice Pedro. En otras palabras, un despertamiento moral y espiritual precederá al esplendor de aquel día glorioso, para aquellos que lo contemplarán. ¿Será así para el lector que lee estas palabras? ¿Ha recibido y confesado a Cristo Jesús como su Salvador y su Señor? Así es como, cuando él hace esto, la profecía se convierte en un inspirador de su esperanza.
7. Los cristianos deben estudiar la profecía porque ella exalta a Jesucristo. “A éste dan testimonio todos los profetas, de que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.” (Act. 10: 43). Todas las profecías desde el Génesis hasta el Apocalipsis se refieren a él, directa o indirectamente. “Entonces él les dijo, ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” (Lucas 24:25, 26) dijo a los discípulos que iban a Emaús, y entonces “principiando desde Moisés y de todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras las cosas tocantes a él.” (Lucas 24:27). El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía. “Y yo me eché a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira que no lo hagas: yo soy siervo contigo, y con tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús: adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.” (Rev. 19:10). Ninguno que esté interesado ya sea en su pasado o en su triunfo último podrá quedar satisfecho sin emprender el estudio de la profecía. “Dios no habría trazado y exaltado el camino de su Hijo a través de las edades y el futuro, si no hubiera deseado que le siguiéramos con nuestros ojos de fe.”
8. Si la profecía exalta a Jesucristo y exaltándolo fortalece la fe y despierta la esperanza de los hombres, es natural aceptar que ella afecta radicalmente la conducta de los hombres mismos. No nos sorprendemos entonces cuando leemos que los paganos de Tesalónica, “se convirtieron de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero; y para esperar a su Hijo de los cielos” (1 Tes. 1:9, 10). Pedro «nos enseña que por las “preciosas y grandísimas promesas (profecía), huimos de “la corrupción que está en el mundo por su concupiscencia.” (2 Pedro 1:4) Juan declara que “cualquiera que tiene esperanza en él” (segunda venida de Cristo), se purifica a sí mismo, como él es puro” (1 Juan 3:1-3) (otra profecía). Citaremos al Dr. Rufus W. Clark de honrosa memoria en Albania: “No hay deber perteneciente a la vida cristiana que no sea reavivado y hecho más imperativo por el poder de esta bendita esperanza; ni virtud que no llame a su más elevado ejercicio, ni motivo del corazón humano que por ella no se purifique y fortalezca.”
Pero si la profecía es y hace todo lo antes dicho, ¿por qué no la estudian los cristianos más generalmente que como lo hacen? A la manera que acostumbraban hacerlo los rabíes, contestaremos la pregunta con otra pregunta: ¿Por qué no estudian los cristianos la Biblia más generalmente que como lo hacen? Si ellos estudiaran toda la Biblia y de una manera seria ¿cómo podrían dejar de estudiar la profecía?
¿Son muy difíciles las profecías? ¿Podríamos decir que Dios envía mensaje para burlarse de nuestros humildes esfuerzos? La respuesta de él sería que la profecía más larga y más difícil de la Biblia está distinguida de los demás libros con el nombre de Revelación. Si este nombre es un dislate, Dios es responsable, puesto que está en el texto.
Los errores y extravagancias de los teóricos han sido aducidos a veces como un argumento en contra de las profecías; pero los hombres han vagado lejos de las doctrinas de la Biblia y aun han dado oído a los espíritus y doctrinas seductores de los demonios, y, sin embargo, ¿han descartado los cristianos el estudio de esas doctrinas? La verdad es que, como dice el Dr. John Lillie, el comentador americano, entre esos que realmente merecen ser llamados estudiantes de las profecías, hay mayor armonía en puntos esenciales que la que puede existir en otros departamentos de la ciencia teológica, mientras, por otro lado, sus divergencias no son, de ningún modo, de carácter o tendencias malévolos. Un clérigo de Nueva York dijo recientemente que todos los institutos bíblicos de Estados Unidos estaban enseñando la venida premilenial de Cristo e intentó mostrar la disparidad de sus enseñanzas diciendo que todos diferían entre sí. Precisamente lo contrario es la verdad. Los diez o doce institutos bíblicos o escuelas que conoce el que esto escribe, pueden negar el testimonio del Dr. Lillie.
El Faro, 1918