Muchos creyentes andan abatidos por causa de sus angustias. Es lamentable que algunos pasen la vida lamentándose. “Pobre de mí, pobre de mí”. Ellos son víctimas de injusticias. Parece que todos los demás son más afortunados.
Estamos todos afectados en parte por esta enfermedad, no todos tan gravemente. Antes de ofrecer la solución, quiero hacer mención de algunos de los resultados negativos de lamentar de sí mismo. La medicina siempre es más aceptable si estamos conscientes de la gravedad de la enfermedad.
Este malestar casi siempre está acompañado por la preocupación. Es imposible disfrutar de tranquilidad y paz cuando estamos preocupados. Nunca es un buen estado. Hay dolencias físicas que resultan de la preocupación. Muchas son problemas digestivos. La preocupación también afecta nuestra vida intelectual. Es difícil concentrarnos. Sin querer, la mente se ocupa de lo que nos molesta. Se pierde tiempo pensando en lo que no es fructífero. La vida eficaz y feliz está muy relacionada con nuestra vida intelectual.
Otro resultado negativo de este malestar es que quedamos desanimados. Muchas veces nos deja con poco auto estima. Si nos falta el ánimo es muy difícil intentar algo nuevo. “Pobre de mí, yo no tengo los recursos necesarios. No estoy capacitado. Nadie va a confiar en mí o ayudarme”. Pensamos que todos los demás deben tener lástima de nosotros y cuando no es así, hay rencor en contra de ellos. Pensamos: “No me entienden. Les falta caridad, etcétera”.
El creyente que tiene lástima de sí mismo no va a encontrar nada en la Biblia para justificar su malestar. Debemos seguir el ejemplo de Jesús. En su vida humana él sufrió algunas injusticias cien veces más graves que las nuestras. Sin embargo, no le encontramos lamentándose de sí mismo. La única vez que puede ser que tuvo lástima de sí mismo fue cuando estaba en el Huerto de Getsemaní algunas horas antes de morir. Él oraba a su Padre diciendo: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Lucas 22:42
Hay tres miradas que están involucradas en la solución. Pero antes de pensar en las miradas, tenemos que darnos cuenta de la suma importancia de quitar la mira de nosotros mismos. No podemos quitar la mirada de nosotros mismos sin ponerla en algo distinto. Por eso, quiero sugerir tres lados distintos en donde poner su mira.
Primeramente nos conviene poner la mira en el pasado. Hace bien al creyente leer y meditar sobre los logros de nuestros antepasados, y en especial, los que eran creyentes. Hay mucho que podemos aprender al meditar sobre Daniel, Moisés, Abraham, Job o casi cualquiera de los grandes hombres en la Biblia. Esta es una de las muchas bendiciones de pasar tiempo a diario leyendo la Biblia. Aparte de la Biblia, hay biografías de los héroes de la fe. Al leer de ellos vemos que ninguno vivía bajo condiciones ideales. Todos lucharon con obstáculos, pero fueron fieles y vencieron. Hubo miles que siguieron su ejemplo cuyos testimonios nunca fueron escritos. En vez de lamentarse de sí mismos, ellos hicieron lo que pudieron a pesar de sus circunstancias. Muchas veces el problema nuestro es que no queremos movernos de nuestra zona de comodidad. A través de los años nos acostumbramos más y más a cierto ritmo y nivel de vida. Si nos entregamos a Dios, dispuestos a hacer su voluntad, es muy posible que él vaya a pedirnos que salgamos cada tanto de nuestra zona de comodidad. Nuestros antepasados no tuvieron las comodidades que nosotros tenemos pero estaban felices haciendo la voluntad de Dios. Hebreos capítulo 12 habla de una gran nube de testigos. Se trata de los héroes de la fe mencionados en el capítulo anterior. Cuando esté tentado a tener lástima de sí mismo, le conviene leer aquel capítulo y preguntarse si sus angustias se comparan con las de ellos.
También nos conviene quitar la mira de nosotros mismos y poner la mira en los demás a nuestro alrededor. No digo en los que parecen ser más afortunados sino en los que están luchando con aflicciones y angustias. Casi siempre los que parecen ser más afortunados también están luchando con angustias. No le va a consolar mucho si únicamente mira de lejos a ellos sufriendo. Lo que precisa es acercarse y conmiserarse con ellos y hacer lo que puede para aliviarles. Así es posible matar dos pájaros con una sola piedra, o sea aliviar a su hermano y a su vez aliviarse a sí mismo. Para poder cumplir la ley de Cristo, según Gálatas 6:2, tenemos que sobrellevar los unos las cargas de los otros. Usted no es el único con dificultades. I Pedro 5:9 nos manda a enfrentarnos con las asechanzas del diablo por resistirle: “Sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo”.
Nos queda todavía la mirada para arriba. Hebreos 12:1-2, después de llamar nuestra atención a la gran nube de testigos en nuestro derredor, nos anima a tener “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él. Sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Vemos claramente, en este versículo, que Jesús estaba dispuesto a moverse de su zona de comodidad y sufrir. Después, él tuvo el honor de sentarse “a la diestra del trono de Dios”.
Cuanto más amamos a Dios, más fácil es soportar; si “Es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas”. I Pedro 1:6. Cuando miramos hacia arriba vemos también vislumbres del glorioso futuro que Dios tiene para los suyos. Cobramos ánimo al leer Romanos 8:18 que dice; “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.
Puede ser que usted esté pasando por pruebas y aflicciones. Si está dispuesto a quitar la mira de sí mismo y ponerla en los héroes de la fe, o en los afligidos de su alrededor, y en especial en las alturas donde Cristo está sentado a la diestra del trono de Dios, va a encontrar consuelo y ánimo para seguir adelante.