Pero si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado a mí solo, sino en cierto modo (por no exagerar) a todos vosotros. Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos; así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él. Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo. Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones. (II Corintios 2:5-11)
En esta porción vemos una iglesia practicando disciplina. Hay ocasiones cuando una iglesia tiene que disciplinar a sus miembros. Siempre debe ser con un doble fin. Es para mantener puro el testimonio de la iglesia. No queremos que la gente tenga razón en decir “alguien puede vivir en maldad y todavía ser miembro de la iglesia”. El otro fin es la restauración del miembro en falta. La iglesia en Corinto tenía el gozo de ver el pecador restaurado.
Para entender mejor este caso de disciplina debemos ir a I Corintios 5:1-5: De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre. Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción? Ciertamente yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.
Se trata de un hombre viviendo en fornicación. Cuando dice que el hombre tenía “la mujer de su padre” suponemos que se trata de su madrastra. Esta inmoralidad fue conocida por los en la iglesia pero no hicieron nada para corregirla. Pablo dijo que ellos estaban “envanecidos”. En el versículo 6 él dijo, “No es bueno vuestra jactancia”. Al contrario, ellos tenían que estar afligidos que había inmoralidad en la iglesia. La iglesia en Corinto manifestaba inmadurez de muchas maneras. Pablo escribió su primera carta a ellos para corregir mucha maldad en la iglesia.
En el versículo 6 Pablo dijo que deben entregar a Satanás esta persona. Tal vez esto era lo que nosotros llamamos excomunicación. El de entregar a alguien a Satanás es dejarle sufrir el dolor y vergüenza que es el resultado inevitable de actos de inmoralidad. Cuando se trata de un creyente, él, tarde o temprano, se dará cuenta de que no le conviene seguir en su mal camino. Un incrédulo sufre también pero rehúsa creer que es por causa de su maldad. En I Timoteo 1:20 Pablo dijo “De los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar”. Vemos entonces que era “para que aprendan”.
Muchas veces las iglesias son negligentes en practicar la disciplina de sus miembros. Una vez leí que es parecido a un niño que pasó varios meses sin peinarse. Cuando por fin tenía que hacerlo su pelo estaba tan enredado que precisó un esfuerzo doloroso.
Gracias a Dios, la iglesia en Corinto hizo caso al consejo de Pablo y tuvo un buen resultado. No sabemos los detalles pero, por lo que dijo Pablo en II Corintios 2:5-11, es obvio que el hombre se arrepintió y estaba dispuesto a reconocer su maldad y pedir perdón. Otra vez Pablo dio su consejo a la iglesia en cuanto a la debida manera de proceder. El dijo, “le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos.” El dice “No hace falta seguir castigándole. Ya es tiempo de restaurarle”. Les mandó a “perdonarle y consolarle para que no sea consumido de demasiado tristeza”. v. 7
Cuando una iglesia tiene que disciplinar a uno de sus miembros, debe ser con tristeza. Cuando tal persona se arrepienta la iglesia tiene que perdonarle y recibirle de nuevo. El perdón debe ser de tal forma que se olviden de lo que había pasado. Por el bien de la iglesia, puede ser que no debe estar puesto de nuevo en un lugar de liderazgo. A veces el pecado es de tal grado que nunca más puede ocupar un lugar de liderazgo. Esto no quiere decir que no está perdonado.
Pablo dijo que él escribió “para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo”. Ellos hicieron caso en excomunicar al hombre. Ahora él quiso que sean obedientes en restaurarle. El pidió que hagan tres cosas para el hombre. Primero es que tenían que perdonarle. A veces es más fácil castigar que perdonar. En castigar a veces la actitud es “dale lo que merece sin misericordia”. Nuestro perdón debe ser genuino, de corazón. Es un hipócrita que dice “te perdono” y más adelante le hace recordar de nuevo lo malo que hizo. Si alguien está arrepentido y pide perdón es nuestro deber perdonarle. Jesús nos enseñó en Mateo 18:21-22 que debemos perdonar hasta “setenta veces siete”.
Además, Pablo pide que consuelen al hombre. El dice “que no sea consumido de demasiado tristeza”. Es doloroso sufrir las consecuencias del pecado. Cuando alguien se da cuenta de que está sufriendo por su propia culpa, en vez de censurarle debemos consolarle. Es hablarle de nuestro Dios quien es “amplio en perdonar”. (Isaías 55:7) Después debemos “confirmar nuestro amor para con él”. En I Corintios el consejo de Pablo era que no deben comer con el fornicario. “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”. (I Corintios 5:11) Ahora que el hombre está perdonado no deben quedarse con la misma frialdad y separación. Ahora tenían que recibirle con ternura y cariño.
Si alguien está disciplinado por la iglesia es una consolación para él saber que no era con rabia contra a él sino con la esperanza que él sea restaurado. Debemos asegurarle que la puerta de la iglesia va a quedar abierta y él será recibido y restaurado cuando esté dispuesto a reconocer que él hizo mal. A veces hay los que se quedan con rencor en contra de la iglesia por haber sido disciplinado. No es la actitud que debe tener. El debe saber que era con tristeza que la iglesia tomó la decisión de disciplinarle, pensando en su bienestar.
Nunca es agradable disciplinar a alguien, pero la alegría viene más adelante si tiene un buen fin como era en el caso del hombre en la iglesia en Corinto.
Creo que la iniciativa de ponerlo en disciplina la debe tomar los mas cercanos a la hermano(a) que esta en pecado, porque hay iglesias que son muy grandes, que aun ni el pastor se dan cuenta que sus oveja esta descarriada; y debido a eso todavía asisten a la iglesia como por cubrir una cuota religiosa, por lo que contaminan al resto de miembros.
Señalar o acusar a un hermano que cometió error es fácil, pero hay principios bíblicos para tal efecto, quien corrija al pecador debe hacerlo en amor de Cristo y tomando en cuenta 2Timoteo 4:2, que dice que exhortemos con paciencia e instrucción