Perdón para los que nos injurian

Sería difícil encontrar un ejemplo de alguien que sufrió más injuria, y sin embargo perdonó más cordialmente que José. Seguramente ya sabes como él sufrió en manos de sus hermanos carnales. Para saber cómo él perdonó, te animo a leer los capítulos 43 al 45 de Génesis.

El perdonar no es nada más que un espíritu bondadoso actuando de la manera debida hacia la persona que nos lastimó intencionalmente. Supongamos que un conocido tuyo o un pariente a propósito injuria tu buen nombre o daña tu propiedad, ¿Cómo se debe reaccionar? Si seguimos el impulso de la naturaleza humana o los consejos corruptos del mundo, buscaremos la manera más eficaz de vengarnos. Pero si nos sometemos al consejo de una consciencia iluminada divinamente y guiada por el Gran Maestro, nuestra manera de proceder será distinta.

Siempre nos conviene preguntarnos si puede ser que algo que hayamos hecho provocó la injuria que sufrimos. Debemos preguntarnos, ¿por qué es que mi ofensor me eligió a mí como objetivo de su injuria? Si estamos conscientes del hecho de que hicimos algo que le dio razón para vengarse, sería aconsejable y noble ir y confesar que él tenía razón por lo que hizo y pedir perdón. Así, es muy probable que te reconcilias y que te gana su respeto. Si piensas que tu ofensor sospecha que tú eres culpable, y estás seguro que eres inocente, sería prudente hablar con él y defender tu inocencia y asegurarle que lo que fue hecho o dicho de ninguna manera era con el fin de lastimarle.

Habiendo hecho esto, hemos hecho todo lo que la justicia y la caridad exige de nosotros. Si a pesar de esto, nuestro ofensor sigue persiguiéndonos, hay algo más todavía que podemos hacer. En tus encuentros con él, sé cordial, sin manifestar un espíritu malo hacía él. Si sabes que él está internado por una enfermedad o por estar accidentado puedes recordarle con una tarjeta. Siempre debes estar atento a alguna indicación de que él está dispuesto a reconciliarse.

No te conviene exigir un resarcimiento por el daño que has sufrido. Debes estar contento con una confesión de él y una petición de perdón. Si él ofrece remunerarte por el daño que ha hecho está bien aceptar sin exigir una compensación total.

Supongamos que todas tus esfuerzas son inútiles y él insiste en quedarse con una actitud adversa, ¿qué debes hacer? Ya es tiempo de poner por obra la instrucción que encontramos en Mateo 5:44. “Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.

Quiero hacer mención de algunas precauciones en cuanto al perdón. José nos puso ejemplo en cuanto a esto también. Tal vez tu estarías dispuesto a perdonar las injurias menores, pero piensas que las mayores no puedes perdonar; que nadie puede perdonarlas y olvidarlas. Pero, ¿quién ha experimentado injurias más graves que las que sufrió José de sus hermanos? Parece que el único motivo para atacarlo eran los celos. Aun cuando le aprendieron él estaba cumpliendo un ministerio a favor de su bienestar. Al principio hablaron de matarlo, después modificaron su plan y le echaron en el pozo. Más adelante, cuando vieron una manera de aumentar sus bienes materiales, lo vendieron por esclavo, sabiendo que nunca más vería la faz de sus seres queridos. ¿Puedes pensar de un abuso mayor que uno pueda sufrir de sus seres queridos? Años más tarde, cuando José tuvo otro encuentro con ellos, él todavía tenía en su memoria la crueldad que sufrió de parte de ellos. Sin embargo, él les perdonó todo. Así debe ser contigo, mi amigo joven. No importa lo que has sufrido, no tienes derecho a tener un espíritu inclemente.

Es lamentable, pero muchas veces las riñas entre familiares son las más amargas. Cuando hermanos se pelean, no importa la causa, la reconciliación es muy difícil. Parece que cuando están distanciados así, la intensidad de su odio es en proporción a la intensidad del afecto fraternal que tuvieron anteriormente. A veces estas riñas nacen de la distribución de los bienes materiales de sus padres. En vez de provocar una riña doméstica, sería mejor sufrir o ser defraudado. (I Pedro 3:17-18)

Vale la pena notar que José perdonó a sus hermanos cuando tenía dominio sobre ellos. Cuando ellos tenían dominio sobre él ellos le hicieron sufrir. José pudo haber hecho lo mismo con ellos y con más razón. El pequeño niño impotente se convirtió en el gobernador del país. En su poder estaba el matarlos o encarcelarlos perpetuamente o enviarlos de regreso a su país con sus bolsas vacías.

Parece que José pensó bien y planeó la mejor manera de perdonar a sus hermanos. Antes de hacerlo él manifestó su bondad al ser misericordioso. Dejo a uno encarcelado y no a todos. Concedió su pedido de grano y aun devolvió su dinero. Les puso en una circunstancia en la cual parecía que ellos merecían su más severo castigo. En el momento de manifestar su identidad y perdonarlos, ellos estaban temblando, esperando lo peor. A través de estos pasos José preparó a sus hermanos para arrepentirse de su maldad y tener el más profundo agradecimiento por su bondad en perdonarlos.

Es posible pensar que has perdonado a tu enemigo cuando lo que has hecho no fue nada más que tomar la decisión de no tomar venganza o de dejarle en paz. Si todavía lo dejas de lado o guardas silencio cuando otros lo critican injustamente, es obvio que tu perdón fue con limitaciones. Has hecho una reconciliación formal pero todavía guardas rencor como antes.

Tú también debes cultivar el espíritu noble que José manifestó. Tal vez nunca te encontrarás en una posición de dominar sobre tu enemigo pero igual puedes ser bondadoso hacía él. El perdonar es uno de los ejercicios más virtuosos del ser humano. El rencor y un mal espíritu son como una mugre que procrea toda clase de maldad. El perdón es difícil cuando nuestro espíritu dolorido reclama venganza. Los frutos de perdonar son mil veces mejor que los frutos de guardar rencor. Que Dios te ayude a elegir el mejor camino.

 

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