Las ovejas siempre están en rebaños. Si una se da cuenta de que está descarriada de los demás, empieza a balar con desesperación. Muchas veces hay creyentes que se encuentran en semejante situación porque los demás en su casa no son creyentes. Esto produce una angustia.
Yo no pasé mucho tiempo viviendo en semejantes situación. Yo tenía 18 años cuando acepté a Cristo como mi Salvador. No vivía en casa mucho en ese tiempo. Un fin de semana estaba en casa y buscaba una manera apropiada de informar a mi familia de mi nueva relación con Cristo. Las palabras no vinieron para mí. Tomé la decisión de preguntar en la mesa de desayuno, “¿Alguien quiere ir a la iglesia conmigo esta mañana?” Nos sentamos en la mesa y yo sabía que tenía que abrir la boca con mi pregunta pero me faltaba coraje. Casi todos estaban por salir de la mesa cuando por fin pude decir, “Yo voy a cambiarme e ir a la iglesia esta mañana. ¿Alguien quiere acompañarme?” Todos me miraron como si no pudieran creer lo que escucharon. Sin decir nada, todos salieron de la mesa. Yo me cambié y me fui a la iglesia. No era un testimonio claro pero servía para testificar al hecho de que yo había cambiado mi actitud hacia las cosas espirituales.
Es difícil vivir con los que no comparten nuestros sentimientos. Siempre tenemos que tomar en cuenta su reacción. Algunos están en una situación más difícil que otros. Los parientes de algunos están dispuestos a tolerarlos aunque no comparten sus sentimientos. Otros se encuentran con parientes que son abusivos, que los persiguen o se burlan. Hay hermanas en Cristo cuyos maridos prohíben a ellas de asistir a la iglesia. En todo caso, los que no son salvos no ven porque siempre queremos asistir a la iglesia. Para ellos, es de poca o ninguna importancia.
El consejo de Pedro para las damas cuyos maridos no son creyentes se encuentra en I Pedro 3:1. “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas”. Para todos, es imprescindible que cumplan con la exhortación bíblica que se encuentra en Filipenses 2:14-15. “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminarias en el mundo”. No debemos dejar nuestro deber espiritual impedirnos de cumplir con nuestro deber en casa. Aunque su familia es hostil, debe tener respeto por ellos. Jamás debemos devolver mal por mal.
Los que sufren abuso físico a veces son justificados en buscar un escape de su situación. Si no sea por eso, debe “levantar su cruz” y seguir a Cristo lo mejor posible a pesar de su situación. Tal vez, por su fiel testimonio, sus parientes inconversos serán salvos. Usted es un testimonio vivo de lo que Dios puede ser por los suyos. Un día Dios le dará un galardón grande por ser fiel. “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” Apocalipsis 2:10.