En estos capítulos tenemos una imagen pésima y oscura del hombre. Después de unos dos mil años de prueba, él es presentado aquí como un fracaso total. Cuando el hombre ha fracasado por completo, Dios viene en gracia majestuosa y manifiesta su poder salvador. Siempre es así. La gracia llega cuando el hombre está completamente perdido e indefenso. La salida de Noé y su familia del arca puede ser un presagio de la venida de Cristo y sus santos para bendecir una nueva tierra, purificada por el juicio de Dios. Vea aquí:
I. El veredicto divino. “Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra” (Gen. 6:13). ¡Qué pobre final manifestado aquí! “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gen. 6:5). La maldad es el fin de toda la humanidad. Los evolucionistas predicen un fin diferente, pero el veredicto divino ya se ha manifestado: “solamente el mal”. “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6). “Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Rom. 8:8). Hombre inconverso, este es el final de tu supuesta buena vida, como lo ve un Dios justo y santo.
II. El plan divino. “Dijo, pues, Dios a Noé…Hazte un arca” (Gen. 6:13-14). Noé y su familia nunca podrían haber escapado del diluvio si Dios no se hubiera complacido en revelar esta forma de liberación. La liberación no se halla en el hombre (1 Corintios 2:10-11). La salvación es del Señor. ¡Qué revelación de gracia nos ha llegado a través de Jesucristo! “Mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isa. 53:6).
III. La advertencia divina. “Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá” (Gen. 6:17). ¡Cuán amable es nuestro Dios al proporcionarnos un refugio en Cristo, y al advertirnos tan claramente de la ira venidera! (Lucas 3:7). No hay escapatoria para aquellos que descuidan su provisión misericordiosa (Heb. 2:3). “Acordaos de la mujer de Lot” (Lucas 17:32).
IV. La invitación divina. “Dijo luego Jehová a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación” (Gen. 7:1). El que hizo la provisión envió la invitación (Mat. 22:2-3). El que entregó a su Hijo hasta la muerte por nosotros, nos invita diciendo, “a él oíd” (Mat. 17:5). La súplica de Jesús es la súplica de Dios en Él (Mateo 9:28). El propósito de la gracia de Dios es salvarte a ti y a tu familia (Hechos 16:31).
V. La seguridad divina. “Jehová le cerró la puerta” (Gen. 7:16). Están a salvo los que Dios guarda. Lo que él cierra, nadie puede abrir. El que entrare, será salvo (Juan 10:9), guardado (1 Pedro 1:5), y consolado (Juan 14:16). Ser encerrado por Dios mismo es estar fuera del mundo, de sus placeres, sus pecados y su condena. Si tu vida “está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:3), “buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Col. 3:1).
VI. El cuidado divino. “Y se acordó Dios de Noé” (Gen. 8:1). Los que esconden saben dónde buscar. Aquellos escondidos por Dios son recordados por él. Todos los que están encerrados en Jesucristo, como Noé, están encerrados en la fe. Es un privilegio bendito estar donde no podemos ser tocados por el juicio y no podemos olvidarnos de Dios (Rom. 8:38-39).
VII. La comisión divina. “Entonces habló Dios a Noé, diciendo: Sal del arca” (Gen. 8:15-16). Entramos para salvación, y salimos para el testimonio. Primero somos sacados del mundo antes de ser enviados al mundo (Juan 17). Los que entran y salen hallarán pastos (Jn. 10:9). Para los que no son salvos, la Palabra de Dios dice: “Ven” (Apoc. 22:17); para los salvos, su Palabra dice: “Salgamos” (Heb. 13:13). ¡Bendecidos, yendo o viniendo!