Hubo una gran diferencia entre la manera de la conversión de Natanael y la de Saúl, pero el cambio interno fue muy similar. Vea cómo se produjo:
I. Él oyó. “Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret” (Jn. 1:45). Escuchó las alegres noticias de alguien quien había tenido un encuentro con Cristo y estaba satisfecho con él. El evangelio que compartía Felipe no era una cosa, sino una persona—Aquél en quien yace la esperanza de Israel; el que corresponde a todas las profecías de Moisés y los profetas, y satisface todas las necesidades de un alma humana y un mundo que perece. Él oyó, pero ¿cómo oirán los demás sin un predicador? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? (Rom. 10:14-15) Todos los que le han hallado son ciertamente capaces de testificar por él.
II. El cuestionó. “Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve” (Jn. 1:46). Aunque Jesús nació en Belén, fue criado en Nazaret, para que sea llamado nazareno (Mat. 2:23). Nazaret era una ciudad insignificante y, quizás, infame. ¿Cómo podría el más grande de todos los profetas venir de un lugar tan improbable? Como Nicodemo, estaba dispuesto a preguntar: “¿Cómo puede hacerse esto?” Felipe no estaba dispuesto a discutir el asunto con su cuidadoso indagador, sino que simplemente respondió: “Ven y ve”. Es maravilloso cómo se derriten las dificultades cuando el problemático se encuentra cara a cara con el Hijo de Dios. Las nubes brumosas de la duda no pueden sostenerse cuando él aparece, porque sus palabras son rayos que sanan el alma y son iluminadoras. Es una verdadera lógica celestial encontrar los “comos” de un investigador buscando conocer de Cristo con los “vens” del evangelio. ¿Cómo puede un hombre saber que Cristo es capaz y está dispuesto a salvar? “Ven y ve”.
III. El comprobó. Natanael vino a Jesús, y cuando Jesús lo vio venir, dijo de él: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño. Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces?” (Jn. 1:47-48). Jesús se manifestó de inmediato ante este buscador honesto como el que busca el corazón con gracia y misericordia. “Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (Jn. 1:48). Natanael ha encontrado algo bueno que no solo salió de Nazaret, sino del cielo mismo. Él vino y vio por sí mismo la sabiduría y el poder de Dios manifestado en Jesús el Cristo. Este indagador inocente se convirtió rápidamente en un indagador gozoso. Es cuando la semilla cae en un corazón honesto que da fruto.
IV. Él creyó. “Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás” (Jn. 1:49-50). La inferencia es clara de que él creyó. ¿Qué más podría hacer? La evidencia de que él era verdaderamente el Mesías había sido abrumadoramente convincente, ya que la demostración hecha había sido enteramente con sí mismo. La divinidad de Cristo fue probada por su operación sobre su propio corazón y conciencia, no por ninguna demostración externa de milagro. Los milagros morales son los monumentos que aún atestiguan de su poder divino y su deidad. La mejor manera de demostrar la divinidad y el poder salvador de Jesucristo es someterse a él, y luego obtendrá un testigo interno que no puede ser silenciado.
V. Él confesó. “Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Jn. 1:49). Creía con el corazón, ahora confiesa con la boca. La confesión fue intrépida y plena. Siendo el Hijo de Dios, fue poderoso para salvar; como el “Rey de Israel”, sumisión total a él es de esperarse. Si lo reconocemos como Salvador, también deberíamos someternos a él como Rey, porque él es Salvador y Señor a la vez. La confesión que Tomás hizo fue: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Jn. 20:28). Muchos en aquellos días, como ahora, creían en él, pero temían confesarlo (Jn. 12:42-43). Recuerde que son los que le confiesan ante los hombres que confesará ante su Padre en el cielo (Mat. 10:32).
VI. Él fue alentado. “…Cosas mayores que estas verás. Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Jn. 1:50-51). Siempre hay un “cielo abierto” y un bendito “ahora en adelante” para aquellos que lo confiesan. Es una visión gloriosa y satisfactoria para el alma ver un “cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Jn. 1:51). Esta es la escalera que vio Jacob. No hay otro modo de comunicación entre una tierra maldecida por el pecado y un “cielo abierto” sino por él. “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6). “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Tim. 2:5). Los inmundos no caminarán por esa escalera. Solo aquellos quienes se deleitan en cumplir los propósitos de su voluntad pueden ascender y descender por este camino santo. ¿Hemos visto esta visión, y estamos siendo animados y fortalecidos por ella en nuestro andar diario?
Soy un pastor bautista de Nicaragua, pastoreo la iglesia bautista Jeremías 33:3 en Tipitapa Managua. Esta página ha sido de ayuda, Dios los siga usando para la expansión de su reino.
Paz de Cristo, me gustó mucho la enseñanza, Dios lo bendiga
Excelente,motivador para afianzarnos cada día en nuestra fe como cristianos redimidos…. ¡ He aquí más que Salomón! bendiciones. ( 14 02 23 )