La soberbia del hombre sigue en aumento, basados en los avances de la “ciencia” se establecen parámetros nuevos en la determinación de lo que es bueno o es malo; hay temas hoy en día que en el pasado ni siquiera se mencionaban pues en general todos sabían lo que era lo correcto y se descartaba automáticamente aquello que no lo era.
Hace cincuenta años no era necesaria una reflexión sobre si es válido que una persona que está sufriendo tiene la opción de elegir acabar con el dolor por medio de la muerte, o peor aún, si algún familiar cercano tiene el derecho a determinar quitar la vida de alguien amado que está sumergido en padecimientos.
Pareciera como si el hombre paulatinamente se ha dejado llevar cada vez más por la idea de que la vida nos pertenece, y que al ser dueños de esta vida, podemos hacer con ella lo que nos plazca, llegando al extremo de quitarla si es eso lo que queremos.
Es tiempo de pensar qué es lo aceptable para Dios en cuanto a este tema que, a decir verdad, poco hablamos, poco estudiamos. No pretendo establecer con estas líneas un camino a seguir, sino más bien un llamado urgente a que meditemos en este tema que cada vez se convierte en algo más común en nuestra sociedad y no tardará en llegar el día en que tendremos que dar una respuesta a algún creyente que se verá obligado a tomar una decisión entre aplicar la “muerte asistida” (eutanasia), o no hacerlo y dejar que el proceso natural de la muerte llegue con el tiempo teniendo que soportar el dolor que esto supone.
Quisiera rogarles que pensemos en estas preguntas antes de asumir una postura en un tema tan delicado:
¿Quién establece lo que es bueno o malo?
Tenemos que ser realistas, muchas veces dejamos que sea sólo nuestro criterio quien decida qué está bien o mal. Pero es necesario que le demos el lugar que merece a nuestro Dios en todo aspecto de nuestra vida, es él quien establece los parámetros de lo que correcto o no, no podemos caer en la trampa del relativismo, mucho menos cuando intentamos establecer una pauta que nos dirigirá y que usaremos para orientar a quienes busquen nuestro consejo.
Todos estamos de acuerdo que Dios es soberano y por lo tanto, la autoridad máxima en nuestra vida que nos muestra qué debemos creer y cómo debemos vivir. Son sus principios los que nos han de guiar en TODO aspecto de nuestra vida.
Cuando decidimos hacer de Jesucristo el Señor de nuestra vida, le debimos haber entregado nuestra voluntad, dejando que fuera su Palabra la que cambiara nuestros conceptos en cuanto a lo que es la vida y a quién pertenece realmente. Debimos haberle permitido, y debemos seguirle permitiendo, que conforme más nuestra mente a la Suya para que podamos ver las cosas como él las ve y así comprobemos lo que es su voluntad. Así lo establece Romanos 12:1-2.
Para los fines de nuestra meditación debemos complementar la pregunta que encabeza este párrafo con otra: ¿Es ético quitarle la vida a alguien sólo debido a que está sufriendo gran dolor?
Hace 26 años una doctora dijo que mi madre no viviría más de seis meses, claro que tal noticia nos impactó profundamente. Sin embargo, Dios ha decidido que mi madre siga viva, ha sufrido mucho, cirugías, tratamientos, dolores que no podemos entender. Ha estado en terapia intensiva y aún en estado de coma varias ocasiones. Pero su dolor no nos da el derecho, ni siquiera a ella, de poner fin a su vida. Eso lo decide nuestros Señor.
¿Quién es el Autor de la vida?
La respuesta es obvia: ¡Dios! La vida del hombre y todo ser vivo que hay en la tierra tiene su origen en él.
La declaración tajante en la Biblia es: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;” Colosenses 1:16-17
De este pasaje se desprende otra cosa: El Señor no solo es el Creador, sino que también es el Sustentador. Por él la vida sigue su curso, por él vivimos, de él dependemos.
Él actúa poderosamente de modo que nuestro corazón siga palpitando, que nuestra alma y espíritu no se desprendan de nuestro cuerpo dejándolo inerte. Alguien podría, con la tecnología existente, lograr que el corazón “funcionara” por un tiempo, pero no podría lograr de ninguna manera que el alma permaneciese en el cuerpo, sólo Dios puede hacer tal cosa.
¿Quién pone límite a la vida?
Otra vez, tenemos que decir: ¡Dios! “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación;” Hechos 17:24-26
Decir que Dios es Soberano es decir que él tiene el absoluto control de todas las cosas que pasan en la vida del hombre y que él decide cuándo y cómo dejaremos esta vida y no hay nadie quien con derecho y autoridad pueda reclamarle de ninguna forma. ¡Él es el Soberano de todo el universo y de lo que en él hay!
Además, otra cosa que hay que considerar es la siguiente:
¿En qué momento muere una persona?
Aquí debemos investigar diligentemente y estar lo mejor informados que podamos en cuanto a este asunto. No podemos quedarnos con respuestas simplistas, ni siquiera con las que su servidor pudiera ofrecerles. Tenemos que ir más allá, hasta el fondo del asunto. ¿Qué es la muerte clínica? ¿Qué es la muerte cerebral? ¿La disfunción de un órgano vital? ¿Sabemos que son todas estas cosas y otras que están ligadas con este tema?
Les dejaré la investigación a ustedes, solo quiero señalar que de acuerdo a la Biblia, la muerte es la separación que el hombre sufre en su ser: cuerpo, alma y espíritu. Cuando el alma y el espíritu abandonan el cuerpo, éste queda inerte. Podría ser que con algún aparato de avanzada tecnología alguien pudiera hacer que el corazón y otros órganos siguieran funcionando, pero si el alma y el espíritu no siguen en ese cuerpo, no hay vida allí.
El llegar a una conclusión será difícil a cualquiera, pero es tiempo que. . . ¡pensemos en esto!
Tribuna Bautista Bíblica
Año 7 #20
Mi pregunta es, qué debo hacer si una persona decide terminar con su vida: «asistirla en ese momento, o trartar de disuadirla a que no lo haga citando la Palabra de Dios. Pero sí aún así el no cambia su decisión y decide llevar a cabo su intención, cuál sería entonces mi deber como Cristiano.