Josué envió espías para ver la tierra, pero esto no ayudó de ninguna manera la promesa de Dios. Su Palabra es verdad, aunque lo veamos o no. “Porque por fe andamos, no por vista” (2 Cor. 5:7). Nadie puede justificar los tratos dudoso de Rahab con el rey de Jericó (Jos. 2:3-6); pero nadie es un ángel porque buscan la salvación. El Dios de toda gracia sabe que es solo de las profundidades de las tinieblas y de la culpa que alguien pueda entrar en la luz de la vida. Permita que el que nunca haya cometido el pecado de pretender ser lo que no es, que tire la primera piedra. Sigámosla paso a paso hacia una vida sublime. Ella:
1. Oyó. “Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido.” (Josué 2:10). Las noticias de la gran salvación de Dios habían llegado a sus oídos. “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Rom. 10:14). “Publicad entre los pueblos sus obras” (Sal. 9:11). La apertura del Mar Rojo y la apertura del nuevo y vivo camino a través de la sangre expiatoria de Cristo—estas cosas no se hicieron “en algún rincón” (Hch. 26:26).
2. Confesó. “Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra” (Josué 2:11). Las nuevas de lo que el Señor había hecho por su propio pueblo rompió la columna vertebral de su orgullo y causó que sus corazones se derritieran como cera dentro de ellos. ¡Oh, que fuera así ahora! Ella hace una confesión honesta de su total impotencia y desesperanza. No hay ningún intento de buscar la auto-justificación sin Dios.
3. Creyó. “Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros” (Josué 2:9). El terror del Señor había caído sobre todos los habitantes de la tierra, pero Rahab solo creyó. Su fe fue en cierta medida el producto del miedo, pero tal fe salvará así como la fe que obra a través del amor. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Prov. 1:7). “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (2 Cor. 5:11).
4. Rogó. “Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal segura” (Josué 2:12). Habiendo creído, ella ahora aboga por un lugar en esta gran liberación que Jehová estaba cumpliendo para su pueblo. Fue una gran petición para una ramera condenada, pero su fe la hizo valiente. “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz” (Heb. 11:31). La solicitud no era solamente para ella, sino también para “la casa de mi padre», y incluso eso no era todo. Ella clamó por una evidencia aseguradora de que su solicitud sería concedida, porque ella agregó, “me daréis una señal segura”. Hay una simplicidad encantadora acerca de esta pecadora ansiosa. Todo creyente puede tener una señal de seguridad: “Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo (Hebreos 6:18-19). “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Rom. 8:16). ¡Él es la señal segura!
5. Recibió. “Ellos le respondieron: Nuestra vida responderá por la vuestra, si no denunciareis este asunto nuestro; y cuando Jehová nos haya dado la tierra, nosotros haremos contigo misericordia y verdad” (Josué 2:14). Ella ahora ha recibido la promesa. Si ella descansaba en la promesa de hombres, seguramente la promesa de Dios es mayor. La fe se apodera de la Palabra de Dios. “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:31). “El que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso” (1 Jn. 5:10).
6. Obró. “Entonces ella los hizo descender con una cuerda por la ventana; porque su casa estaba en el muro de la ciudad, y ella vivía en el muro” (Josué 2:15). El apóstol Santiago se detiene en este hecho para demostrar que fue justificada por sus obras, Santiago 2:25: “Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?” Sus obras justificaron su fe a la vista de los hombres con los que estaba tratando. “Muéstrame tu fe sin tus obras [imposible], y yo te mostraré mi fe por mis obras” (San. 2:18). La fe sin las obras que manifiestan vida está muerta. Somos justificados delante de Dios sin obras solo por fe (Gal. 2:16); pero la fe en Dios será justificada ante los hombres por obras de amor y bondad. Es la fe que obra por el amor.
7. Obedeció. Los hombres dijeron: “He aquí, cuando nosotros entremos en la tierra, tú atarás este cordón de grana a la ventana por la cual nos descolgaste; y reunirás en tu casa a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre” (Jos. 2:18). Y ella dijo: “Sea así como habéis dicho. Luego los despidió, y se fueron; y ella ató el cordón de grana a la ventana” (Jos. 2:21). El marinero cree en el viento, por lo que extiende sus velas a la brisa. Rahab honró a su padre y madre por buscar seriamente su salvación y la de ella. La vida de fe es una vida de simple obediencia. Pon todo en la casa de tu corazón, y refúgiate bajo el cordón de grana de la preciosa sangre de Cristo que nos habla. “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 10:29). El cordón de grana fue para Rahab el signo del pacto, por lo que ella lo ató en la ventana de inmediato.
8. Triunfó. “Mas Josué salvó la vida a Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía; y habitó ella entre los israelitas hasta hoy, por cuanto escondió a los mensajeros que Josué había enviado a reconocer a Jericó” (Jos. 6:25). Ella recibió “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Ef. 3:20), porque después se convirtió en la esposa de un príncipe en Israel, y la madre de Booz, quién tomó como esposa a Rut. Así fue llevada a la honorable y gloriosa línea de la genealogía de nuestro Señor Jesucristo (Mat. 1:5). ¡Todos los que creen, son hechos hijos e hijas de Dios, adoptados a su familia, y hechos partícipes de la naturaleza divina! Rahab, a través de su fe, fue a la vez salvada y santificada.
Rahab fue la abuela de David,con esto el señor pone de manifiesto que no hace acepcion de persona.Todos estamos disponibles para ser salvo,nadie es mas que nadie,solo el señor sabe y conoce nuestro corazon.
Hermoso testimonio de vida, coincido en que el Señor tiene propósitos con cada vida y hace lo que considera mejor…una bendicion
muchas gracias por el resumen, muy bien explicado en cada paso de la experiencia de fe de esta mujer Rajab.