Tengo lástima por los que son esclavos del cigarrillo. Por regla general, ellos quieren ganar la victoria pero no saben que hacer. Algunos intentaron dejar de fumar pero la fuerza del hábito era tan fuerte que se rindieron y volvieron a fumar.
Yo tengo varias razones por no fumar. En I Corintios 3:16-17 leo “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”. Si mi cuerpo es el templo del Espíritu de Dios, no debo contaminarlo.
Si alguien me pregunta “¿Por qué no fumas?” no va a ser difícil contestar su pregunta y defenderme. Al contrario, si yo fumaría y alguien me preguntara “¿Por qué fumas?” sería mucho más difícil defenderme.
Jamás he tenido vergüenza en decir a alguien, “Gracias, no fumo”. El hecho de que no fumo no me da razón por tener ansiedad o preocuparme. Cuando no puedo dormir por la noche nunca es por preocuparme de que quizás estoy haciendo daño a mi cuerpo por no fumar. Nunca he tenido remordimiento por no haber aprendido a fumar. Todavía estoy libre. No conozco la frustración del hombre que lucha para quitar el vicio de fumar. Jamás me esclavizaré a un pequeño paquete de yerba que puedo poner en mi mano. No voy a cambiar mi libertad, salud o dinero por una sucesión monótona de paquetes de humo.
Nací sin el hábito de fumar. Mi niñez fue normal, feliz y sana a pesar del hecho de que no fumaba. A mi conocimiento, no he perdido nada por quedarme un “no fumador”. Si he perdido algo, tal vez sería la pequeña sensación que el fumador llama placer.
Dos veces en mi vida he comprado un atado de cigarrillos. Yo fumé algunos del primer atado pero, para mí, el placer no era lo suficiente para motivarme a gastar mi dinero en comprar otro. Terminé tirando lo que sobró del atado en la letrina donde estaba trabajando. Compré el segundo atado hace algunos años para poder mostrar en una clase de jóvenes que es necio fumar.
Si usted es esclavo al vicio le tengo lástima. Tendrás que pagar un precio alto para poder unirte conmigo y mis amigos en nuestro ambiente feliz y sano. Quiero hacerle saber que una vez usted también estaba con nosotros. La primera vez que se apartó de nuestra sociedad le costó más o menos cincuenta centavos. Desde entonces ha seguido pagando. Cuando se apartó de nuestra compañía más probable no contempló el precio alto que iba a pagar por el placer que esperaba tener. Siempre será bienvenido a unirse de nuevo con nosotros pero el viaje puede ser costoso. Puede ser que sufrirá por pequeños períodos cuando no pueda concentrarse. Puede ser que sus manos van a temblar. Puede ser que va a tener ataques de nervios. Tal vez va a sentirse deprimido y derrotado. Nadie aguantaría esta angustia mental y física si no estuviera convencido de que lo que esperaba ganar valía la pena.
No vamos a estar muy ejercitados en buscar la liberación de algo a menos que estamos convencidos de que vale la pena. Por eso, quiero darle algunas razones por vencer sobre el hábito.
Hay la razón económica. El hecho de que el comprar un atado de cigarrillos cada tanto está dentro de su capacidad económica le engaña. Parece que no está pagando tanto pero el precio va sumando. Si toma en cuenta lo que va a gastar en su vida en el vicio de fumar es asombroso. Piense de lo que pudiera haber hecho con este dinero.
No hay duda de que el fumar hace daño a su salud. Permítame citar algunas estadísticas. Una revista publicada por el Hospital Francés dice que “En nuestro país todos los años fallecen 40 mil argentinos (que sería como decir una ciudad entera) debido al consumo de tabaco”. El humo del cigarrillo tiene una serie de materias tóxicas de las cuales cada una puede producir efectos mortales. Los estudios indican que la cifra de los que mueren de cáncer de pulmón es diez veces más alto entre los que fuman. ¿No es esto suficiente razón por quitar el hábito?
No digo que es imposible vencer sobre el hábito de fumar si no eres un hijo de Dios, pero será mucho más difícil. Hay que tomar el hábito como pecado y pedir el perdón de Dios. Cuando la Biblia fue escrita no había la costumbre de fumar. Por eso no está nombrado, pero hay versículos con promesas que podemos reclamar para ganar la victoria. Proverbios 28:13 dice “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. I Corintios 6:12 dice “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna”. Para mí, la promesa más grande se encuentra en Filipenses 4:13. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Amigo, por amor a Dios, por amor a sus seres queridos y por tu propio bienestar, deja de fumar. En Cristo está la victoria.