Escrito con la ayuda de pensamientos extraídos del libro The Life Of Christ por Giovanni Papini
Muchos, atemorizados por la oscuridad misteriosa, huyeron de la colina Calvario y volvieron a su casa en silencio, pero no todos. El aire estaba tranquilo. No había amenaza de lluvia. En la oscuridad los tres cuerpos pálidos fueron claramente visibles. Los espectadores que quedaron querían observar su agonía hasta lo último. ¿Por qué retirase del teatro antes de escuchar el último grito del espectáculo? Sus enemigos escucharon a ver si su víctima, en su agonía, alargaría con algunas palabras profanas antes del fin del estertor.
Minuto por minuto la agonía de Cristo aumentaba. Su cuerpo, sensitivo y delicado por la naturaleza, agotado por la tensión de los últimos días, agitado por el estrés de la última noche, fatigado por la tortura, no pudo más. Su espíritu sufría aun más que su cuerpo. Fue abandonado por los que antes le sirvieron y le miraron con cariño. Ahora estaba rodeado por salvajes, poseídos por Satanás, esperando su muerte.
Únicamente las mujeres se quedaron con él. Ellas quedaron al costado, un poco alejados por temor de los gritos de los que le injuriaban. Eran su madre, María, María Magdalena, María Cleofás, Salomé, la madre de Santiago y Juan, y, tal vez también, Joana de Cusa y Marta. Jesús todavía tenía la fuerza para encargar a Juan la tarea de cuidar a su querida madre.
Después, aun Dios el Padre parecía lejano. ¿Dónde estaba su querido Padre que siempre estaba listo a contestar y socorrerle? ¿Por qué no le ayudó ahora? ¿Por qué no pudo sentir su presencia?
De repente, en la oscuridad de la noche, sonaron las palabras “Eli, Eli, ¿lama sabactani?” Esto es “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Estas eran las palabras de un Salmo sobre las cuales él había meditado muchas veces porque en ellas él había encontrado un presagio de su vida y muerte. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mí salvación, y de las palabras de mi clamor? En ti esperaron nuestros padres: esperaron, y tu los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron avergonzados. Mas yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo; se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvale, puesto que en él se complace” (Salmo 22:1-8).
Las suplicaciones de este Salmo profético reflexionan la descripción que Isaías dio del hombre de quebranto. Ahora fueron la expresión que salió del corazón de Jesús entre las últimas palabras de su humanidad moribunda. Los hombres corruptos a sus pies malinterpretaron sus palabras. Dijeron, “A Elías llama este”. Uno de los soldados empapó una esponja, la puso sobre una caña, y la extendió a sus labios. Los judíos le retaron diciendo, “Deja, veamos si viene Elías a librarle” (Mateo 27:49).
El que había perdonado malhechores ahora fue clavado a la cruz por ellos. Un hombre inocente fue crucificado junto con dos criminales. El era un hombre perfectamente justo pero le colocaron entre los injustos. El vino para que los hombres tengan vida en abundancia y, en cambio, ellos le dieron una muerte ignominiosa.
Más de 1900 años han pasado desde aquella noche cuando las palabras reverberaron del Calvario y los hombres han intensificado el tumulto de sus vidas con la esperanza de ahogarlas. A pesar de la neblina y humo en nuestras ciudades por causa del entregamiento desenfrenado a pasiones carnales, hay los que han encontrado en Jesús gozo inefable y un anhelo ferviente de agradar a él a través de su vida. Lo que parecía ser una derrota vergonzosa resultó en ser una victoria gloriosa. En Cristo hay vida y vida en abundancia.
Muy desafortunados son los que ignoran a Jesús. Hay los que le colocan a la periferia de su vida y raras veces piensan de él. Le dejan de lado porque saben que el acercarse a él exige que se alejen de su mala manera de vivir. Cada día aumenta más su culpabilidad. Muchos son los que tratan de calmar su conciencia en incluir algunos ritos religiosos en su vida. Sin embargo, si no se arrepienten pronto vendrá el día cuando tendrán que escuchar las palabras tristes de Cristo diciendo “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:23).
¿Tú estás entre los desafortunados que ignoran a Jesús? Si es así, no espere más. Jesús dice, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. (Mateo 11:28-30).
jesus dijo yo soy el camino la verdad y la vida.esto es una invitacion gloriosa para ti y para mi la cual debemos aceptar ahora mismo por fe y obediencia.al llamado de dios padre,el hijo y el espiritu santo.