La satisfacción sutil de vengarse

«Así ha dicho Jehová el Señor: Por lo que hizo Edom, tomando venganza de la casa de Judá, pues delinquieron en extremo, y se vengaron de ellos; por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Yo también extenderé mi mano sobre Edom, y cortaré de ella hombres y bestias, y la asolaré; desde Temán hasta Dedán caerán a espada. Y pondré mi venganza contra Edom en manos de mi pueblo Israel, y harán en Edom según mi enojo y conforme a mi ira; y conocerán mi venganza, dice Jehová el Señor. Así ha dicho Jehová el Señor: Por lo que hicieron los filisteos con venganza, cuando se vengaron con despecho de ánimo, destruyendo por antiguas enemistades; por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí yo extiendo mi mano contra los filisteos, y cortaré a los cereteos, y destruiré el resto que queda en la costa del mar. Y haré en ellos grandes venganzas con reprensiones de ira; y sabrán que yo soy Jehová, cuando haga mi venganza en ellos». Ezequiel 25:12-17

Una vez, en mi niñez, estuve en el pueblo con mi papá. El se fue para hablar con un hombre que vivía con su hijo en las afueras del pueblo. Mientras que hablaban, su hijo rogaba a su papá por una moneda para comprar dulces. Una y otra vez su papá se negó a darle una moneda. Por fin el chico se dio cuenta de que su papá no iba a darle una moneda. Por eso, él se levantó y pisó bien fuerte el pie de su papá y se fue. Me sorprendí que su papá no hiciera ni dijera nada. Si yo hubiera hecho semejante cosa, seguro es que habría recibido una buena paliza. Lo que yo presencié era un buen ejemplo de venganza. Es casi seguro que la palabra «venganza» no estaba en mi vocabulario todavía.

Dios dice claramente que debemos dejar a él la venganza. Romanos 12:19 dice; «No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor».

La venganza es hacer sufrir a otros en cambio por lo que nosotros hemos sufrido de ellos. A veces no es nada más que represalia porque alguien no está dispuesto a conceder lo que pedimos de ellos. Es tomar la ley en sus propias manos. En vengarnos, servimos primeramente como el juez para rendir la decisión «culpable». El juez también determina el castigo que el culpable merece. A veces el vengador también quiere llenar el papel de carcelero y hacer todo lo posible para asegurar que su oponente siga sufriendo y aun más que el juez exija.

A veces hay los que están arrepentidos por haber hecho mal y quieren humillarse y reconciliarse, aun con lágrimas, pero su oponente se niega a escucharle porque él quiere seguir disfrutando de la satisfacción sutil de vengarse. Los que piensan así deben tomar en cuenta lo que dice nuestro texto. Dios mismo se vengó con las naciones que vengaron a su pueblo. Debe ser que él va a reaccionar de igual manera con los individuos. Nuestro Dios es celoso. Nahúm 1:2 dice; «Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos». En Romanos 12:19 él dice, «Mía es la venganza». Si un ser humano toma para sí lo que pertenece a Dios, él se enoja. El que se venga se expone a la ira de Dios.

Debemos saber distinguir entre vengarse y denunciar a alguien. Es posible denunciar a alguien sin que sea venganza. Tenemos el derecho, aun la obligación, de denunciar al ofensor si es culpable de una infracción de la ley. Es para nuestra protección y para el bienestar de los demás. El ofensor tiene que darse cuenta de que su comportamiento es una ofensa en contra de la sociedad. Si nadie lo denuncia él va a seguir en su mal camino. Después de denunciarle, puede dejarle en las manos de la ley. Ellos van a tomar la decisión en cuanto al castigo que él merece. Tal vez el que denuncia tendrá que ser un testigo en un tribunal, pero en tal caso no debe ser con rabia. Únicamente debe decir, «tengo la plena seguridad de que esta persona es culpable y creo que debe pagar por lo malo que ha hecho».

El único límite a esto sería en caso que el ofensor es un hermano en Cristo en su iglesia. I Corintios capítulo seis prohibe que los creyentes acudan a los tribunales, el uno contra el otro. Lo que debe hacer en tal caso es seguir la enseñanza de Mateo 18:15-19. En todo caso, esto no debe ser con el motivo de vengarse. Una iglesia practica la disciplina de sus miembros con el fin de restaurar al ofensor.

El creyente obediente mora «bajo la sombra del Omnipotente». (Salmo 91:1) «Yo pagaré; dice el Señor». (Romanos 12:19) Deja la venganza con Dios. Podemos orar la oración del Salmista en Salmo 17:8: «Guárdame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas». Dios tiene derecho de vengar y él es mucho más capaz de hacerlo que nosotros.

Si su ofensor reconoce su maldad y viene con deseo de reconciliarse, debe ser pronto en perdonarle. Por dejarle sufrir, lo único que va a ganar es la satisfacción sutil de vengarse. Perdonarle es su deber y si no lo hace va a exponerse a la venganza de Dios.

 

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