La Voz Bautista – Febrero de 1961
Sin duda alguna, el hecho más importante para la Iglesia evangélica de habla castellana, en este año, es la aparición de la Biblia de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, en su revisión de 1960. Este era un asunto que se había hecho esperar demasiado. Había demora en la ejecución de esta obra indispensable, primordial.
Yo he sido un admirador de la versión Reina-Valera. Conocí el evangelio hace unos treinta años, por medio de la lectura de un envejecido Nuevo Testamento que alguien puso en un sitio, donde mis manos de niño travieso pudieran encontrarlo. De entonces acá, mi interés por el estudio de las Sagradas Escrituras ha ido en continuo crecimiento. La versión Reina-Valera me ha ofrecido el alimento espiritual para mi alma y para las iglesias confiadas a mi custodia. Algunas veces he procurado hacer a un lado esta versión, reemplazándola por otras de más moderna elaboración, pero no he logrado resultado satisfactorio. Pocos días después mis preferencias literarias han traído nuevamente a mis manos este precioso «tesoro de la lengua de Castilla».
Una vez fui invitado para hablar en un seminario sobre el tema «La Poesía en la Biblia». Con la ayuda de la versión de Reina y Valera, hice mis apuntes para probar mis afirmaciones. Llegó la hora de partir y, para no hacerme esperar demasiado, coloqué dentro de mi papelera los apuntes, junto con la primera Biblia que encontré a la mano. Correspondió esta oportunidad a la versión de Torres Amat. Al iniciar mi conferencia noté que esta última versión carece de la belleza poética que distingue a la versión de Reina y Valera. Y me quedé un tanto decepcionado. Venga como ejemplo, este pasaje: «E hizo arrodillar los camellos fuera de la ciudad, junto a un pozo de agua, a la hora de la tarde, a la hora en que salen las mozas por agua (versión Reina-Valera, Gén. 24:11). Nácar y Colunga, al traducir este mismo pasaje, nos ofrecen la siguiente frase, un tanto prosaica: «Hizo que los camellos doblaran sus rodillas junto a un pozo de aguas, ya de tarde, a la hora de salir las que van a coger agua». No conozco la opinión de mis lectores; pero, para mí la expresión «la hora en que salen las mozas por agua», o la de la revisión de 1960 que dice «la hora en que salen las doncellas por agua», es mucho más hermosa que esta de «la hora de salir las que van a coger agua». La expresión «las que» resulta un poco ingrata al oído.
A pesar de lo anterior, he sufrido un poco con algunos pasajes de la versión de Reina. Por ejemplo, no es muy agradable oír expresiones como esta: «He aquí la virgen concebirá y parirá un hijo» (Mateo 1:23). O esta otra: «Y la mujer parió un hijo, y llamóle por nombre Samsón» (Jueces 13:24). Tengo un sermón que ha gustado mucho, sobre el capítulo 13 de Jueces, pero vaya que me ha costado trabajo leer ante el público un pasaje que contiene tan repetidamente el término «parir». Hoy es muy fácil decir: «He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y en el segundo caso: Y la mujer dio a luz un hijo, y le puso por nombre Sansón». Espero que no se me critique. Yo sé que la palabra «parir» es de recia cepa castellana, pero prefiero la frase «dar a luz», cuando se trata del nacimiento de un niño.
Algo semejante pasa con una buena cantidad de versículos. No es muy fiel, por ejemplo, la traducción del capítulo 13 de la Primera Epístola a los Corintios. Es indispensable cambiar la palabra «caridad» por la palabra «amor». Muchos lectores de la Biblia han visto esta necesidad y al leerlo en público se han aventurado a hacer el cambio, sin antes haber estudiado el asunto, y come ten terribles errores gramaticales por esto del cambio de una palabra de género femenino (caridad) por una del género masculino (amor). Acá no solo basta cambiar las palabras en (discusión, sino todos los artículos, y el género en el resto del bellísimo poema. para que todo sea dicho como la lengua lo ordena.
La palabra «conversación», también tiene sus problemas. A veces en la Biblia se usa por «conducta». Veamos, como un ejemplo, a 1 Pedro 3:1, donde dice: «Asimismo vosotras, mujeres, sed sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conversación de sus mujeres. Francamente, no se entiende eso de «sin palabra por la conversación». En los tiempos de Reina y Valera esto era claro, pero hoy resulta en una frase oscura y hasta cómica. En todo esto, y en muchos textos más, se necesitaba un cambio.
No solamente debe ser motivo de gozo el hecho de la claridad del texto que se hace en la revisión de 1960. Motivo de orgullo es saber que este trabajo fue ejecutado por una comisión de eruditos, latinoamericanos en su totalidad. Esto dice que la Iglesia evangélica de América Latina, joven como lo es, ya camina en los senderos de la erudición. Los nombres mil veces ilustres de Alfonso Rodríguez Hidalgo, Alfonso Lloreda, Francisco Estrello Limón, Honorio Espinoza y Juan Díaz Galindo son orgullo del protestantismo hispanoamericano. Y no solo esto: son hombres de Dios, que es lo más importante. Confiemos en el trabajo de estos destacados siervos del Señor y entreguémonos al enriquecimiento de nuestra vida espiritual en la lectura de la Biblia revisada, sencilla, clara y refrescante, como el agua cantarina que baja de las altísimas montañas. Así clara y refrescante, baja hoy a nuestros oídos la Palabra del Señor.
Estoy totalmente de acuerdo con el autor, ciertamente he notado dentro de las Biblias «modernas» pervierten la Palabra del Señor al tratar de cambiar palabras más «comprensibles» para el lector. Que el Señor los bendiga en vuestro esfuerzo siervos del Señor.