La parábola del hijo pródigo

Lucas 15:11-24

Al estudiar las tres parábolas en este capítulo, no debemos pasar por alto el hecho de que fueron dichas por nuestro Señor como una sola parábola (Lucas 15:3) para mostrar que Dios, como Padre, Hijo y Espíritu Santo, recibe pecadores y tiene comunión con ellos. El Hijo, como el pastor, busca a los perdidos para que los salve; el Espíritu, como la mujer, busca a los perdidos para que los use; y Dios, como el padre, busca a los perdidos para que pueda tener comunión con ellos. Este es el triple aspecto de esta gran y perfecta salvación. Esta parábola del pródigo ha sido llamada “el príncipe de las parábolas”. Ha sido la puerta de la esperanza para muchos vagabundos agotados. Consideremos:

I. Su demanda egoísta. “Dame la parte de los bienes que me corresponde” (Lucas 15:12). Al igual que muchos en nuestros días, él quería tener todos los bienes y bendiciones que el padre podía darle, para que pudieran satisfacer a su propia gratificación personal, sin importar la sabiduría o los sentimientos del padre. Es deshonroso para Dios que intentemos administrar nuestras propias vidas con sus dones.

II. Su viaje a la deriva. “Se fue lejos a una provincia apartada” (Lucas 15:13). La “provincia apartada” representa esa condición o esfera de vida donde Dios el Padre es desconocido. El hijo debe haber caído en una horrible, triste y pecaminosa condición, cuando siente que debe dejar a un padre rico y amable en busca de placer. La voluntad propia es una rebeldía contra Dios.

III. Su vida imprudente. “Allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente” (Lucas 15:13). La dulce comunión con el padre se intercambió por vivir perdidamente como los impíos, y el resultado fue, como siempre lo ha sido con un retroceso de Dios, un desperdicio de sus preciosos dones. No podemos conservar la sustancia del perdón de Dios, paz y gozo, cuando lo abandonamos voluntariamente por los placeres del pecado. Todo será desperdiciado; el goce de ellos desvanecerá pronto.

IV. Su miserable situación. “Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle” (Lucas 15:14). Un “gran hambre” seguramente superará a todos los que se han alejado de Dios. El hambre del alma ciertamente vendrá sobre aquellos que gastan sus dones por lo que no es pan. Descubrió por amarga experiencia que “los rebeldes habitan en tierra seca” (Sal. 68:6).

V. Su esfuerzo desesperante. “Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos” (Lucas 15:15). Había entregado voluntariamente su sustancia, ahora está obligado a darse a sí mismo. Tal es el transcurso del pecado. Si malgastamos nuestros dones y privilegios, finalmente nos convertiremos en esclavos. Lot dio el mismo paso necio e infructuoso cuando se convirtió en gobernante de Sodoma.

VI. Su falta de amigos. “Nadie le daba” (Lucas 15:16). Se había vendido a sí mismo por nada. Desgraciado y arruinado, anhela incluso la satisfacción que disfrutan las bestias, envidiando a los cerdos. “Nadie le daba”. Ningún hombre le dará a un pecador despilfarrado lo que necesita. Hubiera más esperanza de encontrar calor en un trozo de hielo.

VII. Su resolución noble. “Me levantaré e iré a mi padre” (Lucas 15:18). Este es el lenguaje de alguien cuyo orgullo lo había llevado a actos de locura, pero ahora se encuentra “volviendo en sí” (Lucas 15:17). Él recuerda la casa de su padre y la provisión allí, y el fuego de la esperanza brota de las brasas ardientes de su vida desperdiciada. No solo dijo “me levantaré” (Lucas 15:18), sino que lo hizo. Aquí estaba la evidencia de su cordura.

VIII. Su recepción de gracia. “Se echó sobre su cuello, y le besó” (Lucas 15:20). El amor del padre enseguida quitó los temores del pródigo. Comenzó a confesar, pero su regreso a casa fue para el padre la mejor confesión. ¿Qué valor hay en la confesión si no hay un alejamiento del pecado? (Isaías 55:7). Nadie le daba en la provincia apartada, pero ahora todo lo que el padre tiene está a su disposición. Al tomar su parte, había perdido todo derecho a recibir más bendiciones, pero él ahora es salvo por gracia y el padre es feliz. “Por gracia sois salvos por medio de la fe” (Efesios 2:8). Su gracia es suficiente para todos los que vienen.

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