La resurrección de nuestro Señor Jesucristo puede ser vista de diferentes ángulos. La importancia de este evento es tal, que con la muerte expiatoria de Cristo, ésta compone las Buenas Nuevas del Evangelio.
«Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual así mismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, sino creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras» (I Corintios 15:14).
La resurrección es un evento de tanta importancia, de tal forma que si Cristo no resucitó de los muertos, no habría evangelio, «y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados» (I Cor. 15:17).
Las Escrituras relatan la resurrección como un evento de muchos aspectos.
I. Como un Evento Histórico
La evidencia de los testigos es registrada cuidadosamente por aquellos que le vieron vivo, como en Mateo 28:16-17, Juan 20:19-20 y I Cor. 15:8.
Así como por aquellos que conocían a los testigos, como en Marcos 16:9-14, Lucas 24:1-49 y I Cor. 15:3-7.
El evento parece estar de acuerdo con otros eventos de aquel tiempo, esto es, el cambio de temor a un denuedo por predicar de parte de los discípulos, «…estando las puertas cenadas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos…» (Juan 20:19); veamos el cambio, «Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban…» (Hechos 4:13).
También, el Nuevo Testamento registra en detalle varios resultados de la resurrección. Estos resultados son la predicación de las Buenas Nuevas de la resurrección, la conversión de las multitudes a estas buenas nuevas y la creación de la iglesia como resultado de los convertidos.
La evidencia que convenció a muchos hasta el punto de ser azotados, encarcelados y hasta muertos en vez de negar la resurrección, declara lo certero de ésta.
Estos hombres vieron al Cristo resucitado, hablaron con él, comieron con él y le tocaron.
La evidencia de su creencia en lo genuino de la resurrección y en la existencia de Cristo resucitado fue exactamente la misma como nuestra evidencia al creer en la existencia de cualquier persona viviendo en el tiempo presente.
II. Como un Hecho Físico
Las Escrituras muestran que el cuerpo que colgó de la cruz, que fue bajado de la cruz y puesto en la tumba, fue el mismo cuerpo que dejó la tumba en forma resucitada.
La doctrina de la «resurrección espiritual» no se encuentra en las Escrituras, porque éstas dicen: «Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿por qué estáis turbados y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo» (Lucas 24:37-39).
La Escritura enseña que el alma (lo espiritual, lo no material) continúa después de la muerte (Lucas 16:19-31).
La resurrección es siempre relacionada con el cuerpo físico: (1) La tumba estaba vacía, «No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor» (Mateo 28:6). En el caso de una resurrección espiritual, el cuerpo hubiese permanecido en la tumba. (2) El Señor le mostró a Tomás, quien dudó, las heridas de la cruz sobre su cuerpo, convenciéndole que fue él quien había muerto en el Gólgota. «Luego dijo a Tomás: pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente» (Juan 20:27). (3) Los poderes de su cuerpo fueron mayores que antes de la crucifixión y muerte. «Llegó Jesús, estando las puertas cenadas, y se puso en medio» (Juan 20:26). Sin embargo, éste fue el mismo cuerpo (resucitado).
III. Como un Acto de Confirmación
El hecho de la resurrección sólo puede ser explicado por el acto directo de Dios, «al cual Dios levantó» (Hechos 2:24).
Por esta acción, Dios confirmó que lo que Cristo clamó ser, el Hijo de Dios, era verdad, «que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos» (Romanos 1:4).
Esta intervención divina también confirmó las palabras de Juan el bautista, quien dijo, «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). «El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación» (Romanos 4:25).
Al levantar a Cristo de entre los muertos, Dios deja en claro Su completa satisfacción por la expiación del pecado llevada a cabo por la muerte de Cristo en la cruz.
IV. Como un Acto de Demostración
La resurrección demostró que la muerte no es el fin de la existencia.
Este evento demostró lo verdadero de lo que dijo nuestro Señor, «nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo [mi vida]. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar» (Juan 10:18).
Dios también enseñó acerca de la resurrección con este acto: que resucitaría a todos los muertos. «No os maravilléis de esto; porque vendrá hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación» (Juan 5:28-29).
Su misma resurrección demostró su poder para resucitar a otros, «…también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida» (I Cor. 15:22-23).
V. Como Señal de la Resurrección Venidera
Para el cristiano, la resurrección de Jesucristo es la seguridad de su propia resurrección, «Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida» (I Cor. 15:23).
En Su segunda venida, el Señor resucitará de la tumba, los cuerpos de todos los creyentes que han muerto, «Porque el Señor mismo con voz de mando… descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero» (I Tes. 4:16).
VI. Como un Presagio del Juicio Venidero
La resurrección de Jesucristo es la indicación y prueba de su poder para levantar a los muertos de la tumba. Esto también significa que el Juez está vivo y listo a presidir en el juicio final. «Por cuanto ha establecido un día [Dios] en el cual juzgará el mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos» (Hechos 17:31).
El Escudo de la Fe
Marzo / Abril 1998