La historia de la Biblia en español y su persecución está repleta de historias fascinantes. Estas historias no se limitan al siglo XVI con las cruentas persecuciones contra Enzinas, Reina, Valera y Julián Hernández que resultaron con un precio sobre la cabeza de Reina, el encarcelamiento de Enzinas y el martirio de Hernández. Del año 1865 tenemos el siguiente relato que compartimos directamente de sus fuentes:
En el «premier rapport» enviado a sus amigos de Francia, en junio de 1866, leemos:
«Apenas hace tres años que salimos de la prisión; el gobierno, como lo hace todavía hoy, había prohibido la entrada de la Biblia y libros protestantes cuya necesidad se hacía sentir grandemente entre nuestros amigos de Málaga en quienes renacía la actividad misionera… La idea una Biblia hecha en España nos sacudió, pero ¿dónde? y ¿cómo?, con tanta vigilancia policial, bajo el ministerio de Narváez, el más clerical y el más perseguidor de España. Nuestro corazón decía: «Es imposible», pero nuestra fe respondía «lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios»…
«Pronto encontramos un impresor y la Sociedad Bíblica de Escocia se encargó de esta obra de fe… Comenzamos una edición del Nuevo Testamento de Valera… En un sótano oscuro, a la luz de una pobre lámpara; hicimos aquella imprenta acompañada de nuestras oraciones, con una máquina de madera vieja, que agotaba las fuerzas de nuestro hermano y su salud, a causa de la humedad. Para imprimir tres mil hojas invertíamos de once a doce días…».
Don Miguel Trigo, que trabajó en Orán como evangelista y luego pudo poner en Gibraltar un taller de sombrería fue su colaborador íntimo en esta empresa. En una carta, del 1 de agosto de 1865, desde Orthez, Francia, mientras habla del estado delicado de Matamoros, envía 300 francos para que continúe en Málaga la impresión del Nuevo Testamento. (Flores, José. Historia de la Biblia en España. Barcelona: Clie, 1978, p. 178)
Después de que tres siglos más de tinieblas morales, idolatría y superstición habían recorrido su fatigoso camino sobre la pobre España plagada de sacerdotes, las brasas humeantes de la Reforma del siglo XVI se reavivan de nuevo por medio de la versión de Valera de las Sagradas Escrituras. En el año 1865 se imprimió una edición de ese Nuevo Testamento en un sótano subterráneo de Málaga, por unos humildes protestantes, uno de los cuales era impresor.
He estado en ese sótano, y he visto la prensa con la que se imprimía, y me traje un trozo de la cuerda en la que se colgaban las hojas para que se secaran, que el propietario me dio como siendo, en su estimación, un gran tesoro.
En Málaga y otros lugares circuló un número considerable de ejemplares; pero antes de esto, cientos, puedo decir miles, de copias de la Palabra de Dios fueron introducidas secretamente en España y circuladas. (L.S.T. «Rome’s supremacy in Spain and the reform movements» Light and Truth. March, 1883, p. 37)
Los datos provistos por los investigadores Darlow, Moule y Boehmer aclaran que el Nuevo Testamento impreso en el sótano en Málaga no provenía de la Biblia de Pratt, el cual coincidentemente se publicó el mismo año. El título del Nuevo Testamento de Málaga además corresponde al título en portada de la edición de Valera de 1858, y no al título de la edición 1865 de Mora-Pratt.
La Biblia clandestina de Málaga no fue el único caso de persecución contra la Biblia en español involucrando un sótano. En la década de 1940 el régimen en poder en simpatía total con la Iglesia Católica estaba limitando la cantidad de Biblias que a la Sociedad Bíblica de España se le permitía distribuir. Esto condujo a Adolfo Araujo, el gerente de dicha Sociedad, a mantener una gran cantidad de Biblias o material para imprimirlas escondidas en un sótano de la propiedad con entrada oculta. José Flores, quién en esa misma década asumió la gerencia de la Sociedad Bíblica de España, cuenta la historia del siguiente modo en su libro Historia de la Biblia en España:
A pesar de que el 25 de Marzo de 1944 se publicó la Orden de que «estaban exentas del requisito de Censura todas las obras anteriores al año 1800» y la Biblia de Casiodoro de Reina-Cipriano de Valera es anterior a dicha fecha, las confiscaciones y las dificultades continuaron. Milagrosamente, quienes vinieron a confiscar todas las existencias en Flor Alta, y luego a sellar las oficinas, «quedaron ciegos» al no ver una trampilla en el suelo de madera. Dicha trampilla, cuando se levantaba, daba paso por una escalera de madera a un sótano espacioso donde se conservaban planchas para imprimir las Biblias y grandes pilas de papel impreso en rama que sólo necesitaba ser encuadernado. Este fue uno de los medios secretos empleados para seguir «racionando» las Biblias entre las iglesias evangélicas de España. (Flores, José. Historia de la Biblia en España. Barcelona: Clie, 1978, p. 290)
Otra fuente cuenta la historia con detalles adicionales, a no ser que describe un incidente diferente:
… establecida ya en nuestro país la Sociedad Bíblica Española (SBE), ocurrió un caso que nos cuenta Samuel Vila, fundador de la editorial CLIE, en uno de sus libros.
En el primer año de su “victoria”, el general Franco, que, como sabemos, no podía concebir que en España hubiera más iglesia que la Católica Romana, envió a sus esbirros a la sede de la SBE, en la calle Flor Alta de Madrid, con la orden de confiscar y quemar todos los ejemplares que allí hubiera.
Al ver las Biblias y los Nuevos Testamentos en los anaqueles, aquellos sicarios exclamaron: “¡Y para esto hemos luchado!” y arramblaron con todos los ejemplares que estaban a la vista.
Adolfo Araujo, gerente por entonces y desde los tiempos de libertad religiosa de la República de la SBE, quieto en la silla de su despacho, sobre la alfombra que ocultaba la trampilla de un almacén en el sótano repleto de Biblias y Nuevos Testamentos, oraba en silencio: “Señor, cierra sus ojos para que no me hagan levantar”. Su oración fue escuchada y los franquistas salieron del despacho con su exiguo botín. (Sánchez Araujo, Alicia. Madrid Protestante. Número 16, 4º trimestre 2009, p. 3)
Concluímos con un párrafo de un artículo de la revista cristiana El Faro de 1909:
La Biblia ha sido siempre el blanco de todos los tiros, el lábaro de mil contradicciones y la roca en que descansa la fe de los cristianos. El mundo, la carne y el Malo no pueden resistir sus afirmaciones, porque son la Palabra de Dios, y les redarguye y reprende con la autoridad de la verdad y la justicia absolutas; y por esto, aguzan sus armas para atacarlo con denuedo, con furia, pretendiendo destruirlo. ¡Vano empeño! Están dando coces contra el aguijón. Pero como aman más las tinieblas que la luz, y no quieren que sus obras sean manifiestas por la verdad, redoblan sus esfuerzos contra el eterno código. “¡Oh, si pudiésemos hacerlo desaparecer! ¡Nos conformaríamos con un cristianismo, con una moral universal a nuestro modo, pero sin ese Libro!» –Pero vano empeño! “todo pasará; más mi Palabra, no pasará.»