Es impresionante pensar en el avance que he visto en mi vida en la facilidad de comunicar. En mi niñez tuvimos dos maneras de comunicar. Una era mandar cartas que tardaban por lo menos una semana en llegar a su destino. Esto quería decir que si esperábamos una respuesta teníamos que esperar por lo menos dos semanas.
La otra manera era por teléfono. El aparato era una maquina en un cajón de madera que estaba colocada en la pared. Adentro había dos pilas grandes que teníamos que reemplazar cada tres o cuatro meses. Por un lado había una manija. Por el otro lado había un audífono enganchado en el cajón con un cable de medio metro que pasaba adentro. Con el audífono puesto en el oído hablábamos en un micrófono que extendía del centro del cajón. Cada vecino tenía su señal. La nuestra era lo que llamábamos dos largas y una corta. Una larga se hizo por dar dos vueltas a la manija y una corta era por una vuelta de la manija. Si, por casualidad, queríamos llamar a alguien que no estaba en nuestra línea llamábamos una larga que era una señal para lo que llamábamos “el centro.» En el centro había una telefonista con audífonos puesto en sus oídos sentada delante de una tabla de control. En la tabla de control había un montón de cables que ella desenchufaba y enchufaba. Cada llamada de larga distancia tenía que pasar por ella. Muchas veces ella tenía que decir que la línea a tal ciudad no funcionaba.
En los años “60” tomamos lo que pensamos era un paso gigante cuando instalaron los teléfonos en una caja de plástico que servían para llamar cualquier teléfono en el mundo sin pasar por «el centro.” Pero aun estos no eran adecuados para el hombre moderno. Hoy tenemos el teléfono celular que llevamos en el bolsillo y quedamos en contacto con todos, no importa donde estemos.
Y las cartas en sobres que mandamos ahora mandamos por lo que se llama “correo de caracoles” por causa del adelantamiento del correo electrónico (E-mail). Por este medio podemos mandar una carta a cualquier lado del mundo y recibir una contestación en una cuestión de horas. ¿Habrá más avance todavía? Ya hace 20 años atrás parecía imposible que sea algo mejor pero ¡mira donde estamos ahora!
Todos este avance ha facilitado la comunicación entre nosotros como seres humanos, pero no ha sido ningún mejoramiento en nuestra comunicación para con Dios. La verdad es que no hace falta mejoramiento porque fue perfecto desde el principio. La oración es la vía de comunicación que tenemos para con Dios. No hace falta aparatos electrónicos. Todavía están en boga las palabras de Jeremías 33:3 “Clama a mí, y yo te responderé y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tu no conoces”. Desafortunado es aquel que no sabe escribir o que no sabe usar el teléfono. Podemos decir lo mismo del creyente que no ora. Es algo que nuestro bondadoso Dios ha provisto para los suyos.
El creyente debe orar por varias razones. En primer lugar, debemos orar porque Dios dice que debemos orar. Lucas 18:1 dice; “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”. También debemos orar porque si esperamos recibir algo de Dios tenemos que pedirlo. “Pedid, y se os dará”. Mateo 7:7 La oración también nos brinda gozo. “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre. Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”. Juan 16:24
¿Es usted uno de los que hasta ahora nada ha pedido? Si es así, ya es tiempo de descubrir el glorioso poder de la oración. Hay creyentes pobres cuya situación económica no permite que tengan un teléfono y aun menos un teléfono celular y menos todavía una computadora con acceso a E-mail. Pero, gracias a Dios, la comunicación para con Dios a través de la oración está al alcance de todos. No pierdas más las ricas bendiciones que pueden ser tuyas a través de la oración.
Gracias hermano por los ricos consejos, para tener una hermosa y gozosa comunión con nuestros Señor Jesús. Dios los bendiga