Esto es un tipo de novela, escrito para poner de manifiesto lo que resulta de la indiferencia. Los nombres son ficticios.
El Pastor Roberto se entusiasmó mucho cuando la hermana Lucy le compartió las buenas nuevas de cómo su hermano, Francisco y su esposa, se convirtieron a Cristo. Francisco es un oculista. Él y su esposa estaban en la iglesia de los Testigos de Jehová pero Dios abrió sus ojos a la verdad y ellos aceptaron a Cristo como su Salvador. Ahora están ansiosos de compartir las buenas nuevas de la salvación a todo el mundo. Ellos viven en otra ciudad pero Lucy dijo que iban a venir y pasar algunos días en su casa. El Pastor Roberto preguntó a ella si sería posible que Francisco y su esposa vengan a la iglesia para compartir su testimonio. Lucy dijo, «Sí. Estoy seguro que ellos estarían recontentos si podrían hacerlo».
Entonces hicieron los arreglos para que Francisco y su esposa vinieran a la iglesia el viernes de la próxima semana. El domingo anterior el pastor anunció una reunión especial. Él preparó algunos volantes sobre la actividad y los puso en las manos de los hermanos. Él animaba a todos a invitar a sus amigos y parientes. Pensaba del impacto impresionante que esta actividad iba a tener sobre la gente del barrio. El Pastor Roberto y su esposa también salieron para invitar la gente del barrio.
Lamentablemente, no todos los hermanos de la iglesia estaban tan entusiasmados. Algunos sí, pero otros encontraron excusas para no asistir a la reunión.
- El joven, Freddy, lavó sus zapatillas el viernes al medio día. Desgraciadamente, el sol no salió lo suficiente por la tarde para secarlas. Por eso, él no pudo estar.
- La joven, Alicia, tampoco vino porque justo la noche anterior de la reunión su hermana le llamó y pidió que ella vaya a su casa el viernes a la noche para cuidar a sus hijos porque ella y su marido iban a salir a bailar. Alicia no quiso perder los pocos pesos que iban a pagarla.
- Facundo y su esposa no pudieron venir porque su auto estaba en el taller. Ellos no quisieron indignarse en ir en el transporte público.
- El joven, Marcos, tenía que rendir un examen el próximo lunes y él pensaba que tenía que quedar en casa estudiando.
- Filipe no pudo venir porque los viernes le tocó ir a cobrar y tenía que esperar que el patrón llagara con el dinero.
- Carlos no vino tampoco porque su esposa tenía un dolor de cabeza y él tenía que quedar en casa con ella.
- Nadie vino de la familia Galarza porque uno de sus hijos tenía gripe.
- Oscar y Hilda faltaron sin ofrecer una excusa.
Así fue, como los en Lucas 14:18 que fueron invitados a una gran cena. Dice “todos a una comenzaron a excusarse”.
En la reunión, Francisco y su esposa compartieron un hermoso testimonio de cómo Dios iluminó sus ojos y los libró de la esclavitud de una secta falsa. Había cinco de los hermanos de la iglesia en la reunión. Vinieron dos nuevos del barrio. Todos se fueron contentos por haber escuchado un testimonio tan lindo. A su vez, decían, “Qué lástima que no vinieron más gente para escuchar esto”. El Pastor Roberto quedó desilusionado que tan pocos de la iglesia vinieron y aun menos que no invitaron a otros a venir.
La verdad es que todos los que faltaron a la reunión debieron haber pedido perdón a Dios por su negligencia. Ellos perdieron la oportunidad de recibir una gran bendición en su vida espiritual. También fallaron en aprovechar de la oportunidad de servir a Dios de una manera especial. También fallaron en apoyar a su iglesia que quiso hacer un esfuerzo evangelístico para el bien de la iglesia y en ganar almas a Cristo. También dejaron su iglesia con un mal testimonio delante de los dos del barrio que vinieron. Ellos tendrían razón en pensar que es una iglesia de poco vigor.
Todo esto manifiesta la cara de la indiferencia. Es una cara fea. Es una cara triste. Es una cara que no manifiesta nada del resplandor que debe caracterizar a un creyente.
La indiferencia es lo que resulta cuando dejamos enfriar nuestro corazón. Es por eso que Salomón, en Proverbios 4:23, nos exhorta a guardar nuestro corazón. Un corazón descuidado tiende a rebajar a lo mundano. Colosenses 3:1-3 dice “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondido con Cristo en Dios”. Sí, tenemos que vivir en este mundo pero Cristo dijo “Mirad y guardaos de todo avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15).