JESUCRISTO NOS REDIMIÓ PARA DIOS. Apoc. 5:9

Este hecho nos hace pertenecer al mismo pueblo. Todas estábamos perdidas en el pecado. «No hay justo, ni aun uno», nos enseña la Palabra en Rom. 3:10. Por lo tanto, todas las mujeres que llegamos a pertenecer a la iglesia tuvimos que reconocer que somos pecadoras y que necesitábamos que Dios perdonara nuestros pecados por medio de nuestro Jesucristo.

Es posible que humanamente hablando hallan diferencias culturales, sociales, intelectuales, familiares, económicas y de otra índole, pero hay que recordar que para Dios, todas somos iguales. Todas necesitamos la misma fe en Cristo, el mismo arrepentimiento y la misma salvación.

¡JESUCRISTO NOS REDIMIÓ PARA DIOS!

Significa que ahora somos de él, que debemos imitarlo teniendo esa armonía (perfectos en unión), Juan 7:23, que existe entre el Hijo Jesucristo y el Padre. Parece que esa era una de las principales preocupaciones del Señor según Juan 17:20-23.

Dios no sólo nos creó y nos redimió en Cristo, sino que nos ha dado facultades para que en su compañía realicemos la tarea de traer a otros a la salvación.

En el pueblo no cristiano reina la violencia y la mentira, el odio y la rencilla, la amargura y el desprecio y toda clase de maldades. La mujer cristiana debe sembrar amor, paz y bendición.

La mujer cristiana tiene el trabajo de servir con amor a las personas para que lleguen a encontrar su salvación con Jesucristo y afirmen su fe y confianza en él.

Las mujeres cristianas somos «conquistadoras del mundo» y para ello, tenemos que batallar juntas en armonía, bajo la dirección de nuestro Dios. Conquistemos el mundo para Cristo haciendo lo mejor.

A veces, hermanas en Cristo viven o están juntas, pero no precisamente en armonía, sino en pleitos, chismes, celos, contiendas y muchas otras cosas que en lugar de honrar a Jesucristo, le entristecen.

Sólo cuando trabajamos juntas y en armonía podemos atraer a otras personas, ser de bendición para ellas y de esta manera glorificar, honrar y alabar el nombre de nuestro Dios.

SUGERENCIAS PARA TRABAJAR JUNTAS Y EN ARMONÍA

1. Ame a las hermanas con quienes está trabajando. Demuéstrelas ese amor.

2. Ore por y con ellas.

3. Busque y reconozca las cosas buenas que hay en ellas. Ayúdelas a sentir que son personas de mucho valor para Dios y los demás.

4. Acéptelas tal como son y no quiera que sean como Ud. cree que deben ser. Tenga paciencia con ellas si no tienen la facilidad de trabajar tan bien y rápidamente como Ud. lo hace.

5. Si surge un problema, reconozca su parte de la culpa en ello.

6. Acérquese a las personas con el fin de solucionar el problema.

7. No deje su lugar. Cuando surgen los problemas es muy fácil salir para escapar de ellos. Siga trabajando siempre como fiel colaboradora de Dios, procurando la armonía en el avance de su obra.

8. Si desea ayudar, háblales indirectamente de sus errores sin que se sientan acusadas o criticadas. Hágalo con mucho amor. Háblales de sus errores.

9. Permita que ellas se sientan importantes y que conserven su dignidad y prestigio.

10. Aliéntelas haciéndolas ver que las cosas negativas de nuestra vida son fáciles de corregir con la ayuda del Señor.

11. No las critique nunca ni murmure de ellas con otras personas.

12. Si la persona del problema es demasiada difícil, pídale consejo de su pastor. No tiene que mencionar el nombre de la persona.

13. Permita que en su corazón brille siempre el amor y no el enojo ni el odio hacia alguien.

14. Tenga paciencia con todas y no se dé por vencida en los primeros intentos para lograr la armonía.

15. Déle gracias a Dios por permitirla trabajar con personas diferentes a Ud., que la ayudarán a madurar en su vida cristiana.

Que Dios las ayude a realizar un trabajo digno de él, juntas y en armonía.