¿Hay infierno?

Lector, cuando una casa se está quemando, ¿qué es lo primero que debemos hacer? Dar la alarma, despertar a los moradores. Este es amor verdadero al prójimo. Es caridad verdadera.

Lector, amo tu alma, deseo que se salve. Voy a decirte algo del infierno. No arrojes el artículo al ver esta palabra; leélo.

El infierno existe. No te dejes engañar con palabras vanas. A los hombres se les hace difícil creer esto porque obran mal; pero existe el infierno.

Cuando el Señor Jesucristo venga a juzgar al mundo, castigará con una pena terrible a todos los que no han sido sus discípulos, —a todos los que permanecieron aferrados al pecado, al mundo y a las cosas del mundo, —a los que están sin Cristo, —todos estos tendrán un fin muy triste. Cualquiera que no esté escrito en el libro de la vida, será “Arrojado en el lago de fuego” (Rev. 20:15). Este será el infierno.

¿Crees en la Biblia? Entonces tienes que admitir que el infierno es algo real y verdadero. Existe como existe el cielo, —es tan cierto como la justificación por la fe, —como el hecho de que Cristo murió en la cruz. No te es lícito dudar de la existencia del infierno. Si no crees en él, tendrás que desechar las demás cosas enseñadas en la Biblia, desechar este libro enteramente. De “No hay infierno” a “No hay Dios” no hay más que unos cuantos pasos.

¿Crees en la Biblia? Entonces acepta que el infierno tiene habitantes. “Los malos serán vueltos al infierno, y todas las naciones que olvidan a Dios”. [Sal. 9:17] El mismo bendito Salvador que ahora ocupa el trono de Gracia, se sentará un día en el trono de Juicio, y los hombres verán que existe “La ira del Cordero”. Los mismos labios que hoy dicen “Venid”, dirán un día “Idos, malditos”.

¡Qué cosa tan terrible será ser condenados por Cristo mismo, juzgados por el Salvador, sentenciados a la miseria por el Cordero!

¿Crees en la Biblia? ¿Entonces acepta que el infierno será una aflicción intensa e inalterable. Es en vano decir que todas las expresiones que se refieren a él son figuras de discurso. El abismo, la prisión, el gusano, el fuego, la sed, las tinieblas, el lloro, el crujir de dientes, la muerte segunda, —serán figuras de discurso si queréis; pero las figuras de la Biblia significan algo que está fuera de duda, algo que la mente humana no podrá concebir en toda su extensión. ¡Oh, lector, las miserias de la mente y de la conciencia son peores que las del cuerpo! Toda la extensión del infierno, el sufrimiento y el recuerdo más amargo del pasado, la perspectiva sin esperanza del futuro, nunca serán conocidos del todo sino por los que van allí.

¿Crees en la Biblia? Entonces acepta que el infierno es eterno. Es eterno o las palabras no tienen significación. “Por siempre jamás”, —“Eterno”, —“Inextinguible”, —“Que nunca muere”, —son expresiones usadas con relación al infierno, expresiones que no pueden ser explicadas de otra manera. Ha de ser eterno, o son desmenuzados los fundamentos del cielo. Si él tuviera fin, el cielo lo tendría también. Ambos caen o permanecen juntos. Los dos serán eternos, o toda la doctrina del Evangelio será minada. Si a la larga un hombre puede escapar del infierno sin la fe en Jesucristo, o sin la santificación del Espíritu, el pecado no será más un mal infinito, y no habría habido necesidad de que Cristo hubiera hecho expiación por el pecado. Y ¿qué garantía tiene el dicho de que el infierno puede cambiar un corazón, o acondicionarlo para su entrada al cielo? Ha de ser eterno o dejará de ser infierno. Dad a un hombre la esperanza, y sobrellevará cualquier sufrimiento. Dadle una esperanza de libramiento aunque sea lejana, y el infierno no será sino una gota de agua. ¡Oh, lector, estas son cosas muy solemnes! Dijo bien Caryl: “Por siempre es uno de los dichos más solemnes de la Biblia”.

Lector, yo te ruego, con el afecto más tierno, te guardes de las opiniones falsas sobre el asunto que estamos hablando. Guárdate de las doctrinas nuevas y extrañas acerca del infierno y la eternidad del castigo. Guárdate de forjarte un Dios según tus pensamientos, —un Dios que es todo misericordia, pero no justo, —un Dios que es todo amor, pero no es santo, —un Dios que tiene un cielo para todos, pero no un infierno para nadie, —un Dios que puede permitir que lo bueno y lo malo estén lado a lado por un tiempo, pero que al fin no hará distinción entre lo bueno y lo malo en la eternidad. Tal Dios es un ídolo forjado por tí, ídolo tan verdadero como los formados de metal o de barro. Las manos de tu fantasía y sentimentalismo lo han hecho. No es el Dios de la Biblia, y junto al Dios de la Biblia no puede haber ningún otro. Tu cielo no será cielo de ninguna manera. Un cielo que contuviera toda clase de caracteres sin distinción ninguna, sería una discordia miserable. Y ¡qué desgracia que tal cielo fuera eterno! Habría poca diferencia entre él y el infierno. Lector, hay infierno. Cuidate de él, no sea que lo encuentres a tu propio costo demasiado tarde.

Guárdate de considerarte demasiado sabio acerca de lo que está escrito. Guárdate de formar teorías fantásticas, y entonces procurar que la Biblia esté de acuerdo con ellas. Guárdate de escoger partes de la Biblia para adoptarlas a tu gusto. Hacer esto equivale a decir a Dios que tú, vil gusano, sabes lo que es mejor para tí. Toma la Biblia como es. Leela con el espíritu del niño. No digas, “Creo este versículo porque me gusta, y rechazo aquel otro por que no me gusta. Recibo este porque lo entiendo. Rechazo aquel porque no puedo reconciliarlo con mis opiniones”. ¿Quién eres tú, hombre, para que alterques con Dios? ¿Con qué derecho hablarás de esta manera? Sería mejor decir, al sentarse a leer la Biblia, “Habla, Señor, que tu siervo oye”. Si los hombres pudieran hacer esto, nunca negarían el infierno.

El Faro, enero de 1918

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