Eugenio Nida es conocido por moldear de forma significativa la teoría de traducción denominada “equivalencia dinámica”. Ya que Nida estuvo presente como representante de la Sociedad Bíblica Americana cuando los revisores de la Reina-Valera 1960 hicieron su trabajo, algunos críticos han tratado de vincular a la RV-1960 con dicha teoría aunque Nida no tuvo voto en las decisiones textuales en la revisión. (Nida, Eugene A. “Reina-Valera Spanish Revision of 1960.” The Bible Translator. July 1961, p. 111) Esto también a pesar de que la teoría lingüística de Nida denominada equivalencia dinámica no se desarrolló hasta 1964, como se comprobará en la presente obra con la documentación correspondiente.
¿Qué es la teoría de equivalencia dinámica? Permitamos que Nida mismo provea la definición en sus propias palabras:
En contraste con las traducciones de equivalencia formal, otras están orientadas hacia la equivalencia dinámica. En tal traducción, el foco de atención se dirige, no tanto hacia el mensaje fuente, sino hacia la respuesta del receptor. Una traducción de equivalencia dinámica puede describirse como una sobre la cual una persona bilingüe y bicultural puede decir justificadamente: «Así es como lo diríamos nosotros». Sin embargo, es importante darse cuenta de que una traducción de equivalencia dinámica no es simplemente otro mensaje más o menos similar al de la fuente. Es una traducción y, como tal, debe reflejar claramente el significado y la intención de la fuente.
Una forma de definir una traducción de equivalencia dinámica es describirla como «el equivalente natural más cercano al mensaje del idioma de origen». Este tipo de definición contiene tres términos esenciales: (1) equivalente, que apunta hacia el mensaje del idioma de origen, (2) natural, que apunta hacia el idioma receptor, y (3) más cercano, que une las dos orientaciones sobre la base del más alto grado de aproximación. (Nida, Eugene A. Towards a Science of Translating. Leiden, Netherlands: E. J. Brill, 1964, p. 166)
El siguiente autor destaca el hecho de que la traducción dinámica no es intencionado para términos o conceptos comunes fáciles para traducir, sino todo lo contrario:
No hay diferencia en cómo un traductor «formal» y un traductor «dinámico» traducirían las palabras griegas para «perro», «barco» o «casa» al inglés. Lo mismo ocurre con verbos comunes como «venir», «ir» o «hablar». Los dos enfoques divergen sólo cuando se trata de vocabulario problemático, objetos o acciones culturalmente constituidos, metáforas, términos técnicos, etc. (BeDuhn, Jason. Truth in Translation. Lanham, MD: University Press of America, 2003, p. 25)
La teoría de equivalencia dinámica fue desarrollada por Nida primordialmente como un método para ser seguido al traducir la Biblia en los idiomas de tribus primitivas que en aquel entonces estaban siendo alcanzadas por primera vez por misioneros cristianos. Estos idiomas carecen de muchos términos bíblicos y teológicos, pero no se limita a esto. Por ser culturas aisladas, no tienen términos para lo que no conocen. Esto podría incluír cierta flora y fauna, o nieve, para proveer solo unos pocos ejemplos que afectan la traducción de la Biblia. Para 1954, Nida ya había viajado a 50 países como secretario de versiones para la Sociedad Bíblica Americana, por tanto estaba bien informado de las dificultades. En su crítica de la teoría, el autor Vern Sheridan Poythress reconoció esto y explicó el asunto como sigue:
Nida está pensando en parte en las limitaciones prácticas de las traducciones de la Biblia a idiomas exóticos. … Al considerar el enfoque de Nida y su desarrollo posterior, también se deben tener en cuenta las limitaciones prácticas que surgen en muchas situaciones en las que los recipientes de la traducción de la Biblia son de una cultura tribal. Las culturas sin conocimiento previo de la Biblia o el cristianismo y, a veces, con poco o ningún conocimiento previo de las culturas mundiales, crean dificultades especiales para comunicar las verdades religiosas. Las barreras adicionales ponen un gran énfasis en hacer que todo sea simple y claro. Sin esta simplicidad, que en sí misma constituye una especie de reducción, los lectores en cuestión, con habilidades mínimas en alfabetización, pueden darse por vencidos por completo y no leer la Biblia en absoluto. Uno puede simpatizar con los objetivos de la máxima simplicidad y claridad en tales casos sin convertir estos objetivos en estándares generales para la traducción de la Biblia… (Poythress, Vern Sheridan. «Truth and Fullness of Meaning» Westminster Theological Journal. 67, 2005, pp. 224-225)
Sin embargo, sus principios pronto comenzaron a ser aplicados a idiomas comunes con la excusa que hizo traducciones de la Biblia más inteligibles para las multitudes. Incluso Nida proveyó su aprobación de la versión en inglés Today’s English Version, la cual tomó muchas más libertades de lo que se acostumbra en una traducción tradicional en un idioma desarrollado. No obstante, Nida no estaba de acuerdo con todo lo que otros atribuían a la equivalencia dinámica. Según un biógrafo de Nida, “Más tarde, Nida sintió que el término ‘equivalencia dinámica’ se había malinterpretado y era en parte responsable por traducciones como la Living Bible.” [una paráfrasis] (Stine, Philip. Let the Words be Written: The lasting influence of Eugene Nida. Atlanta: Society of Biblical Literature, 2004, p. 51) Ya que algunos empezaron a parafrasear sus traducciones de forma descontrolada con el pretexto de la “equivalencia dinámica”, Nida se vio forzado a expresarse públicamente en contra de los abusos que daban a sus principios de traducción una mala reputación. Lo siguiente es sólo algunos ejemplos:
Traducciones excesivamente libres deben ser rechazadas. De modo semejante, uno enfáticamente debe rechazar las paráfrasis hechas por el motivo de novedad de expresión o diseñadas para satisfacer el antojo privado del traductor. (Nida, Eugene A. “Translation or Paraphrase.” The Bible Translator. July 1950, p. 105)
Las expresiones como “Cordero de Dios”, “cruz”, y “sacrificio” necesitan ser conservadas, pero a menudo con notas explicativas al margen. Los lectores posiblemente no tendrán conocimiento de ejecución por crucifixión, pero esto no justificaría sustituirlo con “linchar” o “decapitación”, ni uno puede justificar el uso de “puerco de Dios” en vez de “Cordero de Dios” meramente porque en el caso de algunas personas de Melanesia, los cerdos son muy apreciados y las ovejas son desconocidas o despreciadas. (Nida, Eugene A. & de Waard, Jan. From one Language to Another. Nashville: Nelson Publishers, 1986, p. 38)
Cuando no hay absolutamente ninguna de las formas similares en las dos culturas ni los artículos que tienen la misma función, uno tiene a menudo la obligación de introducir una palabra extranjera que no tiene significado absoluto. Por ejemplo, los esquimales no tienen ovejas. Por eso hay que colocar una nota al pie de la página en la primera ocurrencia de esta palabra para explicarlo. Tal nota podría decir: “Las ovejas son animales mansos domesticados criados para lana y carne”. La historia ha sido ampliamente circulada que la palabra ‘foca’ sirvió para oveja en una de las traducciones esquimales. Ésta es una historia intrigante sin base de hecho. Tal adaptación sería completamente insatisfactoria. (Nida, Eugene A. Bible Translating. New York: American Bible Society, 1947, p. 136)
Aunque algunos han llevado principios de la equivalencia dinámica a extremos no intencionadas por Nida, personalmente me aferro a una teoría de traducción más formal (especialmente en idiomas desarrolladas) que los principios de la equivalencia dinámica, aun cuando se limita a las intenciones de Nida. La equivalencia dinámica definida en términos de las reacciones del receptor es difícil o hasta imposible de medir. En muchos casos no sabemos la reacción original de los “receptores” en pasajes específicos cuando la Biblia se escribió al principio en los idiomas originales. Existe un peligro mucho mayor de sesgo interpretativo en una traducción de equivalencia dinámica. El hecho de que su teoría se nombró en muchas ocasiones para justificar lo que Nida mismo no podía aprobar es evidencia contundente de serias debilidades en su teoría. Nida en ocasiones confesó que su teoría estaba sujeto a ser mal interpretado:
Parece que algunas personas han imaginado que cualquier interpretación dinámica, independientemente de su relación semántica con el texto original, puede legítimamente considerarse como «equivalencia dinámica». Para ellos, lo único que importa es el impacto comunicativo, y la fidelidad al texto en el idioma de origen puede dejarse de lado sin cuidado. (Nida, Eugene. «The Nature of Dynamic Equivalence in Translating» Babel. 23:3, 1977, p. 99)
Nida dio advertencia de abusos aplicados al método que enseñó y tuvo que conceder que “la expresión ‘equivalencia dinámica’, sin embargo, ha conducido a alguna confusión…” (Nida, Eugene A. & de Waard, Jan. From one Language to Another. Nashville: Nelson Publishers, 1986, p. 36) Por esta razón en sus posteriores escritos se distanció del término “equivalencia dinámica,” prefiriendo en lugar de eso “equivalencia funcional”. Pero el mero cambio en el nombre de su teoría fue un acto superficial que no trató con la confusión en sí.
En 1996, Anthony Howard Nichols escribió una tesis doctoral que criticó de forma moderada la teoría de traducción de Nida. Su crítica se puede resumir en el siguiente párrafo:
Sin embargo, se encuentra que el modelo de equivalencia dinámica es defectuoso para la traducción de la Biblia. En primer lugar, subestima la intrincada relación de forma y significado en el lenguaje. En segundo lugar, si bien la evaluación de la traducción debe tener en cuenta su propósito y la audiencia a la que se dirige, la «equivalencia» definida en términos de las reacciones del receptor es imposible de medir y desdibuja la distinción entre «traducción» y «comunicación». En tercer lugar, el papel determinante dado a la respuesta del receptor pone constantemente en peligro la «otredad» histórica y cultural del texto bíblico. Finalmente, el impulso por la explicitación garantiza que los receptores nativos deben acercarse a las Escrituras a través de un filtro occidental y les niega el acceso directo al universo bíblico del discurso. (Nichols, Anthony Howard. Translating the Bible: A critical analysis of E. A. Nida’s theory of Dynamic Equivalence and its impact upon recent Bible translations. Thesis, University of Sheffield, 1996, p. ii)
De todas las críticas que he leído acerca de la teoría de traducción de Nida, creo que el mejor pensado fue por Y. C. Whang. Él expresa sus desacuerdos de forma concisa bajo seis puntos, usando el término más nuevo, “equivalencia funcional”:
Primero, si el objetivo de la traducción es inducir una respuesta de los receptores de la segunda lengua que sea idéntica al de los receptores de la primera lengua, ¿cómo puede un traductor confirmar si la respuesta del primero inducida por la traducción es idéntica al de este último? Este problema hace que la equivalencia funcional sea mucho más complicada que la equivalencia formal, por lo que la transición de la última a la primera no parece una opción inteligente. En cierto sentido, la equivalencia funcional parece inteligente en teoría, pero parece impracticable en la realidad.
En segundo lugar, para lograr la equivalencia funcional, un traductor debe primero imaginar el diálogo entre el Vorlage y los receptores originales, y luego debe tratar de encontrar la traducción que mejor construya el diálogo funcionalmente idéntico entre la traducción y los receptores presentes. Ahora bien, ¿cómo puede un traductor identificar el diálogo entre el Vorlage y los numerosos lectores? Esto es prácticamente imposible. …
En tercer lugar, si la carga de la traducción se traslada del significado del autor a la respuesta del receptor, ¿dónde busca el traductor el significado del texto? Es cierto que el autor no habría escrito en el vacío, y la existencia y situación de los receptores habría tenido un efecto importante en su escritura. Pero en el caso de libros antiguos como la Biblia, es fácil entrar en especulaciones sobre la respuesta del receptor debido a la falta de conocimientos previos sobre la situación. Más bien, parece más seguro poner el texto del autor en el centro y utilizar los datos demostrables sobre el receptor como un medio de apoyo subsidiario. Esto significa que concentrarse en el texto en sí en lugar de en una respuesta vaga del receptor es un enfoque más realista de la traducción.
En cuarto lugar, en el apéndice del libro, From One Language to Another, los autores [Nida y de Waard] admiten las dificultades involucradas en la traducción de la Biblia: [Luego cita de las páginas 185-6 del libro de Nida / Waard] …
En quinto lugar, aunque Nida y Taber declaran la comparación de las respuestas de los receptores entonces y ahora como el nuevo y mejor enfoque de la traducción, no es posible encontrar el método concreto de comparación en sus libros. …
En sexto lugar, en términos de mi propia experiencia, me coloco psicológicamente en la posición de los autores, no de los lectores. Esta es una experiencia compartida por casi todos los traductores. Inconscientemente se identifican a sí mismos como portavoces de los autores. Su único objetivo es expresar lo más exactamente posible lo que los autores hablan en sus libros. No trato de decir lo que los lectores originales o actuales entenderían de los textos, sino lo que dicen los autores. Significa que he supuesto que los traductores son responsables ante los autores, no ante los lectores. El papel del traductor es transmitir la idea del autor; comprender la idea es el papel del lector. A este respecto, la sugerencia de Nida se opone a mi práctica. Según él, los traductores no deberían ponerse en la posición del autor, sino en la de los lectores de entonces y ahora. Deben identificarse con los lectores, no con el autor. Sin embargo, Nida no lo dice claramente, sino que lo presupone. Por lo tanto, debido a que no se proporciona la forma concreta de lograr el objetivo sugerido, no puedo encontrar la aplicabilidad de sus sugerencias. Como se señaló anteriormente, aunque sus libros son útiles para mejorar la habilidad de traducción, sus sugerencias sobre los nuevos criterios de traducción son, me parece, insostenibles. (Whang, Y.C. “To Whom Is a Translator Responsible—Reader or Author?” Translating the Bible: Problems and Prospects. Eds. Stanley E. Porter and Richard S. Hess; Sheffield, England: Sheffield Academic Press, 1999, pp. 52-55)
Whang no es el único que ha expresado dudas acerca de la habilidad de generar la misma reacción en el lector moderno como en los lectores originales como una meta realista de la equivalencia dinámica:
Cuando decimos que pretendemos generar la misma respuesta en los lectores del idioma receptor que en los lectores del idioma donante, ¿a qué nos referimos? Supongamos que los lectores del documento original del Nuevo Testamento estuvieran en gran parte alienados por la verdad de lo que escribió Pablo: ¿deberíamos intentar reproducir una alienación similar hoy en día, a fin de preservar la «equivalencia de respuesta»? ¿Podemos esperar exactamente el mismo reflejo entre los lectores urbanos, secularizados, de Levítico o de Romanos del siglo XX como sus respectivos primeros lectores? … la falacia oculta contra la que se dirigen muchas de estas preguntas es la suposición inconsciente de que la «respuesta» es la categoría máxima en traducción. Estrictamente hablando, eso no es cierto; teológicamente hablando, es imprudente; evangelísticamente hablando, es incontrolado, por no decir peligroso. (Carson, D. A. «The limits of Dynamic Equivalence in Bible Translation» Evangelical Review of Theology. Vol. 9, July 1985, p. 205)
Como se puede notar en la siguiente cita, Nida confiesa la imposibilidad del asunto. Pero persiste en repetir el mismo argumento en sus escritos, y promociona sus libros como parte de la solución:
Sería bastante erróneo imaginar que el lector promedio de una traducción comprenderá con precisión lo que entendieron los receptores originales. Esto es imposible. Por un lado, los receptores en el segundo idioma simplemente no comparten con la fuente original todas las experiencias comunes que fueron una parte tan importante del escenario total de la comunicación. Además, se debe suponer que en todas las traducciones es inevitable que haya alguna pérdida de información e impacto. Sin embargo, si los receptores en el segundo idioma no logran captar el sentido adecuado o si las traducciones simplemente no tienen ningún sentido para ellos, se debe introducir una reestructuración significativa de la traducción. Las técnicas particulares que deben emplearse se describen detalladamente en los libros sobre la traducción de la Biblia … (Nida, Eugene. «Implications of Contemporary Linguistics for Biblical Scholarship» Journal of Biblical Literature. March, 1972, Vol. 91, No. 1, p. 89)
La Reina-Valera 1960 no es conocida por ser una traducción del estilo equivalencia dinámica. Aunque algunas traducciones en la Reina-Valera no son sumamente literales, esos casos son esporádicos y en proporción con otras traducciones conservadoras. Un ejemplo de no traducir siempre de forma literal en traducciones respetadas sería el uso de términos monetarios británicos en la versión King James.
Un ejemplo que algunos quizás intentarían clasificar como equivalencia dinámica sería el caso de Jueces 8:30. La Reina-Valera de 1909 lo tradujo de una forma extremadamente literal: «Y tuvo Gedeón setenta hijos que salieron de su muslo…» Aunque es una traducción literal del hebreo, suena sumamente raro en español, puesto que ni siquiera se refiere a la mujer en el contexto de que salieran hijos de su muslo. La Reina-Valera 1960 tradujo la frase correspondiente de la siguiente manera: «Y tuvo Gedeón setenta hijos que constituyeron su descendencia…» La revisión 1960 no lo traduce de forma sumamente literal, sin embargo, refleja con exactitud el dato del idioma hebreo.
Proveemos documentación a continuación para comprobar que los principios de la teoría no estaban en vigor cuando se revisó la revisión que hoy se conoce como la Reina-Valera 1960 entre los años 1951-1957:
1. Nida no introdujo su teoría de equivalencia dinámica hasta 1964, con la publicación de su libro Toward a Science of Translating. Según varios autores con conocimiento de lingüística, Nida fue impactado por principios lingüísticos del autor Noam Chomsky. El biógrafo de Nida, Philip Stine, con lo que indica de la influencia de Chomsky, coloca su influencia antes de que Nida publicara su teoría de equivalencia dinámica (Chomsky escribió los libros Syntactic Structures en 1957 y The Logical Basis of Linguistic Theory en 1962). (Stine, Philip. Let the Words be Written: The lasting influence of Eugene Nida. Atlanta: Society of Biblical Literature, 2004, p. 39 & 149). El lingüista Juan de Dios Luque Durán asocia el principio de la teoría de equivalencia dinámica de Nida con el libro de 1964 Toward a Science of Translating:
En 1964 [Nida] publica la obra Toward a Science of Translating (TASOT) en la que aparece por primera vez la teoría de la equivalencia dinámica en traducción. (De Dios Luque Durán, Juan. “El estudio de las lenguas de América y la lingüística norteamericana” Eugene A. Nida: Pionero de la Traductología Contemporánea. Emilio Ortega Arjonilla, et al, eds. Córdoba-Granada: Universidad de Córdoba, 2006, p. 145)
Esto también se puede reconocer por como Nida mismo lo introdujo en su libro de 1964 Toward a Science of Translating publicando lo que llamó por primera vez “equivalencia dinámica”, usando expresiones como “siguiendo a Noam Chomsky (1957)…” (p. 9)
2. La Sociedad Bíblica Británica y Extranjera estaba totalmente opuesta a la teoría de equivalencia dinámica en traducciones bíblicas durante este periodo de tiempo. Esto es relevante, porque esta sociedad bíblica fue una de tan solo dos que auspiciaron la revisión 1960, incluyendo los costos.
La Sociedad Bíblica Británica y Extranjera se resistió particularmente al enfoque de Nida, ya que durante mucho tiempo habían mantenido la política de mantener el enfoque en la forma bíblica (una posición que el mismo Nida había apoyado en su trabajo anteriormente). … La oposición de la BFBS a la equivalencia dinámica resultó en la pérdida de los derechos exclusivos en el mercado británico de una nueva traducción revolucionaria [publicada en 1966]. … La BFBS [Sociedad Bíblica Británica y Extranjera], por ejemplo, continuó resistiéndose a este enfoque hasta bien entrada la década de 1970. (Stine, Philip. Let the Words be Written: The lasting influence of Eugene Nida. Atlanta: Society of Biblical Literature, 2004, pp. 54, 56, 60)
3. Una publicación de las Sociedades Bíblicas Unidas autentifica que el primer texto bíblico publicado siguiendo principios de equivalencia dinámica no fue hasta 1966.
En este caso fue el Nuevo Testamento Dios Habla Hoy, el cual fue el «primer texto bíblico de la SBU en el que se aplican los principios de traducción por equivalencia dinámica». (Bonilla A, Plutarco. «Traducciones Castellanas de la Biblia» Descubre la Biblia. Vol. III. Edesio Sánchez Cetina, editor. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 2006, p. 270)
4. Nida originalmente tuvo una postura más conservadora antes de promover su teoría de equivalencia dinámica. Esto se puede comprobar por su libro Bible Translating (Traducción de la Biblia) publicado en 1947. A continuación, citaremos unas cuantas porciones del libro de Nida de 1947 para que se pueda percibir sus creencias y posturas originales, muchos que parecen estar en contradicción con sus creencias posteriores, especialmente años después de acabarse de revisar la Reina-Valera.
En su libro de 1947 sobre la traducción de la Biblia, Nida dedicó solo un párrafo a lo que denominó «traducciones de ideas»:
Las palabras son simplemente vehículos para ideas. Son símbolos y, como tales, no suelen tener ningún significado más allá de los objetos reales que simbolizan. En consecuencia, algunos traductores han adoptado como principio básico una fórmula que puede expresarse de la siguiente manera: «¿Qué habría dicho el autor si hubiera estado usando el inglés en lugar del griego y el hebreo?» Este tipo de enfoque del problema de la traducción es a veces muy valioso, pero tiene serias desventajas. El traductor se inclina a menudo a ser más interpretativo sobre la base de tal fórmula que si intenta mantenerse más cerca de la redacción real del original. Es probable que dicha traducción se base en la idea del traductor de la «esencia» del texto y, en consecuencia, refleje su interpretación personal del mismo. Por ejemplo, un traductor cambió «Yo soy el pan de vida» por «Yo soy la vida verdadera». Este es un ejemplo bastante extremo. Sin embargo, se debe recordar constantemente al traductor que es necesario traducir con precisión lo que dice el texto. (Nida, Eugene A. Bible Translating. New York: American Bible Society, 1947, p. 12)
Aunque Nida fue en general bastante cauteloso en el párrafo anterior, fue criticado por la declaración de apertura, «Las palabras son simplemente vehículos para ideas. Son símbolos y, como tales, por lo general no suelen tener ningún significado más allá de los objetos reales que simbolizan». Aunque esta reflexión sobre las palabras en un manual de traducción de la Biblia pueda parecer cruda, no debe considerarse fuera de lo normal para alguien con un doctorado en lingüística, que a veces haría declaraciones que son más lingüísticas que teológicas o inspiradoras. Nida no siempre aludió a las palabras de las Escrituras en los términos aparentemente fríos de la teoría lingüística, como se puede discernir en la siguiente declaración:
El verdadero traductor de la Biblia sigue de cerca la tradición de Felipe y Andrés, quienes guiaron a los griegos inquisitivos al Maestro en respuesta a su pedido: «quisiéramos ver a Jesús». Presentar a Jesús por la Palabra escrita, para que por el Espíritu de Dios los hombres puedan tener fe en la Palabra Viva, es la meta y el propósito de toda traducción. La mayor recompensa que puede recibir cualquier traductor es la expresada por una indígena mazateca del sur de México, que exclamó al leer el Evangelio de Marcos: «¡Oh, es como si pudiera ver a Jesús!» (Nida, Eugene A. God’s Word in Man’s Language. New York: Harper & Brothers, 1952, p. 27)
Nida solo dedicó un párrafo a las «traducciones de ideas», pero acabó defendiendo la precisión. Aunque reconoció que un traductor que se preguntaba «¿qué habría dicho el autor» si hablara mi idioma «en lugar de griego y hebreo?» podría ser «muy valioso en ocasiones», y advirtió que la traducción de ideas «tiene algunas desventajas graves», continuó advirtiendo lo siguiente en este párrafo dedicado a la traducción de ideas: «Sin embargo, se debe recordar constantemente al traductor que es necesario traducir con precisión lo que dice el texto».
Nida no promovió las traducciones de ideas en su libro de 1947, sino más bien lo que llamaba “el equivalente más cercano». Que Nida favoreció el equivalente más cercano es obvio por esta afirmación: «El principio de equivalencia más cercana es lo que se tratará a lo largo del resto del libro». (Nida, Eugene A. Bible Translating. New York: American Bible Society, 1947, p. 13). Él proveyó la siguiente explicación para el significado de “el equivalente más cercano»:
Una traducción basada en los equivalentes más cercanos en los dos idiomas representa un término medio entre dos extremos: (1) traducción literal y (2) traducción de ideas. El principio de equivalencia más cercana está diseñado para evitar la literalidad torpe por un lado y las interpretaciones injustificadas por el otro. La traducción debe realizarse en la forma idiomática habitual del idioma… (Ibid, p. 12)
Aunque Nida permite que una traducción tenga una forma de expresión «natural», advierte que «al mismo tiempo debe ser el equivalente más cercano al texto». (Ibid, p. 13).
Bajo el título «Requisitos básicos de traducción», Nida enumera sus requisitos de la siguiente forma:
Para obtener la equivalencia más cercana en la traducción, es necesario considerar tres requisitos básicos: (1) la traducción debe representar el uso habitual del idioma nativo, (2) la traducción debe tener sentido y (3) la traducción debe ajustarse al significado del original. No siempre es fácil satisfacer estos tres requisitos, ya que parecen superponerse y, en ocasiones, ser contradictorios. Sin embargo, deben ser considerados cuidadosamente en todo momento al hacer una buena traducción. (Ibid., pp. 13-14)
Nida en 1947 parece desconfiar de parafrasear las traducciones de la Biblia en idiomas avanzadas, dejándolo para casos en los que era prácticamente inevitable, como en las traducciones para idiomas primitivas. Un ejemplo es su crítica a una paráfrasis en inglés de Goodspeed. Después de señalar cómo había traducido 1 Cor. 11:10, Nida tenía esto que decir:
La última frase ayuda a aclarar el significado y, sin embargo, esta frase no está en el texto original. Debería evitarse tal adición, incluso a expensas de una menor claridad. Se puede tolerar un número moderado de adiciones en ciertas situaciones, pero la tendencia es desarrollar esos pasajes particulares que representan intereses doctrinales especiales del traductor. La guía más segura es eliminar todas las adiciones que no estén expresamente en el texto del que se está traduciendo. Habrá un mayor número de pasajes oscuros, pero si son oscuros en el texto mismo, su aclaración debe dejarse a la enseñanza y al comentario. (Ibid., p. 53)
A continuación, se puede observar un surtido de expresiones en los cuales Nida en 1947 clama por cautela y equilibrio en el proceso de traducir la Biblia:
El objetivo principal de la traducción es representar, en la medida de lo posible, tanto la forma como la función del relato bíblico. No hay conjuntos de fórmulas que puedan seguirse para resolver los problemas de correspondencia y equivalencia. Uno debe usar el “juicio santificado”. Pero tal juicio no puede emplearse satisfactoriamente sin un estudio completo de los hechos y una comprensión de los principios básicos. (Ibid., p. 132)
El traductor está constantemente llamado a seguir un curso cuidadoso entre la paráfrasis injustificada, por un lado, y los absurdos literales, por el otro. Debe evitarse cualquier extremo. (Ibid., p. 273-274)
Las oraciones no deben cambiarse de acuerdo con la interpretación del propio traductor o porque la adopción de algunas paráfrasis constituya el camino de menor resistencia en la traducción de algunos pasajes difíciles. Las oraciones deben cambiarse únicamente de acuerdo con las exigencias de la estructura léxica, morfológica y sintáctica de la lengua nativa. La necesidad de hacer algunos ajustes a las características gramaticales del idioma nativo no debe interpretarse como una base para traducir solo la «esencia» de un pasaje. El traductor debe realizar la traducción lo más cercana posible en términos de las estructuras lingüísticas de los idiomas involucrados. (Ibid., p. 276)
En la medida de lo posible, se debe intentar reproducir todas las figuras retóricas tan literalmente como sea posible y aun así transmitir el significado del texto original. (Ibid., p. 279)
Desde 1947 se puede detectar en los escritos de Nida lentamente al pasar los años una disposición a ser más creativo en la traducción de la Biblia en idioma subdesarrollados. Él era muy consciente de la dificultad de traducir términos bíblicos a idiomas que carecían de palabras equivalentes o que estarían sujetos a serios mal entendidos. Sus libros estaban repletos de ejemplos donde una traducción literal de cierta palabra clave en un caso dado resultaría en algo cómico e inaceptable, o donde sencillamente no existía una palabra equivalente en el idioma receptor.
Aunque la teoría de equivalencia dinámica como fue intencionada por Nida no era para promover traducciones parafraseadas en su totalidad en idiomas avanzadas, se acerca mucho a los principios de paráfrasis y ayudó a abrir la puerta para la aceptación de tales traducciones excesivamente libres. Cuanto más parafraseada sea una traducción de la Biblia, más objetable es para los creyentes más conservadores en su teología, en lo general. Algunos sin duda permitirían más excepciones para los idiomas primitivos que carecen de muchos términos teológicos y coloquiales que se encuentran en las Escrituras. En tales casos, las traducciones parafraseadas son, hasta cierto punto, casi inevitables.
Los promotores de Biblias parafraseadas en idiomas avanzadas señalan su éxito por los millones de ejemplares vendidos. En asuntos espirituales creo que no necesariamente se le debe dar a la gente lo que solicitan, sino más bien lo que necesitan. Del lado positivo, es posible que traducciones sencillas (parafraseadas) han animado a algunos a leer la Biblia que anteriormente lo consideraban una tarea difícil. Seguramente han sido útiles para algunos que apenas pueden leer. Pero en mi opinión, las traducciones parafraseadas no deben ser consideradas “Biblias” en el sentido tradicional, sino más bien algo inferior que no llega a la altura de una traducción bíblica seria y legítima. Pero el que discipula a los convertidos y descubre que su alumno utiliza una paráfrasis no debe avergonzarlo, sino más bien debe animarlo a avanzar de la leche a la carne, de una imitación a una Biblia real, de un libro de tapa rústica a uno de tapa durable, de algo leve a una Biblia seria y respetable como lo es la Reina-Valera.
Con el tiempo Nida se centró más en el área teórico de la antropología cultural y la lingüística para los traductores bíblicos y otros, en vez de los aspectos más prácticos. En sus últimos años, basado en lo que aparece en sus escritos sobre lingüística, pareció enfocarse más en el ámbito general o secular, aunque todavía aparecía ejemplos ocasionales de dificultades en la traducción de la Biblia tomadas de su larga experiencia viajando por el mundo.
Nida temprano en su ministerio era relativamente conservador en su teología e incluso estuvo vinculado con algunas entidades fundamentalistas (véase El trasfondo fundamental de Eugenio Nida). Lo que indica sus escritos y sus actividades ecuménicas a medio camino es que tristemente se extravió bastante de sus comienzos en unas cuantas áreas.
Dios los bendiga.
En mi opinión y con el respeto de los autores y lectores, la misma escritura nos enseña en 2 Pedro 1-20,21 «que ninguna profecía de la escritura es de particular interpretación, por qué no fue traída en tiempos pasados por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo».
Ahora, cuando se juega a querer llevar el mensaje distorsionado para buscar unir en acuerdo a los hombres, aún así no conservando el mensaje original por el simple hecho de promover un movimiento ecuménico alterando la misma esencia y el propósito del creador y la sana doctrina; esto es una aberración. El hombre no puede jugar a ser Dios.
La equivalencia dinámica es un peligro para la finalidad del mensaje, y el problema no es la traducción de la reina Valera en general; sino el daño que le ha hecho este hombre Eungene Nida, al queres encubiertamente infiltrar un mensaje distorsionado y maligno, en algunos versículos de la Biblia que cambian totalmente el texto recibido en sus orígenes.
Solo queda pedir mucha sabiduría y disernimiento al Espiritu Santo el cual es dado abundante a quienes lo piden con fé, y estar muy atentos para no ser engañados.
Que el espíritu de Dios sea nuestro guía Amén.