¿Estás cantando?

¡Los cristianos cantan! ¡Los pecadores salvos por gracia, cantan! ¡Los corazones llenos del Espíritu, cantan! Dios dice: «He aquí que mis siervos cantarán por júbilo del corazón», (Isaías 65:14). El pueblo de Dios es un pueblo perseguido, probado, y muchas veces un pueblo doliente: no obstante, siempre es un pueblo cantor.

El que goza de comunión con Dios, presto prorrumpe en canto. El que empieza el día con Dios pronto encuentra un canto que brota de su corazón. El que aprovecha la ayuda y protección de Dios y se deja guiar por él, no puede menos que vaciar en forma audible el gozo que brota de su alma.

La fuente del canto y gozo cristiano es Dios. Moisés cantó: «Jehová es mi canción», (Éxodo 15:2). Hasta que el hombre experimente el nuevo nacimiento, hasta que su ceguedad espiritual sea quitada y sus grilletes de pecado sean reventados, no podrá conocer el gozo más grande que hay sobre la tierra. Pero cuando los pecados son perdonados, cuando la carga pesada de culpa y condenación que descansaba sobre el corazón, le es quitada, el hombre puede testificar: «Puso luego en mi boca canción nueva, alabanza a nuestro Dios;» y cuando pasa esto, resulta lo demás del versículo: «Verán esto muchos, y temerán, y esperarán en Jehová», (Salmo 40:3). No hay testimonio más poderoso ante un mundo incrédulo, que un cristiano cantando, radiante de gozo.

Dios nos da nuestra canción, y a Dios cantamos. A lo menos 46 veces la Biblia nos da a entender que nuestra canción se dirige al Señor. No solamente cantamos acerca de él, sino que cantamos a él. Dios se agrada con la voz de sus redimidos mientras lo alaban con canciones de júbilo. El cielo está lleno de canto. Los ángeles cantaban antes de la fundación de la tierra. y cantaron cuando nació el Salvador del mundo. En la eternidad seguirán sus canciones en el cielo (Apoc. 5:9; 14:3; 15:3). No solamente cantan los ángeles y los redimidos, sino Dios mismo canta por causa de su amor gozoso para con nosotros. (Sofonías 3:17).

La canción al Señor comienza en el corazón del creyente aquí en la tierra, y durará por toda la eternidad. Los contratiempos no pueden detenerla; las tinieblas no pueden prevenirla; el sufrimiento no puede callarla. David cantaba mientras huía de sus enemigos; cantaba en la noche larga y oscura. Pablo y Silas cantaban en la prisión con espaldas ensangrentadas y pies amarrados con una cadena romana. Jesús y sus discípulos cantaban, se puede decir, desde el aposento alto hasta el Getsemaní.

Cristiano: ¿Todavía tienes un corazón que canta? Cuando se te entiende mal, cuando las circunstancias parecen estar en tu contra, cuando los quehaceres son difíciles y el día largo, ¿te contemplas a ti mismo y te quejas? o ¿empiezas a cantar? Cuando todos te olvidan y te abandonan, cuando la carga parece ser más pesada que la que puedes llevar, ¿te retiras a un lugar para llorar? o ¿haces frente a tus tareas cantando al Señor con gozo en el corazón?

¡Alza la cabeza! ¡Regocíjate! ¡Dios no te ha olvidado! Él es todopoderoso y nos puede dar gracia suficiente para hacernos más que vencedores. Él nos da vida, y vida abundante. A Dios no se le sorprende ni se le derrota. No nos da solamente una fe para las circunstancias comunes, sino una fe poderosa que todo lo puede. Él pone en nuestro corazón su poder vivificante: el bendito Espíritu Santo. Nos reparte gozo inefable y lleno de gloria. Dios está sobre su trono: que resalte en tu corazón una canción nueva al Señor.

El Pastor Evangélico, 1957

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