“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros”. (Gálatas 5:1, 13)
Es una lástima que hay creyentes que viven como si están en esclavitud. Cristo nos llamó a libertad. Vamos a analizar algunas de las equivocaciones que dejan a los creyentes en esclavitud.
Hay algunos que no están 100% convencidos de que la salvación es por la gracia. Tal vez están al tanto con Efesios 2:8-9, pero todavía piensan, “Debe ser que yo tengo que hacer algo”. Efesios 2:8-9 dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Hay los que fueron enseñados que la salvación es por gracia pero que se puede perder la salvación si no hacen su parte. Cuando es así, ellos no pueden apoyar en la obra completa de Cristo. Siempre hay la preocupación de que pueden perder su salvación. Tal vez hay versículos en la Biblia que les dan razón por pensar así, pero tenemos que interpretarlos a la luz de otros versículos que nos aseguran que es Cristo que nos salva, y no nosotros mismo. Algunos preguntan, “¿No es que el mismo Apóstol Pablo se preocupó que tal vez el sería eliminado?” (1 Cor. 9:27) Tiene que ser que la preocupación del apóstol era el de estar eliminado del privilegio de seguir sirviendo a Dios. Más de un siervo de Dios ha sido eliminado del ministerio por ceder a sus deseos carnales. Fue el mismo Apóstol Pablo que declaró en Romanos 8:38-39: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Hay los que buscan una manera de medir su espiritualidad. Hay una satisfacción en sumar sus virtudes. Así se puede pensar, “No soy tan malo. Mira todo lo bueno que hago”. Por supuesto debemos hacer lo bueno. Dios nos salvó para buenas obras. “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. (Efesios 2:10) Lo de malo en sumar sus buenas obras es que aumenta la tentación a vanagloriarse. Jesús dijo que es mejor que tu derecha no sepa lo que hace tu izquierda. (Mateo 6:3)
Hay los que practican ascetismo y se sienten superior a los demás creyentes. Si practicamos nuestras virtudes para ser vistos por los hombres ya tenemos nuestra recompensa. Mateo 6:1-2 así lo dice: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”.
Para algunos, el de restringirse del pecado y ser virtuoso es un gran sacrificio. Es porque sus ojos y su corazón están en las cosas de este mundo. El hecho de negarse de ellas parece ser un alto nivel de espiritualidad. Ellos piensan que deben merecer un galardón grande en los cielos por sus sacrificios y virtudes. Al contrario, el creyente que ama a Dios no estará consciente de haber hecho muchos sacrificios. El hace todo por amor a Dios. El creyente carnal dice: “He sacrificado mucho por andar en el camino del Señor”. Al contrario, el creyente espiritual dice; “Su yugo es fácil y ligera su carga”.
Hermano, la vida cristiana no consiste de prohibiciones y buenas obras. Consiste de una relación cariñosa con Cristo. Ten cuidado que no pierdas la libertad con que Cristo te hizo libre. No estés sujeto al yugo de esclavitud. Así vas a perder el gozo de la vida cristiana.