Cuando alguien entra en la vida cristiana a través del nuevo nacimiento, es como si se embarcara en un viaje hacia el cielo. Puede que tenga que pasar por muchas tormentas, y las olas de la tentación y la prueba lo azotarán; pero al final se puede decir de todos los creyentes, como lo fue de Pablo y sus compañeros en el momento del naufragio: “Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra” (Hechos 27:44).
Viajeros, asegúrense de su lugar a bordo, porque solo hay un barco que llegará a esa hermosa tierra.
Nombre del barco: Barco del Evangelio (Rom. 1:16).
Puerto de embarque: Ciudad de destrucción (2 Pedro 3:10).
Fin del viaje: la tierra de Emanuel (Heb. 11:16).
Hora de salida: Hoy (Heb. 3:7, 8).
Pasaje: Sin dinero y sin precio (Isaías 55:1).
Nombre del capitán: Jesucristo (Heb. 2:10).
Tripulación: Colaboradores (2 Cor. 6:1).
Pasajeros: Pecadores salvos por gracia (Rom. 5:1, 2).
Mar a cruzar: Tiempo (Ap. 6:10).
Faro: Las Sagradas Escrituras (Sal. 119:105).
Brújula: La Verdad (Juan 8:32).
Velas: Fe y amor (2 Tes. 1:3).
Viento: El Espíritu Santo (Juan 6:63).
Provisiones: Gracia (Isaías 55:2).
Ancla: Esperanza (Hebreos 6:18-19).
Todos están invitados: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
¿Habéis ocupado vuestro lugar en la nave del Evangelio, camino de la Gloria? ¿Si no, porqué no?
Sunday School Times, 1951