Jeremías 9:1-9
1 ¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!
2 ¡Oh, quién me diese en el desierto un albergue de caminantes, para que dejase a mi pueblo, y de ellos me apartase! Porque todos ellos son adúlteros, congregación de prevaricadores.
3 Hicieron que su lengua lanzara mentira como un arco, y no se fortalecieron para la verdad en la tierra, porque de mal en mal procedieron, y me han desconocido, dice Jehová.
4 Guárdese cada uno de su compañero, y en ningún hermano tenga confianza; porque todo hermano engaña con falacia, y todo compañero anda calumniando.
5 Y cada uno engaña a su compañero, y ninguno habla verdad; acostumbraron su lengua a hablar mentira, se ocupan de actuar perversamente.
6 Su morada está en medio del engaño; por muy engañadores no quisieron conocerme, dice Jehová.
7Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que yo los refinaré y los probaré; porque ¿qué más he de hacer por la hija de mi pueblo?
8Saeta afilada es la lengua de ellos; engaño habla; con su boca dice paz a su amigo, y dentro de sí pone sus asechanzas.
9 ¿No los he de castigar por estas cosas? dice Jehová. De tal nación, ¿no se vengará mi alma?
Jeremías tuvo la difícil tarea de proclamarle el juicio venidero a Judá ante la invasión babilónica. Hay muchas cosas por las cuales se puede culpar la caída de Judá; pero se ha de recordar que cuando Josué guió a Israel a ocupar la tierra prometida, Dios le advirtió a su pueblo en Deuteronomio 8 a que guardaran su ley y sus mandamientos para que todo les fuese bien. Al Judá desobedecer, surgieron muchos problemas. Uno de ellos en particular fue el del chisme. El chisme es uno de los problemas que más está afectando a la unidad y al buen funcionamiento de la iglesia. En la Escritura encontramos varios sinónimos para la palabra chisme, como: “entremetido”, “maledicencia” y “calumnia”. Como se le llame, el chisme siempre causará contiendas. En Proverbios 26:20 dice: “Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso cesa la contienda”. En la esencia de los problemas entre el pueblo de Dios siempre hay algún tipo de chisme. En el pasaje de Jeremías, éste relaciona el chisme con las personas que se han olvidado de Dios. Una nación de la cual Jeremías deseaba huir (vv. 1-2), una nación que procede “de mal en mal” (v. 3), una nación a quien le hace falta confianza (v. 4) y una nación que está llena de gente engañosa (vv. 5, 6 y 8). Y no es de sorprenderse que Dios le prometió castigo a Su propio pueblo que chismeó (v. 9). Una congregación chismosa es una congregación moribunda.
El Chisme Alienta a Mentir
Yo he vivido ya por cinco años en el área de Washington, DC y no hay tiempo más lleno de engaño que durante el año de las elecciones. Los habitantes de Washington dan sus votos como resultado del chisme y a eso se le llama política. Hay muchos políticos y oficiales de alto mando que son elegidos, pero muchos de ellos dicen chismes de sus oponentes para obtener más votos en las urnas. Es algo frustrante que se diga una mentira de ti. Cuando niño, me criaron en una casa que tenía una gran abertura en el ático en donde mi padre había hecho planes de hacerle una añadidura a la casa, pero por mucho tiempo no lo hizo por falta de medios económicos e impedimentos físicos. En la iglesia a la que asistía había muchos buenos miembros a quienes yo admiraba, pero quienes tenían su buena dosis de chisme. Por razón de que mis padres no asistían fielmente a la iglesia, yo me sentía sólo y muchas personas trataban de explicar la situación de mi hogar hablando chisme al respecto. Por ejemplo, decían que nuestro hogar era así porque mi padre era un borrachón y que nunca teníamos ni leña para calentar nuestro hogar en el invierno. Muchos otros miembros de la iglesia “aconsejaron” a la madre de mi novia para que no nos permitiera vernos y así me dejara porque, de acuerdo a ellos, socialmente yo no tenía mucho futuro. Ahora, para todo esto, nadie preguntó nada ni me visitaron para tratar de entender la situación, la gente simplemente creyó el chisme de los demás. Proverbios 18:8 dice: “Las palabras del chismoso son como palabras suaves, y penetran hasta las entrañas”; este tipo de chisme muy bien puede afectar grandemente a un joven. La mayoría de nosotros nunca pensaría en penetrar “hasta las entrañas” intencionalmente, ¿o sí? La mayoría de nosotros contribuimos al chisme al no verificar lo que escuchamos de labios de otra persona. Cualquier asunto que llegue hasta nosotros, debiéramos verificar personalmente en vez de creer información de segunda mano. El hecho de que tal y tal persona lo dijeron no lo hace verdad. “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios 4:25). El chisme debe parar en nuestros labios. No es la responsabilidad del pastor ni del maestro de escuela dominical, sino nuestra.
El Chisme Anima al Ocio
Levítico 19:16 dice: “No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová”. El chisme es calumniar. Una cosa es decir mentira acerca de alguien, pero también es igual de pecaminoso atentar “contra la vida de tu prójimo” o el oír algo falso que se dice contra alguien más y que no se haga algo al respecto. Como dice la Escritura, es lo mismo que ser cómplice de un asesinato. Muchas veces utilizamos el chisme como un pobre sustituto para la compasión. Hablamos mucho de los problemas de los demás sin tomar algunos pasos decisivos para mitigar esas necesidades y nos apartamos de tales problemas pensando que somos buenos porque al menos nos sobrevino un sentimiento de compasión. En Gálatas 6:2 y en Santiago 5:16 se le alienta al cristiano a llevar las cargas de los otros y confesar nuestras faltas; pero una congregación chismosa no va a hacer esto. En Gálatas 6:2 también añade que al ayudarnos unos a otros, estamos cumpliendo “la ley de Cristo”. La Santa Trinidad no se sentó en el cielo y chismeó de mi condición vil. Dios no dijo: “Él no sirve para nada, ¿por qué he de tener misericordia de él? Cristo no le dijo a Dios Padre, ¿Yo? ¿morir por él? Tampoco el Espíritu Santo dijo: ¿Yo? ¿morar en esa persona? Sino que Dios Padre tuvo misericordia y envió a su Hijo para morir en mi lugar y el Espíritu Santo mora en mí. No hubo nada de chisme, simplemente acciones. Muchas veces sufrimos más por nuestros chismes que por la causa de Cristo en el ministerio. En I Pedro 4:14-15 dice: “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno”.
El Chisme es Característica de un Corazón No Regenerado
En la segunda carta de Pablo a los corintios, escribe: “Pues me temo que cuando llegue, no os halle tales como quiero, y yo sea hallado de vosotros cual no queréis; que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias, desórdenes; que cuando vuelva, me humille Dios entre vosotros, y quizá tenga que llorar por muchos de los que antes han pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido” (II Cor. 12:20-21). El mayor problema que tenía la iglesia de Corinto era su trasfondo pagano. Esta era una ciudad de prostitución y una iglesia que toleraba el pecado de fornicación dentro de la misma iglesia. El apodo “corintianizar” o “actuar como un corintio” era verdad, y no tenía nada que envidiársele. Pablo había pasado mucho tiempo con ellos y estaba muy preocupado porque muchos de ellos estaban regresando a la pasada manera de vivir. En Romanos 1, Pablo describe el estado en el que se encuentran aquellos que rechazan a Cristo. Después que Dios pronuncia su ira contra los homosexuales, los asesinos, los fornicarios y los demás impíos y los entrega a la inmundicia y demás pasiones vergonzosas (vv. 24, 26 y 28), Pablo prosigue a describirlos en el v. 29 como personas llenas de “injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades”. Yo he sido cristiano por más de 25 años. Asisto una buena iglesia, estoy estudiando la Palabra de Dios, me guardé puro hasta el día de mi boda, no maldigo ni tomo y a veces pienso que no soy como uno de los pecadores descritos en Romanos 1; pero cuando leo este versículo, me doy cuenta que el chisme es parte de estos pecados y que delante de Dios no hay diferencia entre este pecado y los demás. Esto realmente me baja de mi nicho porque a veces llego a ser como el fariseo mencionado en Lucas 18:10-14 que miraba a su alrededor y le daba gracias a Dios que no era como uno de aquellos. Al chisme se le menciona junto a los homosexuales, los pervertidos y los impíos; para Dios, el pecado es pecado no importa de qué forma venga.
Solución y Resultados
La solución para este problema es una muy antigua. Como todo crecimiento en la vida cristiana, comienza con I Juan 1:9, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. La otra parte de la solución es fácil decirla pero difícil de ponerla en práctica; pedir perdón a la persona a quien hemos ofendido (Mateo 5:23-24). Aunque es verdad que a veces pensamos que hay algunas cosas que sería mejor no repetirlas y olvidarlas en el perdón de Dios, ¿no sería mejor pedirle perdón a nuestro hermano por la falta que hemos cometido? Un “perdóname por haber hablado de ti” es todo lo que se necesita. Mejor sería que aprendiéramos a controlar nuestra lengua para no tener que pagar las consecuencias más tarde. Así como Jeremías predijo la destrucción de Judá revelando sus chismes como los síntomas de sus problemas como nación, Zacarías fue testigo de la restauración de Israel después de la cautividad babilónica. A través de Zacarías, el Señor amonestó a la nación en Zacarías 8:16-17: “Estas son las cosas que habréis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a nuestra paz en vuestras puertas. Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso: porque todas estas son cosas que aborrezco, dice Jehová”. ¡Qué Dios nos dé el poder para controlar nuestra lengua, para que él pueda bendecir nuestras iglesias!
–El Escudo de la Fe
Es un artículo muy lindo, me gustan mucho las aplicaciones para la congregación dentro de la Iglesia, la Biblia fue escrita primariamente para su pueblo.
Las aplicaciones a la política son secundarias pues está en el terreno profano.
Gracias.