Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros. (1 Pedro 3:15)
¿Qué significa la apologética?
El término apología (del griego απολογιαν) indica una defensa de conducta y procedimiento.
Apología, traducida por la palabra castellana defensa o defenderse en la Reina-Valera 1960, se usa ocho veces en el Nuevo Testamento. Algunos ejemplos involucrando dicho término griego incluyen los siguientes pasajes:
Filipenses 1:7 “… en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia.”
Filipenses 1:17 “… los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio.”
1 Pedro 3:15 Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros.
La Biblia misma constituye evidencia interna. Es aceptada por creyentes por fe. La apologética, sin embargo, trata mayormente con lo que es evidencia externa. Muchas veces es dirigido a los que carecen de fe, pero puede fortalecer los creyentes y equiparlos para ayudar a los que carecen de fe.
Aunque la apologética trata mayormente con lo que es evidencia externa, no se debe dejar afuera la Biblia. Romanos 10:17 nos dice, Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
¿Cómo se pueden probar los milagros de la Biblia mediante métodos científicos tradicionales? En definitiva, no se puede. Creemos en la Biblia por fe. “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb. 11:6). Sin embargo, la apologética puede ayudar a condicionar a otros para que la fe crezca y florezca. La apologética no reemplaza a la fe en la Biblia, pero puede preparar el corazón para que sea más receptivo a la fe. Puede demostrar que el creyente no tiene que cometer “suicidio intelectual” para creer la Biblia por fe.
La Biblia deberá ser la autoridad suprema e infalible en la apologética, mientras que otras autoridades como la lógica, la filosofía, la ciencia o los decretos de la iglesia se mantienen como secundarias.
Algunos parecen creer que, dado que creencia en Dios y la Biblia requiere fe, la apologética no es muy necesaria. Su forma de razonar podría ser, “Dios lo dijo, y eso lo resuelve”, por lo tanto, es una pérdida de tiempo esforzarse por proporcionar una defensa académica de las verdades bíblicas. Tienen razón en el sentido de que la fe sencilla es necesaria para creer en la Biblia y aceptar a Cristo como Salvador. Esta verdad se ilustra en Marcos 10:15, que dice: “De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Pero hace falta reconocer que hay multitudes que han acarreado dudas mediante ciertos estudios universitarios o influencias a través de la televisión o el internet que le han llenado de dudas. Alguien dijo muy bien que “El corazón no puede regocijarse con aquello que la mente rechaza como algo falso. Mi corazón y mi cabeza fueron creados para trabajar y creer en perfecta armonía”. Cristo nos mandó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mat. 22:37).
La fe en el cristianismo está basada en la evidencia. Es fe razonable. La fe, en el sentido cristiano, va más allá de lo que es razonable, pero no va contra la razón. Fe es la certidumbre del corazón en lo adecuado de la evidencia. (McDowell, Josh. Evidencia que Exige un Veredicto. Deerfield, FL: Editorial Vida, 1993, p. 4, citando a Paul Little)
Mientras se mantienen en dudas y confusión relacionados a la existencia de Dios y la veracidad de la Biblia, no penetrará la luz de la iluminación divina. Pero no deben ser considerados casos perdidos. Al contrario, las preguntas del creyente además de sus respuestas bíblicas bien razonadas lentamente pueden ir despejando la confusión para que comience a penetrar la luz. Quizás sólo podremos sembrar una semilla, pero cuando esa semilla es regada por otros, esa semilla que sembramos puede germinar y dar fruto.
Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Hechos 16:14
Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne. Eze. 11:19
La apologética bíblica enseñada con claridad y profundidad que no evitan áreas de dificultad pueden ser efectivas para guiar a los agnósticos y escépticos desde la duda y la burla a un punto en el que el Espíritu Santo pueda comenzar una obra en su corazón. El apóstol Pablo, un hombre altamente educado, fue muy usado por Dios, tanto cuando hablaba con sencillez como cuando hablaba con erudición. Nuestro motivo no debe ser el de lograr la alabanza y el reconocimiento de la erudición humana, especialmente a expensas de negar las verdades bíblicas, como los que llegan a afirmar que el libro de Génesis no puede aceptarse literalmente. Se puede extraer un ejemplo del debate creación-evolución. En los últimos 75 años, muchos hombres creyentes bien educados han escrito libros profundos sobre el creacionismo. Harry Rimmer, Henry Morris, Ken Ham, John Whitcomb, etc. No solo han ayudado a apuntar a los que dudan a Cristo, sino que también han sido útiles para fortalecer la fe de muchos cristianos.
Aunque la Biblia requiere fe, no es una fe ciega o “un salto hacia el vacío”. El apóstol Pablo afirmó, “Yo sé a quién he creído” (2 Tim. 1:12). Jesús dijo, “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). La fe bíblica es basado en hechos, muchos de los cuales es basado en escritos de testigos de dichos hechos en las Escrituras.
Los escritores del Nuevo Testamento escribieron en calidad de testigos oculares de los eventos que describieron o bien tomaron de primera mano los relatos de testigos oculares.
2 Pedro 1:16 “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.”
Ellos conocían ciertamente la diferencia entre el mito, la leyenda y la realidad. (McDowell, Josh. Evidencia que Exige un Veredicto. Deerfield, FL: Editorial Vida, 1993, p. 5)
Observe la participación de los sentidos de parte de los testigos de los hechos bíblicos comenzando en 1 Juan 1:1-3:
Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos…
Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo. Lucas 1:1-3
En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. Hechos 1:1-3
El siguiente escritor señala el hecho de que vivimos en tiempos en los cuales es imprescindible que los cristianos estén equipados para defender su fe, debido a que hay menos de las multitudes dispuestos a creer la Biblia. ¡Y su observación se hizo hace más de 100 años!
Puede ser que hubo un día en que se pudo propagar el cristianismo sin defensa. Pero tal día, en cualquier caso, ha pasado. En la actualidad, cuando los opositores del evangelio están casi en control de nuestras iglesias, la más mínima evasión de la defensa del evangelio es pura infidelidad al Señor. Ha habido grandes crisis anteriores en la historia de la Iglesia, crisis casi comparables a esta. Una apareció en el siglo II, cuando los gnósticos amenazaron la vida misma de la cristiandad. Otro vino en la Edad Media cuando el evangelio de la gracia de Dios parecía olvidado. En tales tiempos de crisis, Dios siempre ha salvado a la iglesia. Pero él siempre lo ha salvado no por pacifistas teológicos, sino por firmes contendientes por la verdad. (Machen, J. Gresham. Christianity and Liberalism. New York: Macmillan, 1923, p. 174)
La apologética tiende a enfocarse en la creación (en contraste con la evolución) y la confiabilidad de la Biblia en general. Pero no acaba allí. Puede llegar a tocar asuntos como los siguientes:
- Pruebas de la existencia de Dios
- Evidencia de arqueología
- Cumplimiento de profecías bíblicas
- Noé y el arca
- Las diez plagas de Egipto
- La división del mar Rojo
- La caída de los muros de Jericó
- El sol que se detuvo
- Jonás y la ballena
- Nacimiento virginal de Cristo
- Milagros de Cristo
- Resurrección de Cristo
En sus enseñanzas, Jesús se refirió a tales acontecimientos como la creación, Moisés y la zarza ardiendo, Noé y el arca, y Jonás y el gran pez, y nunca dudó de su veracidad.
Aunque no se debe dudar de su veracidad, la fe bíblica no es una simple creencia intelectual en lo que la Biblia dice; es fe en una persona con la cual se puede tener una relación personal:
La fe cristiana es fe en Cristo. El valor que ella tiene no está en el que cree, sino en aquél en el cual se cree – no en el que confía, sino en aquél en el cual se confía. (McDowell, Josh. Evidencia que Exige un Veredicto. Deerfield, FL: Editorial Vida, 1993, p. 5)
Porqué la apologética es bueno para creyentes:
- Ayuda a reforzar su fe.
- Le ayuda en encuentros que tendrán con personas confundidas.
- Le ayuda a reconocer que la Biblia puede resistir el escrutinio y el examen minucioso justo.
El gran escritor cristiano Samuel Vila aporta lo siguiente al asunto:
Por tal motivo, no solamente hemos de testificar de nuestra fe diciendo: «Yo creo esto», sino que tenemos el deber de dar razón del porqué lo creemos. Puede que nuestras razones no logren convencer a muchos de los ateos y escépticos que nos rodean, pero cuando menos podemos conseguir dos cosas:
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- Ganar su respeto en cuanto a la fe que profesamos, para que no nos consideren unos crédulos ignorantes, incapaces de explicar el porqué de nuestra actitud y profesión cristianas.
- Podemos y debemos levantar dudas en el corazón de nuestros interlocutores escépticos acerca de su confianza en la incredulidad. Después de todo, la incredulidad es también una fe, una opinión, una hipótesis: Una fe en que no hay Dios, como nosotros tenemos fe en que lo hay. (Vila, Samuel. Manual de Teología Apologética. Terrassa: Libros Clie, 1983, págs. 9-10)
Hay algunos ganadores de almas cuyo concepto es testificar a un inconverso una sola vez, y si no accede a aceptar a Cristo en esa ocasión, es un caso perdido. Pero hay casos de inconversos con preguntas y dudas sinceras. Un caso dado en la Biblia podría ser Jesús y Nicodemo. Jesús contestó sus preguntas con mucha paciencia. Generalmente los que aceptan a Cristo después de una serie de encuentros en las cuales se contestan sus preguntas de forma bíblica con mucha paciencia, hacen decisiones sinceras y resulta en fruto que permanece.
Algunos sin duda podrían sentirse inadecuado a presentar defensa del evangelio ante una persona educada con preguntas y argumentos difíciles. Sin embargo, muchos de estas personas no han leído mucho de la Biblia, y el cristiano común y corriente que lee y estudia la Biblia podría tener gran impacto como señala el siguiente escritor:
Guillermo Tyndale estaba en lo cierto al creer que “un campesino con la Biblia sabría más de Dios que el más erudito eclesiástico que la ignorara.” En otras palabras, un muchacho campesino compartiendo el evangelio sería, a la larga, más efectivo que un erudito de Harvard con sus argumentos intelectuales. (McDowell, Josh. Evidencia que Exige un Veredicto. Deerfield, FL: Editorial Vida, 1993, p. 3)
No fue fácil que los antiguos aceptaran la idea de que la tierra es redonda. Había los que se mofaban diciendo que los del otro lado del mundo tendrían que caminar con la cabeza abajo y los pies arriba. Y ciertamente nadie puede caminar por el cielo de una habitación sin caerse. Antes que Magallanes y Elcano lo demostraron dando la vuelta al mundo por primera vez en 1522 sin que sus naves cayeran al espacio, Isaías 40:22 afirmaba que “Él está sentado sobre el círculo de la tierra”.
Hace muchos años antes de que existieran cámaras fotográficas, un embajador estadounidense tuvo una conversación con el rey de Siam, ahora conocido como Tailandia. El embajador estadounidense trató de describir cómo en su país natal en Estados Unidos en los inviernos en los climas más fríos los ríos y los lagos se congelan, hasta el punto en que se puede caminar sobre el hielo en la parte superior de estos ríos y lagos. (Tenga en cuenta el clima tropical caliente en Siam, donde tal cosa era inaudita). El rey estaba incrédulo y exclamó “antes pensaba que decías mentiras; ¡ahora sé que dices mentiras!”
¡Aun los fenómenos desconocidos de la naturaleza requieren una medida de fe!
Los ateos se burlan de supuestos errores en la Biblia. Pero las dificultades no constituyen errores, porque el hecho de que no entendamos algo no significa que eso tiene que ser necesariamente falso. En este sentido, la actitud de los hombres de ciencia hacia la naturaleza contrasta grandemente con la de aquellos teólogos que formulan críticas destructivas a la Biblia. Los científicos no critican la naturaleza por los aparentes absurdos que aparecen en ella. Al contrario, investigan y experimentan hasta hallar la verdad. Ellos suponen siempre que el error no está en la naturaleza, sino en la interpretación que los hombres les dan a los fenómenos de ella.
Aún si algún ateo diga que no cambiará su forma de pensar por leer la Biblia, debemos animarle a leerla de todos modos. Esto es debido a que Jeremías 23:29 declara:
¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?
Un erudito de nombre Sir William Ramsey (1851-1939), tuvo una experiencia especial que vale repetir. Viajó a Asia Menor en una misión para encontrar evidencia geográfica y arqueológica que refutaría las afirmaciones de la Biblia. En cambio, se sorprendió al descubrir que la Biblia era muy precisa y, en última instancia, estaba tan convencida de su autoridad que él mismo se convirtió en un creyente y erudito bíblico.
Recomendamos varios libros en español sobre el tema de la apologética. Citamos varios a continuación, no solo porque apoyan la enseñanza del presente escrito, sino para que el lector sea motivado por su valioso contenido a adquirirlos para su biblioteca personal:
Su empeño es colocar la evidencia para el evangelio cristiano ante los hombres en una forma inteligente, de tal modo que ellos puedan hacer una dedicación significativa bajo el poder convincente del Espíritu Santo. El corazón no puede regocijarse con aquello que la mente rechaza como algo falso. (McDowell, Josh. Evidencia que Exige un Veredicto. Deerfield, FL: Editorial Vida, 1993, p. 3)
La fe en el cristianismo … está basada en la evidencia. Es fe razonable. La fe, en el sentido cristiano, va más allá de lo que es razonable, pero no va contra la razón. Fe es la certidumbre del corazón en lo adecuado de la evidencia. (McDowell, Josh. Evidencia que Exige un Veredicto. Deerfield, FL: Editorial Vida, 1993, p. 4)
Hay dos clases de inquiridores a los cuales el apóstol nos exhorta a dar razón: los que la Biblia llama burladores», y los que buscan sinceramente conocer la verdad. El objeto de los primeros no es tanto investigar como discutir por diversión y aparecer como triunfadores una vez hallan formulado preguntas tan difíciles que no seamos capaces de responderlas. Sin embargo, nunca podemos conocer si detrás del aparente burlador no está un investigador amargado que trata de cubrir su duda con sus burlas y su amargura con sus risas. (Vila, Samuel. Manual de Teología Apologética. Terrassa: Libros Clie, 1983, p. 10)
La exhortación del apóstol Pedro tiene, sin duda, más en cuenta a los segundos; pero nunca debemos desechar una oportunidad de dar testimonio de nuestra fe, aun cuando tengamos poca esperanza en cuanto a los resultados. Algunas veces, de entre un grupo de burladores ha surgido un inquiridor sincero que ha procurado tener una conversación aparte con el creyente que se mostró bastante hábil en demostrar y defender su fe ante un grupo de burladores. Sólo es necesario evitar discusiones inútiles; pero esto también hay que hacerlo con mansedumbre y cortesía para con los disputadores por costumbre, que disfrutan en contradecir sobre cualquier asunto, secular o religioso, por el placer de llevar la contraria. (Vila, Samuel. Manual de Teología Apologética. Terrassa: Libros Clie, 1983, p. 10)
Sobre este tema recomendamos las siguientes obras en español:
- Diccionario de Dificultades y Aparentes Contradicciones Bíblicas por John Haley (Editorial Clie)
- Enciclopedia Explicativa de Dificultades Bíblicas por Samuel Vila (Editorial Clie)
- Manual Popular de Dudas, Enigmas y supuestas “Contradicciones” Bíblicas por Norman Geisler y Thomas Howe (Baker Books)
- Evidencia que Demanda un Veredicto por Josh McDowell (Editorial Mundo Hispano)