El tren de la fe

Cada buen creyente tiene que viajar a diario en el tren de la fe. Para algunos, el pasaje sale más caro. Para todos, el precio del pasaje va cambiando de un día al otro.

Se puede decir definitivamente «Sin fe es imposible». Es imposible vivir sin fe. El que está sin fe, está sin esperanza. En alguno sentido todos viven por fe. El obrero tiene fe que su patrón le pagará. Echamos cartas al correo con fe de que serán entregadas. De muchas maneras vivimos por fe.

Pero Dios pide del creyente una fe aparte. Hebreos 11:6 dice que es imposible agradar a Dios sin fe. Romanes 1:17 dice «El justo por la fe vivirá». El creyente obediente pone fe en las promesas de Dios; promesas como Filipenses 4:19 que dice «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús». Dios pide que algunos confíen en él para su pan diario. Otros disfrutan de un sueldo estable. Por eso, digo que, para algunos, el pasaje en el tren de la fe es más caro que para otros.

Para todos, hay días cuando tenemos que enfrentarnos con una serie de incertidumbres. En esos días pagamos más caro por el pasaje. Cuando la fe llega a ser más caro hay la tentación de no subir al tren de la fe. Dejamos de confiar en Dios y nos apoyamos en nuestra propia prudencia.

La Biblia da ejemplos de hombres que tuvieron que confiar mucho en Dios. Abraham, por ejemplo. Dios le mandó a apartarse de su país y seres queridos para irse sin saber a donde. En Romanos 4:20-21 dice: «Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. Después él y su esposa tuvieron que esperar hasta la vejez para tener al hijo prometido.

Noé fue otro que tuvo mucha fe en Dios. Para salvarse con su familia, él tuvo que construir un arca. Él tuvo fe que Dios iba a cumplir con su sentencia de eliminar a los hombres de la faz de la tierra. Antes de esto no hubo diluvios, ni aun lluvia. Por 100 años él trabajó y predicó, tratando de advertir a los demás del castigo de Dios.

En estos hombres vemos que la fe en Dios resulta en fidelidad. Dios nos manda a no cansarnos de hacer bien «Porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos». (Gálatas 6:9). En la Biblia Dios reprende a algunos por su «poca fe». «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» (Mateo 14:31). Otros fueron alabados por su mucha fe, «Oh mujer, grande es tu fe». (Mateo 15:28)

¿Cómo es tu fe? ¿Estás tentado a bajarte del tren de la fe? Tal vez ya te bajaste. Cuando el pasaje llega a ser caro no es razón para fugarse del tren. Es razón para confiar más en las grañidísimas y preciosas promesas de Dios. Él es «poderoso para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra». (II Corintios 9:8)

 

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