Se ha discutido y se discute el origen del sábado. ¿Es o no prehistórico? ¿Es Adámico o Edénico? como lo sostienen H.B. Pratt en sus estudio del Génesis, G.W. Gamble, en Domingo el Verdadero Sabat, y algunos rabinos, etc. O ¿es propia y exclusivamente mosaico? Si es primitivo, debe ser universal, común a todas las naciones, a los caldeos, a los arameos, a los egipcios, a los persas, a los chinos, a los hindúes, etc., como a los judíos. Es lo que pretenden los sabatistas.
En sus estudios, Pratt declara que «el día séptimo Dios descansó, es decir, cesó de crear, y entró en el período del descanso», que no es diario, ni semanal, ni temporal, sino eternal. El día séptimo en efecto, no tiene la misma conclusión: hubo tarde y hubo mañana, es decir, principio y fin. Para Dios, un día es como mil años, y mil años como un día. Salmo 90:4; Hebreos 4:4. Si es Dios que acabó su creación, no es el hombre que se reposó al día siguiente de su aparición antes de haber trabajado.
Es verdad que Dios bendijo y santificó al último día. Santificarlo no quiere decir: mandar santificarlo, ni ordenar que fuese observado por Adán como día del descanso, como más tarde, en nombre de la ley (Éxodo 20:8); más bien, ponerlo en relación particular consigo, reservárselo, destinarlo desde el principio del mundo para el culto o el servicio religioso que debía instituirse en Israel. La predestinación histórica o prehistórica del séptimo día no es la prohibición del trabajo al hombre; es la andamiada en previsión del edificio legal.
La ley del trabajo dada desde el principio al hombre (Génesis 2:15; 3:19) no ha sido suspendida cada semana desde Adán hasta Moisés. Los antediluvianos, los primitivos, no pecaron de la misma manera como los judíos, transgresando la ley es sabática. No se puede señalar ninguna falta imputada a los hombres de la época de Noé por la violación del sábado, aunque haya reinado la muerte desde Adán hasta Moisés. Durante esta larga época no era llamado «sábado» el séptimo día. Pratt deja suponer que «la violación del sábado ha sido el primer pecado, el pecado original, o al menos el principio de la apostasía del mundo». Pero ¿cómo pudo ser imputado a Adán tal pecado, no habiendo ley sabática? ¿Le fue dicha a Adán: santifícame el séptimo día? La santificación por el hombre no puede ser otra cosa que la observación o la aplicación de una ley positiva.
Después del diluvio, se sostiene hoy que «la institución del sábado se remontó hasta el tiempo acadico» o babilónico.
Es verdad que la voz siriaca sabattu significa «día de descanso para el corazón», o «día nefasto», o «malo», en que el rey no debe comer carne asada, ni cambiar su ropa, ni vestirse de blanco, ni ir en coche, ni hacer sacrificios, ni publicar decretos reales. El exorcista (el mago) no puede abrir su boca, ni aún en lugar secreto, ni curar con medicina». En el mes Elul que es el mes de las grandes fiestas (según un calendario descubierto en Babilonia) cada día de la semana estaba consagrado a un dios, por ejemplo a Saturno el séptimo, pero los días 7, 14, 19, y 28 se llamaban días nefastos, malos que no servían para el trabajo. Basta la fecha 19 para probar que los babilonios no observaban el rito septenario, el ciclo sabático.
En el código de Hammurabi, contemporáneo de Abraham, y que estuvo en vigor de Babilonia hasta el tiempo de Assurbinapal, ningún mandamiento de reposo periódico. Estaba condenada con pena de muerte la brujería, la magia. En las oraciones siriacas al Sol (Shamash gran señor) que es el depositario de las tablillas que contienen los destinos de los hombres y de las cosas para cada día, y para el conjunto de los días, hay un tiempo favorable a la obra de la magia (desde el tercer día del mes Ijar hasta el 11 del mes de Abib), no hay descanso periódico o semanal.
Luego se equivocaron E. Schrader, R. von Ihering, etc., al considerar el sábado como institución de origen babilónico o como cosa prestada de los arameos.
Aunque la semana como división natural del mes (según las lunaciones) haya existido en la época patriarcal, no ven las huellas del sábado en la historia de los patriarcas que, siendo pastores, miraban como iguales todos los días. Génesis 29:27.
Es falsa la tradición de los ancianos invocada por Clemente de Alejandría, Menassé Ben Israel etc., según la cual Abraham y sus hijos, Job en el oriente (Aben Ezra 1:2—5), José en Egipto guardaban el sábado. Ya ha sido rechazada por Tertuliano (Contra los Judíos L. 4. Eusebio; Hist. Eccl. 4.) S. Bernardo (in Cantic. Serm. 50).
Otra falsa tradición recibida por Gamble es la que el sábado es cosa prestada de los egipcios.
Dios Cassius, citado como autoridad por Gamble (p. 39), se ocupó del sistema planetario, de la relación de los días con 7 planetas para darles sus nombres, de manera que el séptimo estaba consagrado a Saturno (Saturday), como el primero al Sol, el segundo a la Luna, etc., pero no resulta la observancia especial, la santificación del mismo día. Las saturnales eran también fiestas anuales en honor del mismo Dios en Roma (en diciembre, el 19 durante 3 días bajo Augusto, y 5 bajo Caligula). El mes se dividía en decados.
La mejor demostración del error de Gamble es la razón dada en el cuarto mandamiento del Decálogo, según el texto del Deuteronomio 5:15: la esclavitud sin un momento de descanso, sin ningún sábado. Es preocupación dogmática que R. von Ihering (Los Indo Europeens avant l’historie p. 37), supone que los israelitas cesaban las construcciones y las cargas personales una vez por semana. No es a los egipcios que los israelitas deben la libertad semanal.
No se halla el origen del sábado en el libro posterior a Moisés, en el Zend Avesta. Aunque se haya conservado la tradición de la creación del mundo en seis periodos, no se acaba la obra por un día de fiesta religiosa. El Iraní no conoce la semana (Journal des Savants 1894, art. de Michel Breal según Darmesteter).
Sería absurdo buscar una institución de reposo periódico entre los aryas, chinos, los hindúes, los griegos y los romanos, etc., aunque observaron ciertos días festivos, o nefastos, como sacrificios (de tiempo) a sus dioses respectivos (como hoy los católicos a los santos). Fuera de Israel que no lo ha tomado prestado de ninguna otra nación no le vino a nadie la idea de prescribir un descanso periódico. Es una institución exclusivamente israelita; y desconocida del mundo. En la evolución de la vida pastoral, normada y servil hacia la vida nacional, independiente y constitucional, intervino la ley del sábado, a causa de los excesos del trabajo, de los abusos de los hombres, y de la dureza de su corazón. (Gálatas 3:19; Marcos 10:5).
No fue dada la ley al hombre prehistórico, abstracto, ni al hombre niño, como ley universal, sino al israelita, con su carácter propio, en un momento importante de su historia, como régimen particular desde Moisés hasta Juan (Lucas 16:16). Basta leer Éxodo 16, respecto de la cosecha de maná, para convencerse de la nueva costumbre introducida en el pueblo como medida preparativa antes de su reglamentación.
No es exacta la versión de Scio: «Acuérdate de santificar el día del sábado», ni la «Acuérdate del día de descanso». En el texto hebreo dice: «Acuérdate de un día del sábado, (o reposo) para santificarlo».
«Un día, el séptimo, es sábado o reposo a Jehová, tu Dios». Así está determinado. La voz «acordarse» no se refiere a una institución ya establecida desde el principio del mundo; no significa otra cosa que guardar como en el mismo texto del Deuteronomio 5: Schamor, «Guarda un día del reposo, como te lo mandó Jehová tu Dios (en el Sinaí)». El sábado es pues institución meramente mosaica, especial como el Antiguo Testamento. Como la circuncisión ha sido la señal del pacto de Jehová con Abraham y los patriarcas, así ha sido el sábado la señal del pacto social nacional con Israel, de suerte que su violación equivaldrá con la ruptura del contrato.
Por eso el historiador romano tácito (Hist. 5:4) lejos de considerarlo como institución nacional, internacional, universal, filantrópica, criticaba el otium, la ociosidad del sábado judío, y la miraba como anti-humano. «Moses quo sibi in postrerum gentem firmaret, novos ritus, contrarios que ceteris mortalibus indidit«.
Séneca reprochó a los judíos la pérdida de la séptima parte de su edad (septimam fere partem aectatis perdere).
Los paganos ponen este día en relación con Saturno, como día ater, nefasto a todo negocio, a los viajes (Juvenal, Sat. 6, 569). Tertuliano (Apol. c. 16) dice de ellos que consagran el día de Saturno a la ociosidad y a la buena vida, exagerando la costumbre judaica que ignoran (Qui diem Saturni otio et victui decernunt, exorbitantes el ipsi a Judaico more quem ignorant). Su observancia del sábado entre los judíos es hasta hoy su manera propia de vivir entre los gentiles, y su señal distinta.
El sabatismo se identifica con el judaísmo en la época de Jesucristo. Si su misión hubiera sido la de restaurar al sábado adámico, edénico, como al primordial, al original, superior y anterior a la ley, lo hubiera predicado como predicó el reino de Dios. Si lo hubiera predicado a la manera de los profetas, no hubiera sido perseguido ni crucificado, y no hubiera celebrado un nuevo pacto en su sangre. Con la abrogación de la ley de Moisés, (Romanos 10:4), ha sido abolido el sábado, como las otras fiestas mensuales y anuales de los judíos.
El Bautista, 1911