La triste realidad es que muchos seminarios teológicos de reconocimiento están produciendo una gran cantidad de graduados con serias reservas en cuanto a la confiabilidad de la Biblia. No creo que hay un solo motivo por esta situación. Sin duda hay casos de estudiantes que se matricularon debido a un interés intelectual en la teología, pero sin conocer lo que es tener una relación personal con Dios, que nunca han nacido de nuevo bíblicamente. Aunque hay varios motivos, trataremos uno de los factores más impactantes. Se trata de un método de estudiar la Biblia conocido como el método histórico-crítico.
El método histórico-crítico también es conocido como la alta crítica, crítica literaria, y también como crítica bíblica (lo cual típicamente incluye la crítica textual, lo cual es un aspecto diferente, por tratar con las diferencias entre manuscritos).
Comencemos con una definición de la crítica literaria:
La crítica literaria, en cambio, se aplica a examinar el texto fijado buscando captar en él las peculiaridades e intenciones literarias, esclarecer las peripecias de la composición de cada libro y desvelar el problema de la paternidad del autor. (Zimmermann, Heinrich. Los Métodos Histórico-Críticos en el Nuevo Testamento. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1969, p. 81)
Para el creyente conservador que cree en la infalibilidad de las Escrituras en los manuscritos originales, hay algunos asuntos abordados por la crítica literaria que son legítimos y dignos de estudio. Por ejemplo, el estudio de la autoría de Hebreos y la utilización de un amanuense por el apóstol Pablo (Rom 16:21) y la descripción de la muerte de Moisés en el Pentateuco escrito por Moisés. No estamos en contra de poner la Biblia bajo la lupa con una actitud apropiada. La verdad resiste la inspección. Hay asuntos complejos en la Biblia que no se deben ignorar en los seminarios, especialmente en los estudios más avanzados. Pero importa mucho el espíritu y motivo detrás del estudio, y especialmente si el que estudia o enseña ha nacido de nuevo bíblicamente. La Biblia nos informa que el incrédulo no puede entender la Palabra de Dios:
1Co 2:12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido,
1Co 2:13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.
1Co 2:14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.
1Co 2:15 En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.
1Co 2:16 Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.
Según la postura dominante de la exégesis moderna, la objetividad solo se logra por separar la fe personal de la obra académica, limitándose a lo observable y demostrable, relegando todos los supuestos teológicos o convicciones del creyente al plano devocional, sin autoridad. De esta forma el método histórico-crítico identifica o confunde una visión naturalista de la Biblia con su estudio “científico”.
El problema surge con los maestros y autores que niegan la inspiración e infalibilidad de las Escrituras, que por tanto enseñan la crítica literaria de la Biblia sin confiar plenamente en ella. Por ejemplo, aunque una epístola dada comience afirmando que fue escrito por el apóstol Pablo, podría haber los que dirán que el libro en cuestión no refleja el estilo de Pablo, por tanto no puede ser de su autoría. Para el que sostiene la inspiración e infalibilidad de las Escrituras en los manuscritos originales, tal forma de proceder es inaceptable. En tales casos, llega a ser una crítica destructiva.
En el siglo 19, los seminarios europeos, especialmente los alemanes, comenzaron a sintetizar las ideas de la Ilustración y otras tendencias modernas con la teología. En aquel entonces era la práctica enviar a los estudiantes de ministerio más brillantes y prometedores a los seminarios alemanes para su formación. Naturalmente, regresaron con gran deseo de implementar estas últimas grandes ideas en las iglesias y seminarios estadounidenses. Hay una cierta verdad en el dicho: «Como va el seminario, así va la iglesia».
Lo siguiente es una colección de citas traducidas por este servidor de diversas fuentes con precauciones acerca de cómo típicamente se enseña la crítica literaria de la Biblia en los seminarios:
¿Qué enseña el método histórico-crítico?
Comienza con un supuesto negativo. Dice que nada puede ser aceptado como la Palabra de Dios en las Escrituras a menos que se pueda probar que es así. En otras palabras, a menos que se pueda probar que es válido, debe considerarse inválido. Así, el crítico superior llega a las Escrituras con duda, no con fe. Viene con el espíritu equivocado. Quien acuda a la Biblia con dudas, siempre encontrará lo que cree que son buenas razones para descartar al menos algunas partes del Libro. (Lindsell, Harold. The Bible in the Balance. p. 283)
La Biblia es un libro histórico, aunque no es un libro de texto de historia, por así decirlo. Por supuesto, los estudiantes de la Biblia deben mirar la Biblia desde una perspectiva histórica, pero lo hacen desde un marco de referencia completamente diferente al de aquellos que usan la metodología histórica-crítica, técnicamente así llamada. Los creyentes en la infalibilidad aceptan lo que dice la Biblia, de modo que si hay materiales seculares o paganos que no están de acuerdo con lo que la Biblia dice que es verdad, aceptan la Biblia en contra de las fuentes no bíblicas. (Lindsell, Harold. The Bible in the Balance. Grand Rapids: Zondervan, 1979, p. 74)
El enfoque crítico evangélico de las Escrituras es bastante diferente al del defensor del método histórico-crítico. El evangélico comienza con una base de fe y confianza. Es crítico en el sentido de que quiere descubrir, mediante un estudio objetivo cuidadoso, exactamente lo que dice la Escritura. Sin embargo, el defensor histórico-crítico comienza con un enfoque bastante diferente. No cree lo que dice la Escritura hasta que se haya convencido a sí mismo de que hay una buena razón para creerlo. Si no se ajusta a sus categorías de probabilidad o no apela a su sentido de la razón, entonces no lo cree. El evangélico cree en la Biblia sin importar cómo va en contra de sus preferencias personales o criterios de probabilidad. (Lindsell, Harold. The Bible in the Balance. Grand Rapids: Zondervan, 1979, p. 75)
[Cita de Edwin Palmer] Una vez que comencemos a jugar con la inspiración y la infalibilidad de toda la Biblia, comenzaremos a cuestionar a Adán y Eva, el paraíso y la caída (Kuitert), Jericó (Koole) o la resurrección de los santos en la crucifixión de Jesús (Baarda), o la instrucción de Pablo sobre las mujeres (Prof. Jewett de Fuller)… y así sucesivamente. (Lindsell, Harold. The Bible in the Balance. Grand Rapids: Zondervan, 1979, p. 82)
[Supuestamente] … Los primeros capítulos de Génesis no son históricos, que Jesús estaba equivocado acerca del grano de mostaza, que Pablo estaba equivocado en su enseñanza sobre la subordinación femenina en el vínculo matrimonial, que no fue el autor de Efesios, 1 y 2 Timoteo y Tito, y que Pedro no escribió 2 Pedro. … Las preguntas que tienen que ver con Deutero-Isaías, una fecha tardía para Daniel, la no historicidad de Adán y Eva, y la afirmación de que algunas de las palabras y hechos de Jesús nunca fueron dichas o realizadas por él, son parte del cuadro contemporáneo. (Lindsell, Harold. The Bible in the Balance. Grand Rapids: Zondervan, 1979, p. 104)
Quien lea los teólogos de Westminster, por ejemplo, no encontrará que cuestionaron la historicidad de Adán y Eva, o pensaron que había dos Isaías, o dijeron que Daniel fue compuesto en el 168 a.C., o que Pablo no escribió Efesios o las epístolas pastorales, y que no hubo nacimiento virginal ni resurrección corporal de Jesús de entre los muertos. Fue el tipo de gente que abrazó estas desviaciones de las interpretaciones obvias de las Escrituras quienes estaban en el centro de la lucha por la inerrancia. (Lindsell, Harold. The Bible in the Balance. Grand Rapids: Zondervan, 1979, p. 208)
Ya sea que el profesor Semler se diera cuenta o no, él mismo era un producto del pensamiento renacentista. Era secular de espíritu. Se acercó a la Biblia como científico, con supuesta objetividad y sin prejuicios. Por lo tanto, no reconoció realmente cuál había sido la máxima prerrenacentista de que Dios había hablado y no había tartamudeado en su discurso. Permitió que hubiera una Palabra de Dios, pero se erigió en el determinante de lo que es la Palabra de Dios. Y esto es exactamente lo que se encuentra en el corazón del método histórico-crítico. El hombre es autónomo. Él decide por sí mismo qué es la Palabra de Dios. Una vez que esto se convierte en verdad, entonces todos los hombres se enfrentan al problema de determinar qué hombre está en lo correcto al decir qué partes de las Escrituras son la Palabra de Dios. Deja para siempre abierto si elijo creer en un crítico sobre otro, ya que todos están en desacuerdo entre sí. (Lindsell, Harold. The Bible in the Balance. Grand Rapids: Zondervan, 1979, p. 281)
El Renacimiento, con su énfasis en la ciencia y la razón sin revelación, solo podía considerar la Biblia como un libro humano. Esto es lo que han hecho Johann Semler y quienes ahora siguen el método histórico-crítico. La inerrancia, entonces, es un postulado imposible, porque cualquier cosa humana debe llevar las marcas de la humanidad, una de las cuales es el error. (Lindsell, Harold. The Bible in the Balance. Grand Rapids: Zondervan, 1979, p. 288)
Mientras que en épocas anteriores se discutía si la máxima autoridad religiosa se encontraba solo en la Biblia, o en la Biblia a través de la enseñanza de la iglesia, o en la Biblia a través del Papa, o mediante la adición de la tradición, ahora hubo un ataque frontal directo contra la Biblia misma. Casi todo fue cuestionado y descartado. La Biblia bajo este ataque dejó de ser un libro con el sello de lo divino. Para los críticos, se convirtió en un documento humano compuesto por hombres que no estaban más inspirados que otras figuras literarias y, ciertamente, no se podía confiar plenamente en la verdad última en teología o en otras áreas del testimonio. La tormenta generada por los más altos críticos cobró intensidad y pareció barrer todo lo que tenía ante sí. Las ciudadelas se derrumbaron rápidamente; los seminarios capitularon; el liberalismo o el modernismo con todos sus adornos se convirtieron en la orden del día en el siglo XX. En la batalla, se descartaron los fundamentos de la fe cristiana que se habían mantenido durante casi dos milenios. (Lindsell, Harold. “A Historian looks at Inerrancy.” In Evangelicals and Inerrancy, Ed. Ronald Youngblood. Nashville: Thomas Nelson, 1984, p. 53)
¿La Biblia juzga a los hombres o los hombres juzgan la Biblia? Tan pronto como niego cualquier cosa que las Escrituras afirmen, por esa decisión me he convertido en juez de las Escrituras. Si rechazo un dato histórico contenido en la Biblia, solo puede significar que algo fuera de la Biblia se considera más definitivo y con más autoridad que la Biblia. Y cualquier cosa que esté por encima de la Biblia debe ser superior a la Biblia, de modo que su singularidad se pierde y su autoridad y veracidad han disminuido.
En el centro del método histórico-crítico se encuentra la noción de que la Biblia está sujeta a algo fuera de él y esto se vuelve superior a la Escritura. Puedo ilustrarlo de muchas formas. Cada «crítico» se acerca a la Biblia haciendo una variedad de preguntas. Entre las preguntas que se hacen tanto los liberales como los evangélicos está esta: ¿Quién escribió este libro?
Seamos específicos: ¿Quién escribió el libro de Efesios? El defensor histórico-crítico formula la pregunta de manera diferente. Él pregunta: ¿Escribió Pablo el libro de Efesios? Formular la pregunta de esta manera demuestra el espíritu negativo con el que el interrogador llega al libro de Efesios. De una cosa no cabe duda. El mismo libro de Efesios afirma haber sido escrito por el apóstol Pablo. Por lo tanto, ningún evangélico responsable podría preguntarse si Pablo escribió el libro. Su enfoque de fe en las Escrituras y su presuposición de que es veraz lo obligan a concluir que Pablo escribió Efesios. Él puede dar las razones por las que cree que Pablo escribió el libro de Efesios, pero la pregunta «¿escribió Pablo el libro?» no es un interrogante para él. Está encerrado en las Escrituras. Y no importa si la evidencia interna de la gramática, la estructura de la oración, el uso de diferentes términos y cosas por el estilo hacen que parezca que Efesios, por ejemplo, parece diferente de Gálatas, y sobre esa base se puede negar la autoría paulina. Un evangélico puede y debe luchar con las diferencias entre un libro paulino y otro. Pero en el momento en que usa estas diferencias para concluir que Efesios no fue escrito por Pablo, ha renunciado a su presuposición básica de que la Biblia es verdadera en todas sus partes. (Lindsell, Harold. The Bible in the Balance. p. 284-285)
Si los autógrafos de las Escrituras están estropeados por manchas de error, Dios simplemente no nos ha dicho la verdad acerca de su Palabra. Suponer que Él pudo exhalar una palabra que podría contener errores es decir, en efecto, que Dios mismo puede cometer errores. Debemos mantener que el original de las Escrituras es infalible por la sencilla razón de que nos llegó directamente de Dios mismo. (Young, Edward J. Thy Word is Truth. Grand Rapids: Eerdmans, 1957, p. 87)
Hipótesis de Graf-Wellhausen: nombrada en honor a K. H. Graf (1815-1869) y Julius Wellhausen (1844-1918), esta es la conjetura liberal de que el Pentateuco evolucionó a su forma actual siglos después de Moisés. Estos liberales comenzaron con la presuposición de que la Biblia es simplemente un libro humano en el que no se puede confiar completamente como históricamente exacto. (Beale, David. S. B. C. House on the Sand? Greenville: Unusual Publications, 1985, pp. 207-208)
A finales del siglo XIX y principios del XX, las ideas de la teología liberal alemana llegaron arrasando a este país. Estas ideas surgieron de la corriente filosófica alemana y europea occidental en ese momento, que básicamente fue un intento de sintetizar la creencia de la Iluminación con la teología y así llegar a un enfoque «moderno» de la religión en contraste con las «supersticiones acientíficas» del pasado. Pero aquí hay un problema: los temas principales de la Iluminación, como hemos visto en el capítulo 1, son la completa antítesis de la verdad cristiana. La Iluminación se fundó en la oposición a lo sobrenatural y en la creencia en la suficiencia total de la razón humana. Se aferró a la bondad fundamental de la naturaleza humana y creía en la perfectibilidad de la sociedad humana. Para cuando estas ideas llegaron a los Estados Unidos a fines del siglo XIX, ya habían penetrado profundamente en el protestantismo alemán, desintegrando la fe en la Biblia a través de los métodos de la «alta crítica». (Shaeffer, Fancis. The Great Evangelical Disaster, pp. 71-72)
En los primeros años de este siglo [veinte], esta nueva teología liberal estaba llegando a los Estados Unidos como una inundación. La mayoría de las grandes denominaciones protestantes estaban siendo derribadas como un rollo de diez pines, una tras otra, siendo asumidas por la teología liberal. Pero, ¿qué estaba realmente en juego? Fue el evangelio mismo. No estamos hablando de variaciones menores en la interpretación de doctrinas secundarias. No estamos hablando de diferencias denominacionales. Las cosas que los liberales negaban estaban en el corazón de la fe cristiana: la autoridad de la Biblia, la deidad de Cristo, el significado de la salvación. (Shaeffer, Fancis. The Great Evangelical Disaster, p. 72)
El surgimiento de la alta crítica entre los eruditos alemanes fue perjudicial para el cristianismo conservador. Fue un esfuerzo por “leer entre líneas” del texto bíblico. Al aplicar el racionalismo a la Biblia, Julius Wellhausen y otros destruyeron la autoridad y autenticidad de la Biblia. La razón para cambiar el orden de la Biblia hebrea y reasignar su autoría se basó en un concepto evolutivo de religión. Lo milagroso y lo profético fueron arbitrariamente declarados imposibles y, por lo tanto, tuvieron que ser rechazados. Se consideraba que la humanidad era básicamente buena, Dios un Padre benévolo y todos los humanos hermanos. La acomodación de la doctrina cristiana a las conclusiones de la ciencia, la filosofía y la crítica se convirtió en la postura intelectualmente respetable y espiritualmente satisfactoria. (Oats, Larry R. The Church of the Fundamentalists. Watertown: Maranatha Baptist Press, 2016, p. 71)
Los siguientes puntos con sus citas correspondientes de promotores del método histórico-crítico es muy revelador:
1. Los cristianos creemos en la unidad de la Escritura, en la analogía de la Escritura. La Escritura está de acuerdo consigo misma en su testimonio de Cristo y del Evangelio y en toda su doctrina. Pero escuchemos ahora al crítico histórico sobre este asunto: «La afirmación de una unidad doctrinal de los testigos bíblicos se ha hecho imposible por el trabajo de la investigación histórica crítica».
2. Los cristianos creemos en el origen divino de la Escritura. Pero escuchen a la crítica histórica sobre este asunto: «El advenimiento de la ciencia natural moderna y la investigación histórica mostró que la Biblia no es infalible en el sentido de la doctrina de la inspiración verbal. Los métodos de investigación histórico-críticos y más tarde la historia de las religiones investigaron incluso los escritos bíblicos y demostraron que se originaron de la misma manera que otros documentos fuente de la religión. Estos nuevos métodos de investigación también mostraron que hay muchos puntos de similitud entre la religión bíblica y las otras religiones, similitudes que se explican más naturalmente por la suposición de que la religión bíblica ha sido influenciada por religiones no bíblicas. Todo esto fue un golpe fatal a la concepción ortodoxa de la Biblia».
3. Nosotros los cristianos creemos que las Escrituras son absolutamente confiables y autoritativas. Pero escuchemos a la crítica histórica al respecto: “En la Biblia sabemos que no hay unidad de doctrina, ni teología única, ni línea única de interpretación, ni siquiera acuerdo sobre cuáles son los hechos… El método histórico-crítico abrió nuestros ojos al pluralismo, las tendencias divergentes, el condicionamiento histórico y la relatividad, y también las contradicciones teológicas en la Biblia».
¿Quiénes son estos hombres que cité? … Teólogos luteranos muy respetados que utilizan el método histórico-crítico. Y su error fundamental en todos los casos es que insisten en el principio de que las Escrituras deben abordarse como cualquier otro libro puramente humano e históricamente condicionado. (Preus, Robert. «The Inerrancy of Scripture» in The Proceedings of the Conference on Biblical Inerrancy. Nashville: Broadman Press, 1987, p. 58)
Como alternativa, recomendamos el método gramático-histórico del estudio e interpretación de las Escrituras. El Artículo XVIII de la respetada Declaración de Chicago de 1978 sobre la inerrancia bíblica lo recomienda del siguiente modo:
Artículo XVIII
Afirmamos que el texto de la Escritura debe ser interpretado por exégesis gramático-histórico, teniendo en cuenta sus formas y recursos literarios, y que la Escritura debe interpretar la Escritura.
Negamos la legitimidad de cualquier tratamiento del texto o búsqueda de fuentes que se escondan detrás de él y que conduzcan a relativizar, deshistorizar o descontar su enseñanza, o rechazar sus pretensiones de autoría.
Pensamientos concluyentes
La adopción del método histórico-crítico contemporáneo conlleva consecuencias trágicas para la creencia en la infalibilidad de las Escrituras. Esto no quiere decir que la infalibilidad de las Escrituras sea una doctrina frágil, pero las creencias no bíblicas siempre tienen un efecto devastador sobre la doctrina sana. Si un profesor enseña el método histórico crítico de forma típica, no estaría enseñando la infalibilidad de los manuscritos originales. Esto es debido a que ambas enseñanzas son incompatibles uno con el otro, como se suele enseñar. Si un estudiante entra a un seminario creyendo en la infalibilidad de las Escrituras, pero comienza a creer el método histórico-crítico como típicamente se enseña, con tiempo dejará de creer en la inerrancia de la Biblia.
Hay muchos factores para tomar en cuanta cuando se busca la dirección de Dios en cuanto a un lugar dónde estudiar teología. Entre otras cosas, la postura de un seminario dado acerca de la infalibilidad de los manuscritos originales y sus creencias acerca del método histórico-crítico deben ser tomados en consideración.
Cuando desaparece la enseñanza de la infalibilidad de la Biblia, se abre un pequeño agujero en el dique, y si ese agujero no se cierra, el dique colapsará. Ese dique colapsado puede resultar en dudar la historia de la creación por Dios en seis días, el diluvio de Noé, la historia de Jonás, etc. Las palas de mil excavadores a lo largo de los siglos no han desacreditado la verdad de las Escrituras ni la tierra revuelta ha probado que la Biblia no es cierta.
Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes. (1 Tes. 2:13)