El Cristo que perturba

Mateo 10:32-42

Introducción: El versículo 34 es enigmático, provocativo. ¿Jesús quiere acaso decir en este pasaje que él vino a la tierra a provocar guerras? Por supuesto que no. Este capítulo se refiere a la persecución que los cristianos deben sufrir en su nombre. El Señor Jesús declara que esta persecución es una consecuencia natural de la misión de él; pues está diciendo que es inevitable que cuando sus principios de rectitud se encuentren con el pecado y con las normas erróneas de este mundo, no haya un choque de opinión y una oposición de voluntades. Siempre debe existir la guerra entre el bien y el mal. Cristo quiere que los hombres disfruten de paz y tranquilidad mental; pero no puede haber paz donde hay oposición a la voluntad de Dios. El inicuo debe ser conquistado por la Espada del Espíritu y rendirse ante un Señor de rectitud si quiere conocer la paz.

Cristo, cuando vino a este mundo, perturbó a los hacedores del mal porque él es la Luz y la luz desenmascara las obras malas hechas en la obscuridad. «Y esta es la condenación; porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, porque sus obras no sean redargüidas» (Juan 3:19, 20). La luz es un agente que estorba a los que hacen el mal.

Herodes Antipas, después de que vio la cabeza de Juan el Bautista en un plato y oyó que Jesús predicaba el mismo mensaje que denunciaba el pecado y demandaba el arrepentimiento, pensó que Jesús era Juan que había resucitado y fue grandemente perturbado.

Cuando Jesús fue llevado ante Pilato, éste reconoció que la envidia que los judíos sentían por Jesús los había impulsado a prenderlo y procesarlo, pues Jesús era un hombre recto; Pilato oyó decir a Jesús que su reino no era de este mundo; Pilato recibió un mensaje de advertencia que su esposa le envió y que decía: «No tengas que ver con aquel justo; porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él» (Mat. 27:19). Sin embargo, Pilato pecó en contra de Cristo, vendió su alma para conservar su posición y perdió ambas. La tradición nos dice que Pilato fue despreciado por las gentes, que perdió su posición y que se volvió loco.

Jesús provocó la oposición de los fariseos y el Sanedrín porque los conceptos de verdad y rectitud de éstos estaban completamente errados y la sinceridad en la religión había sido suplantada por la hipocresía.

Jesús como la LUZ Y LA VERDAD, siempre está perturbando a los hombres. Podemos vivir por algún tiempo sin darnos cuenta de que somos pecadores y hacedores del mal; pero de pronto llega el rudo despertar de nuestra conciencia ante la luz de la verdad revelada y entonces nos perturbamos. Existe una pintura muy famosa, titulada: «¡Es el Emperador!» En el gris amanecer puede verse a Napoleón Bonaparte de centinela; y al soldado que debía estar de guardia y se ha dormido, que despierta y se horroriza al ver al emperador con su fusil en sus manos haciendo guardia en su lugar. El horror claramente se expresa en la pintura y uno casi puede escuchar la ronca exclamación de terror que se escapa de la garganta del centinela, al decir: «¡Es el Emperador!» Los hombres pueden vivir por un tiempo en comparativa tranquilidad de conciencia, y entonces por medio de un testimonio, de un sermón, de un acto providencial, o de una tragedia, encontrarse cara a cara con el Señor: como le sucedió a Pablo en el camino a Damasco; y entonces con el pulso rápidamente acelerado exclamará: «¡Es el Señor!» Así llega el gris amanecer del despertar y el de ajustar cuentas con Dios.

I. PODEMOS ESTAR SEGUROS DE ESTO: QUE JESÚS PERTURBA A LOS HOMBRES CUYA CONDICIÓN ESPIRITUAL MILITA CONTRA ELLOS MISMOS.

Su llamada perturbadora a la puerta de sus corazones es por su bien. El vino a llamar a los pecadores al arrepentimiento.

1. El que no es salvo.

Nicodemo fue a visitar de noche a un maestro a quien él admiraba, para hacerle unas preguntas a Jesús; y Jesús lo turbó al decirle: «Os es necesario nacer otra vez» o «de arriba».

El joven rico, aunque tenía todas las posesiones que uno pudiera desear en este mundo, estaba preocupado porque no tenía esperanzas de poseer la vida eterna y vino a ver a Jesús, y le preguntó: «Qué haré para poseer la vida eterna?» Jesús demandó una rendición completa, una renunciación de sí mismo, de sus posesiones y todo, para el servicio de Dios. El joven se fue más preocupado aún, y entristecido, porque no quiso someter su vida a la Voluntad de Dios.

Jesús conversó con la mujer samaritana de Sichar que venía a sacar agua del pozo a mediodía. Porque a causa de su mala reputación no podía venir al atardecer, cuando las otras mujeres lo hacían. Jesús sabía su historia. Como muchos pecadores, ella trató de hacer creer a Jesús que era piadosa. Jesús le expuso el conocimiento que él tenía de su vida pecaminosa y la convenció de que él era el Mesías. Ella regresó a la ciudad pregonando: «Venid, ved un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿si quizás es éste el Cristo?» Y a causa de su testimonio muchos siguieron a Jesús.

El día de Pentecostés. Simón Pedro predicó un sermón poderoso acerca de Cristo, y categóricamente les dijo: «Sepa pues ciertísimamente toda la casa de Israel, que a éste Jesús que vosotros crucificasteis, Dios ha hecho Señor y Cristo.» Y acongojadamente le preguntaron: «¿qué haremos?» Se turbaron porque a causa de los pecados de ellos Cristo había sido crucificado, y exclamaron: ¿cómo podremos librarnos de esta condenación que nos está atribulando? Y Pedro les respondió: «Arrepentíos.»

2. El cristiano descarriado.

En la mañana del día en que Cristo fue traicionado, él, en compañía de sus discípulos, fue a un lugar de al lado del Monte de los Olivos a orar. Mientras él agonizaba orando, los discípulos dormían. El los despertó diciéndoles: «¿Por qué dormís? Levantaos, y orad que no entréis en tentación» (Lucas 22:46).

Esa misma mañana, un poco más tarde, uno de los discípulos que no había hecho caso de la amonestación del Cristo que perturba, estuvo con malas compañías haciendo cosas que no corresponden a un cristiano: Pedro estaba sentado con los enemigos de Jesús en el patío del palacio de Caifás, el sumo sacerdote, y allí negó a su Señor tres veces consecutivas, mintió, maldijo, entonces sus ojos se encontraron con los de Jesús: fue una mirada turbadora; escuchó el canto del gallo, y ese canto fue un recordatorio perturbador. Más tarde Pedro se arrepintió.

Juan en el Apocalipsis describe a Jesús caminando entre los candeleros, que son las iglesias, recordándoles sus faltas así como también encomiándolas por sus éxitos. El Señor en la actualidad visita nuestras iglesias, y por medio de su Espíritu, su Palabra y sus actos providenciales nos perturba cuando actuamos en contra de la verdad y el deber.

II. ¿QUÉ ES LO QUE HAY EN CRISTO QUE PERTURBA A LOS HOMBRES?

1. Lo que él es, es lo que perturba a los hombres.

El es Dios: «Yo y mi Padre una cosa somos.» Como Dios, él conoce todo lo nuestro. El conoce nuestros pecados.

El es el Salvador; y el hecho de rechazarlo significa permanecer en la condenación de nuestro pecado.

El es quien será el Juez del universo, y en el día del juicio los hombres no podrán jurar que ignoraban esto, porque estarán ante el único que los ha perturbado en esta vida y que los previno para que lo aceptaran como su Salvador.

El es el Señor del universo y reinará por toda la eternidad. El se describe en el Apocalipsis como el que pondrá a todos sus enemigos bajo la planta de sus pies y como el que reinará eternamente. En su vestidura está escrito: «Rey de reyes y Señor de señores» (Apoc. 19:16).

2. Sus normas son rectas, sus leyes son justas, y la violación de ellas trae su justo castigo.

III. CÓMO CRISTO PERTURBA A LOS HOMBRES.

1. El nos perturba por medio de la conciencia que nos ha dado a cada uno.

En cierta ocasión un indígena recibió 25 centavos más de lo debido en una transacción, y al día siguiente regresó a devolverlos. El comerciante lo increpó por sus escrúpulos, pero el indígena insistió, diciendo: «Yo tengo en mi corazón un hombre bueno y uno malo. El hombre bueno me dice: ‘el dinero no es tuyo’; el malo me dice: ‘nadie lo sabrá.’ El hombre bueno me dice: ‘devuélvelo.’ El malo me dice: ‘no importa.’ Entonces hago todo lo posible por dormirme; pero el hombre bueno y el malo discuten toda la noche y me perturban.»

2. El nos perturba por medio de su Palabra.

«Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Heb. 4:12).

3. El nos perturba y nos convence de pecado por medio de su Espíritu.

Léase Juan 16:7-11. «Y cuando él viniere redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio.»

IV. POR QUÉ CRISTO PERTURBA A LOS HOMBRES.

Porque quiere ayudarlos.

El nos perturba a veces porque quiere mostrarnos nuestras faltas.

El nos perturba a veces porque quiere mostrarnos nuestra negligencia al no cumplir algún deber.

El nos perturba para que podamos tener armonía con Dios.

En el día de Pentecostés una gran multitud fue perturbada por causa de sus propios pecados; pero cuando ellos se habían arrepentido, la Biblia dice que compartían «con alegría y sencillez de corazón», «alabando a Dios» y «teniendo gracia».

El Pastor Evangélico, 1959

Un comentario sobre “El Cristo que perturba”

  1. Poderosa palabra de confrontación al mundo de hoy; y de advertencia para cada cristiano que quiera seguir a nuestro Señor Jesucristo.
    Alabanzas al Señor!!!

Deja una respuesta

Deje un comentario respetuoso. Tome en cuenta que esto no es un foro de debates, y no todos los comentarios son aprobados.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *