Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos. Salmos 119:89
Hace ya mucho que he entendido tus testimonios, Que para siempre los has establecido. Salmos 119:152
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mateo 24:35
Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre. Isaías 40:8
Como se puede apreciar en el surtido de versículos introductorios, la Biblia nos asegura de su preservación. Quizás no afirma que se llevará a cabo en la forma exacta que uno podría llegar a imaginar, pero la Biblia por cierto afirma su preservación.
Cuando pienso en la preservación de las Escrituras, es en términos de como Dios ha obrado en el tiempo entre la inspiración de los manuscritos originales y la iluminación que recibimos cuando leemos su Palabra en nuestro idioma. Dicha preservación se puede además pensar en términos de transmisión, sobrevivencia, resiliencia o perseverancia posterior a la inspiración. La inspiración se diferencia de la traducción y preservación, por tanto es una enseñanza aparte, aunque haremos referencia en ocasiones a la inspiración para destacar similitudes y contrastes con la preservación.
En este artículo veremos dos aspectos relacionados a cómo Dios obra en la preservación: el aspecto humano y el aspecto divino. ¿Cómo sabemos que hay un aspecto humano en la preservación? El lado humano es fácilmente discernible al informarse de los manuscritos de la Biblia en los idiomas originales. Por ejemplo, no hay dos manuscritos que sean idénticos en su contenido textual. Lo mismo se observa si se estudia las ediciones impresas del Nuevo Testamento griego. Aun en las diversas ediciones del Texto Recibido, aunque hay más armonía comparada a los textos críticos, las diferencias textuales son evidentes. Esto en parte explica el porqué de diferencias entre versiones de la Biblia, en la cual también hay un aspecto humano y divino.
En la preservación, Dios obra para llevar a cabo el cumplimiento de su buen propósito a través de la historia humana. A través de la historia de la iglesia, se ha reconocido el aspecto humano y divino de la preservación. Un ejemplo sería la Confesión de Fe de Westminster promulgado en 1646 que citamos a continuación:
El Antiguo Testamento se escribió en hebreo, (que era el idioma común del pueblo de Dios antiguamente), y el Nuevo Testamento en griego, (que en el tiempo en que fue escrito era el idioma más conocido entre las naciones). En aquellas lenguas fueron inspirados directamente por Dios, y guardados puros en todos los siglos por su cuidado y providencia especiales, (1) y por eso son auténticos. Por esta razón debe apelarse finalmente a los originales en esos idiomas en toda controversia. (2) Como estos idiomas originales no se conocen por todo el pueblo de Dios, el cual tiene el derecho de poseer las Escrituras y gran interés de ellas, a las que según el mandamiento debe leer y escudriñar en el temor de Dios, (3) por lo tanto la Biblia debe ser traducida a la lengua vulgar de toda nación a donde sea llevada.
En la Confesión de Fe de Westminster que acabamos de citar, aparece el término “providencia”. La providencia de Dios se refiere al hecho de que Dios lleva a cabo sus propósitos y voluntad aun por medios ordinarios. En cuanto a aspectos humanos, tal como el copiado y recopilación de manuscritos y traducciones, la preservación fue más bien providencial que milagrosa. Dios no previno errores cuando se copiaron los manuscritos. Esto por sí solo debería ser suficiente para concluir que la preservación es providencial, no milagrosa, independientemente de cómo uno sienta que debería haber tenido lugar. La razón que se debe reconocer que el proceso de copiar y traducir manuscritos no fue milagroso se debe al hecho que ningún manuscrito es idéntico al otro, y las traducciones no coinciden en interpretaciones. Si hubiera sido milagroso, no hubiera diferencias. Pero aun así se ve la mano de Dios en el asunto, porque la confiabilidad de la Biblia en todos los detalles de su preservación es infinitamente más fuerte que el de cualquier otro registro de la antigüedad. La preservación fue particularmente eficaz y dadivosa, pero no totalmente milagrosa. Aunque fue providencial, no fue menos extraordinario o asombrante, como lo explica el siguiente autor:
En su mayor parte, la preservación de las Escrituras por parte de Dios procede sin su intervención milagrosa. Los procesos no son misteriosos. Pero eso no significa que Dios no esté obrando. Ciertamente no estoy sugiriendo que Dios inspire la Biblia y luego de alguna manera “entregue” el texto a procesos naturales que no le interesan, tal como el dios del deísmo. Más bien, en su providencia ordinaria, Dios es soberano sobre todas las cosas, y actúa en y a través de causas naturales, para asegurar que su Palabra sea preservada para siempre. … Los israelitas pasaron por un éxodo, una conquista, guerras civiles, rebeliones, asedios y un exilio, y sin embargo, Dios preservó los libros del Antiguo Testamento. (Brash, Richard. How God Preserved the Bible. Christian Focus Publications, 2019, p. 38)
Es tanto la voluntad como el deseo de Dios que tengamos sus palabras. En Jeremías 36, en una de las escenas más dramáticas del Antiguo Testamento, vemos la historia de Joacím, un rey malvado, quien despedazó y echó una porción de las Escrituras en las llamas. Dios aseguró que se volviera a escribir la porción faltante.
Aunque Dios usó al hombre en el proceso, si no fuera por Dios, la Biblia no hubiera sobrevivido con todas sus palabras casi 2000 años desde que la última porción se escribió hasta ahora. Aunque Dios usa a su pueblo para llevar a cabo sus propósitos, Dios se asegura de que su Palabra sea preservada.
Dios está obrando continuamente en nuestro mundo. A veces de forma directa y sobrenatural, y en otras veces de forma ordinaria, pero con resultados extraordinarios.
Yo creo que el significado primario de preservación se centra en los manuscritos en griego y hebreo. Pero las traducciones y las ediciones impresas en griego y en hebreo son partícipes de esa preservación en los manuscritos. Extienden la preservación que se llevó a cabo en los manuscritos a una traducción en nuestras manos que podemos leer en nuestro idioma y utilizar como una espada de dos filos.
El hecho de repartir una Biblia, un Nuevo Testamento, un evangelio de Juan y Romanos, o hasta un tratado con versículos es participar en la extensión de la preservación. Forma una cadena desde los manuscritos originales, las copias, las ediciones impresas en los idiomas originales, a las traducciones en nuestro idioma.
En mi opinión, la preservación en el sentido más técnico permanece en griego y hebreo, las palabras exactas en que Dios escogió revelarse por escrito, pero existen buenas traducciones en otros idiomas de la Palabra de Dios preservada en griego y hebreo. No estoy diciendo con eso que jamás podemos decir que tenemos la Palabra de Dios preservada en español, pero se debe reconocer que la preservación en otros idiomas es secundaria o derivada, por el hecho de que los traductores en veces tuvieron que interpretar al traducir y escoger entre variantes textuales. La preservación se refiere principalmente a los idiomas originales, y por tanto las versiones bíblicas precisas son traducciones confiables de la Palabra de Dios preservada en los idiomas originales.
Es cierto que hay diferencias textuales entre ediciones impresas en los idiomas originales, y esto incluye la exclusión de versículos con contenido doctrinal. Pero aun así, no hay doctrina alguna que queda totalmente excluida. Todos los Nuevos Testamentos griegos enseñan las mismas doctrinas básicas, ya sea que se añadieron o quitaron palabras o versículos. Si el diablo quiso eliminar doctrinas por completo de la Biblia (se supone que sí), ¡fracasó! La mayoría de diferencias entre manuscritos son insignificantes. Como el 90% del texto griego entre las ediciones críticas y las del Texto Recibido permanece idéntico (la diferencia es aún menor si se descarta asuntos técnicos que no afectan la traducción). Esto no significa que no importa cuál versión uno utiliza, pero a la vez no debemos ser culpables de exagerar diferencias, como acusar que en una versión típica tenga doctrinas enteras eliminadas.
Aunque la gran mayoría de diferencias entre manuscritos son insignificantes (transposiciones de letras o de palabras, repetición de líneas enteras cuando dos líneas próximas comenzaban o terminaban con la misma palabra, y otras faltas de ortografía), algunas variantes son más serios, involucrando versículos enteros. Por ejemplo, el texto crítico de Westcott y Hort omitió 18 versículos enteros del texto principal (por seguir de cerca manuscritos alejandrinos), pero si se suma la cantidad de versículos que se dudaron por colocar entre corchetes, el total ascendió a 48 versículos.
Philip Mauro, un famoso abogado en su tiempo, escribió un libro favoreciendo los manuscritos del Texto Bizantino y la versión KJV en inglés. Él nos asegura lo siguiente en sus escritos:
El hecho consolante en este asunto es que: (1) La vasta mayoría las lecturas variantes son tan leves (dudas de una sola letra, o una marca de acento, un prefijo o un sufijo) que no surge para nada una duda concerniente al verdadero sentido del pasaje; y (2) la suma de todas las lecturas variantes juntas no da lugar a la duda más mínima en cuanto a ninguno de los puntos fundamentales de fe y doctrina. (Mauro, Philip. Which Version? Authorized or Revised? Boston, MA: Hamilton Brothers, 1924, p. 19-20)
Tomando Marcos 16:9-20 como un ejemplo (pasaje que falta en los códices Sinaítico y Vaticano, dos manuscritos alejandrinos famosos pero defectuosos), no solo aparece el pasaje en la gran mayoría de los manuscritos, las verdades del pasaje (la resurrección, la gran comisión, confirmación de la Palabra con señales) se encuentran en otros pasajes del Nuevo Testamento.
Aunque acciones mayormente no intencionales introdujeron miles de diferencias en manuscritos, son de tal categoría que con estudio y comparación de manuscritos se pueden detectar y corregir. Existe una rica y variada abundancia de manuscritos griegos del Nuevo Testamento. Mientras más grande es el número de manuscritos, más grande es el número de variantes. Lo converso también es cierto—Si hubiera menos variantes textuales, hubiera menos manuscritos. Menos diferencias hubiesen sido al costo de menos manuscritos.
Tenemos, por lo tanto, una verdadera “vergüenza de riquezas” en la cantidad de manuscritos que poseemos, y esto resulta, por un lado, en optimismo en la disciplina y la promesa de resultados sólidos; pero también por el otro lado, en extrema complejidad en el estudio del texto del Nuevo Testamento. (Clarke, Kent D. Textual Optimism. Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997, p. 36)
Aunque algunos aspectos humanos quizás hayan sido diferentes de lo que uno ha imaginado (algunos me han dicho que suponían manuscritos bíblicos perfectamente copiados antes de ser informado de lo contrario), debemos reconocer la soberanía de Dios en este asunto. Dios siendo soberano, tiene el derecho de hacer las cosas como él escoge, y no tenemos derecho a declarar que tendría que hacerlo de cierta manera para que conforme a nuestra lógica. Por ejemplo, Dios podría haber encargado a los ángeles a copiar perfectamente los manuscritos y a traducir su Palabra a todos los idiomas del mundo. Pero Dios en su soberanía no escogió obrar de esa manera. Dios nos escogió a nosotros—seres humanos frágiles—para esta tarea noble y necesaria.
A menos que haya algo en algún pasaje bíblico que claramente refuerce su enseñanza a un cierto período de tiempo, idioma o pueblo, si los principios de preservación propuestos son bíblicos, serán principios eternos que se puedan aplicar a cualquier idioma en cualquier momento a lo largo de la historia.
La Biblia enseña su preservación, pero se debe notar que la Biblia no enseña todos los detalles de dónde, cómo, cuándo, de qué forma y hasta qué medida de la preservación. Por tanto, en el proceso de enseñar sobre este tema, si no hay una aclaración de que la enseñanza incluye opiniones personales, uno debe de tener cuidado de no añadir a lo que la Biblia dice, o fingir como que dice algo que no dice.
No queremos decir con esto que la preservación no se enseñe en la Biblia o deba ignorarse. Sin embargo, debemos ser humildes en nuestro enfoque y no ser demasiado específicos cuando la Biblia no es específica. No debemos pretender que los detalles que pertenecen al ámbito de las opiniones y teorías sobre la preservación de la Biblia se traten como verdades establecidas en las Escrituras. También debemos evitar un enfoque que consista en solo presentar dos opciones: su propio punto de vista, frente a cualquier otro punto de vista alegando que consiste de un Dios que falla en cumplir sus promesas (un caso de la falacia de la falsa elección). Ningún cristiano creería que Dios es incapaz de cumplir algo (Lucas 18:27), a menos que sea en contra de su naturaleza o de su propia Palabra. El desacuerdo para muchos no es si Dios prometió preservar su Palabra o no fuera capaz de hacerlo, sino más bien los detalles específicos del método y el alcance de la preservación. Buenos hermanos no siempre están de acuerdo con todos los detalles.
Debe haber un reconocimiento de que Dios es soberano, y que no siempre hace las cosas de la manera que nosotros creeríamos mejor o según nuestro horario. Dios podría haber bajado del cielo traducciones divinas en todos los idiomas del mundo en tablas de oro; pero él eligió no hacerlo. Dios podría haber provisto toda la Biblia en tablas de piedra y haber evitado la pérdida o destrucción de estas tablas a lo largo de los siglos. En cambio, Dios encomendó la responsabilidad de copiar y traducir las Escrituras a los seres humanos falibles, una tarea que está lejos de hacerse en algunas regiones remotas.
Dios inspiró su Palabra, y veló por su preservación. La evidencia de que se preservó se demuestra en que tenemos su Palabra en nuestras manos a pesar de que los manuscritos originales han perecido.
Hay gran diversidad de opiniones cuando se intenta promover un sistema específico muy elaborada y que a veces hasta llaman a su creencia repleto de opiniones “la doctrina de preservación”, como si el que no concuerda con sus opiniones sería culpable de no creer una doctrina bíblica o de creer una falsa doctrina. Esto desafortunadamente ha conducido a algunos que no están de acuerdo con ciertas teorías elaboradas de preservación a decir que “no creen en la preservación” o que la Biblia no enseña preservación. A veces, las discusiones sobre el alcance de la preservación parecen ser sobre todo una discusión en tecnicismos. Al leer escritos sobre la preservación, se debe utilizar mucho discernimiento para distinguir lo que concuerda con la Biblia y la historia, y lo que pertenece en el ámbito de opinión y teoría; esto último no estamos obligados a aceptar.
Si una enseñanza de la preservación es bíblica y legítima, no habría contradicción con la evidencia a través de la historia. Por ejemplo, digamos que alguien llamado Fulano llega a la conclusión personal de que los manuscritos originales físicos de la Biblia sobrevivirían al día de hoy debido a que la Biblia enseña que “mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). Si Fulano tuviera razón, la historia misma debería demostrar que los manuscritos originales físicos sobrevivieron. Pero no sobrevivieron. Al ser enfrentado con evidencia contundente que los manuscritos originales no sobrevivieron, Fulano tiene que hacer una decisión:
- Fulano puede plantarse tercamente e insistir que él tiene razón, y que todos los investigadores de manuscritos están equivocados al decir que no sobrevivieron los manuscritos originales.
- Fulano puede concluir que Cristo se equivocó cuando declaró “mis palabras no pasarán”. (Imposible cuando la Biblia es la Palabra de Dios – Tito 1:2)
- Fulano puede ser lo suficientemente humilde para reconocer que aparentemente se equivocó en su primer intento sincero de interpretar Mat. 24:35. (Hubiera sido más una suposición que una interpretación). Puede reevaluar su entendimiento de la promesa “mis palabras no pasarán”, y concluir que son las palabras que Dios prometió preservar, y no el papel y la tinta original en que fueron escritos dichas palabras.
Digamos que en otra teoría de preservación, Fulano llega a creer que tiene que haber un manuscrito antiguo sobreviviente en hebreo del Antiguo Testamento entre miles que tiene el texto entero y exacto del original, y que tiene que haber un manuscrito antiguo sobreviviente en griego del Nuevo Testamento entre miles que tiene el texto entero y exacto del original. Al ser enfrentado con evidencia contundente que no hay un manuscrito singular específico que se destaca como él supone, Fulano tiene que hacer una decisión similar al caso anterior.
La enseñanza de que la preservación no se localiza en una sola fuente ha sido la enseñanza dominante, incluso en los años más tempranos del movimiento en defensa de la KJV y el Texto Recibido:
Especialmente quisiera recordar a mis lectores del precepto dorado de Bentley, “dado que los originales se han perdido desde hace mucho tiempo, el texto sagrado de los escritores sagrados no descansa ahora en ningún manuscrito o edición, sino que está dispersada en todas ellas”. Esta verdad, que fue evidente para el poderoso intelecto de ese gran erudito, yace en la raíz de toda crítica textual sólida. (Burgon, John. The Traditional Text. 1896, p. 26)
He defendido la tesis que enseñan las Escrituras y la historia ha demostrado que Dios ha preservado cada palabra de su revelación escrita, no en un solo manuscrito, sino dispersada a lo largo de la tradición manuscrita. (Brake, Donald «The Preservation of the Scriptures» in Counterfeit or Genuine? David Fuller, editor. Grand Rapids International Publications, 1978, p. 212)
Dado que la Biblia no nos da los detalles específicos de cuándo, cómo, dónde, y hasta qué punto sería preservada las Escrituras, no está fuera de lugar tomar en cuenta datos de la historia para reconciliar lo que la Biblia dice acerca de la preservación. Cuando se busca reconciliar la Biblia con la historia, se debe hacer con mucho cuidado. Por ejemplo, no debemos tomar lo que dicen los científicos para concluir que Dios no creó al mundo. La Biblia nos da detalles en cuanto a cómo Dios procedió a crear al mundo, por tanto no debemos confiar ciegamente en todo lo designado como ciencia en busca de detalles elementales ya provistos en la Biblia. La falibilidad de algunos aspectos de la llamada ciencia se está demostrando en nuestros días al oír como los “científicos” dicen ahora que hay más de dos géneros, entre otras cosas absurdas.
Nuestra comprensión de la preservación, especialmente donde la Biblia carece de detalles, debe ser coherente con el registro histórico. Esto se llama “evidencia empírica” (se refiere a evidencia que es observable y verificable). Si nuestra teoría sobre la preservación es correcta, no estará en contradicción con los hechos de la historia. No queremos decir que la historia pueda corregir la Biblia, pero si un pasaje bíblico es ambiguo, entonces una interpretación que no coincide con la historia significaría que una interpretación dada probablemente es errónea. Si los principios de preservación son bíblicos, serán corroborados, sin que la historia los contradiga.
Hay veces que algunos proyectan una teoría de preservación basado en un pasaje bíblico aislado o una interpretación muy subjetiva, y quizás su teoría suena bonito, pero no concuerda con detalles indisputables de la historia. Hay veces que al señalar como su teoría no concuerda con ciertos detalles de la historia, se enojan, y acusan a uno de no creer en el poder de Dios, etc. Algunos piensan que tienen derecho a establecer los términos de la enseñanza de preservación, y que todos los demás tienen que guiarse por ellos.
Con algunos, parece haber una desconexión entre cómo se percibe a Dios llevando a cabo la preservación, y la realidad. Lo siguiente es un ejemplo de la vida real de una teoría de preservación que se derrumba al analizarlo a la luz de la historia:
“Ninguna persona razonable puede esperar que hasta el copista más concienzudo logre la infalibilidad técnica en la transcripción de su documento original a una copia nueva. No importa cuán serio sea, va a dedicar por lo menos un error ocasional”. [Lacy responde] Lo que él dice sería cierto si Dios no hubiera estado suspendido sobre el copista y cumpliendo el milagro de mantenerlo perfecto como lo había hecho cuando él dio los originales! ¡Y no hay duda en mi mente que él hizo lo mismo cuando los traductores de la King James estaban haciendo su trabajo magnífico! (Lacy, Al. Can I Trust My Bible? Littleton, CO: Al Lacy Publications, 1991, p. 115)
Hay un lado divino en la preservación de las Escrituras, pero no llega al nivel ni la magnitud del autor que acabamos de citar. Su teoría de preservación no solo no concuerda con los datos de la historia, sino que la Biblia misma no promete exactamente lo que el autor propone. El problema que veo con algunas enseñanzas de preservación es que parecen estar hechas a medida para un resultado deseado. Algunas teorías de la preservación ignoran por completo hechos históricos que invalidan algunos de sus argumentos. ¡Que nunca se diga de nosotros que sacrificamos la verdad sobre el altar de la certeza!
Se podría decir que yo (junto con una infinidad de otros creyentes) tengo una predisposición a creer en la perfección de la preservación de la Biblia como lo enseñan algunos por los siguientes motivos:
- Creo en la infalibilidad e inspiración de los manuscritos originales.
- Creo las promesas bíblicas de que las palabras de Dios “no pasarán”.
- Creo que Dios es omnipotente.
- Creo que Dios no miente.
- Creo que traducciones confiables tal como la Reina-Valera son la Palabra de Dios.
¿Por qué entonces no acepto la enseñanza de la preservación perfecta como lo enseñan algunos? Las siguientes razones se presentan de forma abreviada, pero se exponen en mis escritos de forma más amplia:
- La preservación no se llevó a cabo por inspiración divina, tal como la composición de los autógrafos originales. La inspiración es un proceso que acabó con Apocalipsis.
- No hay dos manuscritos bíblicos que leen iguales.
- Las promesas bíblicas de preservación no se presentan en la Biblia de tal modo que la única interpretación posible sea la “preservación perfecta”.
- Dios muchas veces escoge obrar sin intervenir milagrosamente, y cumple sus propósitos por medios ordinarios a través de seres humanos falibles por medio de lo que llamamos “la providencia de Dios”.
- La diversidad en los manuscritos (aun en los mismos tipos textuales) las diferencias entre ediciones del Texto Masorético y el Texto Recibido (que resulta en diferencias aun entre traducciones confiables), revelan un elemento humano en la preservación además de lo divino.
- El asunto de la perfección o no de la preservación es un asunto mayormente técnico y académico que involucra un porcentaje pequeño del texto bíblico. Por tanto es de poco provecho para los incrédulos o cristianos nuevos o inmaduros que necesitan la “leche” de la Palabra.
- Todo cristiano puede descansar en el hecho de que a pesar de ciertos tecnicismos en asuntos textuales que descalifican una creencia en preservación absolutamente perfecta, al cabo no hay ninguna doctrina bíblica en juego, Dios no nos ha fallado, y tenemos la Palabra de Dios preservada de forma confiable. ¡Gloria a Dios!
El estudio y reconocimiento de la acción de Dios en la preservación de la Biblia mediante el elemento humano no conduce a negar la acción de Dios; sólo nos ayuda a estimar mejor la forma que Dios ha escogido para actuar en la historia de la iglesia y la transmisión de su Palabra según el principio de la providencia, más bien que desde afuera de ese contexto mediante una serie de intervenciones sobrenaturales.
Dios no es responsable por errores de los que han copiado, editado, traducido o imprimido su Palabra. No hay ninguna promesa de que estos errores humanos no ocurrirían o de que él intervendría para evitar que sucedieran. La historia demuestra que se cometieron errores humanos en este proceso. Aunque se puede observar aspectos humanos en el proceso de la preservación de su Palabra, Dios no nos ha dejado al azar, y vemos su mano en el aspecto divino.
Una distinción muy grande entre la inspiración de los manuscritos originales y luego el proceso de preservación en las copias de escribas, ediciones impresas en los idiomas originales y las traducciones, es que los originales fueron inspirados (exhalados) por Dios (2 Tim. 3:16-17; 2 Ped. 1:21). La inspiración fue un proceso milagroso que jamás se repetirá, que resultó en un producto: los manuscritos o autógrafos originales. Aunque Dios utilizó a escritores humanos, estos escritores fueron inspirados por Dios, algo que no se puede decir del proceso de la preservación, no obstante su importancia.
El siguiente escritor explica de forma iluminante la diferencia dramática en las consecuencias de errores entre las copias y lo que resultaría si hubiese errores en los manuscritos originales.
Si tenemos errores en las copias (como es el caso), entonces estos son solo errores de hombres. Pero si tenemos errores en los manuscritos originales, entonces nos vemos obligados a decir no solo que los hombres cometieron errores, sino que Dios mismo cometió un error y habló falsamente. No podemos hacer esto. (Shah, Abidan Paul. Changing the Goalpost of New Testament Textual Criticism. Eugene: Wipf & Stock, 2020, p. 163)
Debemos abogar por la infalibilidad e inspiración en los manuscritos originales; pero para marcar la distinción, se debe enfatizar la confiabilidad, pureza y suficiencia de los textos y las traducciones fieles.
Llevándonos por los manuscritos griegos sobrevivientes, hubo una etapa de unos mil años en la historia de los manuscritos cuando el texto alejandrino prácticamente desapareció, y el texto bizantino tuvo un dominio casi total. Esto demuestra que el texto bizantino ha tenido y debe continuar teniendo una parte clave y especial en la preservación. Luego con la invención de la imprenta, surgió el texto recibido basado mayormente en el texto bizantino, y dominó por unos 300 años antes de la popularidad del texto crítico. La historia misma revela el papel importantísimo del texto bizantino y el texto recibido en la preservación, y es injusto que en la crítica textual corriente se traten casi como inútiles.
La preservación a través de manuscritos (no originales), citas de “padres” de la iglesia y traducciones antiguas dan testimonio de los originales. Debido a la preservación, ¡las verdades e incluso las palabras mismas griegas y hebreas de los originales son vistos, leídos, predicados, manejados y enseñados! Estas palabras están disponibles para traducir a todos los idiomas del mundo.
En un sentido, hay un aspecto prácticamente milagroso en que se ha preservado más de 5.000 manuscritos en griego y otros miles en hebreo a pesar de persecuciones, guerras, desastres naturales, incendios, apostasía, descuido humano, etc. Estos manuscritos comprueban el cumplimiento de la promesa que encontramos en Mateo 24:35: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. No solo en las Escrituras, sino también en la historia se ve la evidencia de la mano de Dios en el asunto. Dios prometió que su Palabra se preservaría, y lo cumplió. ¡Gloria a Dios!
Los reyes y gobernantes con sus decretos no lograron exterminar la Biblia. Los agnósticos no han logrado quemar ni siquiera una fibra del libro eterno con sus antorchas. Los científicos con sus microscopios y tubos no han logrado destruir su confiabilidad. Los dardos malignos de los ateos no han logrado penetrarla. Los burladores no han quitado ni siquiera una flor de su bello jardín. Los teólogos liberales no han cortado ni una rama de su bosque. Los escritores incrédulos no ahogaron ni siquiera una palabra con su tinta venenosa. ¡El libro vive aún! Mas la palabra del Señor permanece para siempre. 1 Pedro 1:25
La Biblia fue el primer libro impreso al inventarse la imprenta. Ha sido leído por más personas y traducido en más lenguajes que cualquier otro libro en la historia. Aunque millones de libros vienen y van, la Biblia es todavía el libro por el cual se miden todos los demás. Se han producido más copias de ella en su totalidad y más porciones y selecciones que de cualquier otro libro en la historia. La Biblia ha sido preservada por escribas y eruditos, por mártires y misioneros, por escritura laboriosa, y por imprenta cuidadosa. Todo cristiano puede leer y estudiar la Biblia con confianza, sabiendo que en verdad es la Palabra de Dios. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones. Salmos 100:5