Con varios plumazos, el ex-presidente Clinton declaró la semana del 18-24 de octubre de 1998, como «La Semana del Carácter» en los Estados Unidos. Por supuesto, no faltaban escritores entusiasmados en notar la ironía obvia de ese acto; pero dejando a un lado los escándalos políticos, ha habido una discusión considerable en cuanto a este asunto: ¿Cuenta el carácter? O ¿es el comportamiento en público más importante que en la vida privada?
Las respuestas a estas preguntas no afectan solamente a las audiencias del congreso; hablan directamente de las opciones que escogemos cuando educamos a la generación venidera, y de la manera en que evaluamos estas opciones.
El «debate» político de estas preguntas se ha caracterizado por lo que yo llamo «el enfoque de Oprah»: muchas personas, de credenciales dudosas, exponen sus opiniones, esperando que la mera declaración de ellas sea autoritativa. Pero, francamente, lo que los invitados de Oprah, o los políticos, o los columnistas sindicales piensan, no es el asunto. Necesitamos una autoridad más fuerte que esa.
La Biblia habla a menudo acerca del carácter. Se nos ha dicho repetidamente que el hombre genuino es demostrado por su corazón, y que sus acciones son solamente la evidencia de una realidad interna; el hombre más sabio del mundo (1 Reyes 4:29-31) escribió, «Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.»
Y el mismo Hijo de Dios respaldó estas palabras haciendo de ellas el fundamento de su teología práctica:
«¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.» (Mateo 12:34-35; comp. Lucas 6:45).
«Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.» (Juan 8:44)
Muchos otros pasajes enfatizan que las acciones externas, buenas y malas, provienen del carácter interno:
«La boca del justo habla sabiduría, y su lengua habla justicia. La ley de su Dios está en su corazón; por tanto, sus pies no resbalarán.» (Salmo 37:30-31)
«El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón.» (Salmo 40:8)
«Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, e hicieron abominable maldad; no hay quien haga bien.» (Salmo 53:1)
«Porque el ruin hablará ruindades, y su corazón fabricará iniquidad, para cometer impiedad y para hablar escarnio contra Jehová, dejando vacía el alma hambrienta y quitando la bebida al sediento.»(Isaías 32:6)
«Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.» (Romanos 3:10-12)
El apóstol Pablo, instruyó cuidadosamente a los creyentes efesios para que empezaran con un cambio interno de su carácter antes de intentar reformar su comportamiento:
«En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.» (Efesios 4:22-25)
Aún el Antiguo Testamento, el cual algunos lectores ingenuos lo han visto como un énfasis de conformidad externa más que de un cambio del corazón, está basado sobre este principio del profeta Jeremías:
«He aquí vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.» (Jeremías 31:31-33)
Probablemente, el ejemplo bíblico más claro en cuanto a la importancia del carácter es el juez Sansón. Aquí tenemos a un hombre escogido por Dios antes de su nacimiento, dedicado a Dios desde su nacimiento, criado en un hogar donde se honraba a Dios y fue bendecido con dones divinos que eran insuperables en su día. Pero, tenía un carácter imperfecto único–debilidad por las mujeres–que le hizo ser lascivo, después arrogante y más tarde lo derribó por completo. Al final de su vida, estaba ciego, quebrantado, amargado y esclavizado. Y aún entonces, era incapaz de ver su propia necedad, enfocándose todavía en lo «malo» que se le había hecho y en la venganza por la que estaba dispuesto a dar su vida. Su oración final fue:
«Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tomes venganza de los filisteos por mis dos ojos.» (Jueces 16:28)
Ésta no fue una oración de arrepentimiento o de remordimiento, o una admisión de haber fracasado. Fue una oración de venganza y auto-exaltación. Hasta el final de su vida, Sansón fue un hombre sin carácter.
El Carácter Sí Cuenta
Esto significa, por supuesto, que no sólo la educación del carácter es una parte importante de la educación del niño, sino que es la parte más importante. Si nuestras escuelas producen gigantes académicos, pero enanos morales, habremos fracasado. Se ha dicho que hay algunos crímenes, tales como la falsificación, los cuales una persona no puede cometer hasta que sea educada. Nuestra responsabilidad es tanto moldear los corazones de nuestros estudiantes como conformar sus acciones y afinar sus habilidades. Sin el carácter correcto, las acciones de nuestros estudiantes, aunque sean ejecutadas elegantemente, traerán desgracia y dolor en esta vida y condenación en la vida venidera.
Entonces, ¿cómo llegamos a esto? ¿Cómo podemos moldear tanto sus corazones como sus mentes? Tenemos que empezar, tal y como Dios lo hace, con las personas. La decisión más importante que hace un administrador no es qué libros de texto usará, o cuántos créditos deberá tener una clase. La decisión más importante es qué personas va a contratar para enseñar. ¿Conocen sus maestros a Dios y lo reflejan en su manera de comportarse? ¿Siguen el modelo de Cristo en sus relaciones, mayordomía, reacciones y respuestas? Los estudiantes imitarán a aquellos que les enseñan, aunque no se lo propongan. Por supuesto, no queremos sacrificar los estándares académicos por tratar de tener maestros con un buen carácter, y no tenemos que hacerlo; podemos tener ambas cosas, pero debemos estar seguros que estamos haciendo las preguntas correctas cuando entrevistamos a los maestros prospectos.
Yendo un poco más allá, debemos ayudar a los estudiantes a entender cuál es su lugar en el universo. Esto suena muy teórico, pero realmente es bastante práctico.
Principios Bíblicos Básicos
¿Cuáles son los principios bíblicos básicos?
1. Dios está al control; nuestros pasos, se nos ha dicho, «por Jehová son ordenados los pasos del hombre» (Salmo 37:23; Proverbios 16:19)
2. Somos sus siervos (Isaías 35:22)
3. Su voluntad es tanto autoritativa como buena (1 Reyes 8:23)
4. Nuestras mayores responsabilidades son las de conocer a Dios (Filipenses 3:10), ser como su Hijo (Romanos 8:29) y usar sabiamente los recursos que Él nos ha dado para cumplir su voluntad (Mateo 25:29)
Estos principios significan, por supuesto, que cada materia que enseñamos, cada actividad en la que nos envolvemos y cada decisión que tomamos juegan una parte en hacernos más parecidos a Cristo o equiparnos para hacer su voluntad. Y esta verdad simple debe ser una parte importante de lo que nosotros comunicamos acerca de una materia a nuestros estudiantes. Historia, inglés, ciencias, literatura, idioma extranjero, y sí, incluso matemáticas son materias intrínsecamente religiosas; éstas reflejan al Creador y son parte de la mayordomía que ejercitamos en servirle a Él. Se ha dicho que para los cristianos, cada zarza es una zarza ardiendo, y toda la tierra es tierra santa. Los maestros piadosos demostrarán esto a sus estudiantes y harán de la Biblia una parte clave en cualquier tema que enseñen. Producirán siervos cristianos, no meramente académicos o técnicos.
La Disciplina
Finalmente, tenemos que pensar con cuidado en la disciplina de la escuela. ¿Tiene tu escuela reglas? ¿Por qué? ¿Cuál es el propósito de ellas? Algunas reglas, por supuesto, son necesarias sólo para eficiencia; esperamos que nuestros estudiantes estén sentados en sus asientos a tiempo, no porque haya algo intrínsecamente moral en estudiar matemáticas a las 9:00, sino porque queremos usar el tiempo que tenemos en esa clase de la mejor manera posible. Pero, la cultura y la estructura de tu escuela – y por tanto sus reglas –deberían reflejar la gran misión de construir carácter y cambiar corazones. Usted debería determinar claramente sus expectativas de cómo los estudiantes tratan a sus compañeros de clase y a sus autoridades, de cuán cuidadosamente atienden sus responsabilidades académicas y otras, de cómo se preparan para los exámenes y de cómo los toman – en otras palabras, del honor y la honestidad y la diligencia. Deben haber reglas y otros elementos culturales que dirijan estos asuntos, y se deben tomar y administrar seriamente.
El Carácter Sí Cuenta
Las personas que contrate, el ejemplo que implante, la disciplina que administre y la Escritura que enseñe en cada asignatura, todo ello es mucho más importante que los libros de texto que usted use, las electivas que ofrezca, las universidades prestigiosas a donde van sus graduados o los campeonatos que haya ganado. Entonces, enfóquese en lo que realmente importa. El carácter cuenta.
Dan Olinger tiene un doctorado en Teología en el campo de humanidades, de la Universidad de Bob Jones. Hace la planificación estratégica para la publicadora de dicha institución.
–El Escudo de la Fe