1. Ha de ser un hombre ya salvo. Juan 1:40-45. Nada hará Dios por medio de una persona que no ha sido salva, y esta perjudicará la obra si la toca. Los que obedecen a Dios son los únicos que pueden llamarse siervos suyos, Romanos 6:16, mientras que los que aún no son salvos son llamados «hijos de la desobediencia». Efesios 2:2.
2. Ha de saber que es salvo. Juan 5:24; 1 Juan 5:13. Generalmente no se encuentran entre los obreros los que dicen «así lo espero», «lo supongo». Todo el tiempo que una persona está dudando en cuanto a su salvación, no puede ayudar a que otro crea.
3. Ha de tener poder y valor para dar testimonio. Hechos 2:14-39; 4:8-12; Mateo 26:58, 69-75. Esto es el fruto del bautismo del Espíritu Santo. La obra del Espíritu en la regeneración es una cosa, y la llenura del Espíritu es otra; la primera hace que un pecador sea el hijo de Dios, la segunda hace a ese hijo de Dios idóneo para el servicio. Después de que se dijo que los discípulos estaban regenerados, Lucas 10:20; Juan 13:10; 15:3, y de que habían sido preparados y señalados como testigos, Lucas 24:45-48, se les dijo que no salieran hasta que fueran «investidos de potencia de lo alto» con el Espíritu Santo. Lucas 24:49; Hechos 1:4, 5, 8. «Recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros». Aún Jesús no principió a trabajar hasta que no recibió el Espíritu Santo. Lucas 3:22; 4:1, 14; Hechos 10:38. ¡Seríamos muy presuntuosos si pretenderíamos hacerlo de otra manera!
4. Han de ser personas apartadas, sometidas a Dios y llenas del Espíritu, Efesios 5:18; Juan 4:14. Esto es un mandamiento positivo, la primera parte del servicio, y hasta que esto se ha hecho Dios no usará a una persona. Romanos 12:1-2. Es enteramente indispensable para poder llevar una vida victoriosa, y sin lo cual no puede darse un testimonio verdadero. Hechos 4:31; Filipenses 2:14-16; Salmos 51:10-13. El acto por el cual el Espíritu Santo llena a una persona, es actual, progresivo y continuo, según que el creyente va uniéndose más y más con Cristo en su propósito.
5. Una vez estando lleno del Espíritu Santo, hay que someterse enteramente a su dirección, obedeciéndole en todo. Como el Espíritu Santo es una persona invisible, necesita un canal, una boca, una voz que pueda usar como quiera. El Espíritu es el verdadero obrero, la persona es solamente un instrumento, cuya voluntad personal pudiera estorbar la obra del Espíritu si no se somete enteramente. Esta sumisión también le salva del poder del pecado en esta vida. El que no tiene una vida victoriosa, llena de gozo y tranquilidad de conciencia en el Espíritu Santo, cuyas propias pasiones le cercan por donde quiera, y tropieza y cae a cada obstáculo que Satanás le pone delante, y cuyos actos son como los del hombre que no está salvo, esa persona no puede ganar almas. Lo que hace atractivo al cristianismo es la vida existente en el cristiano, que se derrama y alcanza a otras vidas. Juan 7:37-39.
6. Ha de sentir amor para las almas. El que no ama las almas no puede ganarlas. En esto no ha de haber entusiasmo ni amor humano. Ha de ser un amor divino, «el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo», Romanos 5:5 «amor en el Espíritu», Colosenses 1:8 y que es el «fruto del Espíritu», Gálatas 3:22. Éste fue el amor que hizo a Jesús morir por nosotros, 1 Juan 4:9-10; Efesios 5:2; el amor que trae esperanza al pecador, que le ama en el amor de Dios.
7. Ha de creer el testimonio que la Palabra de Dios da respecto al pecado y peligro en que se encuentra el pecador, Efesios 2:1-3, 12; Salmos 9:17; Romanos 6:23, (y otros muchos). El hombre que cree que su amigo está en peligro de perder su vida debe sentirse con el valor suficiente para amonestarlo. Cuando una persona cree en su corazón que el que no está en Cristo está perdido, que va camino al infierno, que sólo la sangre de Jesús puede salvarlo, esa persona se sentirá ansiosa por la salvación de las almas.
8. Ha de conocer la Biblia y cómo usarla, y esto teniendo presente que el Espíritu Santo es el autor de ella, 2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:21, y que el Espíritu es el verdadero Maestro, 1 Corintios 2:13; y cuida que ella entre en nuestra vida y no descuidemos nuestro deber. A la Palabra se le llama «espada del Espíritu», Efesios 6:17. Nadie puede entrar en una batalla sin llevar un arma. El Espíritu nos da una espada, o más bien dicho, usa su espada por medio de nosotros, y por eso quiere llenar los corazones y las inteligencias con su Palabra, y que podamos recordarla cuando sea necesario. Podríamos argumentar todo un día con una persona, agotar los razonamientos de la lógica, la retórica y el cerebro sin conseguir ganarlo para Cristo. La Palabra es la que convence a los hombres de sus pecados y los obliga a que cierren su boca. Romanos 3:19-20. La Palabra escudriña los corazones, Hebreos 4:12, es lámpara, Salmos 119:105, martillo que quebranta la piedra, Jeremías 23:29, y no volverá vacía, Isaías 55:10-11. Pero es necesario que sepamos cómo usar la Palabra. Si el soldado no sabe el manejo de las armas no puede hacer gran cosa en la batalla. La Biblia es nuestra caja de herramientas, y debemos saber dónde está el instrumento que necesitamos para un trabajo especial. Hemos de estudiar para aprender a repartir la Palabra de verdad, 2 Timoteo 2:15, para mostrar a los hombres la necesidad que tienen de un Salvador, enseñarles que Jesús es ese Salvador, y la manera cómo pueden recibirlo, y para poder contestar sus excusas y objeciones. No hemos de leer el capítulo primero del Génesis al hombre que quiere saber cómo salvarse, ni el Salmo 23 al que no cree que es un pecador.
9. Ha de creer que la Biblia es la Palabra de Dios, y no un conjunto de tradiciones, falsedades y contradicciones. Salmos 119:89, 140, 160; 2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:19-21. La Biblia es literatura, pero vale mil veces más que la simple literatura, es vida. Juan 6:68. Hemos de usarla con el poder del Espíritu Santo y esperar su efecto.
10. Ha de orar, no recitar oraciones, sino orar ardientemente, con persistencia y continuamente. Ha de pedir a Dios (1) que lo conduzca a las personas que Dios quiere ganar; (2) que prepare el corazón para el mensaje; (3) que le guíe y traiga a su memoria los pasajes propios para el caso; (4) que le ayude a discernir dónde está la dificultad o cual es la excusa; (5) que ponga su poder en el mensaje anunciado, y (6) que complete la obra iniciada. Los esfuerzos serán vanos si faltan estos seis requisitos.
Esta diez cualidades no son presentadas así como en un orden necesario, sino solamente como esenciales para el buen éxito, sin tener en cuenta el orden. Se alguno de los lectores tiene las dos primeras, bien puede principiar a trabajar, que por la oración, la fe, la obediencia y el estudio recibirá las otras. Si tiene las tres primeras, seguramente seguirán las otras, menos la octava que tiene que adquirirse por el estudio y la oración constante.
El mandato de estudiar la Palabra es de tanto valor como cualquier otro. Quebrantar este mandamiento es un pecado como el de quebrantar alguno de los otros.
Cuando una persona viene a ser un hijo de Dios, es como un niño tierno y necesita alimento con frecuencia. La Palabra es el alimento, 1 Pedro 2:22; Hechos 20:32. Dadle, pues el alimento. Marcos 36:7; pero no podrás hacer esto si tú mismo no estás alimentado.
Adaptado de El Faro, 1913
Dios lo Bendiga …muy edificante.. Hno..siga adelante..
Que todo poderoso siga dándole más sabiduría..para apacentar conforme a su palabra..
Bendciones
Dios les continúe bendiciendo grandemente. Edificante…y de mucho provecho pues a veces se pretende cargos sin tener conocimientos de tantas cosas y sobretodo de algo tan sagrado, del arma más poderosa que es la Palabra del Señor y esto y esto podrá perjudicar la obra si la toca.