Debido a que los manuscritos originales no sobrevivieron, (aunque se copiaron, y han sobrevivido aproximadamente 6.000 manuscritos en hebreo y 5.700 en griego) a través de los tiempos algunos han sugerido (a veces de forma dogmática) autoridades «finales» para tomar de forma absoluta el lugar de los manuscritos originales. Los casos más conocidos se tratan del Textus Receptus, el Texto Masorético, la Vulgata Latina, y la versión King James. Aunque no se oye declaraciones que el texto crítico es la autoridad final, algunos tratan la edición más reciente que salga a la luz prácticamente como si fuera la autoridad final. ¿Puede uno o una combinación de estas fuentes tomar el lugar de la autoridad final de forma absoluta?
Hay preguntas obvias que se deben hacer en cualquier caso: ¿Cuál fue la autoridad final antes que alguien decidió otorgar esa designación a otra fuente? ¿Cómo se puede comprobar que realmente hay otra autoridad final al que todo el mundo debe someterse, sin que sea una decisión arbitraria?
Al considerar el asunto y buscar contestar los interrogantes, es posible retroceder más en el tiempo hasta aun antes de las versiones y los textos impresos en los idiomas originales. Me refiero a la era de los manuscritos, cuando era más fácil que se introdujeran errores (tanto intencionados como no intencionados) debido a la escritura a mano. Aunque hay algunos muy similares, no hay dos manuscritos bíblicos iguales. (un promedio de 90 variantes por manuscrito, o 0,25 por página, según Gurry, Peter J. «The Number of Variants in the Greek New Testament: A Proposed Estimate» New Testament Studies. No. 62, 2016, págs. 97-121). La autoridad final durante la era de los manuscritos copiados a mano era también los manuscritos originales. Los manuscritos originales fueron, son y siempre serán la autoridad final para todos los idiomas. Por mucho que a algunos les cueste aceptar la autoridad que se deriva de los manuscritos originales (debido a su estatus inexistente en forma física), hay que aceptar que la única manera de permanecer consistente es reconocer los manuscritos originales como la autoridad final para todos los tiempos y lenguas. Dios en su soberanía no permitió que los manuscritos originales sobrevivieran en forma física, pero no nos dejó al azar.
¿Has considerado que entre las variaciones entre manuscritos estaría presente seguramente la lectura de los manuscritos originales? Por tanto, el problema no es la preservación, sino la dificultad humana en reconocer el texto auténtico en algunos lugares.
Reconociendo a los manuscritos originales como la autoridad final permite consistencia a través de las edades y los idiomas. No hay necesidad de opinar como otra fuente puede ser la autoridad final cuando hayan aparecido con diversas ediciones con cambios textuales. Los miles de manuscritos griegos y hebreos, el Textus Receptus, la Vulgata Latina, el Texto Masorético y la versión King James–todos han aparecido con diversas ediciones con cambios textuales. No hay necesidad de opinar cómo, cuándo, por qué, y de qué manera la autoridad final se transfirió de los manuscritos originales a otra fuente, lo cual sería una imposibilidad. Digo esto, dado que si la autoridad final puede ser reemplazado por otra autoridad, revela que nunca fue la autoridad final. ¡Una verdadera autoridad final no puede ser reemplazada! Otra razón por la cual estas otras fuentes no pueden ser la autoridad final es que no fueron dadas por inspiración. No ocurrió un milagro cuando se editó o se compiló las otras fuentes que impidiera el error humano.
Si examinas de cerca la literatura que intenta persuadir a otros de que su versión es inspirada, infalible y la autoridad final, a menudo incluye un argumento destacado de que debes tener una Biblia infalible que puedes sostener en la mano. Luego afirman o insinúan fuertemente que sin una traducción infalible, serás como un barco sin timón. Para explotar la necesidad de certeza, los infalibles autógrafos originales son burlonamente menospreciados con declaraciones como “¿de qué sirven los originales que nadie puede siquiera ver”, etc. Es cierto que los manuscritos originales no sobrevivieron, pero su texto sobrevivió y ha estado disponible entre los miles de manuscritos que perduran hasta hoy. Los autógrafos originales desaparecieron en el sentido físico, pero su texto continúa con nosotros, aunque no todas reunidas en orden en una fuente singular.
Al despojar a los manuscritos originales de su lugar apropiado como autoridad final, se crea un vacío, y se presenta a la nueva fuente convenientemente para llenar ese vacío, a veces con una referencia simbólica al papel del Texto Recibid y el Texto Masorético en el proceso. Lo que a menudo no se comprende es que si los manuscritos originales alguna vez fueron la autoridad final, continúan siéndolo, porque si una autoridad final pudiera ser reemplazada, sería una prueba de que, para empezar, no era la autoridad final. Si te convencen que necesitas una autoridad final en la mano, y lo que te presentan es del siglo XVI, por ejemplo, la pregunta lógica es ¿qué autoridad final hubo antes de esa fecha? Como tres cuartos de la historia ha transcurrido desde aproximadamente cuando se acabó el libro de Apocalipsis hasta el siglo XVI. ¿Dónde estuvo la autoridad final durante todo ese tiempo después que perecieron los manuscritos originales? Como criaturas caídas, tenemos un deseo y una necesidad innata de certeza; Dios nos creó con tal necesidad. Sin embargo, no se debe abusar de esta necesidad de certeza. Lo que está mal es enseñar que los angloparlantes (por ejemplo) tienen el privilegio de tener una certeza que nadie más puede tener a menos que en algún momento ajusten una Biblia extranjera lo suficiente a la Biblia en inglés. Mi opinión, la cual se refleja a través de los escritos de la historia de la iglesia, es que la autoridad final reside únicamente en los manuscritos originales. Un ejemplo de la postura en la historia de la iglesia es la siguiente declaración de Erasmo, el editor de la primera edición del Texto Recibido:
Apoyo de todo corazón a quienes predican la autoridad inviolable de las Escrituras divinas. Quien a sabiendas los corrompe insulta al Espíritu Santo. Reconozco esto. Pero la soberanía de la Escritura reside en los originales mismos. (Collected Works of Erasmus. Vol. 41, Ed. Robert D. Sider. Toronto: University of Toronto Press, 2019, p. 467)
Aunque los manuscritos físicos ya no están, tenemos sus palabras entre nosotros gracias a la preservación. La enseñanza que se burla y menosprecia a los manuscritos originales es errónea. Volviendo a los escritos del siglo XIX (y probablemente incluso antes), se puede ver que las burlas por la ausencia de los originales fueron realizadas por ateos e incrédulos. Es nada menos que trágico que los cristianos estén haciendo lo mismo (aunque por motivos diferentes). Si una buena versión como la KJV o la Reina-Valera no es la autoridad final –por ese estatus de pertenecer a los manuscritos originales– ¿estas buenas versiones no son una autoridad en absoluto? Eso no es lo que estamos diciendo. Como lo han demostrado cientos de años de uso continuo, son absolutamente una autoridad adecuada y confiable. A pesar de la ausencia de los manuscritos originales físicos, gracias a la preservación tenemos la Palabra de Dios en forma confiable.
Para más sobre este tema véase La infalibilidad de los manuscritos originales de la Biblia defendida