Introducción
Para el beneficio de los lectores no familiarizados con la crítica textual del Nuevo Testamento, deseamos comenzar con una explicación en cuanto a qué nos referimos. Es el estudio de copias cuando el original no está disponible, con el fin de determinar el texto original. En el ámbito de la Biblia, se refiere a decidir entre una lectura y otra cuando hay diferencias entre manuscritos o textos impresos en griego y hebreo, entre las citas de los llamados padres de la iglesia o traducciones muy antiguas. Por críticos textuales, nos referimos a los que practican y abogan por la ciencia de la crítica textual “moderna” como comúnmente se ha enseñado mayormente desde la era de Westcott y Hort con su teoría publicada en 1882 (aunque incluye algunas enseñanzas del siglo previo) hasta ahora, lo que llamo “crítica textual moderna” (conocido como eclecticismo). Me refiero a la crítica textual que se practicó anterior a esa era como “crítica textual conservadora”.
Aunque la mención de tantos nombres nuevos y términos pueda parecer abrumador al principio, con tiempo el lector se irá familiarizando con estos personajes y los términos.
No pretendo ser un crítico textual. Simplemente soy un misionero bilingüe en el ministerio por 28 años que ha leído muchos libros sobre crítica textual, traducciones bíblicas y asuntos relacionados a la crítica textual a lo largo de los años, y esencialmente deseo expresar preocupaciones sobre algunas observaciones. Estudié griego koiné por un año, y tengo una maestría del seminario de Crown College of the Bible. Por tanto, aunque esto demuestra que no soy un experto en el tema, a la vez no entro en esto a la ligera.
En algunas áreas de la crítica textual simplemente comparto preocupaciones que otros han expresado quienes son más calificados para hablar sobre el asunto. Sin embargo, esto no significa que yo respalde las opiniones del autor en otras áreas. Mucho de los argumentos en este escrito consisten de citas de los propios críticos textuales confesando ciertas debilidades o inconsistencias y admitiendo que han habido enseñanzas promovidas por mucho tiempo que han tenido que abandonar. En otros casos no son citas por críticos textuales, pero son eruditos con entrenamiento en griego koiné o familiarizado con la crítica textual que hacen observaciones incisivas y no se aferran a mera emoción o tradición en sus argumentos.
En cuanto a desacuerdos que expresaré, no significa que la crítica textual tiene que estar siempre 100% errada en cada implementación en estas áreas. No me opongo a traducciones como la Reina-Valera 1909-1960 en que se ha implementado un elemento módico de crítica textual (aceptando un porcentaje muy bajo de sus conclusiones textuales como se documentará en el primer apéndice). No hay ninguna teoría de crítica textual de ninguna parte, sea de Erasmo, Scrivener, Burgon, etcétera, que pueda garantizar un texto infalible como en los manuscritos originales. Pero gracias a Dios es posible tener un texto confiable.
No es mi deseo crear teorías de conspiración acerca de críticos textuales. Estoy abierto al diálogo respetuoso, y por tanto proveo una forma para someter comentarios al fin del artículo. La crítica textual es una disciplina ardua, que requiere muchos años de estudio y una dedicación increíble, lo cual se debe respetar. Pero a la vez creo que debe haber un sano escepticismo en cuanto a varios aspectos de la crítica textual moderna, porque con frecuencia conlleva una forma de pensar innata que necesita ser desafiado por personas informadas fuera de su ámbito.
1. Lo bueno
La crítica textual en sí no es mala. En realidad, no es posible evitar la crítica textual. Esto es debido a las diferencias entre manuscritos bíblicos que obligan a escoger entre una lectura y otra. Probablemente un lector típico de este artículo nunca ha tenido que practicar la crítica textual por sí mismo, pero al escoger una traducción de la Biblia, se está sometiendo a los que han implementado alguna forma de principios de la crítica textual en el pasado, ya sea de parte de un lado en el que predomina hombres como Erasmo, Estéfano, Beza o Elzevir; u donde predominan hombres como Griesbach, Westcott, Hort, Nestle o Aland por otro lado. Al escoger una traducción como la Nueva Versión Internacional o Biblia de las Américas, por ejemplo, refleja una crítica textual moderna; pero al seleccionar una traducción como la Reina-Valera 1909/1960, refleja una crítica textual mucho más conservadora.
Aun si uno se aferra de forma apasionada al Texto Recibido y no ve el valor de la crítica textual como se ejerce comúnmente en la actualidad (conocido como eclecticismo), al reflexionar tendría que admitir que no toda crítica textual es mala, cuando se toma en cuenta su significado básico. Esto se debe a que aun los editores de las varias ediciones del Texto Recibido practicaron una forma sencilla de crítica textual al decidir entre una lectura y otra de los manuscritos a su alcance. Erasmo no tuvo una teoría crítica desarrollada para implementar, sin embargo puso en práctica una forma de la crítica textual al decidir entre lecturas de los manuscritos que tuvo ante él. Erasmo mismo escribió acerca de dificultades en el proceso de decidir entre una y otra lectura. También un traductor o revisor que utiliza más de una edición del texto griego, que consulta el aparato textual de sus notas al pie de página, o utiliza diferentes herramientas textuales para ayudarle a decidir entre variantes en el texto en el proceso de traducir está ejerciendo la crítica textual.
El estudio de manuscritos bíblicos y la publicación de sus datos es bueno y debe continuar; obviamente algunos podrían usar esos datos para bien o para mal, pero el aprendizaje de los idiomas originales y el estudio de manuscritos y la publicación de nuevos datos en sí no es intrínsicamente malo.
El interés en la crítica textual ha conducido al descubrimiento y estudio de más manuscritos de la Biblia. Sin duda el amor por la Biblia y el deseo de profundizar los estudios en ella es lo que ha conducido a unos cuantos a estudiar la crítica textual.
Aunque los que favorecen manuscritos bizantinos con frecuencia se quejan de diversas opiniones de los críticos textuales, no le falta ironía al hecho de que muchos de los datos que manejan fueron provistos por el arduo trabajo de los mismos críticos textuales. Si no fuera por la diligencia de críticos textuales, muchos de los manuscritos que conocemos —la mayoría de los cuales son bizantinos— probablemente no hubieran sido descubiertos.
Los críticos textuales estudiosos han aportado muchos libros de gramática del griego koiné, además de léxicos, concordancias y diversas herramientas literarias de utilidad.
La literatura apologética evangélica está repleta de datos que proceden de la crítica textual. Por el arduo trabajo de críticos textuales se ha podido demostrar que la Biblia es el libro antiguo mejor atestiguado de la historia.
No todos los críticos textuales son modernistas y racionalistas que niegan diversos fundamentos de la fe como algunos los han tildado. Ha habido algunos promotores de la crítica textual de ámbitos teológicos conservadores desde tiempos tempranos. Samuel P. Tregelles (1813-1875) es un ejemplo de uno de los críticos que no confiaba en el Texto Recibido y desarrolló principios de la crítica textual que se asemeja mucho a la teoría moderna de nuestros días. Tregelles fue un creyente devoto afiliado con la Asamblea de los Hermanos. Su devoción a las Escrituras es discernible en esta porción de sus escritos:
Este relato del texto impreso del Nuevo Testamento griego está, por supuesto, destinado principalmente a los estudiantes de la Biblia: permítanme entonces, para concluir, solicitar cualquiera, en cuyas manos pueda llegar este volumen, recordar: La Escritura se nos ha dado, no como aquello en lo que nuestras mentes han de descansar en cualquier mero interés intelectual, sino como la revelación otorgada en misericordia por Dios a nosotros, los hombres pecadores. ¡Qué fácil es para nosotros hacer mal uso de los mejores y más santos dones de Dios! ¡Cuántas veces se considera de forma intelectual a la Sagrada Escritura, sin que su valor o pretensión sea aprehendido por el corazón y la conciencia! ¿A qué puede llevar esto, sino una ceguera espiritual más profunda, un doble velo sobre el corazón? Permita que la Escritura sea conocida como el testimonio escrito del Espíritu Santo, un testimonio de que el Hijo de Dios ha venido a salvar a los perdidos, y que ahora se establece el perdón y la reconciliación a Dios a través de la fe en su sangre, y entonces la Palabra de Dios se sentirá como hablada con poder para dar vida al corazón y a la conciencia, y de ese modo habrá la capacidad de buscar la luz espiritual y la guía para conocerla y aprehenderla bien para los propósitos para los cuales fue otorgada. Tenemos que recordar la posición solemne en la que somos pecadores contra Dios, cuya ira ha sido revelada del cielo contra toda injusticia, y que el registro de su misericordia, como se muestra en la cruz de Cristo, está contenido en la Sagrada Escritura: el privilegio de poseerla y usarla será o bien la mayor condenación de aquellos que no descansan en el mensaje del Evangelio así declarado, o será para el bienestar eterno de aquellos que, por la misericordia de Dios, reciben en sus corazones por fe el conocimiento de Jesucristo como el Salvador.[1]
Kenneth Wuest era un crítico textual de teología conservador quien enseñó en el Instituto Bíblico Moody durante una etapa muy conservadora de dicha institución. Podríamos mencionar unos cuantos más.
Algunos en su pasión por defender el Texto Recibido han tildado a la crítica textual de una forma injusta o errónea. En su video en YouTube titulado “Curso sobre la preservación de la Palabra (capítulo 4) Reina Valera 1995 1/2” Luis D. Mendoza a los 1-2 minutos afirma:
Habíamos dicho que la crítica textual era el intento romano, de una equivalencia matemática—crítica textual equivale a Roma—crítica textual equivale al Vaticano. Crítica textual equivale a órdenes papales, del más alto nivel, de Roma, donde la consigna, donde da orden, donde el llamado es destruir, [indiscernible] nuestras Biblias preservadas a lo largo y ancho del planeta.[2]
Aunque tendré mucho para criticar sobre la crítica textual moderna como se practica comúnmente en la cual ha habido participación de católicos, no estamos de acuerdo con la acusación de carácter conspiratorio que acabamos de citar.
Hay veces que los críticos textuales son los únicos que han investigado algún aspecto especializado. Hay veces que señalan debilidades o errores validos en la postura de los que defienden el Texto Recibido o Bizantino que pueden ser corregidos o mejorados.
Algunos que favorecen la crítica textual moderna han sido defensores apasionados de la infalibilidad de los manuscritos originales. Edward J. Young (autor de Thy Word is Truth), Norman L. Geisler (editor de Inerrancy) y Harold Lindsell (autor de The Battle for the Bible) son ejemplos de autores que aceptaron la crítica textual moderna, pero que de todos modos fueron de bendición con su literatura escrito a un nivel académico elevado refutando a los que niegan que la Biblia fue escrita de forma infalible.
No todos los críticos textuales modernos que han aparecido recientemente en la escena están satisfechos con simplemente repetir como loros a sus mentores. Entre la nueva generación de críticos textuales hay una minoría que ha mostrado cierta voluntad de pensar por sí mismos, cuestionar las presunciones textuales modernas y escuchar los argumentos presentados por los defensores del Texto Bizantino. Por ejemplo, recientemente leí The Origin of the Byzantine Text, una tesis de Ernst Boogert. Teniendo en cuenta que venía del campo ecléctico, fue más justo de lo que hubiera esperado y se expresó de manera conciliadora. En el proceso de su investigación, leyó considerable literatura de defensores del Texto Bizantino. Al final, no le pareció lo suficientemente persuasivo cambiar de lado, pero hizo algunas confesiones y concesiones muy interesantes en el proceso, y algunos se compartirán aquí.
2. Lo malo
Por decir que considero algo malo en la crítica textual moderna, no estoy designándolo necesariamente como diabólico o pura mentira en cada caso, sino que hay desacuerdos o serias preocupaciones con ciertas enseñanzas típicas de la crítica textual moderna. En algunos casos no estoy negando que cierta cosa ocurrió o nunca ocurrió (tal como hábitos de los escribas), sino que fue la excepción y no la regla, o viceversa.
El sesgo contra el Texto Bizantino
Uno de los escritores de nuestros tiempos que ha estudiado manuscritos bizantinos es el alemán Klaus Wachtel, quien tiene un alto “rango” entre críticos textuales. Él no es un defensor del Texto Recibido ni del Texto Bizantino, pero sus estudios sobre manuscritos bizantinos y leccionarios han aportado datos y observaciones valiosas. En la siguiente cita confiesa que ha habido “un sesgo negativo tenaz contra el texto mayoritario bizantino” entre los eruditos, algo que pocos críticos se atreverían a admitir:
Dado que el Textus Receptus fue superado por la crítica textual académica del siglo XIX, hay un sesgo negativo tenaz contra el texto mayoritario bizantino. Dondequiera que los testigos textuales más antiguos conocidos como el Vaticano y el Sinaítico, (y más aún en combinación con un papiro), se oponen a la mayoría de los minúsculos, la decisión contra el texto mayoritario se tomaba a menudo fácilmente, sin considerar seriamente la calidad de las variantes en cuestión.
Primero, a menudo se pasa por alto que en la gran mayoría de los pasajes variantes solo unos pocos testigos difieren de todos los demás. Como regla general, los testigos populares de los siglos IV / V (y cuando existan, de papiros aún más tempranos), están de acuerdo con la mayoría de los testigos. Esto implica que en todos estos pasajes la vejez del texto mayoritario no está en duda.
En segundo lugar, es necesario distinguir consistentemente entre un manuscrito y el texto transmitido en él. “Recentiores non deteriores” es un principio ampliamente aceptado el editar en la filología, pero en la erudición del Nuevo Testamento se aplicó solo a unos pocos manuscritos más jóvenes que presentaban peculiaridades textuales similares a las de Vaticano y Sinaítico. Por la razón expuesta anteriormente, es indudable que la tradición textual en su conjunto se remonta a un período muy temprano y que la transmisión coherente de la mayoría de todos los testigos textuales proporciona un fuerte argumento a favor, no en contra, de la variante en cuestión. Si se ha superado el sesgo contra el texto de la mayoría de los testigos, las variantes transmitidas por la mayoría aparecerán bajo una luz diferente, incluso si algunos de los primeros testigos leyeron de manera diferente. Entonces se puede considerar con la debida imparcialidad si una lectura mayoritaria sigue de hecho o no la tendencia hacia la variante más completa, más fácil y más suave. No cabe duda de que esta tendencia existe, pero se aplica a la transmisión en general, no solo a los escribas de manuscritos más jóvenes. Es cierto que las variantes de este tipo se acumulan en la mayoría del texto, pero en más de unos pocos casos la variante más difícil se encuentra en el texto mayoritario.[3]
En la siguiente cita se puede notar el desprecio por el Texto Bizantino de parte de los críticos textuales eclécticos, y el hecho de que hay poco interés en estudiar sus manuscritos:
Cuando el propósito es recuperar el texto original, el tipo bizantino en sus formas posteriores puede ignorarse por completo, e incluso en sus formas anteriores tiene comparativamente poco valor.[4]
Todos estos minúsculos exhiben un texto puro o predominantemente bizantino. Y esto no es una peculiaridad de los minúsculos, sino una característica que comparten con un número considerable de unciales. Todos ellos son irrelevantes para la crítica textual, al menos para establecer la forma original del texto y su desarrollo en los primeros siglos.[5]
Colwell cita a Von Sodden, un crítico textual famoso en su tiempo, declarando que para él el Texto Bizantino “es tanto más secundario que los demás que el valor principal de su estudio es eliminarlo de los partidarios de los otros tipos de texto”.[6]
En la siguiente cita, Theodore Letis señala una inconsistencia grave entre dos libros del crítico textual Bruce Metzger escritos con solo un año de diferencia. Note como las lecturas bizantinas no reciben el trato merecido aun bajo sus propias reglas:
Metzger dice que “el único método adecuado es examinar la evidencia de cada variante de manera imparcial, sin predilecciones a favor o en contra de ningún tipo de texto”, pero, por otro lado, “lecturas respaldadas únicamente por testigos koiné o bizantinos (el grupo sirio de Hort) puede dejarse de lado como casi seguro secundario”.[7]
Aunque la siguiente cita no especifica manuscritos bizantinos, por el hecho de que de forma abrumadora constituyen la mayoría, y por el prejuicio que se ha demostrado contra dichos manuscritos, se puede presumir con bastante seguridad de que de estos se trata:
Además, prácticamente no se ha publicado nada sobre el texto de la gran mayoría de los códices del Nuevo Testamento. Una mirada al libro Bibliography of Greek New Testament Manuscripts de Elliott revela que menos de una cuarta parte de todos los manuscritos griegos del Nuevo Testamento existentes tienen siquiera un párrafo publicado sobre ellos. Los cotejos son necesarios para cada uno de estos documentos.[8]
Dado que muchos críticos han determinado su conclusión de que el Texto Bizantino no existió en los primeros tiempos, se apresuran a descartar la evidencia contraria. En la siguiente cita, observe la excusa provista por Kurt Aland para minimizar la evidencia de Crisóstomo (347-407 d. C.) para el Texto Bizantino (énfasis añadido):
Sin embargo, los Alands contestan (1) que el canon del NT no se estableció antes del siglo IV, lo que hace que la fecha de Gregorio del siglo II sea imposible y la fecha del siglo IV sea dudosa; (2) que los textos de los sermones de Crisóstomo a menudo coinciden con el sistema leccionario bizantino se debe a la coincidencia; (Osburn, Carroll. «The Greek Lectionaries of the New Testament» The Text of the New Testament in Contemporary Research. Ed. Michael Holmes and Bart Ehrman. Leiden: Brill, 2013, p. 97)
Ha habido una parcialidad inaceptable contra los manuscritos bizantinos. Los críticos se jactan de sus métodos científicos, ¡pero no hay nada científico en ni siquiera conocer el contenido textual de miles de manuscritos con la excepción de verificaciones esporádicas!
Algunos de estos eruditos admiten en sus escritos que entre el 80% y el 90% de los manuscritos supervivientes son bizantinos. Al descartar el Texto Bizantino, al ignorar dicha evidencia manuscrita, en realidad están cerrando los ojos a un 90% de la evidencia. Alguien se ha referido a esto como “la tiranía de los expertos”.
No es una ciencia exacta
Hay algunos que confían tanto en la crítica textual moderna, que han llegado a creer que es como una ciencia exacta como la matemática. Recientemente escuché un discurso por un creyente que defendía la crítica textual moderna. En un momento en su discurso, ¡hasta dijo que confiaría en un texto griego del Nuevo Testamento editado por ateos o agnósticos, con tal que pondrían en práctica los principios reconocidos de la crítica textual! Observe en la siguiente cita como John Broadus, presidente de Southern Baptist Theological Seminary en el siglo XIX, consideró a la crítica textual como “una ciencia exacta”:
Al Dr. John A. Broadus le gustaba mucho enseñar crítica textual. Solía decir que estaba más cerca de ser una ciencia exacta que cualquier otra cosa en el estudio del Nuevo Testamento. Uno siente que sus pies golpean una roca sólida. No está simplemente en el aire de la teoría especulativa. [9]
Aunque creo que Broadus y otros se exageran en su confianza al considerarla “una ciencia exacta”, a la vez debemos cuidarnos de no ir al otro extremo de exagerar desmedidamente la imprecisión de la crítica textual, debido al hecho que dependemos de traducciones de la Biblia, los cuales reflejan, de alguna forma u otra, de decisiones de la crítica textual, sea conservadora o moderna.
La siguiente cita relacionado a las limitaciones de la crítica textual no es dirigido al ámbito bíblico, pero aplica, especialmente si uno estaría tentado a confiar excesivamente en principios diseñados originalmente para obras seculares:
En segundo lugar, la crítica textual no es una rama de las matemáticas, ni tampoco una ciencia exacta en absoluto. Se trata de una cuestión que no es rígida y constante, como las líneas y los números, sino fluida y variable; a saber, las debilidades y aberraciones de la mente humana y de sus sirvientes insubordinados, los dedos humanos. Por lo tanto, no es susceptible de reglas estrictas. Sería mucho más fácil si lo fuera; y es por eso que la gente intenta fingir que lo es, o al menos se comporta como si así lo pensara. Por supuesto, puedes odiar las reglas estrictas si quieres, pero entonces tendrás reglas falsas y te llevarán mal; porque su sencillez los hará inaplicables a problemas, que no son simples, sino complicados por el factor de la personalidad. Un crítico textual dedicado a su negocio no se parece en nada a Newton que investiga los movimientos de los planetas: se parece mucho más a un perro a la caza de pulgas. Si un perro buscara pulgas basándose en principios matemáticos, basando sus investigaciones en estadísticas de área y población, nunca atraparía una pulga excepto por accidente. Requieren ser tratados como individuos; y todo problema que se le presente al crítico textual debe ser considerado como posiblemente único.[10]
Lo siguiente indica cuan temerario fueron algunas decisiones detrás de textos críticos:
Incluso un estudio casual del Textual Commentary on the Greek New Testament de Metzger revela la incertidumbre restante del texto en muchos lugares a pesar del trabajo detallado de un poderoso grupo de editores. Muchas lecturas aceptadas en el texto equivalente de UBS3 están precedidas por indicadores de un grado considerable o alto de duda sobre su derecho a estar en el texto y, a lo largo de las páginas de Metzger, uno encuentra constantemente frases como “el Comité prefirió X como la lectura menos insatisfactoria”. “El texto de este versículo está en un estado muy confuso”. “Para llegar a un arreglo, se decidió seguir el testimonio del primer testigo”. “El Comité decidió que la lectura menos insatisfactoria es la respaldada por …”[11]
A pesar de principios en la crítica textual que le dan la apariencia de ser científico y preciso, hay cierto nivel de juicio personal subjetivo, como confiesan los siguientes críticos textuales:
En esta complejidad, el alumno no se guía por reglas, sino por conocimiento y juicio … También se guía por su propio juicio, cualidad a través de la cual la aplicación de la razón al conocimiento se convierte en un acto. Los eruditos distinguidos han demostrado una y otra vez el papel inevitable e importante del juicio, una cualidad subjetiva, en la valoración de la autenticidad del Nuevo Testamento.[12]
Sin embargo, en casi todos los textos se producen variaciones en las que el juicio personal inevitablemente toma un papel importante en la decisión final.[13]
Algunos piensan que los críticos textuales proceden a sus investigaciones y conclusiones sin prejuicios con una mente totalmente objetiva y desapegada. Un ejemplo de lo contrario, en por lo menos un aspecto, es cuando Fenton Hort, a los 23 años de edad, declaró en una carta, “Piense de ese vil Textus Receptus que se apoya enteramente en manuscritos tardíos;”[14] “Vil” en inglés es un término fuerte, en el sentido de malvado o repugante. Con el conocimiento de este detalle, sería difícil concluir que Hort procedió a sus investigaciones textuales (el cual junto con Westcott resultó en el texto crítico que llevan sus nombres) sin prácticamente haber determinado conclusiones claves de antemano.
Nestle reconoce que hay ocasiones cuando en el proceso de ejercer la crítica textual se ha tenido que recurrir a conjeturas (especulaciones):
El primer caso, o, si queremos llamarlo, el último, pero en todo caso, el más fácil de resolver es cuando la lectura correcta ya no se encuentra en ninguno de nuestros testigos, ni en los manuscritos griegos, versión, ni cita patrística. Aquí simplemente debemos recurrir a conjeturas.[15]
Kilpatrick confiesa lo que muchos otros críticos no quieren admitir:
… el propósito básico de la crítica textual, la recuperación en la medida de lo posible de la forma original del texto. Esto implica decidir si las lecturas son correctas o incorrectas, un procedimiento extremadamente subjetivo.[16]
Con la excepción de los más extremos del movimiento King James Only, los que preferimos el texto Bizantino y creemos en la confiabilidad general del Texto Recibido no estamos diciendo que nunca ha habido imprecisión en el texto resultante o que jamás se recurrió a conjeturas. Pero con frecuencia se promueve la crítica textual moderna como si fuera una ciencia que por su erudición elimina conjeturas y resuelve toda ambigüedad. En la siguiente cita Zane Hodges señala esto en más detalle:
Porque entonces el juicio de cada hombre sería teóricamente tan válido como el de cualquier otro. Entonces, el texto sería bastante incierto o se basaría (como de hecho ocurre en las ediciones críticas tradicionales) en un consenso de los estudiosos contemporáneos. Es cierto que algunas mentes se sienten más seguras cuando se aferran a una opinión mayoritaria y popular. Pero este es un pobre sustituto de la evidencia, y la historia del pensamiento humano demuestra que es de lo más incierto. El consenso de hoy es con demasiada frecuencia la curiosidad del mañana.
Pero, en el análisis final, el subjetivismo es un retroceso de la ardua y exigente tarea del pensamiento y la investigación original. Los conservadores que dan paso al eclecticismo y al subjetivismo, en lugar de enfrentarse al desafío de un trabajo fresco y original, merecen ser abandonados por la corriente en movimiento de los acontecimientos.[17]
Un ejemplo de lo que venimos diciendo se puede verificar si uno tiene acceso a varios textos críticos que han marcado la historia. Lucas 24:12 es omitido en Nestle 23, en Westcott-Hort aparece en el texto entre doble corchetes, y en la tercera edición de las Sociedades Bíblicas aparece en el texto sin expresión de duda. La crítica textual no ha sido una ciencia exacta, y nunca lo será.
Mi crítica de la falta de exactitud en la crítica textual moderna no debe ser confundida con la confiabilidad de la Biblia en sí. La crítica textual solo aborda un pequeño porcentaje de las Escrituras, y gracias a Dios no hay ninguna doctrina en juego que no está abundantemente respaldado por pasajes donde no hay necesidad de acudir a la crítica textual.
Lo que está en juego
El texto de Westcott y Hort omitió 18 versículos enteros del texto principal, pero si se suma la cantidad de versículos que se dudaron por colocar entre corchetes, el total ascendió a 48 versículos. Esto ha tenido un efecto en traducciones, como se ve en el caso de la Revised Standard Version omitiendo un total de 46 versículos del texto principal. Aunque algunas de las primeras ediciones del Texto Recibido han dejado algunos versículos afuera en el transcurso de su historia, esta alta cantidad de versículos es preocupante, a pesar de todas las razones dadas para justificar su omisión.
Un estudio reveló que hay 2.544 menos palabras griegas en la edición del texto crítico Nestle-Aland26 comparada a la edición del Texto Recibido de Estéfano de 1550. Esta cifra incluso no contó a los pasajes de Marcos 16:9-20 y Juan 7:53-8:11 como palabras faltantes, aunque la crítica textual moderna de forma casi unánime no considera dichos pasajes como genuinos. Si se restaran las palabras de dichos pasajes al hacer el cálculo original, la cifra de palabras omitidas ascendería a 2.886.[18]
Opiniones enmascaradas como hechos establecidos de la historia
Debido al hecho de que la crítica textual no es una ciencia exacta, los críticos deben presentar sus conclusiones con humildad, dado a que en muchas ocasiones no son nada más que opiniones personales. A continuación, una cita de los escritos abundantes de Eugene Nida, en la cual una opinión suya es presentada como un hecho establecido:
En Colosenses 1:14, un escriba de la antigüedad agregó las palabras “por su sangre” después de “en quien tenemos redención” sobre la base de la expresión completamente paralela que se encuentra en Efesios 1:7.[19]
¿Qué evidencia concreta hay que un cierto escriba hizo tal cosa? Aunque la mayoría de los manuscritos no apoya “por su sangre” en Col. 1:14 como aparece en el Texto Recibido, declarar confiadamente que un escriba en algún momento lo copió de Ef. 1:7 es pura especulación.
Al principio puede parecer difícil discutir con todos esos expertos actuales. No dudarán en decirte cuánto saben y te inundarán con su jerga. … Convencer a los expertos es imposible, pero oponerse a ellos es realmente fácil de hacer. Basta con abrir a casi cualquier página de sus obras (TCGNT es un buen ejemplo) y mirar alguna afirmación basada en supuestos hábitos de escribas o historial de texto o tipos de texto y decir, “Eso es simplemente especulativo. Ellos no lo saben. No creo que haya habido un tipo de texto alejandrino estable. Otros expertos piensan diferente. No todos pueden estar bien. Los eruditos textuales alejandrinos han demostrado estar equivocados antes”. Pruébalo. Verás lo fácil que es.[20]
Uno que es muy habilidoso en su forma de expresarse puede convertir la mera inferencia en probabilidad y luego la mera probabilidad en certeza; mientras tanto el estudiante ni se da cuenta que la conclusión que se le presenta que parece tan convincente, ¡no es nada más que pura especulación!
Con frecuencia críticos textuales expresan opiniones enmascarados como hechos establecidos de la historia. Cuando se atreven a expresar sus puntos de vista como opiniones, es mucho más evidente cuánto está establecido sobre la especulación. Un ejemplo sería el libro ¡Fidelidad! ¡Integridad! En busca del mejor texto de las Escrituras editado por Luciano Jaramillo Cárdenas. Aunque no estoy de acuerdo con unos cuantos argumentos expresados, Jaramillo demostró integridad al distinguir en muchas ocasiones sus opiniones de hechos establecidos. Hemos subrayado palabras claves:
“Los manuscritos tardíos que sirvieron de base al Textus Receptus reflejan una posible interpolación que algún copista celoso introdujo en Mateo con el equivocado deseo de uniformar el texto de los evangelios, tomándolo de Lucas 2:7….” (p. 56)
“Algunos copistas posteriores o escribas, con el ánimo de uniformar el texto, aparentemente la añadieron en manuscritos subsiguientes, tomándola de Lucas 6:27-28…” (p. 58)
“Probablemente fueron insertadas aquí trayéndolas de Lucas 5:32, en donde sí aparecen en el texto original.” (p. 59)
“Aparentemente la palabra ‘ayuno’ fue añadida al texto de Marcos 9:29 por algún copista del siglo V” (p. 60)
“Es probable que hubiera habido una inserción posterior aquí del pasaje paralelo que se encuentra en Marcos 10:38-39”. (p. 61)
“Sin embargo, la expresión ‘su gusano no muere, y el fuego no se apaga’ no aparece, como parte de los versículos 44 y 46, en ninguno de los manuscritos antiguos griegos importantes; y evidentemente fue añadido a los versículos 44 y 46 por copistas posteriores, que lo trajeron del versículo 48…” (p. 62)
“Sin embargo, no se encuentra en los manuscritos griegos antiguos y probablemente fue insertado aquí más tarde, trayéndose de Mateo 6:15…” (p. 62)
“Los copistas posteriores probablemente lo añadieron aquí trayéndolo de Lucas 22:37 (citando a Isaías 53:12).” (p. 63)
¡Esto es muy diferente comparado a escritos típicos de parte de críticos textuales en mi experiencia! Con frecuencia presentan opiniones como hechos establecidos.
Repetición de elementos desacreditados de la teoría Westcott y Hort
En 1881, Westcott y Hort publicaron su Nuevo Testamento en griego. No recopilaron manuscritos en el proceso, sino que utilizaron ediciones críticas anteriores y su propia teoría textual que elaboraron entre ellos, lo que llegó a conocerse como “el método genealógico”.
En 1882 publicaron su libro Introduction to the New Testament in the Original Greek (Introducción al Nuevo Testamento en el Griego Original). Fue presentado de una manera tan convincente que casi derrocó al Textus Receptus. Su texto griego junto con la introducción fue una sensación instantánea. La confianza en el Textus Receptus y el texto griego subyacente se desplomó.
En su teoría, Westcott y Hort categorizaron a Siniaticus y Vaticanus como un “texto neutral” e implicaron que entre ellos reflejaban los manuscritos originales. El texto neutral sufrió corrupción con el tiempo y dio paso al tipo alejandrino. El texto occidental surgió después como resultado de la influencia de los manuscritos latinos. El grupo “bizantino” surgió en el siglo IV como una recensión oficial patrocinada por la iglesia encabezada por Luciano que combinó las diversas lecturas de los grupos occidental, alejandrino y neutral en una edición del Nuevo Testamento, escrito probablemente en Antioquía. Esta edición oficial se propagó con tanta eficacia que con el tiempo los tipos de texto más antiguos dejaron de copiarse en los scriptoriums más influyentes y cayeron en desuso.
Se alega por medio de esta teoría por Fenton Hort que en el siglo cuatro hubo una recensión de parte de Luciano de Antioquía, y como resultado unos pocos manuscritos se convirtieron en muchos. Y siendo que muchos provienen de pocos, a los muchos se les debe dar tan solo el valor de un manuscrito. Los elementos clave de las teorías de Hort se derrumbaron lentamente bajo el peso de investigaciones posteriores. Muchos críticos continuaron promoviendo su teoría, y solo reciente han empezado a retractarse. Observe lo que han confesado varios proponentes de la crítica textual:
Si bien la mayoría de los estudiosos continúan viendo el texto de la mayoría como tardío y secundario, la explicación de Hort sobre su origen es ampliamente rechazada. No hay evidencia directa de que Luciano haya obrado alguna vez en el texto del Nuevo Testamento, ni se puede trazar el texto mayoritario a un solo evento. De hecho, “ni el origen del Texto Bizantino visto como la totalidad ni el origen de sus diversas sub-formas en el curso de la historia se conoce”. Así, la mayoría de los críticos textuales están en la posición de rechazar una parte clave del argumento de Hort mientras continúan aceptando sus resultados.[21]
Primero, ha habido una insatisfacción con los resultados del método genealógico de Westcott y Hort. Tanto los defensores como los adversarios han comentado que Westcott y Hort en realidad no aplicaron prácticamente el método genealógico a los manuscritos del Nuevo Testamento. En cambio, afirman que en lugar de dividir todos los manuscritos en sus respectivas familias o grupos, Westcott y Hort utilizaron el método genealógico para expulsar el texto sirio / bizantino y luego cayeron hacia atrás sobre la evidencia interna para mostrar la superioridad de los manuscritos más antiguos. Algunos estudiosos afirman que, de hecho, se trataba de una hipótesis sin fundamento. Por otro lado, algunos críticos textuales afirman que el método genealógico debe existir, incluso si no tenemos o no podemos trazar estas familias o grupos en los manuscritos del Nuevo Testamento. A la luz de esto, estos eruditos concluyen que el principio de pesar manuscritos en lugar de simplemente contar manuscritos sigue siendo válido.[22]
La observación de que la mayoría de los manuscritos, al menos la mayor parte del tiempo, tienden a alinearse con una de las tres principales tradiciones textuales es una simplificación legítima y útil de un mar de datos que de otro modo sería difícil de navegar. Pero Hort llevó las cosas un paso más allá: en un punto crucial de su argumento, trató las tres tradiciones textuales, cada una de las cuales puede compararse con una corriente fluida cuyo carácter cambia con el tiempo, como si fueran tres manuscritos individuales, estáticos y fijos, que luego podrían tratarse como si fueran una tradición cerrada. Con este movimiento pudo eliminar, al menos para su satisfacción, la tradición bizantina de la consideración como fuente de lecturas originales. Pero este fue un paso en falso, que hizo que su reconstrucción de la historia del texto del Nuevo Testamento fuera falsa y problemática. Sucumbió, sugiero, a la tentación de simplificar demasiado y, por lo tanto, se salió de las vías antes de llegar a su destino.[23]
El siguiente reconocimiento proviene de Barbara Aland, quien fue coautora de un libro prominente (The Text of the New Testament) junto con su esposo Kurt, que en 1989 todavía promovía un elemento básico de la teoría Westcott y Hort:
Ya no podemos mantener sin reserva la opinión que aún estaba sostenida por el autor actual (B. Aland) en su libro The Text of the New Testament, págs. 64-66, que el texto Koiné se debe atribuir a una recensión producida por Luciano. Aunque la actividad editorial desempeñó un papel importante en el desarrollo del Koiné, uno simplemente no puede determinar si y en qué medida se involucraba Luciano en producir una recensión del Nuevo Testamento.[24]
La teoría de parte de Westcott y Hort de que hubo una recensión por parte de Luciano de Antioquía (240-312) en la cual se fusionaron diferentes elementos para formar una revisión oficial que dio lugar al Texto Bizantino nunca se ha comprobado. Aunque los críticos textuales han comenzado a retractarse, se enseñó la desmentida “recensión luciánica” de Westcott y Hort por más de 100 años en mucha de la literatura y manuales de la crítica textual.
Westcott y Hort no aplicaron su método genealógico a la vida real
En su intento de ilustrar que la mayoría de los manuscritos no son necesariamente correctos, Westcott y Hort utilizaron gráficos muy sugerentes.
Supongamos que sólo hay diez copias de un documento y que nueve se copian todas de uno; entonces la mayoría puede ser rechazada con seguridad. O supongamos que los nueve están copiados de un manuscrito perdido y que este manuscrito perdido y el otro fueron ambos copiados del original; entonces el voto de la mayoría no superaría al de la minoría. Estos son los argumentos con los que Westcott y Hort abrieron su discusión sobre el método genealógico.
Si se diagraman, se ven así:
En su intento de ilustrar que la mayoría de los manuscritos no necesariamente son correctos, Westcott y Hort utilizaron el siguiente gráfico:
O en el gráfico representa el original común (el cual no tiene que ser el autógrafo original de la Biblia, porque en ese caso no se podría demostrar en la vida real); X, Y antecesores singulares perdidos, con α β γ siendo antecesores perdidos de X; y δ ε siendo antecesores perdidos de Y; los juegos con las letras a b c d e f g h i k l m n o son manuscritos sobrevivientes de los respectivos antecesores perdidos. Veamos ahora como Ernest Colwell, un crítico textual influyente, demuestra cuan débil es el argumento por no haberse documentado con casos reales:
Como justificación del rechazo de la mayoría, Wescott y Hort encontraron incalculable el valor de las posibilidades del método genealógico. Suponga que sólo hay diez copias de un documento y que nueve se copian de una; entonces la mayoría puede ser rechazada sin peligro. O supongamos que los nueve se copian de un manuscrito perdido y que tanto este manuscrito perdido como el otro se copian del original; entonces el voto de la mayoría no superará al de la minoría. Estos son los argumentos con los que Westcott y Hort abrieron su discusión sobre el método genealógico. … [gráfico provisto por Colwell] Demuestran claramente que la mayoría de los manuscritos no necesariamente deben considerarse correctos. Es esta posibilidad a priori la que Westcott y Hort utilizaron para demoler el argumento basado en la superioridad numérica promovida por los partidarios del Textus Receptus.
Es obvio que Westcott y Hort no aplicaron este método a los manuscritos del Nuevo Testamento. ¿Dónde están los gráficos que comienzan con la mayoría de los manuscritos tardíos y se remontan a través de generaciones decrecientes de antecesores hasta los textos Neutrales y Occidentales? La respuesta es que no están en ninguna parte. Mire de nuevo el primer diagrama, y verá que a, b, c, etc., no son manuscritos reales del Nuevo Testamento, sino manuscritos hipotéticos. Las demostraciones o ilustraciones del método genealógico aplicado a los manuscritos del Nuevo Testamento por los seguidores de Hort, los “Hortículistas”, como los llamó Lake, también usan manuscritos hipotéticos, no códices reales.[25]
Cuando hay mixtura – y Westcott y Hort afirman que es común, de hecho casi universal en cierto grado – entonces el método genealógico aplicado a los manuscritos es inútil… Westcott y Hort sabían todo esto. Admitieron que la mixtura hace imposible el uso del método genealógico. Admitieron que la mixtura ocurrió temprano y en general. Reconocieron esta segunda limitación tan claramente como la primera.
Sin embargo, defendieron el método genealógico. Solo escaparon de la primera limitación abandonando el método. Esto lo hicieron, como hemos visto, abiertamente. Admitieron la limitación y aún afirmaron que el método era bueno hasta la etapa final de la tarea. … La existencia de un tipo particular de lectura variante llamada lecturas combinadas [conflate readings] salvó el método genealógico … Pero esta conclusión final no es sólida. Westcott y Hort enumeraron solo ocho lecturas combinadas (todas en los evangelios) para justificar la caracterización de un texto completo como “antecedente de la mixtura” o como posterior a la mixtura. Pero, como reconocieron, la mixtura generalmente resultaba en la sustitución de una lectura por otra en lugar de una combinación. Más importante es el hecho de que no existe ningún texto sin mixtura, ni ningún manuscrito con un texto sin mixtura.[26]
Colwell no era un promovedor del Texto Recibido ni de los manuscritos bizantinos, pero a diferencia de unos cuantos de sus colegas, no tuvo temor de “agitar las aguas” y señalar inconsistencias en la crítica textual moderna.
La razón por la que hay que señalar todo esto (que Westcott y Hort no aplicaron su teoría a manuscritos reales, sino más bien hipotéticos) es que muchos quedaron hipnotizados o deslumbrados por lo que parecía en la superficie un enfoque académico.
Westcott y Hort creían que, en el mejor de los casos, el texto bizantino sólo podía contar como un testigo del texto, porque supuestamente todos tenían un antepasado. Entonces, independientemente de si los textos bizantinos se cuentan por miles, no tienen más valor que uno.
Por un lado, se podría decir que los miles de manuscritos bizantinos se remontan a un antepasado –los autógrafos originales– pero aun así, ¡constituirían miles de testigos que apuntan a los manuscritos originales!
Inicialmente, pocos intentaron defender el texto bizantino contra las teorías de Westcott y Hort. El primero en hacer un estudio en profundidad de Westcott y Hort fue John Burgon. Observe un ejemplo de sus escritos:
Nos oponemos a su especulación con pruebas. Exaltan B [códice Vaticano] y ℵ [códice Sinaítico] y D porque en su propia opinión esas copias son las mejores. Tejen ingeniosas redes e inventan teorías sutiles, porque su paradoja de unos pocos contra muchos requiere ingenio y sutileza para su apoyo. El Dr. Hort se deleitaba con teorías finas y términos técnicos, como “probabilidad intrínseca”, “probabilidad transcripcional”, “evidencia interna de lecturas”, “evidencia interna de documentos”, que por supuesto connotan cierta cantidad de evidencia, pero son débiles pilares de una estructura pesada. Incluso las enmiendas conjeturales y los decretos inconsistentes no son rechazados. Están infectados con la teorización que estropea algunas de las mejores obras alemanas, y con el idealismo que es la perdición de muchas mentes académicas, especialmente en Oxford y Cambridge. En contraste con esta estancia en la tierra de las nubes, somos esencialmente de la tierra, aunque no terrenales. No somos nada, si no nos basamos en datos; nuestra apelación es a los datos, nuestra prueba radica en los datos, en la medida en que podamos construir testimonios sobre testimonios y amontonamiento de datos sobre datos, imitamos el procedimiento de los tribunales de justicia en las decisiones resultantes de la convergencia del producto de todas las pruebas, cuando ha sido contrainterrogada y escudriñado. (Burgon, John. The Traditional Text. 1896, p. 238)
Pocos se atrevieron a tomar en cuenta el enorme trabajo de Burgon que exponía las deficiencias de Westcott y Hort. Quienes lo hicieron a menudo se excusaban de refutarlo por lo emocional que se ponía Burgon en ciertos momentos:
…su obra [de Westcott & Hort] fue atacada. Un fuerte llamado emocional a favor del Textus Receptus fue realizado especialmente por el decano John Burgon de la Iglesia de Inglaterra. (Pack, Frank. «One Hundred Years Since Westcott and Hort: 1881-1981» Restoration Quarterly. Vol. 26 No. 2 1983, p. 68)
El trato de todos los manuscritos bizantinos como si tuvieran el valor de un solo testigo al máximo
Los que desconfían en los textos bizantinos dicen que la similitud entre manuscritos bizantinos es evidencia que descienden de un solo ejemplar. Por tanto, aun si hubiese mil manuscritos bizantinos con una cierta lectura, solo cuenta como un testigo en vez de mil. De esa forma pueden anular de un solo golpe hasta el 99 por ciento de la evidencia. En el caso de Westcott y Hort, no creían que los manuscritos bizantinos siquiera eran merecedores de consideración. Ellos enseñaron que se debía descartar todas las lecturas que son exclusivamente bizantinas, o “sirias” como solían llamarlo:
… se deduce que todas las lecturas distintivamente sirias [bizantinas] pueden dejarse de lado de una vez como ciertamente originadas después de mediados del siglo III y, por lo tanto, en lo que respecta a la transmisión, corrupciones del texto apostólico. … De hecho, esto es solo una repetición, en otras palabras, que todas las lecturas distintivamente sirias [bizantinas] deben ser rechazadas de inmediato.[27]
Observe un ejemplo de lo que escribió el crítico textual Kirsopp Lake, y luego se explicará su impacto:
Los resultados son instructivos, especialmente en sus aspectos negativos. Esta recopilación cubre tres de las grandes colecciones antiguas de manuscritos; y estos no son conglomerados modernos, reunidos desde todas las direcciones. Muchos de los errores de manuscritos ahora en Sinaí, Patmos y Jerusalén deben haber sido códices escritos en los scriptoria de estos monasterios. Esperábamos encontrar una colación que cubriera todos los manuscritos en cada biblioteca mostrarían muchos casos de copia directa. Pero prácticamente no existen tales casos. … Además, la cantidad de genealogía directa que se ha detectado en los códices existentes es casi insignificante. Tampoco se conocen muchos manuscritos códices hermanos. … Aparte de estos dos, parece que no hay grupos de manuscritos que son posiblemente descendientes de un único códice perdido. Hay grupos afines – familias de primos lejanos – pero los manuscritos que tenemos son casi todos niños huérfanos sin hermanos o hermanas.
Tomando este hecho en consideración junto con el resultado negativo de nuestra recopilación de manuscritos en el Sinaí, Patmos y Jerusalén, es difícil resistirse a la conclusión de que los escribas normalmente destruían sus ejemplares cuando habían copiado los libros sagrados.[28]
¿Por qué es significativo que Lake no encontró casi ningún caso de copiado directo entre manuscritos Bizantinos? Las investigaciones de Lake concerniente a una falta de evidencia de copiado directo entre manuscritos hace mucho daño al argumento que se debe tratar a todos los manuscritos bizantinos como un solo testigo.
Entre estos 119 manuscritos, Lake no encontró ninguna instancia en la que uno fuera copiado directamente de otro. Todos tenían ejemplares desconocidos. Lake resume sus hallazgos así: “Hay grupos afines, familias de primos lejanos, pero los manuscritos que tenemos son casi todos niños huérfanos sin hermanos y hermanas”. Son huérfanos porque los manuscritos de los que fueron copiados han perecido (ya sea por el uso constante o por la costumbre de destrucción deliberada por parte del escriba). No son hermanos y hermanas porque todos tenían arquetipos diferentes. De ese modo, Lake inadvertidamente ha producido evidencia que puede usarse para apoyar la afirmación de Burgon de que la masa tradicional de manuscritos desciende en líneas independientes de transmisión desde el autógrafo.[29]
Otros críticos textuales han llegado a conclusiones similares al de Lake:
Un factor relacionado es la circunstancia de que casi todos los manuscritos existentes son “huérfanos”, sin padres, hijos o hermanos. Por lo tanto, faltan muchos de los enlaces genealógicos útiles para construir un stemma. Como observa Metzger, “los casos de una copia conocida de otro manuscrito son extremadamente raros, lo que sugiere que solo ha sobrevivido un porcentaje muy pequeño de manuscritos”.[30]
Otros más en simpatía con el Texto Bizantino habían señalado algo similar anteriormente, pero el hecho de que los críticos textuales llegaran a la misma conclusión fue significativo. Scrivener, quien había adquirido experiencia cotejando manuscritos, años antes había señalado:
Cuanto más de cerca se examinan los ejemplares cursivos de las Escrituras, más se desarrolla el carácter individual de cada una de ellas. Con ciertos puntos de semejanza general, por los cuales se distinguen de los documentos más antiguos de la clase alejandrina, abundan con variaciones mutuas tan numerosas y perpetuas como para garantizar el origen independiente de casi todos ellos, y su estudio exacto “ha barrido a la vez y para siempre” (Tregelles, Account of Printed Text, p. 180) la fantasía de un texto Constantinopolitano [Bizantino] normativo, y cada inferencia que se había basado en su supuesta existencia.[31]
Lo siguiente a simple vista podría parecer una contradicción:
Los papiros y los mayúsculos son en su mayor parte testigos individuales: a pesar de compartir tendencias generales en las formas de sus textos, por lo general difieren tanto entre sí que es imposible establecer vínculos genealógicos directos entre ellos. Sin embargo, esto es posible con muchos minúsculos. Estos se conservan en cantidades incomparablemente mayores que los manuscritos anteriores. Esto nos permite establecer relaciones genealógicas con relativa facilidad, tanto para distintos grupos de manuscritos como para corrientes más amplias dentro de la tradición.[32]
Lo que escribieron Barbara Aland y Klaus Wachtel no lo considero una contradicción con las citas anteriores por dos razones:
- No se documentó ningún caso específico (en cuanto a minúsculos).
- Esto se había dicho en cuanto a “grupos de manuscritos” y “corrientes”, en vez de manuscritos individuales.
Parcialidad en clasificar los tipos de textos
Dado que los papiros son los manuscritos griegos más tempranos que se han encontrado, es natural que los eruditos quieran clasificarlos como alejandrinos. Pero el detalle es que son fragmentarios, y pocos tienen suficiente texto con pasajes claves para hacer una determinación justa. A la luz de esta información, observe lo que Aland quiere justificar:
Tampoco debemos olvidar que cada uno de estos fragmentos representa un manuscrito completo, que una vez contenía al menos el libro representado por el texto sobreviviente. Si un fragmento conserva un pasaje donde hay alguna variación en la tradición, es bastante suficiente para señalar el carácter textual de todo el manuscrito. No hay necesidad de consumir un frasco entero de jalea para identificar la calidad de su contenido – ¡una cucharada o dos es bastante adecuado![33]
¡Observe lo que acaba de escribir! Está dispuesto a “señalar el carácter textual de todo el manuscrito” ¡basado en tan solo “un pasaje”! (si involucra una variante). En mi opinión esto indica una presunción que favorece el texto alejandrino. Compare lo que Aland dijo con uno de los criterios de Metzger: “El área [del manuscrito] examinado debe ser lo suficientemente grande para ser representativo del conjunto”.[34]
En la siguiente cita Jakob Van Bruggen señala cierta inconsistencia de parte de críticos que tienen el efecto de favorecer su postura:
Metodológicamente, primero debemos preguntar cómo se determina un “tipo”. Esto no puede hacerse sobre la base de lecturas seleccionadas, porque entonces la selección pronto estará determinada por lo que uno está tratando de probar. Solo se puede hablar de un tipo de texto si las características que deben distinguir el tipo no son incidentales, sino que se encuentran todo el tiempo, y si no aparecen en otros tipos de los que se debe distinguir el tipo. Los criterios deben ser distintivos y generales. En lo que respecta a esto, la sospecha se despierta cuando Hort observa que las interpolaciones de armonización y asimilación en el Texto Bizantino son “afortunadamente caprichosas e incompletas”. ¿Hort generalizó y convirtió las características de algunas lecturas en características del tipo de texto? Esta sospecha se convierte en certeza cuando Metzger en su Comentario Textual tiene que observar más de una vez que las lecturas no bizantinas, por ejemplo, en el códice Vaticano, pueden explicarse a partir de las tendencias de los escribas para asimilar y simplificar el texto. ¡Lo que es típico del Texto Bizantino aparentemente no es tan exclusivo para este tipo de texto! Pero si ciertos fenómenos parecen aparecer en todos los tipos de texto, entonces no es correcto condenar un tipo categóricamente y considerarlo secundario debido a tales fenómenos.[35]
Cuando el Texto Bizantino y el Texto Occidental están de acuerdo en algún pasaje contra el Texto Alejandrino, el pasaje es catalogado como occidental. Y cada vez que los bizantinos y alejandrinos están de acuerdo en algún pasaje contra el occidental lo llaman alejandrinos. Bajo estas condiciones, el Texto Bizantino siempre pierde, y se ha hecho una injusticia contra el Texto Bizantino. Obviamente, los defensores del Texto Bizantino podrían ser culpables de lo inverso, por tanto debe haber un esfuerzo de ser consistente y transparente.
Cánones de la crítica bajo la lupa
Dado que los críticos textuales formulan las propias reglas y principios de su disciplina, fácilmente se podrían desarrollar en busca de un resultado deseado. En el siglo XVIII Johann Albrecht Bengel (1687-1752) desarrolló varias reglas o principios para la crítica textual del Nuevo Testamento que luego fueron refinados por Johann Jakob Griesbach (1745-1812) y otros.
Aquí presentamos de forma concisa los principios que se repiten con más frecuencia:
- Lectio brevior potior. Se prefiere la lectura más breve. Bajo esta teoría, los escribas tendían a añadir al texto.
- Lectio difficilior potior. Se prefiere la lectura más difícil. Bajo esta teoría, los escribas intentaron aliviar las dificultades o mejorar el sentido del texto.
- Lectio non-harmonizans potior. Se prefiere la lectura no armonizada. Bajo esta teoría, los escribas tendían a asimilar el texto a pasajes paralelos o al contexto inmediato.
Wilbur Pickering llama a estos “cánones subjetivos”, debido a la forma inconsistente en que se aplican, aparentemente a conveniencia en algunos casos. Veamos una crítica de cada punto:
- Lectio brevior potior. Se prefiere la lectura más breve. Bajo esta teoría, se prefiere la lectura más corta, porque supuestamente los escribas tendían a añadir al texto.
En este punto, sin embargo, existe el peligro de un razonamiento circular, asumiendo que las lecturas más breves del texto alejandrino son superiores debido a la edad temprana de los manuscritos que los contienen, mientras que simultáneamente se afirma que los mismos manuscritos son intrínsecamente superiores debido a las lecturas más cortas que contienen. De hecho, no hay base para la certeza de que el texto alejandrino tenga un origen anterior o que su redacción más corta sea correcta.[36]
“Se prefiere la lectura más corta”. ¿Por qué? Porque, se nos dice, los escribas eran propensos a agregar fragmentos al texto. Pero eso tendría que ser una actividad deliberada. Es demostrable que la pérdida accidental de lugar resulta en la omisión con mucha más frecuencia que la adición; casi la única forma de agregar accidentalmente es copiar parte del texto dos veces, pero el copista tendría que estar realmente somnoliento para no descubrirlo. Por lo tanto, cada vez que una lectura más corta pueda ser el resultado de una parablepsis, debe considerarse con sospecha. Pero incluso cuando es deliberado, la omisión debería ser más frecuente que la adición. Si hay algo en el texto que a uno no le gusta, llama su atención y hay la tentación de hacer algo al respecto. Además, requiere más imaginación y esfuerzo crear material nuevo que eliminar lo que ya está allí (el material sugerido por un pasaje paralelo podría ser una excepción). Además, es demostrable que la mayoría de los escribas fueron cuidadosos y concienzudos, evitando incluso errores involuntarios. Aquellos que participaron en una actividad editorial deliberada fueron en realidad bastante pocos, pero algunos fueron infractores flagrantes (como Álef en Apocalipsis).[37]
Los siguientes reconocimientos provienen de promotores del texto crítico, por tanto no se deben desestimar:
Uno de los cánones de la crítica textual en los tiempos modernos ha sido la lectio brevior potior. Podemos limitar esto a la forma, “el texto más corto, en igualdad de condiciones, es preferible”, en deferencia a las investigaciones de A. C. Clark y otros que han revelado cuán extendida ha sido la prevalencia de ὁμ y otras causas de omisión. Por otro lado, si sustituimos la máxima, “el texto más largo, en igualdad de condiciones, es preferible”, ¿tenemos alguna razón para pensar que esto es más erróneo que la lectio brevior potior convencional? Estamos acostumbrados a esto último, pero el hecho de que sea tradicional no es un argumento para que sea cierto. Sin embargo, Westcott y Hort no parecen haber pensado en desafiarlo.
Consideremos el asunto más a fondo. Hay pasajes en los que se pueden dar razones para preferir el texto más largo y hay otros en los que encontramos razones para preferir el más corto. Hay una tercera categoría en la que no parece haber ninguna razón para decidir de una forma u otra. ¿Cómo decidimos entre textos más largos y más breves en esta tercera categoría? Reflexionando, no parece que podamos encontrar ninguna razón para pensar que la máxima lectio brevior potior sea realmente válida. Sólo podemos esperar que un conocimiento más completo de los problemas en cuestión nos permitirá discernir cada vez más las razones en cada caso por las que la lectura más larga o más corta parece más probable.[38]
Recientemente un análisis de los hábitos de los escribas en los primeros papiros ha desafiado la validez de la antigua “regla” de que la lectura más corta es más probable que sea original, lo que indica las formas en que los papiros pueden informar nuestra comprensión de los criterios que se ha sostenido tanto tiempo por la originalidad de las lecturas.[39]
Si lo que afirma a continuación el profesor Jeff Miller es correcto, el principio Lectio Brevior Potior se está abandonando en la crítica textual actual. El confiesa que dicho principio (1) ha sido mal manejado, (2) no está claro, (3) es poco práctico, y (4) la regla es descriptiva más que prescriptiva. El acaba su artículo con la siguiente conclusión:
Como resultado, mantengo mi afirmación de que la máxima lectio brevior potior no solo no debería ser, sino que de hecho no es, un factor en la práctica actual de la crítica textual del Nuevo Testamento.[40]
El artículo anterior cita al crítico textual George Kilpatrick confesando lo siguiente:
“Cuando consideramos la afirmación ‘es preferible la lectura más breve’, ¿podemos ver alguna razón, aparte de la repetición y la tradición, por la que debería ser correcta o incorrecta? Podemos presentar razones para pensar a veces que el texto más largo es correcto y otras veces que el texto más corto es correcto, pero eso no demostrará nuestra máxima”. (p. 84)
- Lectio difficilior potior. Se prefiere la lectura más difícil. Bajo esta teoría, los escribas intentaron aliviar las dificultades o mejorar el sentido del texto.
En esencia, el principio de lectio difficilior se basa en una paradoja. La dificultad de una frase en particular, que puede causar que un lector común sospeche que hay un error en su copia, es la característica que el crítico textual usa como evidencia de que la frase es genuina.[41]
Si bien esta teoría se ha repetido con frecuencia en la literatura de la crítica textual, es necesario mencionar que aquí nuevamente existe el riesgo de un razonamiento circular, al asumir que las lecturas más duras del texto alejandrino son superiores debido a la edad temprana de los manuscritos que los contienen, mientras que al mismo tiempo se piensa que esos manuscritos son intrínsecamente superiores debido a las lecturas más difíciles que contienen.[42]
Hay muchos tipos de errores accidentales de los escribas que probablemente perturben en lugar de mejorar la cohesión teológica, contextual o gramatical de un pasaje. Por su naturaleza, los errores de ese tipo producen una lectura más “difícil”. La presencia de una mayor cantidad de lecturas “difíciles” no establece por sí misma la superioridad del manuscrito o del tipo de texto que las contiene, sino que podría simplemente reflejar una acumulación de errores antiguos dentro de esa rama particular de la tradición del manuscrito. Al igual que los otros criterios textuales de uso común, el concepto de lectio difficilior potior no proporciona pruebas de que los manuscritos bizantinos contengan un texto intrínsecamente inferior.[43]
“Se prefiere la lectura más difícil”. ¿Por qué? La suposición es que una dificultad percibida motivaría a un copista oficioso a intentar un “remedio”. Tenga en cuenta que dicha alteración debe ser deliberada; por lo tanto, si una lectura “más difícil” podría haberse producido por una omisión accidental (por ejemplo), este canon no debe utilizarse. Pero en el caso de una supuesta alteración deliberada, ¿cómo podemos realmente atribuir grados de “dificultad”? No sabemos quién lo hizo ni por qué. Debe tenerse en cuenta la posible ignorancia, oficiosidad, prejuicio y malicia. De hecho, este canon no es razonable a primera vista; cuanto más tonta es una lectura, ya sea por accidente o intencionalmente, más fuerte es su afirmación de ser “original”, ya que sin duda será la “más difícil”. No hace falta ser un profeta para ver que este canon está ampliamente abierto a la manipulación satánica, tanto en la creación antigua de variantes como en su evaluación contemporánea. Pero en cualquier caso, dado que es demostrable que la mayoría de los copistas no hicieron cambios deliberados, donde hay un acuerdo masivo entre los manuscritos existentes, este canon ni siquiera debería ser considerado. De hecho, donde hay un acuerdo masivo entre los manuscritos, no se debe utilizar ninguno de los cánones subjetivos; son innecesarios y están fuera de lugar. De las más de 6.000 diferencias entre Nestle-Aland/SBU y el texto mayoritario, la gran mayoría de las lecturas preferidas por los editores de Nestle-Aland/SBU tienen una atestación delgada de manuscritos.[44]
- Lectio non-harmonizans potior. Se prefiere la lectura menos armonizante. Bajo esta teoría, los escribas tendían a asimilar el texto a pasajes paralelos o al contexto inmediato.
Es difícil comprender el reproche que el texto tradicional adolece por ser tan completo. Tal vez significa que se ha incluido la mayor cantidad posible de datos textuales en este texto. La completitud de un texto es una buena característica, ¿no es así? La dificultad solo surge cuando un texto ofrece más que el original. Sin embargo, se puede demostrar que el Texto Bizantino no incluía muchas lecturas que estaban en circulación. Marcos 16:9-20 se puede encontrar en él, pero no la llamada coma joánica (I Juan 5:7-8). En Lucas 11 se puede encontrar una redacción más completa de la oración del Señor que en algunos otros manuscritos, pero no se encuentran las palabras que la Vulgata contiene en Hechos 9:5b-6a. Los pasajes mencionados ocurren en el texto griego, publicado más tarde, el Textus Receptus. Sin embargo, uno puede pensar en la inclusión de estos pasajes en el Textus Receptus, pero no puede atribuir esta inclusión al texto de la tradición bizantina. Es cierto que tiene una lectura más larga que otros manuscritos en algunos puntos, pero también tiene en varios puntos una lectura más corta que el llamado texto occidental. La pregunta también se aplica aquí: ¿con qué se compara ahora el Texto Bizantino? ¿Con un texto preferido personalmente, por ejemplo, el Vaticano o el texto egipcio en general? En ese caso hay ciertas diferencias. Sin embargo, en el Texto Bizantino en su conjunto, estas diferencias no pueden mencionarse como características tipificantes. También se destacan de otra manera cuando los ubicamos en la totalidad de las tradiciones circulantes, incluida la occidental.[45]
La implementación de forma subjetiva de estas clases de cánones de la crítica se puede percibir en numerosos volúmenes de literatura de la crítica textual, tal como Un Comentario Textual al Nuevo Testamento Griego por Bruce Metzger.
Inconsistencias en ediciones críticas del Nuevo Testamento griego
Las citas a continuación son por personajes que tienen conocimiento íntimo del texto:
Las ediciones impresas recientes del Nuevo Testamento griego, que podemos comprar, dan un texto que nunca existió como manuscrito del Nuevo Testamento. Todas son reconstrucciones basadas en las lecturas de los manuscritos que eligieron los editores que tenían a su disposición o en los que eligieron concentrarse.[46]
Donde he encontrado motivos para criticar es que los editores del Nuevo Testamento griego UBS tercera edición o su aliado, la NA26, a menudo descartan sus propios principios de criterios internos si ellos, o la mayoría de ellos, no aprobaron el apoyo de manuscritos para la lectura que los criterios internos señalaban como original.[47]
Aunque las citas siguientes provienen de una obra publicada más de 50 años atrás, todavía contiene argumentos valiosos:
Quizás alguien pueda objetar que se han producido muchos textos críticos desde 1881, lo cual es cierto. Alguien aducirá la serie Nestle de veinticinco ediciones desde principios de este siglo. Con cada nueva edición somos propensos a apresurarnos a la librería para obtener el texto más reciente. Nuestro problema radica aquí, que pocos académicos son conscientes de que la última Nestle es una copia cercana del texto de 1881, y esa edición sucede a la edición con poco o ningún cambio textual. Todas las ediciones críticas desde 1881 son básicamente las mismas que Westcott-Hort. Todos se basan en la misma recensión egipcia y generalmente reflejan los mismos supuestos de transmisión.[48]
Desde 1881 veinticinco editores han publicado alrededor de setenta y cinco ediciones del Nuevo Testamento griego. El cotejo de estos muchos textos ‘críticos’ expone consistentemente el hecho de que cada uno de ellos es básicamente una repetición del texto de Westcott-Hort del cual se nos permitirá declarar con certeza: “Ahora tiene el texto que es aceptado por todos”. De hecho, hemos continuado durante ochenta y cinco años viviendo en la era de Westcott-Hort, nuestro textus receptus.[49]
Al referirse a las ediciones críticas del Nuevo Testamento desde Westcott-Hort como “nuestro textus receptus”, Hodges no los estaba promoviendo, sino destacando que en la erudición actual el texto crítico es visto y tratado como lo fue el Textus Receptus en el pasado.
Para una crítica de NA27/UBS4, véase Robinson, Maurice. “Rule 9, Isolated Variants, and the ‘test-tube’ nature of the NA27/UBS4 text” Stanley E. Porter & Mark J. Boda, eds., Translating the New Testament. Grand Rapids: Eerdmans, 2009, pp. 27-61.
Una obsesión con la edad de los manuscritos que ensombrece otras consideraciones válidas
No se debe negar que hay lógica en presumir que las copias más tempranas, al estar más cercanas al original, tienen una probabilidad más alta de ser más auténticas. La mayoría de los defensores del Texto Bizantino reconocen esta realidad. Pickering cita el siguiente reconocimiento de Burgon:
El testimonio más antiguo es probablemente el mejor testimonio. Que no siempre es así de ninguna manera es un hecho familiar. … Pero sigue siendo cierto, no obstante, que hasta que se haya presentado prueba en contrario en cualquier caso particular, se puede presumir razonablemente que el más antiguo de los dos testigos es el mejor informado.[50]
Aunque los manuscritos más antiguos merecen atención, hay muchos otros factores que se deben tomar en cuenta relacionado al asunto.
Según F.H.A. Scrivener en su libro de introducción a la crítica textual, las peores corrupciones a las que el Nuevo Testamento ha sido sometido, se originaron dentro de cien años después de su composición.[51] Los críticos textualistas Vogels y Kilpatrick concuerdan con una conclusión similar: “… aparte de los errores, la gran mayoría de las variantes en el texto del Nuevo Testamento surgieron antes de 200 d. C”.[52] ¿Por qué es significativo el hecho de que hubo corrupción temprana en el texto del NT? ¡El hecho de que ciertos manuscritos se atribuyan a una fecha temprana no garantiza que el texto que contiene no esté entre los corruptos!
Si la mayoría de las corrupciones del texto del Nuevo Testamento ocurrieron a fines del siglo II, y el códice א (Álef, el Sinaítico) y el códice B (Vaticano) se han atribuido al siglo IV, ¿cómo pueden los proponentes del texto crítico estar tan seguros de que contienen un texto más puro que los posteriores manuscritos occidentales y bizantinos?
El profesor H. Vogels ha sugerido que, aparte de los errores, la gran mayoría de las variantes en el texto del Nuevo Testamento surgieron antes de 200 d.C. Esto parece razonable. Se puede demostrar que muchas lecturas existen antes de esa fecha: pocas de forma demostrable se produjeron después de esto. Sobre esta hipótesis, la mayoría de las lecturas distintivas del texto sirio [lo que Hort llamaba al bizantino] serían más antiguas que 200 d. C., aun si la selección de estas lecturas en ese texto apareció más tarde. En consecuencia, no podemos condenar estas variantes como producto de la depravación del siglo IV.[53]
El escritor S.W. Whitney comparte la siguiente preocupación acerca de los manuscritos que tienden a formar el fundamento del Texto Alejandrino:
Más bien deberíamos preguntarnos por qué cualquiera, especialmente cualquier crítico textual, debería mirar tales documentos con reverencia supersticiosa, como si fueran casi infalibles, cuando a cada paso muestran tantos signos de error no solo en sí mismos, sino en contradicción entre uno y el otro. Porque es un hecho bien conocido que donde hay variaciones en el texto, es difícil encontrar los cinco, o incluso los tres, manuscritos griegos existentes más antiguos del Nuevo Testamento de acuerdo, especialmente en los cuatro evangelios. Allí, en cada diez casos consecutivos en los que se producen varias lecturas, los cinco manuscritos más antiguos se encontrarán a menudo más o menos divididos nueve veces que de acuerdo una vez. Incluso los dos más antiguos (א y B), aunque muy frecuentemente unidos en tales casos, están en repetidas ocasiones en desacuerdo, como lo demuestran abundantemente los ejemplos anteriores de Marcos.
En estas circunstancias, no es razonable ni justo, cuando se presentan dos o más lecturas rivales, aceptar implícitamente la lectura de los dos, o tres, cuatro o incluso cinco manuscritos más antiguos, si es posible que se acuerden así, e ignorar todas las demás consideraciones que puedan presentarse. Si las primeras copias existentes de nuestra versión en inglés estuvieran desfiguradas y depravadas de manera similar, ningún editor de la actualidad aceptaría ningún texto compuesto por media docena de ellas sin referencia a copias posteriores como un texto de corrección y excelencia superiores. Tampoco se toleraría por un día el trabajo de cualquier editor, llevado a cabo consistentemente sobre este principio con respecto al texto griego, como una representación justa del texto del Nuevo Testamento, de lo que salió de las manos de sus escritores.[54]
La conclusión de que las peores corrupciones entre los manuscritos se manifestaron antes de los manuscritos favoritos de la crítica textual (tales como Sinaítico y Vaticano) no es una fábula inventada por los promotores del Texto Bizantino, sino que ha sido reconocido por varios críticos textuales. Aunque la edad de un manuscrito es de mucha importancia, este dato de la corrupción temprana comprueba que la edad temprana de un manuscrito dado no es una garantía de su pureza textual.
Antigüedad no necesariamente equivale a precisión. Las siguientes citas acerca del peligro de un enfoque exagerado en la edad de manuscritos al detrimento de otros factores merecen seria consideración:
Un códice del siglo VI puede ser la copia de un buen manuscrito del siglo II que se ha perdido pero que era una copia de primera mano del original. Un códice del siglo IV podría ser una copia pobre de un manuscrito defectuoso del siglo III con una docena de intermediarios que lo separan del original. Por tanto, sería un error confiar más en el último que en el primero. Se pueden aprender lecciones importantes de los descubrimientos recientes. Por ejemplo, hay una lectura (1 Pedro 2:20) que hasta ahora solo se conocía del uncial relativamente tardío (Ψ.044) y algunos minúsculos (incluido 1739, siglo X) y que ahora se ha encontrado en un papiro (P72) desde principios del siglo IV. Ciertas lecturas de los unciales S.01 y B.03, también del siglo IV, que antes no habían sido controvertidas, ahora están en duda. La autoridad que suele atribuirse a un códice antiguo descansa sobre un fundamento que a veces es engañoso: su proximidad al original. Los factores que tienen más peso son el número de testigos, y más especialmente la calidad de las copias realizadas entre el original y el manuscrito en cuestión. En una palabra, es la edad del texto y no la edad del manuscrito lo que debe tenerse en cuenta, ya que hay manuscritos relativamente recientes con un texto muy antiguo y manuscritos tempranos con un texto corrupto.
Por supuesto, la edad de un testigo nunca debe pasarse por alto por completo. Sería correcto desconfiar de una variante que no surge hasta el siglo XV o XVI, por ejemplo, y prestar más atención a una variante en un papiro de alrededor del 200 d.C. Pero, una vez más, sería incorrecto ser hipnotizado por los papiros y los unciales. Hay minúsculos que datan de antes de los unciales. Incluso hay minúsculos cuyo texto es mejor que el de algunos papiros o unciales.[55]
Hay, por supuesto, algo obvio acerca de preferir testigos más antiguos que los posteriores, pero este principio tiene limitaciones graves. Empieza suponiendo que, puesto que los manuscritos más antiguos están más cerca a los autógrafos en tiempo, deben estar más cerca también en la calidad de su texto. Esta suposición es cuestionable. La historia de la transmisión del texto del Nuevo Testamento no se caracteriza por el continuo aumento de corrupción, sino por un esfuerzo concertado para eliminarla. Que este esfuerzo, que involucró asimismo la normalización ortográfica y estilística y la armonización de pasajes paralelos, a veces empeoró el asunto, es irrelevante. La corrupción principal del texto llegó muy temprano, antes o en el momento de nuestros primeros papiros del Nuevo Testamento fueron escritos. Las generaciones posteriores estaban preocupadas con la eliminación de las variantes en lugar de crear otras nuevas.[56]
Aunque ha sido un proceso muy lento y muchos eruditos no han querido confesar que la crítica textual dominante por generaciones ha sido culpable de desvalorar manuscritos bizantinos, poco a poco más de ellos están confesando que el Texto Bizantino es más antiguo de lo que se ha venido enseñando y que es merecedor de más atención. Observe:
Las lecturas distintivamente bizantinas a menudo tienen raíces antiguas. Para los defensores bizantinos, esto es redundante ya que para ellos la tradición bizantina es la más antigua. Pero incluso entre sus oponentes, la investigación en las últimas décadas ha demostrado que cientos de lecturas específicas que han sido clasificadas en ocasiones como claramente bizantinas no son, digamos, fusiones secundarias o corrupciones que surgen de alguna recensión posterior, pero de hecho ya están atestiguadas por testigos que a menudo son un milenio más antiguo. Por ejemplo, P45, P46 y P66 comparten más de cien lecturas con la tradición bizantina contra los primeros mayúsculos y otros testigos cronológicamente anteriores como 02, 032, y algunas versiones contienen regularmente lo que luego se clasifica como variantes bizantinas. De hecho, las ediciones recientes de ECM [Editio Crítica Maior] para Hechos y las epístolas generales aceptan lecturas bizantinas contra los cuatro mayúsculos principales (01, 02, 03, 04) diez veces. De manera más reveladora, treinta y seis de las cincuenta y dos modificaciones recientes a Hechos en el ECM fueron específicamente en la dirección bizantina (aun si no exclusivamente bizantina). …
Tales hallazgos han llevado a varios académicos a argumentar que lo que luego se identifica como “bizantino” se desarrolló progresivamente con el tiempo; es decir, una multitud de lecturas bizantinas se remontan a los años 200, aunque la tradición bizantina madura o la forma de texto no se solidificó claramente hasta los años 900. Desde una perspectiva crítica del texto, entonces, el hecho de que “la [tradición] bizantina haya preservado la tradición del siglo II no preservada por los otros tipos de textos” indica que, al menos a veces, debe ser tratada como a la par con otros testigos y no descartado en el montón “tardío”. De hecho, un creciente coro de voces de eruditos que de otro modo no forman parte del campo de prioridad bizantina admiten que el “sesgo negativo tenaz contra el texto mayoritario bizantino” necesita una “reevaluación”, de modo que la tradición bizantina “es un testimonio importante al texto temprano”.[57]
El mismo autor de la cita anterior añade esta observación:
A la luz de los fenómenos anteriores, debemos mantener una distinción entre la antigüedad de un manuscrito (el artefacto específico producido en papiro o pergamino por un escriba en un momento y lugar determinados) y la antigüedad del texto que contiene. Esta distinción entre una “edad interna” (el propio texto) y una “edad externa” (artefacto físico) se ha establecido al menos desde la época de J.S. Semler (1765).[58]
Aunque la probabilidad disminuye, un manuscrito más reciente podría haber sido copiado de uno muy antiguo, por lo que es totalmente posible que contenga un texto antiguo. La supervivencia de una mayoría con un texto similar podría indicar que desde la antigüedad se vino rechazando la minoría por buenas razones. Podrían ser los remanentes de una práctica de buscar cuidadosamente para transcripción masiva los ejemplares que cumplen los requisitos de calidad más exigentes.
Un aspecto de este enfoque en la edad de manuscritos es una obsesión con los dos manuscritos más antiguos (excepto algunos papiros, que tienden a ser fragmentarios): los códices Vaticano y Sinaítico. Aunque una medida de interés debido a su edad es entendible y justificable, algo que no recibe suficiente atención es el nivel insólito de diferencias entre ambos códices famosos. Los promotores del Texto Bizantino han sido acusados de exagerar sus diferencias, por tanto aportaré un dato de un crítico textual:
Sinaítico y Vaticano, como se ha señalado, concuerdan en un porcentaje de quizás un 70%, dejando algo así como un 30% de desacuerdo en las lecturas.[59]
Un 30% de desacuerdo entre lecturas de ambos códices es motivo de extrema precaución, y por tanto los códices Sinaítico y Vaticano no son merecedores del nivel de autoridad que los críticos textuales desean otorgarles.
Nos hemos enfocado mayormente en asuntos de edad. También se puede tomar en cuenta que los críticos textuales se han apoyado de forma disparejo sobre dos manuscritos antiguos reflejando un texto del cual no estaba en uso real en ninguna iglesia cuando se descubrieron.
Respuesta al prejuicio contra las lecturas bizantinas tempranas
El crítico textual Harry A. Sturz, aunque no era un promotor del Texto Bizantino ni del Texto Recibido, sintió tanta molestia por el maltrato del Texto Bizantino en la crítica textual que escribió el libro The Byzantine Text-Type and New Testament Textual Criticism. En dicho libro presentó evidencia con lucidez de que varios papiros antiguos reflejaban lecturas bizantinas antes del fin del segundo siglo, lo cual dejó invalidado un elemento importante de la teoría textual de Wescott y Hort. He traducido algunas porciones selectas de este libro:
… El tipo de Texto Bizantino, aunque no necesariamente sea considerado el texto “mejor” o “estándar” como sostienen los seguidores de Burgon, sin embargo no debe ser dejado de lado como insiste la teoría de Wescott y Hort …. El Texto Bizantino debe ser reconocido como sosteniendo un lugar importante y útil en la crítica textual porque es un testigo independiente de una forma temprana del texto del Nuevo Testamento.[60]
Observe su conclusión final, de que lecturas claramente bizantinas existían antes del fin del segundo siglo:
En vista de lo anterior, se concluye que los papiros proveen pruebas válidas que las lecturas claramente bizantinas no fueron creadas en el siglo cuarto, pero ya existían antes del final de la segunda; y que, debido a esto, las lecturas bizantinas merecen seria consideración.[61]
Otros han llegado a conclusiones similares:
Sin embargo, parece muy probable que todas o casi todas las lecturas bizantinas individuales ya existieran en ese período temprano [siglos II o III], ya que cada vez más de tales lecturas han encontrado apoyo en papiros recientemente descubiertos de ese período. No se puede excluir la posibilidad de que la forma principal del Texto Bizantino se derive de manuscritos anteriores que no se han conservado.[62]
El enfoque en manuscritos de una sola región
Muchos de los manuscritos alejandrinos más antiguos proceden de Egipto, con un clima árido, que contribuyó a la conservación de los manuscritos en dicha área. Debido a las condiciones climáticas, los manuscritos griegos más antiguos prácticamente solo nos llegan desde Egipto. Por este período, por lo tanto, solo poseemos representantes de las ediciones egipcias del Nuevo Testamento. Aquí debemos tener en cuenta que Egipto no era la parte más floreciente de la iglesia en ese momento. Centros como Siria, Asia Menor, Grecia, Italia no nos han dejado manuscritos griegos de estos siglos. Veamos lo que otros han observado sobre el tema:
Todos nuestros manuscritos más antiguos derivan básicamente de Egipto. Esto se debe principalmente a la circunstancia de que el clima de Egipto favorece la preservación de textos antiguos de una manera que el clima del resto del mundo mediterráneo no lo hace. No hay una buena razón para suponer que los textos encontrados en Egipto nos dan una muestra adecuada de los textos del mismo período que se hubieran encontrado en otras partes del mundo. Con tal lógica se podría afirmar que probar la flora y fauna del valle del Nilo es conocer la flora y fauna de Grecia, o Turquía, o Italia. Por lo tanto, lo más probable es que el texto sobre el que descansan nuestras traducciones modernas es simplemente una forma egipcia muy temprana del texto cuya cercanía al original está abierta al debate.[63]
El descubrimiento de los papiros llevó a algunos críticos textuales a abogar por un énfasis indebido en las edades de los testigos, lo que resultó en una falta de equidad hacia las variantes no egipcias. Debido a que el clima egipcio permitió la preservación de papiro, los ejemplares más antiguos casi siempre serán copias de Egipto. Favorecer la variante con la atestación más antigua es, en muchos casos, favorecer la variante en el manuscrito que se almacenó en el clima más suave. Pero esto no es más razonable que favorecer las variantes de un manuscrito porque fue encontrado más cerca del ecuador que otros manuscritos. Ciertamente, cuando se evalúan dos variantes rivales, y la primera es atestiguada uniformemente en los primeros testigos, mientras que la segunda sólo se encuentra en testigos tardíos, el caso para el primero se mejora. Pero asignar valores a los testigos de acuerdo a sus edades sin tener en cuenta factores como el clima es introducir una falta de equidad en el análisis de uno.[64]
Aparte de los papiros de Egipto, no hay mucha evidencia manuscrita del Nuevo Testamento para indicar qué textos se utilizaron en todo el imperio romano antes del año 400. La evidencia manuscrita disponible no es ni remotamente lo suficientemente extensa como para justificar declaraciones sobre las lecturas de la mayoría de los manuscritos en el segundo o tercer siglo, en puntos donde el testimonio de la evidencia existente es diverso. Presumir que la evidencia manuscrita de Egipto representa el texto que se usó en otros lugares es una presunción enorme. Para el año 235 más o menos, Orígenes declaró que los manuscritos estaban en desacuerdo entre sí. Eso es difícil de conciliar con la idea de que un Texto Alejandrino uniforme, o cualquier tipo de texto, era un texto estándar establecido en ese momento en una multitud de áreas no egipcias. …
Hasta los años 300, los manuscritos del Nuevo Testamento estaban hechos de papiro, que se descompone en prácticamente todos los climas excepto en el clima de baja humedad de Egipto. Esto no es una presunción; es un hecho científico. La alta humedad era aún más sistemática y exhaustiva que los perseguidores romanos que destruyeron manuscritos cristianos durante la persecución de Diocleciano.[65]
Un problema comúnmente no reconocido radica en el hecho de que incluso ahora no hemos recuperado ninguna copia del texto del Nuevo Testamento antes del siglo quinto, excepto del cristianismo egipcio. Los sucesivos descubrimientos de testigos superiores han creado una impresión que sobrepasa los hechos. Todos los manuscritos recuperados hasta ahora, incluido el más sensacional de los descubrimientos recientes, pueden permitirnos ahora recuperar nada más que el texto primitivo en Egipto, ya sea en Alejandría o en las comunidades del sur.[66]
Podemos preguntarnos por qué no escuchamos nada del texto sirio de Hort antes del siglo IV. La respuesta puede ser que nos falta información en general sobre los textos griegos de Siria antes del año 300 D.C. No tenemos manuscritos comparables a P66 P72 P75 en edad y las citas patrísticas son pocas y comparativamente tardías. Tenemos evidencia clara del texto occidental desde Ireneo en adelante. La falta comparativa de evidencia del área de Antioquía no puede convertirse adecuadamente en un argumento efectivo del silencio de que el texto sirio [bizantino] no es más antiguo que Luciano.[67]
No debemos olvidar que aparte de 0212 (encontrado en Dura Europus [Siria]), todos los primeros testigos mencionados anteriormente son de Egipto, donde las arenas calientes y secas preservaron los papiros a través de los siglos (condiciones climáticas similares existen en el desierto de Judea, donde también se han descubierto papiros). Desde otros centros importantes de la iglesia cristiana primitiva nada ha sobrevivido. Esto plantea la cuestión de si podemos generalizar y en qué medida de la situación egipcia.[68]
Estos hechos presentan un panorama en que los manuscritos alejandrinos gozan de una ventaja enorme en la crítica textual actual, lo cual posiblemente es debido nada más que a un mero accidente histórico. El texto alejandrino pudo haber sido nada más que una variante textual regional, floreciente por un tiempo, pero desapareciendo bajo la comparación con manuscritos más autoritativos en otras regiones.
¿Por qué no hay manuscritos “bizantinos” tempranos? ¿Por qué habría o debería haberlo? Exigir que un manuscrito sobreviva durante 1.500 años es, en efecto, requerir tanto que no se haya utilizado y que se haya almacenado en Egipto (o Qumrán). Incluso un manuscrito sin utilizar requeriría un clima árido para durar tanto tiempo. ¿Pero son razonables estos requisitos? A menos que hubiera una persona tan rica como para poder hacer proliferar copias de las Escrituras para su salud o diversión, las copias se harían a pedido para poder usarlas. A medida que el uso del griego desapareciera en Egipto, la demanda de Escrituras griegas también desaparecería, por lo que no deberíamos esperar encontrar muchos manuscritos griegos en Egipto. Sin embargo, no debe asumirse que el texto “bizantino” no se usó en Egipto. Aunque ninguno de los primeros papiros puede llamarse razonablemente “bizantino”, cada uno de ellos contiene lecturas “bizantinas”. Además, los códices A y W, ambos del siglo V, son en parte “bizantinos”.[69]
Se ha sugerido en la crítica textual moderna que las citas patrísticas demuestran que el texto alejandrino fue ampliamente esparcido en edades tempranas. Para mi respuesta al asunto de citas de los padres en edades tempranas, véase Citas patrísticas en la crítica textual del Nuevo Testamento.[70]
El trato del fin del evangelio de Marcos como ejemplo de la obsesión de la crítica textual con los códices Sinaítico y Vaticano
Debido a su confianza desmedida en los códices Sinaítico y Vaticano, muchos textualistas están dispuestos a descartar el 99% de la evidencia externa para considerar un pasaje con doce versículos como espurios:
Solo dos manuscritos griegos tempranos (en realidad el más antiguo que tenemos que contiene la totalidad de Marcos) y otro manuscrito griego medieval, de entre los mil o más testigos existentes que contienen el Evangelio de Marcos, terminan Marcos en 16:8, y sin embargo es según la autoridad dada a estas dos primeras Biblias griegas de que la mayoría de las ediciones críticas del Nuevo Testamento griego y la mayoría de las versiones modernas en inglés alcanzan su punto culminante en Marcos con el verso 8 que cuelga del acantilado pero no concluye, que termina con la partícula γάρ.[71]
Hay alrededor de 1.650 manuscritos griegos del Evangelio de Marcos. Casi todos -más del 99%- incluyen los 12 versos que MacArthur llama un “final malo”. Solo hay tres manuscritos griegos en los que el texto de Marcos termina en Marcos 16:8.[72]
Se recomienda el libro de John Burgon, The Last Twelve Verses of the Gospel According to S. Mark, aunque el lector debe tener en cuenta que fue escrito hace más de 150 años, por lo que algunos datos están desactualizados. Sin embargo, gran parte de la lógica y el razonamiento que se muestran en su libro no serían invalidados por los datos actuales.
Ejemplo de un argumento, que cuando se lleva a su extensión lógica, respalda al Texto Bizantino
Aunque Eugenio Nida se enfocó más en el ámbito de teoría de traducción, no era ignorante de la crítica textual. Inclusive, aunque no fue un miembro oficial del comité que produjo la primera edición del Nuevo Testamento griego crítico de las Sociedades Bíblicas Unidas en 1966, él estuvo involucrado en el proyecto. Nida escribió lo siguiente:
Además, su estudio [el equipo del Nuevo Testamento Griego de UBS en Münster] de la tradición bizantina ha demostrado que existen diferencias significativas dentro de la tradición bizantina, y esto conduce, por tanto, a una mayor confianza en los principales códices tempranos.[73]
Si a los proponentes del Texto Bizantino se les permitiera utilizar la lógica mostrada en la cita anterior, entonces las principales diferencias textuales entre Sinaítico y Vaticano (que forman los pilares del texto alejandrino) ¡pueden conducir justificadamente a una mayor confianza en el Texto Bizantino! Observe como Aland describió la alta proporción de acuerdo entre manuscritos bizantinos, y el caso contrario con los alejandrinos:
… El mayor número de manuscritos que comprenden el bloque de testigos de texto mayoritarios en la mayoría de los casos, son siempre los mismos: son manuscritos con un Texto Bizantino. Los representantes de este tipo de texto son extremadamente homogéneos, exhibiendo una alta proporción de acuerdo entre ellos.
En el caso de los manuscritos con la menor cantidad de lecturas mayoritarias, es decir, la mayoría de los primeros manuscritos, ocurre exactamente lo contrario. Incluso los más estrechamente relacionados entre ellos generalmente muestran índices de acuerdo de entre el 60 y el 70 por ciento.[74]
Para la siguiente cita, tome en cuenta que en los papiros y mayúsculos generalmente predomina el Texto Alejandrino y el Texto Occidental sobre el Texto Bizantino, y en los minúsculos generalmente predomina el Texto Bizantino:
Los papiros y los mayúsculos son en su mayor parte testigos individuales: a pesar de compartir tendencias generales en las formas de sus textos, por lo general difieren tanto entre sí que es imposible establecer vínculos genealógicos directos entre ellos.[75]
Inconsistencia y exageración en calcular variantes textuales
La inconsistencia de como algunos críticos presentan datos de variantes textuales es inaceptable en mi opinión. En algunos casos resulta en aun más variantes que palabras en el Nuevo Testamento entero. Reconozco el objetivo de precisión, donde se documenta hasta casos de diferencia en ortografía en lecturas entre diversos manuscritos, pero esto tiene el efecto de inflar las cifras de variantes de una forma artificial.
En consecuencia, es raro que los autores expliquen qué es lo que cuentan en su número calculado de variantes. ¿Cuentan las diferencias de ortografía? ¿Cuentan los casos en los que el escriba ha cometido un error evidente y ha producido algo sin sentido? ¿Se pretende que el cálculo incluya traducciones antiguas y citas bíblicas de escritores cristianos anteriores, o se limita solo a la evidencia de los manuscritos griegos? Estas son preguntas básicas que uno debe hacerse siempre que vea números como 400,000 o 750,000 variantes presentadas en argumentos sobre el texto del Nuevo Testamento.[76]
Otra forma problemática en que los apologistas han abordado el número de variantes es abordando cómo se cuentan las variantes. Algunos han afirmado que el número no es tan grande como podría parecer porque cada variante textual se cuenta para cada manuscrito en el que aparece. Si un manuscrito tiene “Pedro dijo…” y otros dos mil tienen “Simón Pedro dijo…”, entonces tenemos dos mil variantes. Si esto fuera cierto, ciertamente sería significativo. Esta forma de contar se encuentra en la obra de B.B. Warfield y continúa hasta el presente. Pero, de nuevo, no está bien. En el ejemplo anterior, no deberíamos contar dos mil variantes; deberíamos contar solo dos. La razón es que no contamos el número de manuscritos que dan fe de una variante; estamos contando el número de variantes atestiguadas por nuestros manuscritos.[77]
En la tercera parte de este escrito veremos como algunos lamentablemente se aprovechan de exageraciones en los cálculos de variantes para socavar la confianza en la Palabra de Dios.
La tendencia a cerrar filas contra los que no tienen su entrenamiento especializado o los educados que se atreven a desafiar presupuestos arraigados
En 1871 Robert Dabney hizo una observación que es muy pertinaz para este asunto:
…aunque somos completamente inferiores a estos expertos profesionales en el conocimiento de detalles y hechos paleográficos, tenemos derecho a emplear nuestro humilde sentido común sobre esas deducciones de sus detalles, que ellos mismos ofrecen al sentido común de los cristianos. Su trabajo con viejos pergaminos que huelen a moho, y su familiaridad con ellos, no proponemos disputar. En estos detalles, somos para ellos, por supuesto, como niños de Anac. Pero nos proponen, a su manera, los datos que, según dicen, se recopilan de estas sus eminentes investigaciones. Nos invitan a considerar la razonabilidad de las conclusiones que desean sacar de allí. Entonces, digamos nosotros, esas conclusiones deben ser consideradas por nosotros a la luz de nuestra propia razón. Suponemos que los expertos no tienen el monopolio del sentido común como el que les hemos reconocido de su tradición crítica. Por lo tanto, nos aventuraremos a aplicar ese sentido común a su propia demostración de sus datos y hechos, sin tener ante nuestros ojos ningún temor al odioso cargo de intrusión en cosas demasiada elevadas para nosotros.[78]
Existe una tendencia increíble dentro de los círculos de crítica textual a rechazar reflexivamente las preguntas desafiantes o ideas opuestas, especialmente si proviene de alguien sin una educación formal en la crítica textual. Miran al que cuestiona con cierta lástima, como si el pobrecito está cegado por la ignorancia, en lugar de estar iluminado por la ciencia moderna como ellos. Ciertamente no todos son así, pero he leído un surtido de material dirigido a los que cuestionan y es mi observación que esa actitud prevalece. Dennis Kenaga expresa mi sentimiento como sigue:
A veces se considera presuntuoso que un inexperto juzgue a los expertos. Tengo un gran respeto y aprecio por el trabajo, la colección, la transcripción, la clasificación, el estudio y el análisis de los críticos textuales. Sin embargo, es evidente que los críticos textuales no tienen ninguna ventaja especial en el área del pensamiento claro, una vez que todos los hechos están ante nosotros y las lecturas originales deben ser seleccionados de las variantes.[79]
Los críticos textuales tienen una tendencia a “rodear los vagones” y proteger los suyos. Maurice Robinson lo expresa de esta forma: “Siempre hay que tener cuidado con la tendencia del establecimiento crítico a cerrar filas contra cualquier cosa que perturbe sus presupuestos fundamentales”.[80]
Hay un sesgo contra los que se atreven a creer un poco diferente o desafiar algunas creencias arraigadas. Edward F. Hills, quien más tarde escribiría el libro The King James Version Defended, enfrentó una medida de esto al intentar estudiar la crítica textual en la Universidad de Chicago. A pesar de no haber fallado ningún curso, fue despedido por causa de su postura conservadora. El famoso crítico textual Bruce Metzger, quien conocía personalmente a Hills, aunque no compartía sus perspectivas, simpatizó con Hills del siguiente modo:
Me familiaricé con Edward Hills cuando él y yo estábamos en el mismo lugar, el complejo educativo de la Universidad de Chicago en verano. Le permitieron ir allí dos años para hacer un doctorado, y luego le dijeron que no creían que su mente era lo suficientemente liberal como para otorgarle el doctorado, por tanto tuvo que buscar otra escuela. Me parece que eso fue algo terrible que hizo la Universidad de Chicago. Si no pensaban que él era la clase de persona a la cual querían otorgar un doctorado, deberían haberlo averiguado mucho antes en lugar de mantenerlo allí por dos años, pagando la matrícula, etc., antes de decírselo, incluso cuando todavía no había desaprobado nada.[81]
Parcialidad con la evidencia de citas patrísticas
Esto se trata de forma separada en mi artículo Citas patrísticas en la crítica textual del Nuevo Testamento.[82]
El elemento ecuménico
Desde 1968 cuando el cardenal Carlo Maria Martini se integró al comité editorial del Nuevo Testamento griego de las Sociedades Bíblicas Unidas, ha habido representación del Vaticano en las ediciones del texto crítico. Aunque históricamente el texto oficial de la Iglesia Católica ha sido la Vulgata Latina, en 1968 se aprobó el uso adicional del texto crítico publicado por las Sociedades Bíblicas Unidas y ahora fusionado con Nestle-Aland. (Véase Aland, Kurt and Barbara, The Text of the New Testament).[83] Esto debe ser motivo de preocupación entre los hermanos separatistas. Aunque el ecumenismo está de moda en nuestros tiempos, todavía hay un remanente que toma en serio los mandamientos bíblicos de separación. Aunque la representación católica no es suficiente para formar una mayoría (para efecto de votos de decisiones textuales), de todos modos los protestantes deben estar preguntándose porqué están unidos en esto cuando el uso y propagación de Biblias protestantes resultaron en el martirio de incontables creyentes debido a la cruenta inquisición. Sabemos que el catolicismo cambió algunas cosas mayormente superficiales debido al Concilio Vaticano II, pero no sus doctrinas.
Es cierto que Erasmo, el editor de la primera edición del Texto Recibido, fue católico, pero ese hecho requiere contexto. Parte del contexto es que aunque no se separó de la iglesia, expresó tantos desacuerdos con enseñanzas y prácticas católicas que muchos de sus libros fueron prohibidos por la Iglesia Católica poco después de su muerte. El Nuevo Testamento griego de Erasmo junto con revisiones por los protestantes Estéfano, Beza y Elzevir se convirtió en la fuente de traducciones protestantes perseguidas por la Inquisición por cientos de años.
Argumentos circulares
Argumentos circulares abundan en la crítica textual, según confiesan varios que han sido entrenados en dicha práctica:
Aunque es cierto que los eclécticos siempre son cuidadosos con respecto a la evidencia interna (cf. Metzger y Ehrman, The Text of the New Testament: 302-304), ningún ecléctico lo ha dicho con tanta audacia como Mink: “La circularidad de los argumentos es obvia: los testigos se evalúan como “buenos” si contienen “lecturas buenas”, mientras que las lecturas se evalúan como buenas, si están atestiguadas por manuscritos “buenos”. Esta circularidad no puede controlarse adecuadamente con criterios internos”. Mink, “Contamination, Coherence, and Coincidence in Textual Transmission,” 149-150 (note 17).[84]
Tal vez la mayor sorpresa para muchos cristianos creyentes de la Biblia será el descubrimiento de que los críticos textuales tratan de defender su preferencia por los manuscritos más antiguos afirmando que son mejores porque, de hecho, contienen las mejores lecturas. El texto de la mayoría, insisten, nos ofrece repetidamente variaciones con poca o ninguna pretensión de ser originales. Por tanto, en el análisis final, un manuscrito es atestiguado por sus lecturas en lugar de al revés. En la mente de los eruditos contemporáneos, sin embargo, no hay ningún argumento circular involucrado en esto. El estudio cuidadoso del contexto de un pasaje, además de un buen conocimiento de los hábitos de los escribas y de los fenómenos textuales en general, permite al crítico experto–tal como se afirma–emitir un juicio válido sobre las lecturas competidoras y, en muchos casos, llegar a conclusiones que pueden considerarse casi seguras. Por lo tanto, de esto se deduce que la confianza en los textos griegos críticos modernos depende en última instancia de la confianza de uno en el juicio académico contemporáneo.[85]
Sin embargo, debe quedar claro que cuando todo el problema de la crítica textual se reduce a una serie de argumentos sobre los méritos relativos de esta lectura en contra de esa lectura, hemos llegado a un ámbito en el que la opinión personal (e incluso el prejuicio personal) puede determinar fácilmente la decisión. Esto ha sido admitido recientemente por un crítico textual destacado que, él mismo, ha defendido esta lectura mediante la metodología de lectura. Hablando de los dos criterios invocados principalmente por los críticos modernos para decidir sobre una lectura (a saber, “Elija la lectura que se ajuste al contexto” y “Elija la lectura, que explica el origen de la otra lectura,”), E. C. Colwell ha confesado, “De hecho, estos dos criterios estándar para la evaluación de la evidencia interna de lecturas pueden fácilmente cancelarse mutuamente y dejar al erudito libre para elegir en términos de sus propios prejuicios”.[86]
… Las decisiones tomadas por criterios internos a menudo pueden tomarse más o menos por casualidad y pueden ser reversibles.[87]
Tal como cualquier otra área humana de la vida, no se puede esperar perfección sin la intervención sobrenatural de Dios, pero la crítica textual moderna deja mucho que desear. Veamos ahora áreas aún más serias.
3. Lo feo
Por lo que designamos como “feo”, nos referimos a lo que consideramos aún más serio, dañino o más preocupante que lo malo que acabamos de tratar.
Algunos críticos textuales aborrecen la fe evangélica
No estoy creando ni repitiendo una teoría de conspiración. Se puede observar que no he acusado a “todos” ni a la “mayoría” de los críticos textuales de aborrecer la fe evangélica. Pero algunos se han declarado de forma pública como enemigos de la fe cristiana. Veamos brevemente el caso de un crítico textual agnóstico por el nombre de Bart D. Ehrman.
El hecho de que Ehrman fue coautor de la cuarta edición del libro The Text of the New Testament junto con Bruce Metzger, uno de los más famosos críticos textuales, es solo un ejemplo de la influencia de Ehrman en el ámbito de la crítica textual. Se han publicado más de 2 millones de copias de libros escritos por Ehrman, en los cuales se burla de la creencia de que la Biblia es la Palabra de Dios. Muchos de sus libros inclusive han sido traducidos al español, tales como Jesús no dijo eso: los errores y falsificaciones de la Biblia y Cristianos perdidos: los credos proscritos del Nuevo Testamento.
En un artículo de la revista Publishers Weekly, Ehrman comparte algunos detalles de cómo cambió sus creencias:
“Comencé como un cristiano evangélico ultraconservador … fue mi estudio de estos manuscritos lo que me hizo darme cuenta de que no teníamos las palabras originales, y eso me hizo cambiar mi punto de vista sobre la Biblia. Con tiempo llegó a tener un efecto muy serio en mi perspectiva religiosa. … Soy ahora un agnóstico feliz”.[88]
No sabemos exactamente lo que se le había enseñado a Ehrman cuando estaba en un ambiente evangélico conservador, pero la cita de la entrevista da a entender que los manuscritos bíblicos no reflejaron lo que se le había enseñado. Él reaccionó de tal como que con el paso del tiempo llegó a declararse agnóstico. Esto debe servir como una advertencia de que, si bajo el pretexto de querer aumentar confianza en la Palabra de Dios, no somos honestos acerca de asuntos textuales, puede resultar en reacciones (al informarse de la realidad del asunto) del cual Satanás se puede aprovechar. El verdadero refuerzo de fe ocurre con la verdad, la transparencia y la ética.
Otro ejemplo que debe preocupar al lector quien valora la sana doctrina es el caso de David C. Parker, autor de An Introduction to the New Testament Manuscripts and their Texts y otros libros de influencia en la crítica textual contemporánea. Parker no es tan directo como Ehrman, pero en sus escritos fácilmente se percibe una falta de esperanza, seguridad y autoridad en las Escrituras, como se puede percibir en la siguiente cita:
Hay un sentido en el que no existe tal cosa como el Nuevo Testamento. Lo que está disponible para nosotros es una serie de reconstrucciones de algunos o todos los documentos clasificados como pertenecientes al Nuevo Testamento. … La crítica textual deja en claro que el texto es, en cierto sentido, inaccesible para nosotros. El hecho de que la recuperación del texto original sea una tarea que está más allá de todos nosotros plantea un signo de interrogación contra cualquier afirmación de que podemos, en cualquier sentido, “poseer” el texto, literal o metafóricamente.[89]
Parker expresa desprecio por el concepto del “texto original” de las Escrituras en sus escritos, especialmente en su obra The Living Text of the Gospels.
Los incrédulos no deben ser críticos textuales porque “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Prov. 1:7). Otros personajes preocupantes se mencionan en citas a continuación.
Algunos críticos textuales están activamente socavando la confiabilidad de las Escrituras
Lo siguiente es un reconocimiento que proviene de un crítico textual español:
Algunos, como Petersen, y en cierta medida Köster o Parker, sostienen que el texto de que disponemos en la actualidad no refleja en absoluto el de los autógrafos, ya que durante las primeras décadas y a lo largo del siglo II la situación del texto era caótica. Afirman que no conocemos casi nada de los textos originales y que el texto griego de las ediciones críticas modernas se remonta como mucho a finales de ese siglo.[90]
En el caso de la cita anterior, es solo un ejemplo, porque ni siquiera menciona a Ehrman, probablemente el más reconocido por su postura de burla contra la Palabra de Dios.
Muchos de los críticos que se aprovechan datos de la crítica textual para socavar la confiabilidad en las Escrituras son culpables de las peores exageraciones. Shah advierte de esto en su libro Changing the Goalpost of New Testament Textual Criticism:
Bart Ehrman ha repetido a menudo la afirmación de que con solo 138,000 palabras en el NT, hay hasta 400,000 o más variantes en la tradición de los manuscritos del NT. Su afirmación está destinada a sorprender a los lectores inexpertos y dejarlos sin esperanza con respecto a todos los intentos de recuperar el texto original.[91]
Los números llevan la falacia de la generalización apresurada y solo sirven para crear sensación. … Todos los intentos de usar números para escandalizar o para desalentar cualquier intento de recuperar el texto original de NT son engañosos y sin fundamento. … Exageran la corrupción hasta tal punto que cualquier intento de reclamar el texto original o practicar la disciplina para alcanzarlo es descartado como imposible o innecesario.[92]
Algunos críticos no tienen ningún concepto de la separación bíblica
Algunos críticos no tienen ningún concepto de la separación bíblica, en veces hasta escribiendo libros juntos con agnósticos. Con frecuencia en la crítica textual se publican libros con ensayos por diferentes escritores dentro del libro. No me refiero a eso, sino cuando se escribe libros de autoría conjunta, donde no se separa los escritos de un escritor del otro. Ya hemos mencionado el caso de Metzger y el agnóstico Ehrman, por ejemplo. La Biblia nos instruye en 2 Cor. 6:17 “…Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor…”
El acercamiento a la Biblia como si fuera cualquier otro libro
Es probable que siempre habrá agnósticos y racionalistas que se acercarán al texto de la Biblia como si fuera cualquier otro libro. Siempre se pueden comparar conclusiones con ellos por curiosidad. Pero exigir e insistir en que los críticos textuales se acerquen a la Biblia como cualquier otro libro es inapropiado para las Escrituras, que es el Libro de los Libros, inspirado por el Espíritu Santo, a diferencia de cualquier libro que jamás ha existido. Los siguientes escritores nos recuerdan que no es posible separar completamente el texto de la teología:
La crítica textual no puede separarse por completo de la teología. No importa cuán grande un hombre sea en su erudición griega, o no importa cuán grande sea su autoridad en la evidencia textual, sus conclusiones siempre deben estar abiertas a la sospecha si no acepta la Biblia como la misma Palabra de Dios. Si bien el crítico textual se limita a recopilar y estudiar manuscritos, cotejarlos con otros manuscritos, comparar lecturas y clasificarlos, no importa particularmente cuáles son sus puntos de vista teológicos; pero cuando comienza a teorizar sobre los datos que ha reunido, entonces es muy importante. Los cristianos que no aceptarían por un momento el liderazgo de los liberales en la teología ceden sin vacilar a ese liderazgo en la crítica textual del Nuevo Testamento. Se trata de una falacia generalizada que resulta en parte de la adoración de la erudición y la falta de reconocer la naturaleza de la verdadera escolaridad cristiana. La crítica textual del Nuevo Testamento no puede considerarse una cuestión meramente literaria…[93]
Entendiendo que tanto Dios como Satanás tienen un interés activo continuo en el destino del texto neotestamentario —acercarse a la crítica textual del Nuevo Testamento sin tener debidamente en cuenta ese interés es actuar de manera irresponsable.[94]
Con frecuencia se ha declarado que la crítica textual no tiene relación con la doctrina cristiana. La investigación sobre el texto del Nuevo Testamento se considera una disciplina técnica cuyo objetivo es recuperar de los manuscritos antiguos las palabras propias del texto. Se dice que no tiene significado teológico y no tiene efecto sobre las doctrinas de la iglesia. Los críticos textuales han examinado cientos de textos diferentes y manejado innumerables lecturas variantes, y algunos han concluido que la doctrina no se ve afectada por ello. … Parecería que todos estos estudiosos están insistiendo en que la crítica textual es, en el mejor de los casos, un procedimiento racional que pertenece a una categoría aparte de la fe y la doctrina. … En consecuencia, la crítica textual no trata simplemente de palabras, ni de externos mecánicos, ni de formas superficiales, sino de asuntos vitales para la teología. La investigación textual no encuentra motivo para establecer un texto crítico que no tiene relevancia para la doctrina.[95]
La cita del siguiente crítico es por un evangélico, pero demuestra la actitud prevalente que nos preocupa:
Me gustaría trabajar como crítico textual como si Dios no existiera, por así decirlo. Por otro lado, tengo una fe personal que ciertamente afecta también a mi erudición, y trato de ser honesto al respecto.[96]
Hay los que dicen que la postura doctrinal personal del crítico textual no importa. Pero creo que el estudiante merece conocer de la postura doctrinal del que propone teorías críticas que al fin podrían tener implicaciones teológicas serias.
La gran mayoría de los críticos textuales actúan como que la crítica textual del NT debe proceder sin ninguna consideración por la inspiración, infalibilidad y preservación de las Escrituras. Si tuvieran la actitud de que tal consideración tiene validez, pero es responsabilidad de los teólogos, no sería tan controversial. Pero cuando toman ofensa por el hecho de que uno se atreve a filtrar lo que se enseña en la crítica textual a la luz de la Palabra de Dios, revela una disposición racionalista de parte de unos cuantos críticos textuales. Obviamente el estudio teológico debe tomar en consideración lo que ha revelado el estudio de manuscritos en desarrollar una perspectiva de la preservación donde la Biblia no suministra detalles minuciosos.
Conclusión
No ha sido mi deseo proyectar a los críticos textuales como si todos fueran mentirosos y aborrecedores de Dios y su Palabra, pero debe haber una medida de escepticismo y no ser intimidado al silencio por su educación, reconocimientos y vocabulario académico.
El crítico textual tiene derecho a su opinión, pero el creyente de ninguna manera debe sentirse obligado a someterse como si ellos siempre deben tener la palabra final por encima de la concesión de los creyentes por las edades.
La crítica textual sigue cambiando, y su rumbo debe ser preocupante para el creyente que toma en serio la sana doctrina. Changing the Goalposts, un libro del año 2020 por un profesor entrenado en la crítica textual, de talla conservadora, documenta como la crítica textual se dirige en una dirección más y más modernista.
Todavía hay unos cuantos cristianos conservadores de “la senda antigua” que no están en busca de lo más reciente, de lo innovador en el ámbito teológico. No es que sean como menonitas que rechazan la tecnología o que no toman en cuenta la sociedad en que vivimos. Pero están satisfechos con la traducción de la Biblia que tienen y no están atraídos por lo más moderno o innovador.
Muchos críticos textuales y sus promotores tienen dificultad en reconocer que hay alternativas legítimas a la crítica textual moderna. Tienden a ver todo lo demás como anti intelectual y aferrado a la tradición. Al extremo opuesto ha habido los casos de los que han nublado el asunto con lo que sería en realidad una aproximación anti intelectual como los Ruckmanitas que enseñan que la famosa versión King James en inglés es doblemente inspirada, corrige el griego y el hebreo, y contiene revelación avanzada. Estas clases de extremismos ha causado distracciones, y ha facilitado la falacia del “hombre de paja” que fácilmente se puede derrumbar en argumento contra los que abogan por el Texto Recibido (aunque el 99% pueda estar en contra) para luego presentarse como el único razonable en el asunto.
Al no proveer una alternativa clara y específica a la crítica textual moderna dentro de este escrito, el lector podría pensar que le dejo colgando. La explicación es que este escrito se trata de un borrador para un capítulo de un libro en preparación que sí ofrecerá alternativas a la crítica textual moderna.
Los creyentes reconocieron como canónicos pasajes por muchos siglos que comenzaron a ser disputados por la crítica textual mayormente desde el siglo XVIII. Para ese tiempo la iglesia neotestamentaria ya había existido por unos 17 siglos. Al fin y al cabo, la crítica textual no es lo que le da a la Biblia autoridad y validez, porque sino la Biblia hubiera tenido que existir sin tal validez por 17 siglos hasta que comenzara a surgir la crítica textual como enseñado por Johann Bengel y Karl Lachmann y luego refinado por otros hasta ahora.
Basándonos en los manuscritos sobrevivientes, los códices bizantinos dominaron desde aproximadamente el cuarto o quinto siglo hasta el dieciséis, cuando ya se había inventado la imprenta. Esto representa más de mil años de dominio y continuidad, sin contar como el Texto Bizantino impactó al Texto Recibido y las traducciones de la reforma por cientos de años después. Durante esta etapa el texto bizantino no solo se convirtió en el texto dominante, sino el texto único. Hasta los promotores del texto alejandrino confiesan el dominio del texto bizantino por un período de más de mil años, si se incluye la continuidad hasta el descubrimiento de manuscritos que impactaron los textos críticos, tal como el Sinaítico en el siglo XIX. Observe esta cita del reconocido crítico textual Bruce Metzger:
Por tanto, a excepción de algún manuscrito ocasional que conservó una forma anterior de texto, durante el período comprendido entre aproximadamente el siglo VI o VII hasta la invención de la imprenta con tipos móviles (1450-56 d. C.), la forma bizantina de texto fue generalmente considerado como la forma de texto autorizada y fue el de mayor circulación y aceptación. (Metzger, Bruce. A Textual Commentary on the Greek New Testament. United Bible Societies, 1975, p. xx)
En mi opinión, la crítica textual moderna por mucho tiempo ha llegado a ejercer una autoridad y un dominio más allá de lo debido. El creyente no tiene que sentirse obligado a aceptar lo que cree la mayoría de los críticos textuales. El caso del padrenuestro es un ejemplo de que la evidencia de lo que promueven los críticos no es siempre tan abrumadora como quieren proyectarlo. El cristiano debe sentirse libre a seleccionar una traducción de la Biblia que incluya el “Padre nuestro” completo, los últimos doce versículos de Marcos además de otros pasajes significantes disputados, sin sentirse intimidado, y sin importar cuántas veces los eruditos digan (sin la mayoría de los manuscritos que les respalde) que dichos pasajes no son canónicos. Tuvimos la Biblia antes de la crítica textual moderna, y continuaremos teniéndola de forma completa y confiable a pesar de ciertas impresiones que la crítica textual imparte en el presente y cuánto llegue a cambiar en el futuro.
La Biblia es visto por muchos como inestable, porque continuamente se promueven nuevas traducciones para implementar lo más novedoso y reciente de la crítica textual. Si fueran tan solo traducciones especializadas de estudio no debería ser tan preocupante, pero promueven cada tanto traducciones nuevas a las masas. Muchos publicantes de Biblias miran a la crítica textual para justificar su nueva traducción. No estoy diciendo que los críticos deben detener sus estudios de los manuscritos, puesto que todavía hay manuscritos (especialmente los bizantinos) que poco más se sabe aparte de su existencia.
Quisiera concluir con un pensamiento de uno de los críticos textuales. No afirmo que su autor estaría de acuerdo con la mayoría de este escrito, y se debe conceder que estaba refiriéndose en el contexto a un problema textual particular. Aunque su observación no resuelve algunos de los detalles minuciosos de asuntos textuales, de todos modos lo considero de gran valor:
Si la autoridad reside en el texto “original” de la Escritura tal como los críticos nos presentan ese texto “original”, entonces las implicaciones doctrinales de tal eventualidad tendrían que ser consideradas muy seriamente. Descubriríamos que nuestra teología descansaba sobre las arenas movedizas del consenso académico. Sin embargo, si nuestra autoridad es el texto de la Escritura tal como nos lo transmite la iglesia, no surge tal problema.[97]
[1] Tregelles, Samuel. An account of the printed text of the Greek New Testament. London: Samuel Bagster and Sons, 1854, p. 274.
[2] https://www.youtube.com/watch?v=0IzpD0z6NtU&t=4s
[3] Wachtel, Klaus. “Notes on the text of the Acts of the Apostles” Novum Testamentum Graecum: Editio Crítica Maior. III: Die Apostelgeschichte Part 1.1 Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 2017, pp. 30-31.
[4] Kenyon, Frederic G. Recent Developments in the Textual Criticism of the Greek Bible. London: Oxford University Press, 1933, p. 67.
[5] Aland, Kurt and Barbara. The Text of the New Testament. Grand Rapids: Eerdmans, 1989, p. 142.
[6] Colwell, Ernest C. Studies in Methodology in Textual Criticism of the New Testament. Grand Rapids: Eerdmans, 1969, p. 3.
[7] Letis, Theodore. The Majority Text. Philadelphia: The Institute for Renaissance and Reformation Biblical Studies, 1987, p. 27.
[8] Wallace, Daniel. “Foreword.” Myths and Mistakes in New Testament Textual Criticism. Elijah Hixson and Peter J. Gurry, eds. Downers Grove, Ill: Intervarsity Press, 2019, p. xviii.
[9] Robertson, A. T. Studies in the Text of the New Testament. New York: Doran, 1969, p. 58.
[10] Housman, A. E. “The Application of Thought to Textual Criticism” in The Classical Papers of A. E. Housman. Vol. III. J. Diggle, F. Goodyear, eds. Cambridge: Cambridge University Press. 1972, pp. 1058-1059.
[11] Moir, Ian A. “Can We Risk Another ‘Textus Receptus’?” Journal of Biblical Literature. Vol. 100, No. 4 Dec. 1981, p. 618.
[12] Brake, Donald L. The Doctrine of the Preservation of the Scriptures. Dallas Theological Seminary thesis. 1970, p. 68, citando a Ernest Colwell.
[13] Westcott, B. F. & Hort, F. J. A. Introduction to the New Testament in the Original Greek. 1882. Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1988, p. 65.
[14] Hort, Fenton. Life and Letters of Fenton John Anthony Hort. Vol 1. London: MacMillan, 1896, p. 211.
[15] Brake, Donald L. The Doctrine of the Preservation of the Scriptures. Dallas Theological Seminary thesis. 1970, p. 68, citando a Nestle.
[16] Kilpatrick, G. D. “Frederik Wisse: The Profile Method for Classifying and Evaluating Manuscript Evidence” Novum Testamentum, Jan., 1984, Vol. 26, Fasc. 1, p. 87.
[17] Brake, Donald L. The Doctrine of the Preservation of the Scriptures. Dallas Theological Seminary thesis. 1970, p. 71, citando a Hodges.
[18] Moorman, Jack. Missing in Modern Bibles, Collingswood: Bible For Today, 2009, pp. 41-42.
[19] Nida, Eugene A. Good News for Everyone: How to Use the Good News Bible. Waco: Word Books, 1977, p. 90.
[20] Kenaga, Dennis. Skeptical Trends in New Testament Textual Criticism. p. 48 https://all-of-grace.org/pub/kenaga/SkepticalTrends.pdf.
[21] Holmes, Michael. “The ‘Majority Text Debate’: New Form of an Old Issue,” Themelios 8.2 January 1983, p. 15.
[22] Clarke, Kent D. Textual Optimism: A critique of the United Bible Societies’ Greek New Testament. Sheffield: Shefield Academic Press. 1997, pp. 36-37.
[23] Holmes, Michael W. “Working with an open textual tradition” The Textual History of the Greek New Testament. Klaus Wachtel, Michael Holmes, eds. Atlanta: Society of Biblical Literature, 2011, p. 77.
[24] Aland, Barbara and Wachtel, Klaus. “The Greek Minuscule Manuscripts of the New Testament” The Text of the New Testament in Contemporary Research. Ed. Michael Holmes and Bart Ehrman. Grand Rapids: Eerdmans, 1995, p. 45.
[25] Colwell, Ernest C. Studies in Methodology in Textual Criticism of the New Testament. Grand Rapids: Eerdmans, 1969, p. 65.
[26] Ibid., pp. 68-70.
[27] Westcott, B. F. & Hort, F. J. A. Introduction to the New Testament in the Original Greek. 1882. Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1988, pp. 117, 119.
[28] Lake, Kirsopp; Blake, Robert P. & New, Silva. “The Caesarean Text of the Gospel of Mark.” Harvard Theological Review. Vol. XXI, No. 4, Oct. 1928, pp. 348-349.
[29] MacLean, Sutherland. Is there a Byzantine Family of New Testament Manuscripts? Dallas: Dallas Theological Seminary. Thesis, 1962, p. 79.
[30] Holmes, Michael W. “Textual Criticism” in New Testament Criticism and Interpretation. David Alan Black & David S. Dockery, eds. Grand Rapids: Zondervan, 1991, p. 131.
[31] Scrivener, F.H.A. A Plain Introduction to the Criticism of the New Testament for the use of Biblical Students. Cambridge: Deighton Bell, 1883, p. 476.
[32] Aland, Barbara and Wachtel, Klaus. “The Greek Minuscules of the New Testament” The Text of the New Testament in Contemporary Research. Bart Ehrman, Eldon Epp, eds., Leiden: Brill, 2nd. ed, 2013, pp. 73-74.
[33] Aland, Kurt and Barbara. The Text of the New Testament. Grand Rapids: Eerdmans, 1989, p. 58.
[34] Metzger, Bruce. The Text of the New Testament. Oxford: Oxford University Press, 1992, p. 181.
[35] Van Bruggen, Jakob. El Antiguo Texto del Nuevo Testamento. https://www.literaturabautista.com/wp-content/files/El-Antiguo-Texto-del-Nuevo-Testamento.pdf.
[36] Brown, Andrew J. “The Manuscript Sources and Textual Character of Erasmus’ 1516 Greek New Testament” in Basel 1516: Erasmus’ Edition of the New Testament. Martin Wallraff, ed., et al. Tübingen: Mohr Siebeck, 2016, p. 141.
[37] Pickering, Wilbur N. The Identity of the New Testament Text IV. Published by author, 2014, p. 334.
[38] Kilpatrick, G. D. “The Greek New Testament text of today and the Textus Receptus.” The New Testament in Historical and Contemporary Perspective. Hugh Anderson & William Barclay, Eds. Oxford: Basil Blackwell, 1965, p. 196.
[39] Epp, Eldon Jay. “The Papyrus Manuscripts of the New Testament” in The Text of the New Testament in Contemporary Research. Ed. Michael Holmes and Bart Ehrman. Grand Rapids: Eerdmans, 1995, p. 16.
[40] Miller, Jeff. “Breaking the Rules: Lectio Brevior Potior and New Testament Textual Criticism.” The Bible Translator. 2019, Vol. 70, p. 91.
[41] Brown, Andrew J. “The Manuscript Sources and Textual Character of Erasmus’ 1516 Greek New Testament” Basel 1516: Erasmus’ Edition of the New Testament. Martin Wallraff, ed., et al. Tübingen: Mohr Siebeck, 2016, p. 142.
[42] Ibid.
[43] Ibid
[44] Pickering, Wilbur N. The Identity of the New Testament Text IV. Published by author, 2014, p. 335.
[45] Van Bruggen, Jakob. The Ancient Text of the New Testament. https://www.literaturabautista.com/wp-content/files/El-Antiguo-Texto-del-Nuevo-Testamento.pdf.
[46] Letis, Theodore P. The Ecclesiastical Text. Philadelphia: The Institute for Renaissance and Reformation Biblical Studies. 1997, p. 149, citando a Keith Elliott.
[47] Elliott, J. Keith. “Thoroughgoing Eclecticism in New Testament Textual Criticism.” The Text of the New Testament in Contemporary Research. Holmes, Michael; Ehrman, Bart; editors. Grand Rapids: Eerdmans, 1995, p. 325.
[48] Hodges, Zane C. “Rationalism and Contemporary New Testament Textual Criticism” Bibliotheca Sacra. Vol. 128, 1971, pp. 27-28, citando a Kenneth W. Clark.
[49] Ibid., p. 28
[50] Pickering, Wilbur N. The Identity of the New Testament Text. Nelson, 1980, p. 121.
[51] Scrivener, F.H.A. A Plain Introduction to the Criticism of the New Testament. London: G. Bell, 1894, Vol. II, pp. 264-265.
[52] Kilpatrick, G. D. “The Greek New Testament text of today and the Textus Receptus.” The New Testament in Historical and Contemporary Perspective. Hugh Anderson & William Barclay, Eds. Oxford: Basil Blackwell, 1965, p. 190.
[53] Kilpatrick, G. D. “The Greek New Testament text of today and the Textus Receptus.” The New Testament in Historical and Contemporary Perspective. Hugh Anderson & William Barclay, Eds. Oxford: Basil Blackwell, 1965, p. 190.
[54] Whitney, S. W. The Revisers’ Greek Text. Vol. 1 Boston: Silver, 1892, pp. 45-46.
[55] Vaganay, Leon. An Introduction to New Testament Textual Criticism. Christian-Bernard Amphoux, ed. Cambridge: Cambridge University Press, 1991, p. 63.
[56] Wisse, Frederik. The Profile Method for Classifying and Evaluating Manuscript Evidence. Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1982, p. 135.
[57] Lanier, Gregory. “Dating Myths, part two.” Myths and Mistakes in New Testament Textual Criticism. Elijah Hixson and Peter J. Gurry, eds. Downers Grove, Ill: Intervarsity Press, 2019, pp. 116-117.
[58] Lanier, Gregory. “Dating Myths, part two.” Myths and Mistakes in New Testament Textual Criticism. Elijah Hixson and Peter J. Gurry, eds. Downers Grove, Ill: Intervarsity Press, 2019, p. 124.
[59] Epp, Eldon J. “Codex Sinaiticus: Its Entrance into the Mid-Nineteenth Century Text-Critical Environment and its Impact on the New Testament Text” Codex Sinaiticus: New Perspectives on the Ancient Biblical Manuscript. Scot McKendrick, et al, eds. Hendrickson: The British Library, 2015, p. 72.
[60] Sturz, Harry. The Byzantine Text-Type and New Testament Textual Criticism. Nashville: Thomas Nelson, 1984, p. 23
[61] Sturz, Harry. The Byzantine Text-Type and New Testament Textual Criticism. Nashville: Thomas Nelson, 1984, p. 69.
[62] Brown, Andrew J. “The Manuscript Sources and Textual Character of Erasmus’ 1516 Greek New Testament” Basel 1516: Erasmus’ Edition of the New Testament. Martin Wallraff, ed., et al. Tübingen: Mohr Siebeck, 2016, p. 139.
[63] Hodges, Zane C. “The Greek Text of the King James Version” Bibliotheca Sacra. Vol. 125, No. 500, 1968, p. 337.
[64] Snapp, James. Equitable Eclecticism: The Future of New Testament Textual Criticism https://www.academia.edu.
[65] Snapp, James. The Text of Reasoned Eclecticism https://www.academia.edu.
[66] Clark, Kenneth Willis. The Gentile Bias and other Essays. Leiden: E. J. Brill, 1980, pp. 126-127.
[67] Kilpatrick, G. D. “The Greek New Testament text of today and the Textus Receptus.” The New Testament in Historical and Contemporary Perspective. Hugh Anderson & William Barclay, Eds. Oxford: Basil Blackwell, 1965, p. 190.
[68] Aland, Kurt and Barbara. The Text of the New Testament. Grand Rapids: Eerdmans, 1989, p. 59.
[69] Pickering, Wilbur N. The Identity of the New Testament Text. Nelson, 1980, p. 129.
[70] https://www.literaturabautista.com/acerca-de-citas-patristicas-en-la-crítica-textual-del-nuevo-testamento/
[71] Elliott, J. K. “The Last Twelve Verses of Mark: Original or Not?” in Perspectives on the ending of Mark. Nashville: Broadman & Holman, 2008, p. 82.
[72] Snapp Jr., James. “Mark 16:9-20 – Grace To You vs. The Evidence” https://www.thetextofthegospels.com/2021/04/mark-169-20-grace-to-you-vs-evidence.html.
[73] Nida, Eugene in correspondence with Kent D. Clarke 18 September 1995, as quoted in Clarke, Kent. “Textual Certainty in the United Bible Societies Greek New Testament” Novum Testamentum. Apr. 2002, Vol. 44, Fasc. 2, p. 105.
[74] Aland, Kurt and Barbara. The Text of the New Testament. Grand Rapids: Eerdmans, 1989, p. 323.
[75] Aland, Barbara and Wachtel, Klaus. “The Greek Minuscules of the New Testament” The Text of the New Testament in Contemporary Research. Bart Ehrman, Eldon Epp, eds., Leiden: Brill, 2nd. ed, 2013, pp. 73-74.
[76] Gurry, Peter J. and Hixson, eds. “Introduction.” Myths and Mistakes in New Testament Textual Criticism. Downers Grove, Ill: Intervarsity Press, 2019, p. 9.
[77] Ibid., pp. 10-11.
[78] Dabney, Robert. “The Doctrinal Various Readings of the New Testament Greek.” Southern Presbyterian Review. Vol. 22 no. 2, April, 1871, p. 200.
[79] Kenaga, Dennis. Skeptical Trends in New Testament Textual Criticism. p. 6 https://all-of-grace.org/pub/kenaga/SkepticalTrends.pdf.
[80] Robinson, Maurice. “The Long Ending of Mark as Canonical Verity” Perspectives on the Ending of Mark. David A. Black, ed. Nashville: Broadman & Holman, 2008. p. 43.
[81] Letis, Theodore P. Edward Freer Hills’s Contribution to the Revival of the Ecclesiastical Text. Philadelphia: Institute for Renaissance, 1987, p. 106, citando a Bruce Metzger.
[82] https://www.literaturabautista.com/acerca-de-citas-patristicas-en-la-crítica-textual-del-nuevo-testamento/
[83] Aland, Kurt and Barbara. The Text of the New Testament. Grand Rapids: Eerdmans, 1989, pp. 33-35.
[84] Boogert, Ernst. The Origin of the Byzantine Text. Amsterdam: Protestant Theological University. Thesis, 2015, P. 64.
[85] Hodges, Zane C. “The Greek Text of the King James Version” Bibliotheca Sacra. Vol. 125, No. 500, 1968, p. 342.
[86] Ibid., p. 343.
[87] Aland, Barbara. “New Testament Textual Research, Its Methods and Its Goals.” Stanley E. Porter & Mark J. Boda, eds., Translating the New Testament. Grand Rapids: Eerdmans, 2009, p. 14.
[88] “Bart Ehrman: Misquoting Jesus,” Publishers Weekly 1-25-2006
https://web.archive.org/web/20071107091937/http://www.publishersweekly.com/article/CA6301707.html.
[89] Parker, David C. “Scripture is Tradition” p. 12, as cited in Shah, Abidan Paul. Changing the Goalpost of New Testament Textual Criticism. Eugene: Wipf & Stock, 2020, p. 75.
[90] Chapa Prado, Juan. La Transmisión Textual del Nuevo Testamento. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2021, p. 102.
[91] Shah, Abidan Paul. Changing the Goalpost of New Testament Textual Criticism. Eugene: Wipf & Stock, 2020, p. 133.
[92] Ibid., pp. 136, 139.
[93] Martin, Alfred. A Crítical Examination of the Westcott-Hort Textual Theory. Diss., Dallas: Dallas Theological Seminary, 1951, pp. 70-71.
[94] Pickering, Wilbur N. The Identity of the New Testament Text IV. Published by author, 2014, p. 160.
[95] Clark, Kenneth Willis. The Gentile Bias and other Essays. Leiden: E. J. Brill, 1980, pp. 90-94.
[96] Shah, Abidan Paul. Changing the Goalpost of New Testament Textual Criticism. Eugene: Wipf & Stock, 2020, p. 156, citando a Tommy Wasserman.
[97] Parvis, M. “The goals of New Testament textual studies” Studia Evangelica. 6, 1973, p. 403.
Apéndice 1
El uso de la Reina-Valera a la luz de la crítica textual
Sin duda habrá los que dirán, “Si la crítica textual es mala, ¿por qué defender la Reina-Valera 1909 y 1960, en las cuales se implementaron la crítica textual?” En primer lugar, no todo lo que concluye la crítica textual está mal. En segundo lugar, en traducciones conservadoras como la Reina-Valera 1909 y 1960 se implementó un elemento módico de crítica textual, aceptando un porcentaje muy bajo de sus conclusiones textuales, como procederemos a documentar.
La lista más extensa que conozco acusa de un total de 191 desviaciones en la dirección de textos críticos en la Reina-Valera 1960. Este número incluye casos considerables de buscarle la quinta pata al gato que a veces ni afectan el significado o la interpretación resultante de un pasaje, pero para efectos de esta ilustración, dejaré estos números tal como están. Según el libro 8,000 Differences between the NT Greek Words of the King James Bible and the Modern Version de Jack Moorman, hay 8,032 lugares posibles donde el Texto Crítico Nestle-Aland 26/27 puede diferir del Texto Recibido de Scrivener (para ser sincero, esto incluye todo, desde versos enteros que faltan hasta la insignificancia de las variaciones ortográficas). Si usamos estos números proporcionados por otros, es decir, 191 desviaciones de un posible 8,032, se trata de solo 2% de desviaciones del Texto Recibido. Dicho de otra manera, aproximadamente el 98% de las veces que la Reina-Valera 1960 podría haberse puesto del lado de los textos críticos, se puso del lado del Texto Recibido. Y como ya afirmé, esos números provienen de los que están en contra de la Reina-Valera 1960, por tanto incluyen muchos casos de buscarle el pelo al huevo y algunos casos que se deben a diferencias entre ediciones del Texto Recibido.
Para poner la cifra de 2% del texto de la Reina-Valera 1960 (que equivale a un 98% de concordancia con el Texto Recibido en lugares donde hay diferencias con el texto crítico) en perspectiva, el Texto Bizantino está solo un poco más de 90% en concordancia con el Texto Recibido según un estudio del Texto Mayoritario de Hodges y Farstad donde el Texto Recibido difiere del texto crítico UBS3 / NA26. (Letis, Theodore. The Majority Text. Philadelphia: The Institute for Renaissance and Reformation Biblical Studies, 1987, p. 11)
La utilización de una traducción como la RV1960 es como si fuera una afirmación indirecta de que la crítica textual moderna solo es correcta en aproximadamente el 2% de los casos. ¡Por tanto el que dice que la RV1960 debe ser rechazada porque depende mucho de la crítica textual moderna está muy equivocado! Algunos sin dudas dirán que se debe acudir a una traducción en la cual se refleja 0% la crítica textual moderna. Sin embargo, esto solo tendría sentido si la crítica textual de los editores del Texto Recibido como Erasmo, Estéfano, Beza y Elzevir fuese 100% infalible. La crítica textual conservadora de Erasmo y Estefano, para sorpresa de algunos, excluyó algunos versículos enteros. La crítica textual conservadora del pasado no es como algo mágico que eliminó toda incertidumbre en cuanto a tecnicismos en asuntos textuales. Se puede observar esto por un vistazo a las notas marginales en la KJV del año 1611 y la traducción 1569 de Reina y la revisión 1602 de Valera. Siempre habrá un elemento humano en la crítica textual, no importa cuán conservadora sea, aunque por la gracia de Dios se ha reducido los tecnicismos a una cantidad mínima, lo cual permite una Biblia confiable.
Apéndice 2
Lo débil presentado como concluyente: el caso del Padrenuestro en Lucas 11
Michael W. Holmes, un conocido crítico textual, en uno de sus escritos ofrece una breve demostración sobre cómo implementar la crítica textual utilizando un pasaje conocido. (Holmes, M. W. “Textual Criticism” in New Testament Criticism and Interpretation. David Alan Black & David S. Dockery, eds. Grand Rapids: Zondervan, 1991, pp. 117-119). Aunque involucra tecnicismos y requiere paciencia de parte del lector sin experiencia en la crítica textual, creo que demuestra que, por lo menos a veces, críticos textuales hacen declaraciones concluyentes como si toda la evidencia está a su favor, cuando en realidad se implementaron juicios temerarios, subjetivos y especulativos en el proceso de evaluación de los datos para eliminar un pasaje bíblico que ha sido aceptado por el cristianismo por lo menos hasta un periodo cuando hay escasez de manuscritos. En el Padrenuestro en Lucas 11, lo que está en juego en su demostración es el comienzo y el final de la oración. Para Lucas 11:2 es “Padre” (lectura alejandrina) “Padre nuestro” (un caso muy aislado en los manuscritos) o “Padre nuestro que estás en los cielos” (lectura bizantina, que refleja el Texto Recibido y la Reina-Valera en este caso); para Lucas 11:4 es “no nos metas en tentación” (lectura alejandrina) o “no nos metas en tentación, mas líbranos del maligno” (lectura bizantina, que refleja el Texto Recibido y la Reina-Valera en este caso). A continuación, Holmes enumera la evidencia de los manuscritos para cada lectura como se proporciona típicamente en un aparato crítico (con algunas observaciones mías entre corchetes):
Lucas 11:2, 4
¿Cuáles son las palabras de apertura y cierre del Padrenuestro en el Evangelio según Lucas? Los manuscritos ofrecen las siguientes posibilidades:
11:2 Padre [Πάτερ] p75 א B ƒ1 700 pc vg sys Marción Orígenes
Padre nuestro [Πάτερ ἡμῶν] L pc
Padre nuestro que estás en los cielos [Πάτερ ἡμῶν ὁ ἐν τοῖς οὐρανοῖς] A C D K P W X Δ Θ Π Ψ ƒ13 28 565 892 1010 1071 1241 Byz [representando miles de manuscritos] it syc,p,h cop [En el aparato crítico de la edición más reciente de Nestle-Aland 28 se puede observar aún más manuscritos griegos que favorecen la lectura larga.]
11:4 tentación [πειρασμόν] p75 ℵ*,2 B L ƒ1 700 pc vg sys copsa,bo(pt) Marción Tertuliano Orígenes
tentación, mas líbranos del mal [πειρασμόν, ἀλλὰ ῥῦσαι ἡμᾶς ἀπὸ τοῦ πονηροῦ] ℵ1 A C D K W X Δ Θ Π Ψ ƒ13 28 33 565 892 1010 1071 1241 Byz [representando miles de manuscritos] it syc,p,h copbo(pt) [En el aparato crítico de la edición más reciente de Nestle-Aland 28 se puede observar aún más manuscritos griegos que favorecen la lectura larga]
Luego Holmes explica la evidencia de cada lado del siguiente modo:
Cuando desempacamos este aparato, encontramos la siguiente información: En Lucas 11:2, la oración comienza con la sola palabra “Padre” en los manuscritos griegos p75, א, B, Familia 1 (ƒ1), 700, y algunos otros, en la Vulgata latina y la Siríaca Sinaítica entre las versiones, y Marción y Orígenes entre los primeros padres de la iglesia. Comienza con “Padre nuestro” en el manuscrito griego L y algunos otros, mientras que la línea de apertura es “Padre nuestro que estás en los cielos” en los manuscritos A, C, D, K, P, W, X, Delta (Δ), Zeta (Θ), Pi (Π), Upsilon [sic] (Ψ), Familia 13 (ƒ13), 28, 565, 892, 1010, 1071, 1241, y el resto del tipo de texto bizantino, y en la Vetus latina, la Curetoniana, Peshita y Harclense Siríaca, y las versiones Coptas.
En 11:4, la oración termina con “no nos metas en tentación” en p75, tanto la lectura original como el segundo corrector del códice Sinaítico (ℵ*,2), B, L, Family 1, 700, y algunos otros manuscritos griegos, en la Vulgata, la Siríaca Sinaítica, el Copto sahídico y parte del Copto Boháirico entre las versiones, y Marción, Tertuliano y Orígenes entre los primeros padres. Termina con “no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” según el primer corrector del Sinaítico (ℵ1), A, C, D, K, W, X, Δ, Θ, Π, Ψ, Familia 13, 28, 33, 565, 892, 1010, 1071, 1241, y el resto del tipo de texto Bizantino, y la Vetus latina, la Curetoniana, Peshita y Harclense Siríaca, y parte de las versiones Coptos Boháiricos.
Ahora que hemos desempacado el aparato y descubierto cuál es la evidencia externa (es decir, las lecturas reales de los manuscritos griegos, las versiones y los padres de la iglesia), ahora estamos en posición de evaluarla. En este caso, el soporte para los dos conjuntos de variantes es tan similar que pueden ser evaluados juntos.
Observe especialmente lo que he subrayado en la evaluación de la evidencia:
Lo primero que hay que evaluar es la evidencia externa: fecha, distribución geográfica, relaciones genealógicas y calidad relativa. En términos puramente numéricos, el apoyo a la lectura más larga es abrumador. Sin embargo, cuando se sopesan las pruebas en lugar de contarlas, la situación es bastante diferente. En vista de la conjunción Occidental (por ejemplo, D it syc) y apoyo bizantino (A, la mayoría de los unciales y casi todos los manuscritos minúsculos), la lectura más larga claramente es temprana, pero p75 (principios del siglo III) y las citas patrísticas, especialmente Marción (ca. 140), muestran que la lectura más breve es incluso anterior. La lectura más larga es ampliamente apoyada por representantes del alejandrino secundario (por ejemplo, C 33 892 copsa,bo), Occidental (D it syc y Bizantino (A K W Δ Π, la mayoría de los unciales y minúsculos) tradiciones textuales, la más corta en gran parte por los testigos primarios alejandrinos (p75 ℵ B Orígenes) y, significativamente, la Vulgata y la Siríaca Sinaítica. La distribución geográfica de los testigos de cada uno es aproximadamente similar; la lectura más corta, sin embargo, tiene la ventaja en términos de calidad relativa. En general, entonces, la evidencia externa favorece la lectura más breve.
En cuanto a la edad de la evidencia, Holmes tuvo que confesar que “la lectura más larga claramente es temprana”. Pero como señala, una de las cosas que la lectura corta tiene a su favor en cuanto a la edad de manuscritos es p75 de principios del siglo III. Aunque Holmes incluye a Marción para intentar comprobar la edad temprana de la evidencia a favor de la lectura corta, note lo que la introducción a la cuarta edición del NT griego UBS4 advierte acerca de las dudas que rodean la evidencia de Marción:
El tratamiento que Marción da al Nuevo Testamento queda pendiente de un estudio conclusivo. Mientras, cuando su testimonio tiene un tolerable grado de certeza, generalmente se indica su fuente (p. ej., “acc. to Tertullian, Origen”, etc.). Cuando Marción es citado sin indicación de la fuente, la base es la edición de Harnack, que no pudo ser verificada en cada detalle. Por eso cualquier referencia a Marción debe ser tomada con cautela. (“Introducción” The Greek New Testament. Con introducción en castellano. United Bible Societies, 2001, p. 31)
Regresando a la evaluación del último párrafo de Holmes, él dice que se debe evaluar la evidencia externa de cuatro formas: “fecha, distribución geográfica, relaciones genealógicas y calidad relativa”. Ya hemos mencionado la evidencia de sus fuentes más tempranas. En cuanto a distribución geográfica, él solamente afirma “La distribución geográfica de los testigos de cada uno es aproximadamente similar”; pero no documentó esto para comprobarlo. Generalmente los manuscritos no indican donde se produjeron. Muchas veces solo se sabe dónde se descubrieron, lo cual provee una pista acerca de su origen. Los manuscritos alejandrinos generalmente proceden de Egipto, algo que Holmes mismo reconoce en esta misma obra: “El tipo de texto alejandrino … la mayoría de los manuscritos que le pertenecen han venido de Egipto…” (p. 106). No he investigado lo que se sabe de la distribución geográfica de los manuscritos bizantinos que respaldan la lectura más larga para el Padrenuestro en Lucas 11, pero como son variadas, y además tiene apoyo del texto Occidental e incluso de lo que llaman el “alejandrino secundario”, es difícil creer que “es aproximadamente similar” con el apoyo limitado de la lectura corta como afirma Holmes sin ningún esfuerzo para demostrarlo. En cuanto a relaciones genealógicas, la lectura más larga es apoyado por los manuscritos bizantinos, parcialmente por los del Texto Occidental, y aun por lo que llama el “alejandrino secundario”, por tanto la lectura larga está mejor atestiguada en este aspecto, aunque Holmes no lo confiesa abiertamente en su evaluación. En cuanto a calidad relativa, Holmes dice “la lectura más corta, sin embargo, tiene la ventaja en términos de calidad relativa” y explica esto en una nota al pie de página afirmando:
Esto se basa en el hecho demostrable de que en aquellos lugares donde el texto original se establece más allá de toda duda, el tipo de texto alejandrino conserva la lectura original con mucha más frecuencia que cualquiera de los otros dos tipos de texto combinados.
¿No es esto razonamiento circular al declarar que esto comprueba que la lectura corta alejandrina tiene la ventaja en términos de calidad relativa? Note que más dijo Holmes:
…la consideración de la calidad relativa generalmente entra en juego solo en aquellos casos en los que no existen otras consideraciones más importantes sobre las cuales basar una decisión, o cuando las demás pruebas están tan equilibradas que una decisión es difícil. En estas circunstancias, lo más probable es que uno elija el texto original si elige la lectura alejandrina.
Con argumentos circulares como estos, ¡el texto alejandrino nunca pierde!
Holmes por último trata con la evidencia interna:
Se recordará que la evidencia interna es de dos tipos, transcripcional (que tiene que ver con los hábitos y prácticas de los escribas) e intrínseca (que tiene que ver con el estilo y el vocabulario del autor). Dado que tanto la forma más larga como la más corta de la oración son consistentes con el estilo y la enseñanza de Jesús, las consideraciones clave en este caso son de naturaleza transcripcional. Como es el caso hoy, en la iglesia de antaño la versión de Mateo de la oración del Señor (6:9-13) era mejor conocida, memorizada y usada en la adoración. A la luz de este hecho, la pauta fundamental dada anteriormente (la variante con más probabilidades de ser original es la que mejor explica la existencia de las demás) puede aplicarse planteándose esta pregunta: ¿cuál de las lecturas explica mejor el surgimiento de las otras? Específicamente, en este caso, ¿es más probable que un escriba haya acortado la lectura más larga de Lucas (creando así una discrepancia entre Mateo y Lucas) o agregado a la forma más corta de Lucas para armonizarla con la versión mucho más familiar de Mateo? La respuesta es clara: si la lectura más larga fuera original, es virtualmente inconcebible que un escriba cortara frases tan conocidas, mientras que si la lectura más corta es original, es fácil explicar el surgimiento de la lectura más larga como el resultado de una asimilación involuntaria o deliberada a la forma de oración de Mateo mejor conocida. En resumen, la lectura más corta puede explicar el surgimiento de la más larga, pero no al revés.
No niego que hay cierta lógica en lo que señala Holmes en cuanto a la evidencia interna a la luz del pasaje paralelo en Mateo 6 tal como lo presenta. Pero Holmes no revela dos dificultades con su hipótesis. Si un escriba de veras quiso asimilar Lucas 11 con Mateo 6, ¡no tiene sentido que resulte con “perdónanos nuestras deudas [ὀφείλημα]” en Mateo 6:12, y “perdónanos nuestros pecados [ἁμαρτία]” en Lucas 11:4! ¿Y qué de la doxología al fin del Padrenuestro de Mateo 6:13 (15 palabras en griego)? ¡No aparece en Lucas 11 tampoco! De todos modos, aunque Holmes diga “la respuesta es clara …es fácil”, como si resolvió un misterio, todavía es subjetivo porque está especulando lo que podría haber ocurrido, sin admitir la inconsistencia del escriba en tal caso. Un escriba reverente o cuidadoso sería reacio no solo a quitar de la Palabra de Dios, sino del mismo modo a agregar a la Palabra.
Observe cuidadosamente la conclusión de Holmes:
Nótese cómo en este caso tanto las consideraciones externas como las internas favorecen la lectura más corta. Esta convergencia de evidencia demuestra de manera concluyente que representa el texto original de la forma lucana del Padrenuestro.
En su párrafo concluyente Holmes pretende como si toda la evidencia externa e interna está a favor de la lectura corta del Padrenuestro. A pesar de tantos testigos esparcidos para la lectura más larga en todos los tipos de textos principales (posiblemente hasta 99% de la evidencia manuscrita, y a pesar de haber implementado razonamiento circular y especulativo en el proceso, Holmes cree que se ha demostrado “de manera concluyente” que la lectura más corta representa el texto original. No estamos diciendo que la especulación no tenga cabida en la crítica textual, pero su uso debería impedir que alguien determine que sus conclusiones personales son concluyentes.
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Un saludo querido hermano. Estoy muy a gusto leyendo todos sus artículos, y esto debido a su transparencia en los datos, aprecio su honestidad e imparcialidad en sus artículos. Soy estudiante en un seminario y en este momento me encuentro haciendo mi tesis de grado acerca de la preservación de las Escrituras y el Textus Receptus, realmente me encantaría saber su opinión sobre mi escrito y poder aprender más del tema. Dios bendiga su ministerio, un abrazo!