La única fuerza espiritual que puede enfrentarse al Comunismo con ventaja en esta hora peligrosa de la humanidad es el Cristianismo. Pero nuestro cristianismo tiene que purificarse para que pueda seguir ejerciendo una influencia creadora por todas partes. El espíritu del mundo ha ido invadiendo nuestro Cristianismo y un cristianismo mundanalizado no puede realizar la misión mundial para el cual fue llamado. Esta es la hora de mayor responsabilidad; el mundo está esperando la respuesta que el Cristianismo tiene que dar a sus grandes inquietudes, a sus grandes problemas, a sus grandes interrogaciones, a sus grandes vacíos espirituales. La tarea de la reconstrucción espiritual del mundo, y ésta es la tarea frente al Comunismo, no puede hacerla nadie sino aquellos que cuentan con los recursos espirituales que nuestra hora demanda. El Cristianismo de hoy tiene la más grande oportunidad de su historia para señalarle a la humanidad derroteros de amor, de pureza, de justicia y de paz, y conducirla por los caminos de Cristo siendo fiel intérprete de su Evangelio.
El Cristianismo auténtico es el único que posee el mensaje espiritual adecuado, el dinamismo espiritual creador necesario para restablecer el equilibrio de la vida; el único que posee los elementos indispensables para hacer de la vida algo normal y saludable, algo lleno de significado y de alegría.
El Cristianismo tiene el mensaje eterno: mensaje que fue admirablemente adecuado para el mundo de hace veinte siglos; mensaje que satisface por entero al mundo tan lleno de complicaciones de nuestros días; mensaje que, en el mundo de mañana, tendrá la misma vitalidad para dejar satisfechas las más profundas inquietudes espirituales de los hombres.
Pero para que el Cristianismo de hoy, nuestro Cristianismo, sea capaz de enfrentarse al Comunismo y derrotarlo, se hace menester que reconquiste las características esenciales que hicieron del Cristianismo primitivo una fuerza creadora, una fuerza transformadora y un movimiento en marcha que nadie fue capaz de detener. El Cristianismo de hoy tendrá que ser, como entonces, un mensaje viviente capaz de transformar a los hombres más vulgares y más pecadores en santos y en mártires. Tendrá que usar sus propios métodos, los métodos de Cristo, sin depositar su confianza en métodos extraños al espíritu del Evangelio creyendo que son mejores.
El Cristianismo de nuestros días no puede dejarse invadir por el pánico que el Comunismo está produciendo en los conductores de los pueblos del mundo. Si nuestro Cristianismo vale algo, es ésta la hora en que ha de probar que vale. No es esta la primera vez que el Cristianismo tiene que afrontar una crisis, pero nunca ha tenido tanta oportunidad de probar su dinamismo espiritual como ahora.
Puerto Rico Evangélico, 25 de junio de 1949