En II Corintios 1:12 el apóstol Pablo dijo que el testimonio de su consciencia era que “con sencillez y sinceridad de Dios” se había conducido en el mundo. Nos conviene tener en claro lo que él quiso decir por esto y seguir su ejemplo.
Nuestra felicidad depende en gran manera en el testimonio de nuestra consciencia. Si la consciencia testifica contra nosotros, vivimos bajo el peso de la culpabilidad. Había los que estaban criticando a Pablo. Él, en parte, escribió esta carta para contestar su crítica y justificar su conducta. Algunos pusieron en duda su sinceridad porque él había prometido ir a ellos y no cumplió. En esta carta él explicó porque no cumplió. Cuando somos censurados por otros es de suma importancia que nuestra consciencia testifique a favor nuestro.
En defensa de su conducta él usó dos palabras. Primeramente él habló de la sencillez de su conducta. Él dice que no tenía una estrategia carnal. Muchas veces el pecador siente la necesidad de apartarse de la sencillez para tapar su maldad. Él anda en busca de palabras y explicaciones para justificar su conducta indecorosa. Pablo no tenía nada para ocultar. Era transparente.
Así debe ser nuestra vida. No ande buscando una forma de engañar a los demás. Sea abierto y honesto con ellos. La vida, en el mundo moderno, ya es demasiado complicada. No nos conviene complicarla más por inventar estrategias para sacar algo de los demás. Hay los que buscan una forma de manipular a los demás para su ventaja. A veces es por lisonjearles. A veces es por intimidarles. A veces es por convencerles que la nuestra es la voz profesional y por eso sería imprudente no escucharnos. Esto no es conducta con sencillez. Pablo habló de tales personas en Romanos 16:18: “Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos”.
Hay los que inventan estrategias grandiosas para hacer la obra del Señor. Escuché una vez de un grupo que pensaba en comprar un hotel en Bariloche. Su intención era el de invitar gente a pasar una semana gratis en el hotel de 5 estrellas y ellos iban a testificarles mientras que estaban allí. Me preguntaba ¿por qué gastar tanto dinero para poder testificar a gente? ¿Por qué no ir directamente a ellos y hablarles donde están? Nunca escuché si compraron el hotel.
Una vez soñé de una maquina para ganar almas. Consistía de un escotillón en la vereda. Si alguien pisaba encima se caía en un pozo oscuro de algunos cuatro metros. Abajo había una red para frenar su caída de tal manera que no estarían lastimados. Bueno, el ganador de almas estaría esperando abajo en la oscuridad. Cuando se cayó una víctima él tendría que encender la luz y ayudarle en desenvolverse de la red. Mientras tanto diría, “Usted debe ser salvo. A lo mejor, la próxima vez que se cae en un pozo oscuro como esto no habrá una red para salvarle”. Después de despertarme y pensar un poco me di cuenta de lo improvisto de semejante maquina. Mejor es la sencillez de hablar personalmente con la gente.
La segunda palabra que Pablo usó en hablar de su conducta era “sinceridad”. Es sinceridad como la de Dios. La palabra tiene que ver con lo que es íntegro y puro. Dicen que la palabra tenía su origen en el antiguo mercado de alfarería. Era la costumbre hacer jarros y frascos de barro. Las jarras servían para conservar líquidos y grano en el hogar. Siendo que fueron hechos de barro eran frágiles. Si una jarra se rallaba era posible tapar la fisura con cera de tal forma que era casi imposible ver que tenía una fisura. Para convencer el cliente de que la jarra era de confianza el comerciante decía “es sin cera”.
Nosotros también debemos ser sinceros. Esto quiere decir sin hipocresía. Que nuestros hechos y dichos concuerdan. Hay los que dicen que son salvos pero sus hechos dejan a muchos con razón de dudar. El consejo que el Apóstol Pablo dio al joven Timoteo era “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”. (I Timoteo 4:12)
Pablo dijo también que su conducta en el mundo no fue con sabiduría humana. Santiago dice que hay dos clases de sabiduría. “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía”. (Santiago 3:14-17) Así que, hay sabiduría que es terrenal (eso Pablo llamó sabiduría humana,) y hay sabiduría divina. La sabiduría humana toma en cuenta la ciencia y conocimiento humano pero deja afuera lo que enseña Dios. Pablo puso la gracia de Dios en lugar de la sabiduría humana. La gracia de Dios es favor no merecido. Más adelante en su carta Pablo testificó que “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra;” (II Corintios 9:8)
Con la ayuda de Dios su conducta en el mundo puede ser con sencillez y sinceridad.