Condiciones para un avivamiento

La bendición más grande que puede ser concedida a algún pueblo, es un avivamiento religioso genuino. Una lluvia de bendiciones espirituales es infinitamente de más valor que una lluvia de perlas preciosas. Ningún trabajo, ni ningún sacrificio se puede considerar demasiado grande para obtener las bendiciones espirituales. Son de valor infinito.

Dios siempre extiende su mano dadivosa y nos desafía a ponerle a prueba, cumpliendo por muestra parte las condiciones propuestas.

Los resultados prometidos siguen uniformemente al uso de los medios propuestos, empleados, no mecánicamente y con él poder de la carne, sino espiritual y con el poder del Espíritu. Las instrucciones y promesas son sencillísimas y grandemente amplias.

1. Debemos humillarnos ante Dios, confesar nuestros pecados, debilidades y miserias, y darle a Él toda la gloria. Su poder impera en nuestra debilidad voluntaria. Nada podemos hacer sin Él, pero con Él lo haremos todo. La santidad, la humildad y el poder están unidos. El avivamiento debe comenzar en el corazón. Debemos vivir en bienandanza y en Santa unión con Cristo; realizarlo sin Él es imposible, pero por Cristo que nos fortalece podemos hacer todas las cosas.

2. Debemos examinarnos, juzgarnos y desechar todo pecado. Tanto la confesión como la restitución son necesarias. Si amamos el pecado o lo practicamos, Dios no nos oirá, y el mundo no sentirá nuestra influencia. Nuestras vidas hablan más alto que nuestras palabras. El testimonio más grande es el de la vida diaria entre los hombres de poder y pureza. Los miembros malos de la Iglesia no podrán alcanzarlo hasta que se arrepientan. Debemos separarlos, consagrarlos y confortarlos. Sant. 5:16. Salmo 51:12, 13).

3. No debemos reservar nada en nuestro ser que no dediquemos a Dios, para que él pueda poseernos y consagrarnos a su obra. La forma de “consagración” es muy común, pero la realidad es poco conocida. Todo ha sido redimido, el alma, el cuerpo, los bienes, el tiempo, etc., y debe ser dedicado al uso del Maestro de una manera completa sin reservas a toda costa y tan realmente como si fuera una acción conocida del mundo, de tal manera que seamos mayordomos y no propietarios. Vemos el poder de consagración en Abraham y la debilidad de conformidad en Lot. El celo de Calvino fue con mano extendida y corazón ardiente, con esta inscripción “Te he dado todo y nada me he reservado”. Nunca podemos tener la plenitud de las bendiciones o del poder hasta que hagamos esta rendición.

4. Debemos tener una fe absoluta en las promesas de Dios sobre avivamiento. Sin esto no podemos ser cristianos de poder. Debemos estar llenos de fe y del Espíritu. La fe es la gracia que engendra las otras. El amor es la cosa más grande pero la fe es la primera. El amor es la flor y el fruto, la fe es la raíz del árbol. Si podemos creer, Dios puede obrar. Leed las promesas. (Heb. 11:6, Marcos 9:22, 23).

5. Reconciliación con los hermanos. El Espíritu huye de las escenas de desorden y de las disputas. El egoísmo y los malos sentimientos deben desaparecer, y hemos de ser bondadosos, tiernos y perdonadores, y estrechar el compañerismo con Cristo y con nuestros hermanos. Si quieres ganar almas busca todos los medios y trabaja. (Mateo 5:23, 42; Sal. 1:3.)

6. Un estudio con oración y diligente de la palabra de Dios, así como el cono cimiento en el uso de la Espada del Espíritu. Los avivamientos serán superficiales y pasajeros sin el uso prudente y liberal de la Palabra. Los tratados o folletos evangélicos son también buenos auxiliares. Debemos usar la Palabra para construir, tanto como para destruir y para conducir a los cristianos a Cristo, como también a los pecadores. El Espíritu es el agente y la Palabra el instrumento. Debemos traer nuestras biblias y repartir la Palabra. Nuestro trabajo en un avivamiento sin la palabra, es solamente una luminaria de heno y hojarasca (Juan 5:39. Salmo 119:37).

7. Una compasión grande por los pecadores, semejante a la que revela el lamento y el clamor de Cristo por las abominaciones que le rodeaban.

En todas partes hallamos pecadores sedientos y santos compasivos. El estado espiritual es contagioso y este es el poder más grande de Dios. Sion debe esforzarse si sus almas han nacido. Moisés, David y Pablo tenían tanto del Espíritu, que semejantes a ellos, deberíamos morir por los pecadores. Debemos ponernos en su lugar y obrar de acuerdo con el amor por sus almas.

8. Una oración ferviente y eficaz por el Espíritu Santo. Los avivamientos genuinos nacen en la oración. El Pentecostés fue el resultado de diez días de cultos de oración. En 1857, el más grande avivamiento del último siglo fue con mucho un avivamiento de un culto de oración. Debemos llamar primero al Espíritu Santo que al Evangelista. Cuando Cristo dio su gran comisión dijo: “Todo poder me ha sido dado, por tanto, id.”

9. La predicación, el testimonio y la exhortación en el Espíritu y con el propósito definido de ganar almas para Cristo. La venida del Señor es una doctrina que verifica especialmente en estos últimos tiempos. La predicación y no el canto es la ordenanza real y será la que levante “lenguas de fuego” que despertarán las conciencias de los santos y de los pecadores. Esto no es un juego. Una conciencia conmovida en el Sinaí condujo al Calvario. En la obra con los inconversos, el supremo motivo de esperanza y temor debe ser sinceramente aplicado. El predicador debe ser siempre definido, severo y solemne como la eternidad. “Como si fuera la última vez que hablaba, como un moribundo que habla a los moribundos.”

10. Finalmente la fidelidad en todos los medios y deberes conocidos, con el poder del Espíritu; en la oficina, en el hogar en la iglesia y en todo lugar donde las almas perdidas se encuentran. No se necesita un sistema complejo, con una complicada maquinaria de comisiones o con variadas y llamativas tarjetas, sino simplemente métodos directos y espirituales.

La iglesia no es un hombre hecho máquina sino un organismo divino movido por el Espíritu. Se requiere una confesión franca ante el mundo.

Cuando se puede es mejor tener reuniones en una casa particular, traer allí a las personas y hablarles con poder. Siempre se preferirá el pastor al evangelista. No debemos esforzarnos por un avivamiento ostentoso, para mostrar un aparente éxito. La jactancia y el orgullo deben ser excluidos de los avivamientos.

Queremos el máximo de poder y el mi mínimo de maquinaria. Si oramos por el Espíritu con fe, tendremos este poder. Entonces obedeceremos al Espíritu y ca minamos hacia la respuesta de nuestras oraciones. Podemos singularizarnos, y hacer cosas que nunca habíamos hecho, y cosas que ni pensábamos que podríamos hacer. La iglesia debe ser un centro de reunión y de radicaciones espirituales. Todos los otros compromisos deben ser excluidos en cuanto es posible de las reuniones de avivamiento.

Son necesarios los esfuerzos más extraordinarios y persistentes para conseguir el mayor número de personas que vengan a oír el evangelio, pero estos esfuerzos deben estar basados en la Escritura y no deben ser seculares o sensacionales (Rom. 12:4, 8. Hechos 20:18-31). Este es un trabajo bendito. Es un privilegio que la tierra tiene sobre el cielo y los hombres sobre los ángeles.

Es un trabajo de esperanza, porque con la instrucción dada y las promesas ofrecidas, el éxito es seguro. Dios nos llama a esta obra, no porque seamos hábiles, sino porque quiere hacernos útiles. El obra por su misericordia, y el Espíritu llena las almas. El resultado final de un avivamiento fallará por la falta de fe en el pastor y en la congregación.

El Faro, 1917

 

Deja una respuesta

Deje un comentario respetuoso. Tome en cuenta que esto no es un foro de debates, y no todos los comentarios son aprobados.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *