I.—Preparación para ser un buen ciudadano cristiano
II.—El muchacho cristiano ama el orden
III.—El muchacho cristiano respeta las leyes
IV.—El muchacho cristiano se respeta a sí mismo
V.—El muchacho cristiano, ejemplo de alta moralidad
VI.—El muchacho cristiano, ejemplo de caballerosidad
VII.—El muchacho cristiano, ejemplo de honradez
VIII.—El muchacho cristiano, ejemplo de valor civil
IX.—El muchacho cristiano, ejemplo de hábitos higiénicos, de instrucción y de cultura
X.—El muchacho cristiano, dispuesto a servir siempre
XI.—El muchacho cristiano presta su cooperación en toda noble empresa
XII.—El muchacho cristiano, defensor de la libertad, de la justicia y de la verdad
El Ciudadano Cristiano
Por Francisco Estrello (Formó parte del comité de revisión de la Reina-Valera 1960)
Curso Hispanoamericano de Educación Cristiana
Buenos Aires, 1941
A MANERA DE INTRODUCCION
Las virtudes cívicas han sufrido descenso de valor; formar buenos ciudadanos es preocupación que ya no es preocupación; los puestos públicos han sido asaltados no por los mejores ciudadanos sino por los más audaces; no por los más virtuosos, sino por los más pícaros.
Los deberes del ciudadano se han reducido a pagar contribuciones y a votar en las urnas electorales. No hay conciencia de ciudadanía. Necesitamos nosotros despertarla en nuestros alumnos. No hay esfuerzo por modesto y pequeño que sea que se pierda. Necesitamos sembrar para el futuro. Que nuestros muchachos aprendan en la escuela de la ciudadanía cristiana lo que no pueden aprender en otra escuela. Despertemos en nuestros muchachos el ideal del ciudadano digno, el ideal del ciudadano honrado, decente, defensor de la verdad, de la justi-cia, de la libertad. El ideal del ciudadano que sabe por qué vive y para qué vive, y cuál es su función en la comunidad a la que pertenece. El presente curso tiene ese objeto, pero el maestro de Escuela Dominical tiene que darle vida y personalidad con su vida y con su personalidad.
Póngase a los muchachos en contacto con la realidad lo más frecuentemente que sea posible. La comunidad en que el muchacho vive debe ser aprovechada por el maestro para sacar lecciones de ciudadanía. El maestro ha de aprovechar los incidentes de la vida para despertar en su alumno la conciencia de ciudadanía. Cuídese el maestro de establecer una diferencia bien definida entre la ciudadanía común y corriente, y la ciudadanía cristiana.
Una interesante oportunidad nos brinda este curso para hacer un ensayo de educación creadora.
Por ejemplo puede comenzarse con la lección VI y a raíz de ella organizar la clase en una Legión de Caballeros Cristianos. Dése oportunidad para que los alumnos mismos definan lo que es un Caballero Cristiano. Luego pregúntese qué características debe tener un ciudadano que pertenezca a la Legión. Muy probablemente la lista que los mismos muchachos formulen, se encontrará en los capítulos de esta obrita. Entonces, escójase el orden que ellos mismos prefieran para ir estudiándolos conjuntamente. Cuanto más participación tengan los alumnos, y cuanto más practiquen las enseñanzas, tanto más valor educativo tendrá el curso. Las activida-des de la Legión debieran brindar muchísimas oportunidades para poner en práctica estas características de un buen ciudadano cristiano.
I PREPARACION PARA SER UN BUEN CIUDADANO CRISTIANO
Siendo ésta la primera lección, el maestro ha de ir preparado para poner los cimientos. Dése especial atención a la discusión de los factores que, según la opinión general, son básicos para la formación de un buen ciudadano. Añádase a la lista de factores que van mencionados en el texto del alumno bajo el encabezamiento «Discusión del problema», otros de que el maestro tenga conocimiento o que los alumnos descubran. Discútase la eficacia de cada uno de ellos y lléguese a una conclusión clara y definida.
Después de dar lectura al material que está bajo el subtítulo de «¿Qué nos dicen otras vidas?», llámese la atención al hecho de haber aquí factores de primera importancia para la formación y preparación del ciudadano cristiano. Que los alumnos analicen caso por caso y vayan haciendo una lista de dichos factores. Insístase en la influencia del hogar, y en la necesidad de cumplir con nuestros deberes dentro del hogar, si hemos de cumplir con deberes y responsabilidades mayores fuera de él. Háblese de las pequeñas obligaciones del hogar que muchas veces tratamos de evadir, de las pequeñas responsabilidades que no queremos llevar y que echamos sobre los demás miembros de la familia. Preséntese al hogar como una pequeña comunidad donde es menester ejercitar las virtudes ciudadanas. Destáquese el hogar cristiano como hogar modelo para los otros hogares donde no viven ciudadanos cristianos. La influencia de las vidas nobles ha de entrar en la discusión como de primera importancia. Siémbrese semilla de amor por esta clase de vidas a fin de que los muchachos las tomen como ejemplos que deben imitar, Pregúntese si la iglesia es factor de primera importancia para preparar a los ciudadanos cristianos de mañana. Que los muchachos expresen sus puntos de vista libremente; que digan si a la Iglesia le falta algo para llenar esta función y qué es eso en su concepto. La Iglesia no está dando muchas veces al muchacho de esta edad lo que necesita, y hemos de tener el valor de hacer un examen de conciencia para ver donde estamos fallando.
Cuando se llegue al punto de hablar sobre el hogar de Jesús, hágase una descripción, lo más atractiva posible, de tal manera que el muchacho sienta ardientes deseos de que su hogar sea así como el hogar de Cristo; que él quiera ser en su hogar como Cristo fué en el suyo.
Pregúntese a los muchachos su opinión sobre la lista de cualidades que menciona el apóstol Pablo, teniendo en cuenta las características que debe tener un ciudadano cristiano. Si ellos piensan que hay otras cualidades que deban agregarse, que las mencionen.
En «Preguntas que nos interesan», los muchachos deben tomar la parte más activa de la discusión; y, la intervención del maestro debe limitarse a orientarla.
Al muchacho de esta edad hay que darle algo que hacer, alguna tarea que llevar adelante, algún propósito que realizar. Que cada muchacho se sienta un edificador del mundo nuevo, y que ponga todo lo que está de su parte para ayudar a otros. Que ellos discutan el carácter de las reuniones que han de organizar y la mejor forma de llevarlas a cabo. Que cada muchacho seleccione a sus invitados, y que se pongan de acuerdo sobre la frecuencia de tales reuniones.
II EL MUCHACHO CRISTIANO AMA EL ORDEN
En una época desordenada como la que vivimos, hablar de orden e insistir en él, es cosa de suprema importancia. Nuestras vidas han de ajustarse al orden, creación de Dios, y hemos de hacer notar a nuestros muchachos que la armonía es ley suprema de la vida. Dios es un Dios de armonía; un Dios que va haciendo todas las cosas a su tiempo conforme a un plan perfectamente meditado; que va colocando cada cosa en su lugar y que va asignando a cada cosa funciones perfectamente definidas. Nosotros hemos sido creados por Dios como colaboradores suyos en este mundo. Si él ama el orden y nosotros le amamos a él y somos sus colaboradores, necesariamente hemos de amar el orden y la armonía que él ama.
Multiplíquense los casos que hacen notar los efectos del desorden, y exhíbanse otros en que se vean los resultados del orden. Hágase esta pregunta a cada muchacho: ¿Cuándo has sentido tú la necesidad del orden?
Es importante hacer notar que el orden no se limita al reino de las cosas y que un muchacho ordenado no es solamente aquel que tiene su habitación arreglada y sus vestidos bien guardados, y que conserva sus libros en su lugar. Hágase notar que el orden tiene que ver con cada detalle de nuestra vida, nuestras costumbres y nuestras acciones. Hasta en nuestra vida moral el orden es más importante todavía que en nuestra vida material. Póngase especial atención en la vida de Daniel que se menciona en el cuaderno del alumno, ampliando los datos que se dan allí. Daniel es un tipo perfecto, de lo que significa una vida en armonía con Dios y vale la pena detenerse para considerar más detalles.
Es interesante seguir el orden con que Dios ha creado el mundo. Destáquese el plan de Dios puesto en obra, observando los detalles porque tienen mucho que enseñarnos acerca de nuestro tema.
Insístase en que cada muchacho haga todo lo que esté de su parte pidiendo la ayuda de Dios, para hacer un examen de conciencia cada día y enmendar algún defecto que esté rompiendo la armonía de su vida. Que el lema de cada muchacho sea éste: Nada en mi vida que desentone con la vida de Dios.
III EL MUCHACHO CRISTIANO RESPETA LAS LEYES
Las leyes se han desprestigiado por los hombres que las practican o interpretan. Hay que hacer entender a los muchachos los fines para los cuales las leyes fueron creadas y establecidas, y que nuestro deber como ciudadanos es obedecerlas. Cuando se desobedecen las leyes, se provoca la anarquía. Y la anarquía no es un estado deseable para ningún grupo ni para ninguna nación. Si tuviéramos libertad de hacer lo que nos viniera en gana de acuerdo simplemente con nuestras pasiones y deseos, los resultados más desastrosos no se harían esperar. No se puede vivir dentro de la anarquía. La confusión y el desorden no han sido engendradores de nada bueno. Discútase el problema de acuerdo con casos comunes y corrientes en la vida de los muchachos. Insístase en la diferencia que hay entre la ley y los hombres encargados de aplicarla; en la necesidad que existe de que haya hombres honrados, ciudadanos serios, responsables, justos, equilibrados, encargados de cumplir y hacer cumplir las leyes de nuestra nación. No sería malo que se discutieran por lo menos algunos artículos de la Constitución del país; que se hiciera un poquito de historia sobre las luchas de los hombres honrados para hacer de la Constitución una garantía para cada ciudadano; que se exhibieran las lacras de los hombres que no han estado a la altura de las leyes que juraron cumplir y hacer cumplir. En vista de que la violación de la ley es una tendencia muy general, hágase claro en la mente de los muchachos que todo aquel que viola las leyes no puede llevar una vida tranquila y en paz; que la prosperidad aparente que tiene no compensa sus inquietudes y sus miedos.
Puede surgir el problema de que hay leyes injustas; el maestro ha de mostrar habilidad para explicar que debemos echar mano de todos los medios lícitos para combatirlas y hacer que desaparezcan; pero que mientras eso no acontezca hemos de obedecerlas, no porque sean justas, sino porque de otra manera nos incapacitamos para reformarlas, corregirlas, o para hacerlas desaparecer.
No hay que desaprovechar esta oportunidad para hablar de la ley no escrita que llevamos y que nos señala deberes y responsabilidades que muchas de las leyes escritas de nuestro país no nos señalan; si somos fieles en guardar esta ley, será fácil cumplir con las otras leyes.
Discútase la actitud de Cristo en relación con las leyes romanas qué regían en su tiempo en la tierra en que nació. Creemos que comprendía que eran injustas y que la esclavitud no era humana, y que, por tanto, no debía existir entre los hombres; creemos que comprendía los sufrimientos de su pueblo; pero no encabezó una rebelión como era el deseo de sus seguidores; sino que dió una fórmula muy sencilla para el ciudadano de cualquier nación:
«Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios». El hasta pagó el tributo a César, porque el tributo era de César, pero jamás entregó lo que solamente pertenecía a Dios.
De las «Preguntas que nos interesan», désele especial atención a la última.
El Código de Honor será algo que despierte el entusiasmo de los muchachos; ponga el maestro también su entusiasmo para acrecentar el interés de sus alumnos.
IV EL MUCHACHO CRISTIANO SE RESPETA A SÍ MISMO
Hay un menosprecio tan marcado de la persona humana en la época nuestra, que acaban los hombres por menospreciarse a sí mismos y por no sentir respeto alguno hacia su persona. Se cometen contra la persona humana tales indignidades por parte de otros, que el hombre acaba por preguntarse si vale la pena que él conserve su propio respeto. Y es precisamente en esta hora cuando debemos urgir a los hombres a que salven su decoro y su dignidad. El muchacho que tiene y siente la dignidad de su persona, no se atreverá a cometer indignidad alguna contra sí mismo; no hará nada que la manche jamás. Tenemos que hacer sentir a nuestros muchachos la santidad que rodea a su persona. Tenemos que enseñarles a que se consideren a sí mismos como algo sagrado que no hay que tocar con cosas bajas. Tenemos que hacerles comprender que su persona representa para ellos lo más alto, (cuidando por supuesto de no caer en egocentrismo), a fin de que procuren mejorarse para poder servir mejor a los demás, que respetándose a sí mismos es como se llega a respetar a los demás.
El que tiene un concepto elevado de sí en el buen sentido de la palabra, sabe tener un concepto elevado de los otros, las consideraciones que busca para sí, las buscará para los demás. En ninguna otra parte la Regla de Oro tiene un sentido tan real como aquí: «De manera que todo lo que quisiérais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos». [Mateo 7:12]
Ahóndese en la vida de José. Este muchacho hebreo ni en su calidad de esclavo dejó de sentir un profundo respeto por sí mismo. Hágase ver a los alumnos que aun en las condiciones más miserables y más desesperadas, y en los ambientes más comprometidos, se puede guardar a salvo el respeto por sí mismo.
La figura del apóstol Pablo comparando a nuestro cuerpo como un templo, es una de las más bellas y más acertadas. Sáquese el mejor partido posible de esta comparación.
En «Las preguntas que nos interesan» póngase especial atención a la número 2, y dedíquesele el tiempo necesario para discutirla; es de capital importancia. Como remate de tal discusión; formúlese la campaña que se menciona al final.
V EL MUCHACHO CRISTIANO, EJEMPLO DE ALTA MORALIDAD
Este tema viene a servir de complemento necesario al anterior; ambos van muy íntimamente relacionados; aquí mencionaremos lo que dejamos de mencionar en el otro.
En nuestros días se vive en medio de ideas peligrosas y tenemos que acostumbrar a nuestros muchachos a vivir en medio del peligro a fin de que no sean sorprendidos. Tenemos que enseñarles a vivir peligrosamente en el amplio y profundo sentido de esta frase. Hemos de decirles que no es echándose en brazos del peligro como se debe vivir, sino combatiéndolo.
Ahora que hay quienes sostienen que ya resultan anticuadas las leyes morales, hemos de afirmar en la conciencia de nuestros muchachos que la ley moral de la vida no tiene épocas, que es siempre actual y que jamás pasa de moda. Hemos de insistir en que las vidas limpias y puras son siempre las mejores aunque no son siempre las mejor comprendidas. Asimismo, insistamos en que es un signo de alta hombría ser diferente por la pureza de vida, en medio de multitudes que llevan pasiones desbocadas y desenfrenos sin límites.
Hay que combatir la idea de que los signos de hombría en el muchacho son el cigarro que humea entre sus labios, las maldiciones que salen de su boca, la cerveza con que se envenena, o la entrada a las casas de prostitución. La lección que, nos ocupa es oportunidad magnífica para recalcar estas cosas y para multiplicar los ejemplos de vidas viriles cuya fuerza de hombría radicó en su pureza, en su ejemplo de alta moralidad.
Insístase en que son los primeros años de la vida los que han de decidir la felicidad o la desgracia de los años postreros. Es en los primeros años cuando las oportunidades se multiplican mientras que en los años postreros hay una oportunidad contra mil, para enmendar los errores de la juventud. Si la vejez ha de ser viril, es a condición de que la juventud lo sea; si la vejez ha de ser sin remordimientos, es a condición de que la juventud sea vivida en limpieza y santidad. Minuto que se vive limpiamente es minuto que guarda satisfacciones para el porvenir.
Contrástense las dos actitudes de los dos hombres que se despiden de este mundo y que vienen citadas en el cuaderno del alumno; la actitud del médico famoso, y la actitud del más famoso todavía Walter Scott.
Explíquese de una manera detallada por qué Jesús no estuvo conforme con la vida del joven rico, por qué le exigió una más alta moralidad y en qué consistía ésta.
Hágase aprender de memoria el Salmo I, a todos aquellos alumnos que no lo sepan, y coméntese en la mejor forma a su alcance para encariñar a los muchachos con su contenido.
Exhíbase la vida de los primeros cristianos como lo que fué: una vida heroica de santidad en medio de un mundo pagano y corrompido.
La pregunta número 3 del cuaderno del alumno en «Preguntas que nos interesan» es demasiado importante como para dejarla pasar inadvertida.
Por último, déjese la impresión de que es menester ayudar a otros a mejorar sus vidas, y que cada muchacho tome la resolución de trabajar con alguno de sus compañeros para conseguir tal fin.
VI EL MUCHACHO CRISTIANO, EJEMPLO DE CABALLEROSIDAD
Se dice que en los tiempos de la caballería, llegó a prostituirse tanto el término de «caballero», que aun gente de baja ralea y de peores costumbres se cruzaba en los caminos haciéndose pasar por caballeros y reclamando el trato de los tales. Entonces el saludo de los caballeros tuvo que cambiarse a esta expresión: «Caballero, si lo sois».
La caballerosidad es algo que debemos resucitar porque se ha muerto; mejor dicho, es algo que debemos despertar porque va dormida. Alguien ha expresado que cada uno de nosotros lleva en el corazón un caballero dormido. Esto es cierto; pero debemos admitir que un caballero dormido no sirve para gran cosa. El caballero, ha de estar de pie y de vigilia; ha de tener mente bien despierta y brazo siempre ágil; no ha de estar echado; ha de ir de camino; ha de estar activo. Su presencia se impone en todas partes, porque un caballero no sale sobrando en ninguna.
Digamos a nuestros muchachos que nunca dejen dormir al caballero que va en ellos; que no le permitan que se eche a roncar; que lo insten a estar de vigilia y a ir de camino siempre; que no le permitan bostezar siquiera, porque cuando el caballero comienza a bostezar es señal mala: del bostezo al sueño hay apenas un paso muy corto.
De entre todos los hombres, el discípulo de Cristo es el más obligado a comportarse en todo tiempo y bajo cualquiera circunstancia como un caballero; y no como cualquier caballero, sino como caballero que es de Cristo; es decir, como caballero cristiano que lleva en sus escudos la marca de la cruz.
De nuevo nos encontramos en terreno de pureza; tenía razón Sir Galahad, el del Corazón Puro, el caballero que llenaba los caminos con este canto: «Cual diez hombres tengo fuerza, pues mi corazón es puro». Digamos a nuestros muchachos que aquí están los cimientos del verdadero caballero, y que otros cimientos cualquiera no resisten.
Es interesante fijarse en las cualidades que Smiles asigna a los caballeros; llámese la atención de los muchachos hacia ellas y pídaseles su opinión.
Dígaseles que la caballerosidad no es cuestión de frac ni de sedas, ni es cuestión de terciopelos, o de joyas, ni cuestión de palacios. Que el caballero, el que lo es, puede encontrarse en los palacios de las ciudades o en los suburbios; en las universidades o en las cabañas; puede ir vestido de frac impecable, o como el labriego de Roberto Burns, con levitón desmesurado, con gorro estrafalario y con tremendas botas con clavos. Que el caballero, como dijera el general francés, es siempre caballero.
Discútase la actitud de David hacia el rey Saúl. ¿Fué caballeresca? ¿Por qué?
No se pase por alto el descubrir alguna escena típica de la vida de Cristo en que revele claramente a los ojos de los muchachos su caballerosidad. Por supuesto, hemos de presentar delante de nuestros alumnos la figura de Cristo como el Caballero modelo tras del cual hemos de formar como ejército de caballeros que se echan al camino a la conquista de los ideales más altos de la vida.
Los muchachos intermedios formados en «Legión de Caballeros Cristianos», debe ser el resultado de esta lección.
VII EL MUCHACHO CRISTIANO, EJEMPLO DE HONRADEZ
La honradez siempre ha sido un estorbo para los salteadores de caminos y para los ladrones de toda categoría; la honradez será siempre un estorbo para los vividores que son hombres que se venden. Pero la honradez no será jamás un estorbo para los hombres honrados, por más que se vean siempre precisados a luchar enérgicamente con los pícaros, y obtener siempre las menores ventajas materiales. Sin embargo, el éxito de un hombre no se mide en términos de su prosperidad material. Ni hay que considerar al hombre que no tiene palacios como un fracasado. La paz de la conciencia no se compra con caudales, y la satisfacción de la vida honrada es algo que no conocen los muchos que se han enriquecido a base de desvergüenza y falta de honradez.
Es el propósito de esta lección que nuestros alumnos se lleven la convicción arraigada en el fondo del alma, que vale la pena ser honrados; pero que al mismo tiempo sepan que el sendero de la honradez es sendero escabroso; mas no por escabroso, inaccesible. El cristianismo ha sido hecho para muchachos atrevidos, y los atrevidos nunca han escogido los senderos fáciles. El camino honrado es un reto que debemos recoger porque somos discípulos de Aquel que lo transitó primero centímetro a centímetro. Menciónense las tentaciones de Jesús, destacando el hecho de que Jesús rechazó el sendero fácil, y que no vendió sus convicciones. Jesús no se dejó comprar.
Los hombres honrados estiman su honradez como lo de mayor valor para su vida; ni el poder ni las riquezas representan valores mayores. Pónganse en contraste las actitudes de Foción y Marvell, hombres que no pudieron ser comprados, con la actitud de Demóstenes que demasiado tarde supo el valor de la honradez que había vendido.
Los casos de la Biblia están llenos de sugestivas enseñanzas que no debemos dejar que pasen inadvertidas; hágase notar que los frutos de la falta de honradez no se hacen esperar por mucho tiempo, y que si tardan, al final no dejan de llegar.
Hay muchas maneras en que un hombre deja de ser honrado, y es esta parte de la lección la que debe tener un interés especial para alumnos y maestro. Dedíquese todo el tiempo que sea necesario para la discusión a fin de que los alumnos entiendan perfectamente que no son solamente los salteadores de caminos, de bancos, o de las casas, los deshonestos; sino que descubran que en la vida hay muchas maneras de dejar de ser honrado, y que muchos pasan por honrados sin realmente serlo.
Hemos de cuidar de ser honrados hasta en los más pequeños actos de nuestra vida, porque el que no es fiel en lo poco, tampoco podrá serlo en lo mucho. ¿En cuántas formas puede un muchacho cristiano mostrar su honradez? Aquí está una pregunta que interesa y que los muchachos deben responder.
VIII EL MUCHACHO CRISTIANO, EJEMPLO DE VALOR CIVIL
Los muchachos se han adueñado del mundo. El poder militar extiende sus dominios por la tie-rra. Las grandes dictaduras tienen al frente a soldados que imponen su voluntad y su disciplina a pueblos enteros. Las medallas cuelgan del pecho de los héroes-soldados. No se reconoce otra clase de valor, que no sea el valor militar exhibido en los campos de batalla. Se honra al hombre que mata y se deja matar. Hemos padecido este concepto del valor por siglos enteros, y es tiempo de hacer conciencia sobre otra clase de valor que no por silencioso y recatado ha dejado de fijar una ruta heroica a través de los tiempos, y ha llenado los caminos del mundo con sus hechos gloriosos marcados de sacrificios.
Las preguntas que vienen bajo el encabezamiento de «Discusión del Problema» nos llevan a considerar con nuestros alumnos si la apreciación de la humanidad considerando como héroes exclusivamente a los que se baten en los campos de batalla, ha sido justa; nos llevan, en otras palabras, a la revisión de valores, y tenemos que entrar en el terreno de esa revisión con absoluta franqueza y en términos de absoluta claridad. En una época en que el humo de la pólvora nos opaca la visión y en que el resplandor de las hogueras causadas por las bombas incendiarias nos ciega, hemos de tener el valor suficiente de fijar nuestras posiciones y de expresar nuestro sentir cristiano. La admiración por los héroes militares ha de ceder paso a la admiración por los héroes silenciosos que han trabajado y siguen trabajando por el bien de todos los hombres. El valor de los civiles ha de ser exaltado y ha de ser estimulado, porque se hace necesario en estos tiempos en que por falta de valor civil los hombres se arrebañan.
Los hombres y las mujeres que no han callado sus convicciones delante de tiranos ni de inquisidores, deben ser motivo de inspiración para la vida de nuestros muchachos. Estimulemos esta clase de valor que tanta falta nos hace, ya que por cobardía moral los hombres encaramados en el poder abusan de los pueblos y los explotan. Los cristianos de los primeros siglos nos dieron ejemplo de un gran valor civil. Las águilas romanas orgullosas y altaneras no pudieron romper la fibra moral de aquellos hombres y mujeres. Los cristianos de estos tiempos necesitamos de una fibra moral semejante, porque las circunstancias lo demandan. No hemos de callar nuestras convicciones por cobardía moral, porque es lamentable que un hombre rudo como Pedro, niegue que conoce a Jesús delante de una muchacha.
No es la actitud de este Pedro la que nos conviene, sino la actitud del otro Pedro, el que juntamente con Juan delante del Sanedrín que les conminara a no seguir predicando, hubo de contestar valientemente: «Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres».
El maestro ha de hablar con pasión de estos ejemplos vivos de valor civil que encontramos en nuestra Biblia, hasta llegar a la figura de Cristo entregándose a los alguaciles, y salvando a sus discípulos. Actitud heroica que culmina en la cruz y para nosotros, constituye un llamado.
Todas las preguntas que vienen al final merecen consideración; no se descuide ninguna de ellas. La lección ha de terminar inculcando el propósito inquebrantable de ser campeones desde el punto de vista cristiano en cualquiera situación y circunstancia.
Continúense aplicando estas lecciones a la práctica de la «Legión».
IX EL MUCHACHO CRISTIANO, EJEMPLO DE HABITOS HIGIENICOS, DE INSTRUCCIÓN Y DE CULTURA
El hombre de hábitos higiénicos vive más. Cuidar nuestro cuerpo es algo que tenemos que aprender y algo que tenemos que enseñar. El hombre en perfectas condiciones de salud es quien puede rendir el mejor servicio y es quien puede entregarse a tareas que exigen energía, esfuerzo y valor. Los ciudadanos del reino de Dios han de ser vigorosos, por cuanto las tareas del Reino son tareas enérgicas y rudas. Si hemos de dar el mejor servicio, —y darlo debemos—, necesitamos estar en condiciones para ello. Somos templos de Dios; ya lo dijo San Pablo. La condición primera de un templo es la limpieza. No preparemos para Dios una casa en ruinas llena de escombros, sino un templo verdadero, resplandeciente de limpieza. Para tal objeto hemos menester cultivar en nuestra vida hábitos higiénicos.
La higiene se mete no solamente donde el cuerpo, sino donde la mente. De aquí, que debamos preocuparnos no solamente por asear y vigorizar nuestros cuerpos, sino también de higienizar nuestras mentes. Un cuerpo sano y limpio con mente sucia no conviene, como no conviene una mente sana y limpia en un cuerpo sucio. Así también hemos de dejar que la higiene se meta en la vida espiritual a fin de crecer y fortalecernos «en estatura, en gracia y en sabiduría delante de Dios y delante de los hombres» [Lucas 2:52] a la manera de Cristo.
Se puede concebir al hombre que no se preocupa por saber algo antes de aceptar en su vida el Evangelio, pero no se le puede concebir así una vez hecho cristiano. El cristiano por humilde que sea siente la inquietud del saber.
El cristiano no se conforma con lo que sabe, siempre quiere saber más, no detiene su cultivo, sino que al contrario lo aumenta. Son los hombres mejor instruidos y más cultos los que tienen mayores oportunidades para servir mejor; de ahí que instemos a nuestros muchachos a ser ejemplos de hábitos de higiene por un lado, y de instrucción y cultura por el otro. Ellos necesitan servir; y para el mejor servicio una mejor preparación, y un cultivo más eficiente, pueden ser factores positivos.
Hemos de destacar el hecho de que la ciencia puesta al servicio del bien es una bendición, pero que puesta al servicio del mal es trágica maldición. Los cristianos estamos obligados a poner nuestra ciencia al servicio del bien porque hemos sido comisionados para ser sal y para ser luz, como quien dice para ser bendición. Aquí entra bien la fábula de Kirof, sáquele el maestro todo el partido posible.
¿Tiene el Evangelio que ver solamente con nuestra vida espiritual? Aquí está una pregunta que sirve para entrar en la consideración de la primera pregunta del cuaderno del alumno.
Lo que sugiere como cosa práctica que llevar a cabo es algo perfectamente realizable, y seguramente los muchachos tendrán mucho interés en hacer su parte.
X EL MUCHACHO CRISTIANO DISPUESTO A SERVIR SIEMPRE
Aquí pisamos terreno escabroso por cuanto servir ha significado descender, desempeñar tareas de siervos, de esclavos. El concepto del servicio anda por los suelos y se están creyendo las gentes que el que sirve se deshonra. Para valer algo hay que tener a quien mandar. De aquí que todos eludan el servicio, buscando, en cambio, ser servidos. Pero tenemos que redimir este concepto del servicio y rescatarlo de la gente que lo trae por los suelos, y colocarlo en el lugar verdadero que le corresponde. Hemos de comenzar una lucha para meter en las entendederas de la gente el concepto de que la verdadera grandeza reside en el servicio. El concepto pagano es del otro modo, pero el concepto cristiano es mejor y merece que predomine.
Nuestra gente cristiana a veces se olvida que una de las leyes más importantes del Reino es la ley del servicio. Se hace fuerza recordárselo, a fin de que como ciudadanos del Reino y ciudadanos de su nación se hallen preparados y dispuestos a servir siempre.
Esa vida de Kágawa es una noble inspiración. A Kágawa le cae bien el nombre de Caballero del Servicio y merece ser tomado como ejemplo y como inspiración. Hay un himno muy hermoso que se titula: «Caballeros del Servicio» que estaría bien que los muchachos aprendieran. Aquí va la letra:
Hace siglos en hueste audaz
La pradera los vió partir,
Caballeros que en noble afán
Tras la gloria quisieron ir.
Paladines de heróico ideal
Van a luchar, van a servir,
Y tremolan bajo el azul
Sus pendones en brava lid.
Cristo llama en su derredor
Caballeros que con lealtad
Luchan llenos de fe y valor
Por el bien y por la verdad.
Paladines de heróico ideal
Vamos con El, a combatir,
Y tremole nuestro pendón
De servicio en la diaria lid.
E. Olvera.
Descríbase la impresionante escena de la última Pascua del Señor con sus discípulos, cuando Jesús se ciñe la toalla y comienza a lavarles los pies. Las palabras de Cristo después de acto tan simbólico son de un profundo significado.
El servicio lleva las marcas de la grandeza. Así dijo Jesús. ¿Por qué? Es de mucho provecho que hagamos consideraciones y meditemos sobre tal afirmación de nuestro Señor y Maestro.
«No para ser servido, sino para servir». Con este lema por delante, éntrese a la discusión de qué clase de servicio podemos hacer, especialmente en la Legión.
XI EL MUCHACHO CRISTIANO PRESTA SU COOPERACION EN TODA NOBLE EMPRESA.
La cooperación anda escasa aun en círculos cristianos, y es lamentable que ello ocurra en esta hora, porque ésta no es hora de aislamiento ni tiempo en que cada cual se eche solo al camino. Esta hora demanda cohesión, cooperación. Las fuerzas del mal han juntado sus hilos y se han vuelto cable grueso y macizo, como que saben que en esta forma los hilos no se rompen como quiera. Mientras tanto, nosotros nos jactamos de la fuerza de nuestros hilos separados, no obstante saber, que los hilos que no unen su fuerza a otros hilos, están condenados a romperse fácilmente. Es nuestra vanidad de hombres la que nos impide acercarnos y trabajar juntos en la empresa que nos es común. En terreno de Cristo hemos de quitarnos las sandalias, hemos de entrar encorvados dejando la vanidad al otro lado del camino. Y hemos de entrelazar brazos, mentes y corazones para realizar la enorme tarea del Reino de Dios. Así lo quiere Cristo, y así lo pide con pasión desbordante en su última plegaria: «Que todos sean uno, Padre, como tú y yo somos uno». [Juan 17:11] No es aventurado decir que el secreto de la obra de Jesús reside en esa estrecha cooperación que mantuvo con su Padre. Ni un solo momento se desconectó de El.
Digamos a los alumnos que necesitamos de los demás; que ya no podemos ir a enclavar nuestro castillo en la montaña y cercarlo de fosos. Que nuestra fuerza para que valga, ha de ir asociada con fuerzas de otros que tienen asignada la misma tarea y a quienes les ha sido confiada la misma responsabilidad. Las fuerzas del mal han formado un ejército bárbaro y formidable por la cohesión que tiene. Estamos en la obligación de hacerles frente. Pero sería temerario ir a su encuentro con un ejército dividido. Hay que ir perfectamente unificados y organizados.
Hemos de cooperar no solamente con los nuestros, con los de nuestra fe, sino con todos aquellos que luchan por el bien y llevan adelante empresas nobles. Allí donde se luche y se trabaje por el bien del mundo, allí debe estar nuestro esfuerzo y nuestra cooperación.
La no cooperación en el Reino de Dios, es traición a los principios de Cristo; los ciudadanos del Reino saben cooperar con desinterés y con nobleza.
Los parientes de Samuel Gompers como el que aparece en la narración que él mismo nos hace y que insertamos en el Cuaderno del Alumno, abundan por desgracia en todas partes, y contra tal actitud hemos de trabajar aunque en la empresa tengamos que sufrir la injusticia de un castigo.
Con las palabras de Carlos Wagner hemos de condenar el espíritu de partido y hemos de precaver a nuestros alumnos de él. El espíritu de partido es egoísta y por egoísta anti-cristiano.
Tenderse las manos por encima de las tapias, tal ha de ser nuestra determinación y la de nuestros alumnos. Que la nueva generación sea más comprensiva de estas cosas.
El exclusivismo retarda la obra. Póngase en contraste el espíritu del apóstol Pablo con el espíritu del apóstol Pedro antes de su visión.
Discútase como final de lección la forma en que los muchachos pueden cooperar con muchachos de otra denominación; la forma en que pueden cooperar entre sí, y la forma en que pueden cooperar en otras nobles empresas fuera de la Iglesia. ¿Qué parte les toca en la Campaña Antialcohólica, en la de Alfabetización, en la de Higiene? ¿Qué cosa concreta po-demos hacer para que el grupo como tal se acerque a otras denominaciones?
XII EL MUCHACHO CRISTIANO, DEFENSOR DE LA LIBERTAD, DE LA JUSTICIA Y DE LA VERDAD
La libertad está en aguda crisis; los detentadores de la libertad humana se enseñorean de las naciones y extienden sus dominios por todos los rincones de la tierra. El totalitarismo es hierba mala que ha crecido en el predio del mundo. Los campos de concentración, las prisiones y el patíbulo son cementerios donde se pretende enterrar a los hombres que todavía se atreven a levantar grito de combate contra los tiranos. Necesitamos encender en medio de la noche que vivimos antorchas de libertad, de justicia y de verdad; necesitamos multiplicar a los campeones de las libertades humanas porque es su grito y su mensaje el que ha de salvarnos de la tragedia definitiva; mientras haya uno de ellos, todavía hay esperanza; pero necesitamos que sea más de uno, que sean muchos, para que su grito se vuelva coro de voces varoniles y vigorosas que haga temblar a los tiranos.
Nuestros muchachos deben ser educados dentro de ideales de libertad, de justicia y de verdad; precisamente porque carecemos de ellos en esta hora sombría, es por lo que necesitamos incendiar el alma de nuestros muchachos con tales ideales. Debemos enseñarlos a amar la libertad porque la esclavitud de cualquier orden es anti-humana; debemos enseñarlos a amar la justicia porque toda injusticia es abominable; debemos enseñarlos a amar la verdad porque los hipócritas son despreciables, y para los tales, Jesús tuvo severas palabras de condenación.
Por cada muchacho que sepa vivir ideales de libertad, justicia y verdad, se enciende una esperanza para el futuro; tenemos confianza en que los muchachos educados en tales ideales sabrán hacer de nuestro mundo un mundo mejor
La mentira es cosa común entre los muchachos; no recogen sino la herencia de los mayores; pero Cristo se rebela contra tal herencia y viene invitándonos a enamorarnos de la verdad; hagamos con la ayuda de Dios de cada uno de nuestros alumnos, un enamorado de la verdad, que pueda exclamar como el republicano Juan Pym: «Mejor quiero sufrir por la verdad, antes que hacer sufrir a la verdad con mi silencio».
Jesús nos enseñó el camino. No hay sobre la faz de la tierra luchador más grande por ideales más altos. El fué el que nos enseñó a amar la libertad. El Evangelio, es liberador. El fué quien nos enseñó a luchar por la justicia y a tener una justicia más elevada y de mayores alcances que la justicia de los escribas y de los fariseos, que era justicia corrompida y falsificada. El fué el que nos enseñó a amar la verdad, porque El mismo es la Verdad.
Estúdiese con detenimiento el juicio de Jesús y hágase notar cómo se comporta El, con qué dignidad, con qué varonilidad; ¡cómo defiende sus ideales hasta el fin!
Los cristianos no saben transar con las injusticias, sino por el contrario, las denuncian. Pablo, el de Tarso, nos puso ejemplo.
Las preguntas con que terminamos esta lección, van directamente a la conciencia cristiana de los muchachos; son como marcas de fuego que han de imprimirse en su corazón, por eso debe dárseles la importancia que merecen y la discusión que necesitan.