“Para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”. 1 Timoteo 3:15
Significa algo ser miembro de la iglesia. Y debería significar más. Lo que significa es visto cuando consideramos cuál es el objetivo de una iglesia. ¿Para qué existe una iglesia? No es un club social. No es un Logia de un orden benevolente. No se pretende para cualquier grado especial de la sociedad en la que solo “nuestro tipo de gente” debe ser admitido. Una iglesia de Jesucristo existe por dos propósitos: ganar almas para Cristo y edificar a los cristianos en su vida espiritual. A estos dos objetivos cada miembro de la iglesia es muy solemnemente comprometido; tal como todo soldado es comprometido con la causa por la que se encuentra el ejército organizado. Muchos miembros de la iglesia, como Saúl, están “escondidos entre las cosas”, y no muestran indicios de que sientan algún tipo de obligación de promocionar ninguno de los dos grandes objetivos para las cuales existen las iglesias.
Según el Nuevo Testamento, sólo aquellos que han sido regenerados por el Espíritu Santo deben ser miembro de las iglesias locales. Una razón por la ineficiencia de tantas iglesias es que no se ha ejercido el debido cuidado en asegurar que los aspirantes a la membresía de la iglesia dan evidencia de haber experimentado un cambio de corazón, y así vienen muchos a las iglesias que nunca se han arrepentido verdaderamente. El bautismo significa que la persona bautizada ya ha pasado de la muerte a la vida, está muerto al pecado y resucitado para andar en nueva vida. Se ha enlistado como soldado de Jesucristo, y ha entrado en la viña del Señor para servir. Si no quisiste decir esto cuando fuistes bautizado, entonces tu bautismo fue una farsa. En esto no hay una obligación que recae sobre un miembro que no aplica igualmente sobre todos los demás. Todos deben ser obreros activos.
Al llevar acabo la obra de una iglesia, se debe mantener la predicación del evangelio, y cada miembro debe apoyarlo con cordialidad y energía. Se deben suplir para sus edificios, y deben ser mantenidas en reparación, y cada miembro tiene la obligación de ver que esta necesidad de su iglesia se suministre lo mejor posible. Las reuniones de adoración deben ser mantenidas, y cada miembro debe apoyarlas por su presencia, y en cada forma correcta.
La gran calificación esencial para el servicio de la iglesia es el amor. Si realmente amas a tu iglesia, podrás darle el apoyo adecuado. Si amamos la iglesia, amaremos su trabajo. Una iglesia es la morada del amor. En eso el amor de Dios se manifiesta, y allí los cristianos se aman el uno al otro. Ningún deber se cumple con más énfasis en las Escrituras que este gran deber de amar, y ningún servicio puede ser aceptable a Dios que no está permeado por el amor. Los cristianos deben amarse unos a otros, y especialmente es cierto de quienes pertenecen a la misma iglesia. ¿Dices que algunos miembros de la iglesia son desagradables? Sí, pero no debes amarles menos. El mandato es “amad a vuestros enemigos” (Lucas 6:27) y mucho más cuando son “de la familia de la fe” (Gal. 6:10). Ha sido bien dicho: “Dios ama a todos, pero admira a pocos”. Usted no está obligado a admirar a los hermanos, aunque debemos ser amables en formar nuestras opiniones de ellos. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn. 13:35). Este amor se manifestará:
1. En cortesía. Buscarás conocer los miembros de la iglesia, para que puedas aprender formas de hacerte útil para ellos. Debes saludarlos como hermanos en Cristo, e interesarte por su crecimiento en la gracia. Debes saludarles en el espíritu de Cristo, y manifestarles de muchas maneras tu interés en su bienestar.
2. En simpatía. Sus tristezas te entristecerán, y sus alegrías te alegrarán. “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Rom. 12:15). Dos niños una vez parecían muy felices cuando se sentaron juntos, y cuando una dama preguntó por la causa, uno de ellos dijo: “Vi a Jaime sentado aquí muy triste, y pensé que trataría de alegrarlo, y en el proceso de alegrar a Jaime, me alegré de haberle alegrado”. Este es siempre el camino apropiado. Mira a tu alrededor, y encuentra a los Jaimes y Marías, y hazlos felices para que tú lo seas también. No hay trabajo más feliz que buscar elevar corazones decaídos a la esperanza y a la gloria.
3. En ayuda. Cooperarás con otros miembros en los esfuerzos por hacer el bien. Ningún miembro tiene derecho a rechazar servir porque otros se niegan. De hecho, el rechazo de los demás pone sobre ti la mayor obligación; no sea el servicio a otros se desatienda y la causa de Cristo sufra. Debes ayudar al pastor, y lejos de imponerle exigencias, debes hacer todo lo que puedas para aligerar las exigencias de los demás. Si se toma todo su tiempo y energía cuidando a los miembros, él no puede hacer nada en el gran mundo exterior. Cuida de no causarle trabajo extra innecesario, y que le ayudes con los que necesitan su atención personal. Ayuda a los diáconos. Familiarícese con su trabajo, y ayúdales en el importante servicio al que los has llamado. Ayuda al tesorero. No lo hagas preocuparse por obligaciones financiaras desatendidas. ¿Le ayudas para que las finanzas de la iglesia se puedan mantener en una condición saludable? Ayuda a los comités, al superintendente de escuela dominical, y todos los que están tratando de hacer el bien. Estos hermanos mencionados, ocupan estas posiciones porque tú los escogiste y los llamaste con tu voto, y tienen el derecho de esperar tu ayuda en el trabajo al que los has llamado. Tu pastor, tus diáconos, tu tesorero, tu superintendente de escuela dominical, etc., no se ofrecieron voluntariamente a ocupar sus respectivas posiciones sin ayuda. Tú seleccionaste a ellos y los llamaste al servicio, y es cruel de ti no cooperar con ellos. Desearía que cada uno de ustedes solemnemente se haga estas preguntas:
¿Cuántos miembros como yo haría falta para que una iglesia sea eficiente? ¿Qué clase de congregación tendríamos, qué tipo de reunión de oración, de escuela dominical, cuánto se recaudaría para el apoyo de la iglesia, para las misiones, para la benevolencia, y cuántas almas serían salvas si el resto de los miembros fueran tal como yo? Medite en estas preguntas en tu propio corazón, en el temor de Dios, y obtendrás puntos de vista más claros del deber. Tendrás que dar cuenta en el tribunal de Cristo por la clase de miembro de la iglesia que has sido.
Ser útil te ayudará mucho en tu amor hacia los hermanos y la iglesia. Nosotros siempre amamos más a aquellos a quienes prestamos servicio en lugar de aquellos que nos sirven a nosotros. Tu amas más aquellos a quienes habéis hecho muchos más favores que los que te han hecho favores a ti. ¿Alguna vez haz conocido a un hombre que ama al amigo quien ha pagado una deuda de seguridad por él? No hay forma más segura de hacer un enemigo de por vida que convertirse en fianza para un amigo y luego pagar la deuda. Dios, conociendo a la debilidad de la naturaleza humana, ha ordenado que hagamos bien a otros para que podamos amarlos. No pienses de lo que la iglesia o los hermanos podrían hacer por ti, sino más bien considere lo que puedes hacer por ellos; entonces, y solo entonces, los amarás correctamente.
Hay tres clases de apoyo que cada miembro está obligado a dar a la iglesia de la que es miembro:
1. En lo mental. Él debe buscar aumentar en todas las formas correctas la influencia de la iglesia. Él debe pensar en la iglesia y en su obra, e incluso soñar con ello. Un hombre de negocios prominente, que había comenzado pobre y logró prosperar abundantemente, se le preguntó cómo logró su éxito. Él respondió que se llevó su negocio a la cama y soñaba con ello. ¡Ah! Si yo sólo pudiera poner a los miembros de esta gran iglesia a soñar sobre ella, qué gran avivamiento tendríamos. Dé a la iglesia tus mejores pensamientos. Nada necesita más de tu sabiduría que el servicio de los extremos más altos, y el extremo más alto es el servicio a Dios. En ninguna parte hace falta más sabiduría que en ganar almas, y en ninguna parte se demuestra mejor.
Estudia la naturaleza humana para que puedas aprender cómo llamar la atención de la gente en general, y estudia individuos para que puedas saber mejor como alcanzarlos. Esto se debe hacer tanto fuera y dentro de la iglesia. Afuera para que pecadores puedan ser ganados para Cristo, y adentro para que el carácter de los cristianos pueda ser edificado.
Estudia las doctrinas de tu iglesia para que puedas estar “preparado para presentar defensa” de tu fe, y para que puedas enseñar a otros. Si nuestras doctrinas son verdaderas, vale la pena estudiar y abogar por ellas. Otros que sostienen creencias diferentes no defenderán nuestras doctrinas. Puedes estar seguro, por lo tanto, que su defensa depende de nosotros; y si fallamos, lo que creemos que es la verdad perecerá de la tierra. Si los que creen el error lo defienden, mientras que los que creen la verdad no la defienden, entonces la verdad perecerá, y el error prevalecerá. La gente puede ser convencida al oír tu defensa de las doctrinas correctas de tu iglesia.
2. En apoyo financiero. Cada miembro está bajo la obligación de contribuir al apoyo financiero de la iglesia. Disfrutamos de los sacrificios que otros hicieron para erigir esta casa de culto. ¿Cuántos de ustedes contribuyeron algo para construir este lugar? Es lo menos que podemos hacer para cuidarlo y mantenerlo para el propósito por el que se edificó. ¿Dices que has sacrificado para construir iglesias en otros lugares? Entonces el mismo argumento se aplica aquí. Cuesta mantener la adoración pública y llevar acabo la obra de la iglesia, y nadie tiene ningún derecho a reclamar exención más que otros. Todos los demás tienen tanto derecho a negarse a contribuir como tú lo tienes. Si te niegas a contribuir a lo que cuesta dinero a otras personas y que sirve para tu beneficio, así como el de ellos, o si no contribuyes tu proporción justa, te haces a ti mismo en ese sentido un objeto de caridad. Tienes tanto derecho a exigir que otros te alimenten y te vistan tanto como deben pagar de su dinero para proporcionarte los privilegios de la iglesia, mientras te niegas a aportar tu proporción. Qué vergüenza el miembro de la iglesia que se niega a asumir su parte, según su capacidad, en la provisión de los gastos de la iglesia. ¿Eres en algún sentido un objeto de caridad?
Todos deben estar dispuestos a dar. Es un privilegio y debería ser un placer. La Biblia tiene tantas promesas para los dadores, “Dios ama al dador alegre”, (2 Cor. 9:7) “El alma generosa será prosperada”, (Prov. 11:25) “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:35). Jesús se sentó “delante del arca de la ofrenda” y miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca, y su vista está en todos nosotros para ver cómo damos. Lo qué no cuesta nada es poco valorado. La razón por qué muchos de nuestros miembros se preocupan tan poco por la iglesia es porque dan muy poco. Si contribuirían generosamente, amarían más a la iglesia. El dar es voluntario, no para que se pueda evitar, sino para que se pueda hacer libremente y de un amor por Cristo. En lugar de ver cuán poco podemos dar, nuestro objetivo debe ser dar todo lo posible de parte nuestra, y así seremos más felices. Es un honor que se nos pida dar a una causa tan noble, y sin embargo hay personas tan ignorantes como para ofenderse cuando se le pide dar a esta buena causa. Si la causa presentada no tiene reclamos sobre ti, tienes derecho a no dar, pero nunca deberías ofenderte cuando se pide una contribución. Un dicho favorito de Juan Wesley es el siguiente: “Obtén todo lo que puedas, guarda todo lo que puedas, dé todo lo que puedas”.
3. En apoyo espiritual. El hecho de dar apoyo espiritual es la principal obligación de un miembro a su iglesia, y cuando este deber se lleva acabo fielmente, incluye todo lo demás. Cada miembro debe orar por el pastor, los diáconos, el tesorero, el superintendente de la escuela dominical, y otros en posiciones de responsabilidad. Todos estos ocupan sus respectivas posiciones por voto de la iglesia, y tienen el derecho a esperar de la cooperación cordial de todos los miembros. Ore por ellos. Ore por los miembros de la iglesia también. Solo entonces podrás amarlos como debes amar a tus hermanos.
Obre para guiar a los pecadores al arrepentimiento. “¿Puedes vender bienes?”, le preguntó un comerciante a un hombre joven quien solicitaba trabajo como vendedor. “Sí”, contestó, “puedo vender a los que desean comprar”. “Cualquier tonto puede hacer eso”, respondió el comerciante; “Queremos vendedores que puedan vender a aquellos que no desean comprar”. Es fácil explicar el evangelio a una persona seriamente interesada, pero tenemos que lidiar con los descuidados e impenitentes, los pecadores que no desean el evangelio. Debemos ir por las sendas y los caminos y traerlos a Cristo. También debemos ir tras las ovejas errantes que se han extraviado. Nuestro Señor y sus apóstoles no se sentaron y esperaron a que venga la gente. Está escrito, “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas”, (Ecl. 9:10) no lo que otra persona encuentra para ti. No debes esperar por el trabajo, sino extender tus manos y hacer “la cosa siguiente”.
¿Crees que puedes hacer poco, y te da vergüenza hacer eso? Si hay poco que usted puede hacer, tanto menos la razón de descuidarlo. ¿Estás avergonzado de hacer tu deber? Deberías avergonzarte de descuidarlo. La acción es necesaria—vigorosa y abundante. El cristianismo que es mero sentimiento no transforma carácter, y luego se evapora. Y deberíamos estar dispuestos a hacer “lo que te viniere a la mano para hacer”. El amor no es elección de servicio. Si no estás calificado, ve a trabajar de una vez y califica. Ningún soldado es un veterano sin ejercicio y experiencia. Aguantando nunca calificarás. Y la mejor manera de aprender a hacer algo es hacerlo, así como un niño aprende a caminar caminando.
No se debe permitir que nada interfiera con tu servicio a Dios. El cristianismo no es un asunto a ser atendido a la conveniencia de uno; es la preocupación principal de la vida. “Buscad primeramente el reino de Dios”, (Mat. 6:33) primero en orden, así como en importancia. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mat. 22:37). Cuando el servicio de Dios entra en conflicto con nuestro interés o placer, no debemos dudar un momento en servirle. Se cuenta que cuando uno ve un perro siguiendo a dos hombres en un camino, no se puede saber cuál de los dos lo posee, pero cuando el camino se divide y los hombres se separan, se puede discernir el propietario al notar quien el perro sigue. Así es con el cristiano profesante cuando el mundo y nuestro Señor se separan. Aquí hay una prueba fácil que se puede aplicar a ustedes mismos. Yo conozco a un joven, un miembro de una iglesia, que el año pasado gastó más de cien dólares en tabaco, y sin embargo, se negó a dar algo para apoyar a su iglesia. Cuando un miembro de la iglesia tiene dinero para la moda, para el béisbol, para excursiones, para diversiones, y nada para la causa de Cristo—¿cómo mora el amor de Dios en ese corazón?
Cuando surge un problema, y usted debe decidir en qué camino ir, detente y piensa en cual Cristo iría, y acuérdate de su gran ordenanza: “Sígueme” (Marcos 10:21). Siguiendo a Cristo incluye todo deber. Él “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Él hizo esfuerzos personales para llevar a los hombres de las tinieblas a la luz. Él vivió una vida de obediencia abnegada. Seguir a él es la necesidad suprema de tu alma. Qué clase de cristiano eres es una cuestión de infinitamente más importancia comparado a qué clase de abogado, o médico, o hombre de negocios, o mujer de la sociedad tú eres.
El esfuerzo personal es necesario. No podemos perdernos entre mucha gente. Los mandatos de “harás” y “no harás”, distingue a cada uno de nosotros. No podemos transferir la responsabilidad, aunque estemos listos para orar por ello. Tenemos que entrar en contacto personal con quienes beneficiamos. En lugar de decir: “Aquí estoy, envíame”, los hombres en estos últimos días están listos para decir: “Aquí está mi dinero, envía otra persona”. Negocios al por mayor dependen totalmente de los negocios minoristas. Lo mismo es cierto en el cristianismo. Comunidades enteras son alcanzadas para el evangelio solo medio de individuos que alcanzan. Si nos ocupamos del cristianismo minorista, lo por mayor se hará cargo de sí mismo. “En cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis” (Mat. 25:45). Tenga en cuenta el “a uno”.
Pongo la pregunta en sus conciencias, ¿cómo puede esta iglesia hacer todo lo que debería? Solo se puede lograr por los esfuerzos de los que son activos. Los obreros deben reclutar a los demás. No los regañes ni se queje de ellos, pero sostenles en amor, y reclútalos. Nunca serán alistados hasta que esto se haga, y gloriosamente vale la pena hacer.
Piensa en la gran heredad que tenemos en esta iglesia. ¡Piensa en las almas nobles que han amado y trabajado aquí y han ido a su recompensa, dejándonos este sagrado patrimonio! ¡Piense en las oportunidades de servicio del cual disfruta esta iglesia! ¡Piense de la gran obra para Dios que se podría hacer si todos fueran fieles! Hermanos, ¿no se apoderará esta gran antigua iglesia con fuerza, y saldrá al servicio de Dios desplegada en sus hermosas vestiduras, “como el alba, hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente como ejércitos en orden? (Cantares 6:10)
T.T. Eaton
Pastor de la Iglesia Bautista de Walnut Street
Louisville, Kentucky
1891
Que hermoso mensaje, me motiva mucho para aprender el evangelio y poder llevarlo a mis hermanos dentro y fuera de la hermosa iglesia de Dios. gracias, bendiciones.