Advertimos al lector que puede no estar en autos del tema que trata el artículo que sigue, que la palabra hebrea Shabath, y sus derivados, que aparece invariablemente en el Antiguo Testamento significa día de descanso, y que ella procede de Shabath, que quiere decir descanso, reposo, cesación de trabajo. De la voz hebrea Shabbath procede la voz inglesa Sabbath con que se designa el domingo, o sea el día del Señor, y que en español es sabat. Y tan cierto es lo que decimos que las versiones inglesas, alemanas y francesas de la Biblia emplean siempre el término Sabbath. Jamás traducen Shabbath por sábado, el día anterior al viernes. Sábado inglés es Saturday; en alemán es Sonnabend y en francés, Samedí. En todo el Antiguo Testamento hebreo la palabra sábado no aparece ni una sola vez. Por desgracia las versiones españolas de la Biblia tienen mal traducida esta palabra, y los amigos del error aprovechan esta circunstancia para sorprender a los incautos. (Nota del traductor.) [Esto fue traducido antes de la publicación de la Reina-Valera 1960, donde «sabat» aparece traducido como «día de reposo».]
El gran caballo de batalla que emplean los adventistas del séptimo día, sobre el que dan gran énfasis y repiten insistentemente con todo aplomo, es que el Papa de Roma cambió el «sabat» del día séptimo al día primero de la semana. Alegan que ésta es toda la autoridad que tienen quienes guardan el domingo como el día del Señor. Dicen y enseñan que el domingo es el «sabat» del Papa, y que los que guardan el domingo tienen y llevan la señal de la bestia, de acuerdo con lo que indica Revelación 14:9-12 cuando dice, «Y el tercer ángel los siguió, diciendo en alta voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y toma la señal en su frente, o en su mano, éste también beberá del vino de la ira de Dios, el cual está echado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles, y delante del cordero; y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. Y los que adoran a la bestia y a su imagen, no tienen reposo día ni noche, ni cualquiera que tomare la señal de su nombre. Aquí está la paciencia de los santos. Aquí están los que aguardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús.» Todo lo cual, según los adventistas, es un pecado terrible ante los ojos de Dios.
Los adventistas del séptimo día enseñan y proclaman que el Papa aprendió esta práctica del paganismo y la introdujo en la Iglesia. En la obra Respuestas a Canright los sabadistas dicen que «El nombre, origen, autoridad y la condición sagrada de la institución dominical, son total y originariamente paganos» (p. 133). Por consiguiente, el Papa cambió el «sabat» en domingo. Elena G. Harmon de White dice que «el Papa cambió el ‘sabat’, del séptimo día, al primero de la semana», y otra vez, «el Papa cambió el día del descanso del séptimo al primer día de la semana» (Early Writings, págs. 26 y 55). Y otra vez «Aquí tenemos la marca de la bestia: el hecho mismo de cambiar el ‘sabat’ (el sábado para la señora de White), por parte de la Iglesia Católica, sin ninguna autoridad de la Biblia» (La Marca de la Bestia, p. 3), y «La observancia del domingo tiene que ser «la marca de la bestia»» (The Marvel of Nations por Urías Smith, p. 183). La señora de White ha estampado el sello de la inspiración divina a todas estas pretensiones, porque afirma que «el cambio del «sabat» (léase sábado) es la señal o marca de la autoridad de la Iglesia de Roma… La observancia del «sabat» falso es la recepción de la marca» (La Gran Controversia, vol. IV p. 281 de la edición inglesa).
Pero, aun admitiendo que el Papa haya cambiado el «sabat» por el domingo, eso no constituiría al domingo en la marca del Papa. La marca de cualquier persona es la señal que emplea para registrar las cosas u objetos de su pertenencia. En los tiempos bíblicos el amo ponía su marca en la mano derecha o en la frente de los esclavos. Los dioses paganos marcaban así a sus adoradores. La ilustración que comentamos es la que menciona el pasaje bíblico aludido. Por eso que los adoradores de la bestia tienen que hacer algo que los distinga como tales. Pero el guardar el día domingo no distinguen al católico romano de los miembros de otras iglesias, ya sean griegos, armenios, luteranos, metodistas, etc. El Papa jamás empleó el domingo para distinguir a sus seguidores de otras personas, ni como prueba de su autoridad como cabeza de su Iglesia. Al contrario: él insiste que la prueba de su autoridad está en las llaves de Pedro y en la sucesión apostólica. Dowling dice en su Historia del Romanismo que «los Papas afirman «el derecho divino de supremacía», como consecuencia de su pretensión de ser los sucesores del apóstol Pedro» (p. 44). Es en esto que los Papas basan sus pretensiones al poder, no en la observancia del domingo.
De modo que, volviendo a las afirmaciones adventistas ya apuntadas, declaro en base a la experiencia que tuve entre ellos por más de veintiocho años, y de conocerlos a fondo, que la creencia en esa declaración induce a un mayor número de personas a abandonar el domingo por el día sábado, que todos los demás argumentos juntos que esgrimen para realizar su propaganda proselitista. Convénzase a una persona que la observancia del domingo es una institución católica romana, un rival del «sabat» del Señor (léase siempre sábado, porque para los adventistas del séptimo día, «sabat» y sábado son términos sinónimos y equivalentes), y odioso a Dios Y, si tiene un adarme de conciencia, lo abandonará enseguida. Cada adventista acepta postura como un hecho histórico que cumple, según ellos, la profecía de Daniel 7:2 que dice: «…y hablará palabras contra el Altísimo, y quebrantará los santos del Altísimo, y pensará mudar los tiempos y la ley». En realidad éste es el pilar principal de todo el sistema adventista, sobre el cual descansa todo lo demás. Si su posición sobre este particular es falsa, entonces todo el resto del sistema es falso. Y ellos lo admiten abiertamente. El sabatista Wagoner dice: «Canright no exagera cuando afirma que nosotros consideramos que éste es un punto vital. Nosotros lo consideramos así» (Replies to Elder Canright, 1.165). Entonces quiere decir que los sabadistas se hallan en condiciones inmejorables para demostrar su punto con entera claridad, y alegan que se han constituido para predicar contra este cambio introducido por el Papa.
Insisten, también, que la ira de Dios será derramada dentro de poco tiempo sobre todos los que observan el domingo papal, y a todo ser pensante se le ocurre que posición tan extrema debería estar refrendada por evidencias muy sólidas. Los adventistas del séptimo día alegan que es un hecho histórico que en algún momento durante los cinco primeros siglos de nuestra era, el Papa cambió el «sabat» (o sea el sábado, según ellos) al día domingo. Si esto es así, ellos tienen la obligación de ofrecer pruebas históricas indubitables al respecto, dando la época, el modo, el lugar, las personas, los hechos y las razones que concurrieron a establecer un evento tan curioso.
Yo tengo ante mí dos textos escritos expresamente para demostrar semejante afirmación. Uno se titula, «¿Quién cambió el sábado?» y consta de 4 páginas. El otro, La Maravilla de las Naciones, tiene 282 páginas, pero la única prueba directa que ofrecen son unas simples citas de catecismos católicos que suponen que su Iglesia efectuó el cambio. ¿Es ésta toda la prueba y comprobación histórica que pueden presentar al respecto? Sí; esto es todo cuanto los escritores sabatistas han podido encontrar. Y nada más. No existe un solo historiador en los anales del mundo que jamás haya dicho que el Papa cambió el sábado en domingo. Yo mismo he buscado tal testimonio durante veintiocho años, y nunca di con él.
Apurados por mi insistencia de que presentaran las pruebas históricas de semejante pretensión, los adventistas del séptimo día nombraron al señor Wagoner para que buscara a algún autor que dijera que el Papa cambió el día sábado en domingo. Wagoner realizó un esfuerzo desesperado y escribió un tratado de cuarenta y nueve páginas sobre el particular. Revolvió las bibliotecas de los Estados Unidos de América y de Europa. ¿Y qué encontró? Si hubiese dado con el pasaje de marras, podría haberlo citado en pocos minutos. Pero no lo encontró. No pudo citar ni un solo autor que diga que el Papa cambió el sábado en domingo. Todo cuanto tienen a su favor es la afirmación de un catecismo católico que no tiene mayor importancia. Además: si se admite que los católicos cambiaron el día sábado al domingo como día de descanso, ¿por qué no admiten, también, la pretensión de que el Papa es infalible, que tiene las llaves de Pedro, la silla apostólica, la única sucesión apostólica, etc.? Los adventistas del séptimo día repudian estas pretensiones de los católicos, pero se muestran muy dispuestos a creer y aceptar que cambió el sábado porque conviene a sus teorías, y no pueden encontrar otra prueba para ellas. Cuando les viene bien denuncian a los escritores católicos como falsificadores, embaucadores, engañadores y, cuando conviene a sus intereses, los sabadistas dan vuelta la cara y aceptan sus afirmaciones como verdad inconclusa.
Pero, lo más curioso del caso, es que las declaraciones del mencionado catecismo son mal presentadas; La teoría sabatista enseña que algunos años después de Cristo, un Papa, por su propia autoridad, cambió el sábado por el domingo, y que los catecismos explican éste cambio. Pero resulta que ninguno de ellos afirma semejante cosa. Cada una de las citas católicas establece claramente que el cambio del día del descanso lo hizo «la Iglesia» durante los días de Cristo y los apóstoles, no el Papa, y no varios siglos después sino entonces. Veamos lo que dicen:
«Pregunta: ¿Cuáles son los días que la Iglesia ordena observar como sagrados?
«Respuesta: 1; el domingo, o sea el día del Señor, que observamos por tradición apostólica, en lugar del «sabat».»
Catholic Christian Instruction, p. 209
En el mismo catecismo encontramos lo siguiente:
«Pregunta: ¿Qué garantía tenemos para observar el domingo con preferencia al antiguo «sabat», que era el sábado?
«Respuesta: La tenemos de la autoridad de la Iglesia Católica y de la tradición apostólica.»
Los católicos romanos pretenden que su Iglesia se originó en los días de los apóstoles y que cualquier cambio efectuado por la Iglesia Apostólica, fue hecho por la Iglesia Católica romana. Por eso dicen que «la Iglesia Católica» cambió el «sabat» en los tiempos apostólicos.
Este catecismo católico romano confunde lamentablemente y enseña equivocadamente que antes de la venida de Cristo el «sabat» de los judíos caía siempre en día sábado. Pero ésta es harina de otro costal.
Cuando los sabatistas, o adventistas del séptimo día explican este catecismo católico, alegan que el cambio lo efectuaron Papas apóstatas centenares de años después de la época de los apóstoles. Pero resulta que los catecismos mencionados no dicen tal cosa. Las citas apuntadas lo demuestran. Tales catecismos, usados debidamente, enseñan que la observancia dominical se originó en la iglesia cristiana en los tiempos apostólicos. Y dicen la verdad.
Vamos a presentar la evidencia histórica que revela que la observancia del primer día de la semana como día de adoración y culto, era universal entre los cristianos y en los días inmediatos a los apóstoles. Si el culto dominical se originó en aquella época, entonces no lo originó el papado, el cual apareció en la historia varios centenares de años después de los tiempos de Cristo y los apóstoles.
La carta que escribió Cayo Plinio Cecilio Segundo, el Joven, en el año 107
Plinio fue gobernador de Bitinia, en el Asia Menor, desde el año 106 al 108 de nuestra era. En el año 107 escribió al emperador Trajano con respecto de los cristianos y le decía: «Ellos se ven obligados a reunirse en cierto día, antes del amanecer, y cantan alternadamente himnos a Cristo como si fuera Dios… Una vez terminadas estas cosas, tienen por costumbre separarse y luego se reúnen de nuevo para comer, de lo cual participan sin ninguna clase de desorden» (Horne’s Introduction, vol. 1, cap. III, sección 2 y p. 84). Que aquí Plinio se refiere al domingo es evidente:
1. Porque se reunían para adorar a Cristo;
2. porque se reunían para participar de la Cena del Señor. El cierto día el domingo. Jamás, en toda la Biblia, se llama ni una sola vez al séptimo día como «el día del Señor». «Y el primer día de la semana los discípulos se reunieron para romper el pan» (Hechos 20:7).
En Plinio tenemos, pues, un paralelo exacto.
La Epístola de Bernabé del año 120
Las iglesias primitivas apreciaron grandemente esta epístola, en algunas de ellas era leída como parte de las Sagradas Escrituras, y se la encuentra en el manuscrito más antiguo, o sea el Sinaítico. Nadie duda que fue escrita por un hombre piadoso, de gran conocimiento e influencia. El sabatista J. N. Andrews admite que la Epístola de Bernabé «ya existía a mediados del siglo segundo y que, a igual que las constituciones apostólicas, sirve porque suministra ciertas opiniones prevalecientes en la región en que fue escrita» (Testimony of the fathers, p. 21).
Tal es la opinión de la mejor crítica en cuanto a la fecha; carácter y autoridad de la Epístola de Bernabé. Leída y reverenciada en la Iglesia casi igual que los evangelios en una época cercana al año 120, o sea unos 24 años de la muerte del apóstol Juan, pone de manifiesto qué creían y practicaban los cristianos inmediatos a los apóstoles. Es en esta epístola que leemos que «el incienso me es una abominación vana, y vuestras lunas nuevas no las puedo tolerar. Por tanto, Él ha abolido todas estas cosas» (capítulo II). El adventista Andrews ya citado, admite que «Bernabé declara la abolición del «sabat» (op. cit., p. 22). Retrotrayendo el primer día de la semana, Bernabé dice en el capítulo 15: «Por lo tanto, nosotros observamos el octavo día con gozo, porque es el día en que Jesús resucitó de entre los muertos».
La enseñanza de los apóstoles. Pertenece al año 125
Este documento no fue escrito por los apóstoles de Jesús. Sin embargo, data de una fecha muy temprana. No faltan quienes lo sitúan en el año 80. El profesor Adolfo Harnac, de Berlín, dice que muchos eruditos creen que corresponde a la época que va entre los años 90 al 120. Parecería que ésta es la fecha más indicada. No puede tener muchos años más.
En el capítulo catorce de La Enseñanza de los Apóstoles se lee lo que sigue: «Pero en cada día del Señor congregaos para partir el pan y dar gracias», etc. Este testimonio es claro y concluyente de que el día del Señor era el día establecido para el culto, ya en aquella época tan temprana.
Justino mártir, año 140
Cito de la obra The Complete Testimony of the Fathers del sabatista J. N. Andrews: «La Apología de Justino fue escrita en Roma alrededor del año 140 … lo cual nos sitúa a solamente cuarenta y cuatro años de la fecha en que Juan tuvo la visión de Patmos … No existen indicios de que Justino, y quienes mantenían con él las mismas doctrinas en Roma, dieran la menor importancia al antiguo «sabat» (sábado para Andrews). Justino se refiere a él como abolido y lo trata con desprecio» (p. 33).
Esta es la confesión que se ve obligado a declarar este historiador adventista del séptimo día. Después de pasados cuarenta años de la muerte del último apóstol los cristianos habían descartado totalmente el «sabat» judaico. Eso es lo que afirma un hombre que vivió entre ellos y en aquellos tiempos.
Oigamos, pues, qué dice Justino acerca del primer día de la semana:
«Y en el día llamado domingo, todos los que viven en la ciudad o en el campo se reúnen en un solo lugar, en cuya ocasión se leen las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas, mientras el tiempo lo permita. Luego, cuando el lector ha terminado, el presidente exhorta e instruye verbalmente para que se imiten todas estas cosas tan buenas. Después todos nos ponemos de pie y, como hemos dicho ya, una vez terminada la oración, se traen el pan y el vino y el presidente, de igual modo, ofrece oraciones y acciones de gracias, según su habilidad, y la gente asiente diciendo, amén. Después se distribuye a cada cual una porción de aquello sobre lo cual se ha dado gracias, y a quienes están ausentes, se envía una porción por medio de los diáconos. Y quienes se hallan en buena posición financiera, y están dispuestos, da según cree conveniente, y lo que se recolecta es entregado al presidente quien con ello socorre a los huérfanos y a las viudas, y a quienes por causa de enfermedad u otras razones se encuentran en apreturas, y a quienes están en prisiones, y a los extranjeros que se encuentran entre nosotros. En una palabra: a todos cuantos se encuentran necesitados. Pero el domingo es el día en que todos celebramos la asamblea en común porque es el primer día en que Dios después de haber efectuado un cambio en la oscuridad y en la materia, hizo el mundo, y porque Jesucristo, nuestro Salvador, en ese día resucitó de entre los muertos. Porque Él fue crucificado el día anterior al de Saturno (sábado), y en el día del de Saturno, que es el día del sol, habiendo aparecido entre los apóstoles y discípulos, les enseñó estas cosas que entregamos a vosotros para que las consideréis.» (Del capítulo 67 de la Primera Apología de Justino Mártir.)
Dionisio, obispo de Corinto en Grecia, en el año 170
Pero contamos con más Padres apostólicos para saber si observaban o no el domingo como día de descanso. Dionisio, obispo de Corinto, la iglesia que Pablo había fundado y dado instrucciones acerca de cómo debían recoger las ofrendas dominicales (1 Corintios 6:1-2), dice: «Hemos estado reunidos este santo día del Señor, en el que leímos vuestra carta y, de su lectura constante, sacaremos admoniciones provechosas» (Eusebio, Historia Eclesiástica, libro 4, cap. 23). Ya vimos que el día del Señor es el día de la resurrección. Este término se aplica solo y exclusivamente al primer día de la semana. Obsérvese, además, que este testigo es de Grecia, no de Roma. De modo que el día de la resurrección ya era un día «santo» en el año 170.
Bardesanes de Edesa, Siria, del año 180
Diez años más tarde encontramos el testimonio del hereje Bardesanes, de Siria, quien floreció por el año 180, y perteneció a la secta de los gnósticos. Es él quien dice: «En un día, el primero de la semana, nos reunimos, y en los días de las lecturas nos abstenemos de comer» (Book of the Laws of Countries). El sabadista Andrews vuelve a declarar: «Esto demuestra que los gnósticos usaban el domingo para sus asambleas religiosas» (op. cit., p. 53), lo cual aporta un nuevo testimonio en favor del domingo y otra buena confesión de parte de Andrews. Es decir, que todos los sectores, tanto ortodoxos como herejes, observan el domingo en el año 180. ¿Cómo es, entonces, preguntamos a los adventistas del séptimo día, que el emperador Constantino el Grande y el Papa cambiaron el sábado por el domingo entre doscientos y cuatrocientos años más tarde?
Clemente de Alejandría, de Egipto. Año 194
Clemente es uno de los Padres cristianos más famosos. Escribió alrededor del año 194 y, entre otras cosas, dijo: «… él, en cumplimiento del precepto, observa el día del Señor cuando abandona su mala disposición y asume la de los gnósticos, glorificando en sí mismo la resurrección del Señor» (libro 7, capítulo XII). Como hemos visto hasta aquí, el día del Señor es el de su resurrección, lo cual quiere decir de una vez por todas que la observancia del domingo no fue una simple costumbre de la Iglesia de Roma como alardean los sabadistas o adventistas del séptimo día.
Tertuliano de África. Año 200
Tertuliano es uno de los padres primitivos que más se destacaron. Nacido en el año 160 recibió una educación esmerada, fue abogado y persona muy talentosa. Criado como pagano, se convirtió a Cristo y desde entonces se opuso vehementemente al paganismo. Fue sumamente radical en sus principios, se opuso a toda conformidad con el mundo, y la laxitud de la iglesia que estaba en Roma contribuyó a que renunciara de ella y se le pusiera de frente abiertamente. De modo que Tertuliano no fue romano, ni Roma ejerció un adarme de influencia sobre él. Al contrario, lo empujó en sentido contrario. Fue estrictamente ortodoxo en cuanto a su fe y amante de las Sagradas Escrituras, de modo que, si fuera cierto que la observancia del domingo como día de descanso es una institución pagana, introducida por Roma en la Iglesia cristiana, Tertuliano hubiera sido precisamente el hombre que se habría opuesto tenazmente a ella para condenarla.
Estamos frente a un testigo competente e irrebatible que escribe acerca de las doctrinas y prácticas de la Iglesia primitiva y universal, o sea a unos 104 años de la muerte del apóstol Juan. Vez tras vez arguye que el sábado ha sido abolido y que los cristianos observan el domingo, o sea el día del Señor. De la abolición del sábado dice: «Los que sostienen que debe guardarse el sábado… que nos muestren que los hombres piadosos lo han observado en los últimos tiempos… Dios creó a Adán incircunciso y no le ordenó guardar el sábado». Lo mismo dice de Abel, Noé, Enoc, etc., a quienes jamás se les ordenó guardar el sábado. (Respuesta a los Judíos, cap. 2). Y otra vez: «Ha quedado demostrado que la antigua ley quedó consumada en su tiempo específico, y demostrado que la observancia del sábado fue temporaria» (Idem, cap. 4). «Nosotros solemnizamos el día siguiente al sábado en contradistinción de quienes llaman a este día su «sabat», y se entregan a comer y a la vida mullida, desviándose de las costumbras judías antiguas que desconocen por completo» (Apologeticus, cap. 16). Tertuliano declara también que sus hermanos en la fe no observan los días que los judíos consideran sagrados: «Tampoco concordamos con los judíos en sus peculiaridades relacionadas con los alimentos ni con sus días sagrados… Con todo, de acuerdo con lo que hemos recibido, nosotros debemos evitar en el día de la resurrección del Señor, no sólo arrodillarnos sino también todo deseo de trabajo afanoso, difiriendo aun los negocios para no dar lugar al diablo (Tertuliano, Sobre la oración, cap. 3). El domingo se observaba, pues, en los días Tertulianos. El sábado no.
Orígenes. Año 225
Orígenes (185-254) fue hombre de inmenso saber y sus escritos son numerosos. La Enciclopedia de MacClintock y Strong, dice que «se puede afirmar que Orígenes es uno de los Padres de la Iglesia más dignos y más capaces. En la obra que Orígenes escribió contra Celso, el filósofo romano anticristiano del siglo segundo, dice: «Si se nos objeta sobre este particular que estamos acostumbrados a observar ciertos días como, por ejemplo, el día del Señor, la preparación, la Pascua, Pentecostés…» (Libro 8, cap. 22). Es evidente que en días de Orígenes se guardaba el domingo, el día del Señor, como día de descanso. Orígenes era natural de Alejandría en Egipto; viajó por todo el Oriente y falleció en Tiro, la ciudad más importante de la antigua Fenicia.
Victorino, obispo de Petau. Año 300
«En el día anterior, el sexto, tenemos por costumbre ayunar rigurosamente para poder participar del pan en el día del Señor, con acción de gracias. Permitamos que la parasceve, la preparación para la Pascua, según el rito judío sea un ayuno riguroso; no sea que parezca que observamos el «sabat» con los judíos, porque Cristo mismo, el Señor del «sabat», dice por sus profetas que su alma detesta el «sabat» que Él abolió en su cuerpo» (Creation of the world, Sección 4).
Eusebio de Cesárea. Año 324
Eusebio nació en Palestina, la tierra de Cristo y los apóstoles, y cuna de la iglesia cristiana. Fue obispo de Cesárea donde Pablo vivió dos años (véase Hechos de los Apóstoles 23:33 y 24:27). Estudió en Antioquía de Psidia donde el apóstol Pablo trabajó por años. Viajó a Egipto y por todo el Asia Menor. Fue uno de los hombres más notables de su época. Escribió la primera historia y por eso se le apellida «El Padre de la Historia de la Iglesia» y también «el Herodoto cristiano».
Oigamos qué dice Eusebio de los patriarcas anteriores al diluvio: «Y así no tuvieron cuidado en observar la circuncisión ni el ‘sabat’ como tampoco nosotros… del mismo modo que tampoco ahora entre los cristianos se practica ninguna de ellas» (Historia Eclesiástica, libro 1, cap. 4). Esto es decisivo. En el año 324 los cristianos no guardaban el sábado.
Es cierto que hubo una pequeña secta herética que observaba el sábado como los judaizantes de nuestros tiempos, y de ella dice que son «los que abrigan pobres y mezquinas opiniones acerca de Cristo … Para ellos la observancia de la ley es completamente necesaria (igual que para los adventistas del séptimo día de nuestros días) como si no pudieran salvarse solamente por medio de Cristo y alcanzar la vida eterna … También guardan el sábado y otras disciplinas parecidas de los judíos pero, por otro lado, celebran también los días del Señor muy parecido a nosotros, en conmemoración de su resurrección» (pp. 112-113). Aquellos judaizantes hasta observaban el día domingo. Acerca del Salmo 92 dice Eusebio: «La palabra del nuevo pacto trasladó y transfirió la festividad del ‘sabat’ a la luz de la mañana y nos dio el descanso verdadero, es decir, el día del Señor… En este día, que es el primero de la luz y del Hijo verdadero, nos reunimos; después de un intervalo de seis días, y celebramos sabates santos y espirituales, en todas las naciones del mundo redimidas por Él, y hacemos aquellas cosas que están de acuerdo con la ley espiritual que fueron ordenadas que los sacerdotes hicieran en el «sabat» … y todas las cosas que era deber hacer en el día del «sabat», fueron transferidas al día del Señor porque es más honorable que el «sabat» judío» (Justin Edwards, Sabbath Manual, pp. 126-17).
Este testimonio, del gran historiador de la iglesia cristiana, es decisivo. No deja lugar a dudas de que entonces todos los cristianos del mundo observaban el domingo como el día del Señor, y no guardaban el sábado de los judíos. Negarlo es defender una teoría con desesperación.
El domingo ¿día del sol?
En su History of the Sabbath el sabatista Andrews afirma que los paganos guardaban el domingo como el día del Sol y que los cristianos lo copiamos de esos paganos. Tal enseñanza es total y absolutamente falsa. En algunos países los paganos nombraron los días de la semana con los nombres de sus dioses. Así el lunes era el día de la luna, el sábado (saturday en inglés) era el de Saturno, el domingo era el del Sol: (sunday en inglés que quiere decir, día del Sol). Pero, preguntamos, ¿dejaban de trabajar los paganos en tales días? De ninguna manera. De haberlo hecho hubieran tenido que holgar toda la semana. ¿Observaron el domingo dejando de trabajar? No. Los romanos jamás enseñaron ni practicaron semejante cosa. No sabían lo que era un día de descanso semanal, como tampoco lo saben todavía algunos pueblos de la tierra. Allí el domingo, como día de descanso, es desconocido. El profesor Walter Rauschenbusch, de la Universidad de Rochester y del Seminario Teológico de Rochester, dice que «Resulta una tentativa inútil querer demostrar que los griegos y romanos tuviesen algo que se asemejara al ‘sabat’. Tal opinión queda refutada por el hecho de que los mismos escritores romanos satirizaron el ‘sabat’ como algo característico de los judíos, y entre ellos estuvo Tácito. Séneca condena la observancia judía del ‘sabat’ como la pérdida del tiempo de la séptima parte de la semana» (Saturday or Sunday? p. 83). La Enciclopedia SchaffHerzog dice que «No es posible señalar ninguna celebración religiosa especial de ninguno de los días de la semana como fiesta religiosa entre los paganos». Hasta el sabadista Waggoner se ve obligado a confesarlo cuando, hablando de la ley de Constantino el Grande, del año 321, dice: «Aunque el venerable día del sol había sido reverenciado por largo tiempo entre ellos y sus antecesores romanos, la idea de descanso del trabajo diario, en cuanto a su adoración, fue enteramente nueva» (Replies to Canright, p. 130). Esta confesión sabatista derrumba el gran pilar del argumento adventista del séptimo día de que la observancia del domingo fue copiada de los paganos. Los paganos jamás guardaron el día domingo. Era para ellos un día común de trabajo como los demás. De modo que los sabatistas guardan el día del dios Saturno, y los cristianos el día del sol.
Es muy común, decir entre los sabatistas que el emperador Constantino el Grande fue el gran causante del cambio del sábado al domingo. Pero el sabatista Waggoner se ve obligado a desmentir a su propia gente cuando dice que «Constantino, en sus decretos, no dice ni una sola palabra en favor o en contra de la observancia del «sabat» de la Biblia … Se debe decir que en la época de Constantino no hubo nada, hecho por él u otra persona, que tuviera el menor viso de haber cambiado el ‘sabat'» (Replies to Canright, p. 150) Esta es la confesión de una gran verdad que contradice todo cuanto enseñan.
Los sabatistas, presionados por mí para que digan qué Papa cambió el sábado en domingo, en qué ocasión, lugar y fecha, encomendaron a Waggoner para que acometiera semejante obra hercúlea. No podrían haberle encomendado peor tarea. Al fin dio con la tecla: el Concilio de Laodicea en el año 364, y dijo que el canon 29 de ese concilio declara: «Los cristianos no deben judaizar y observar el ‘sabat’ (el sábado para los adventistas) sino que deben trabajar ese día; pero deben descansar, si es posible, prefiriendo el día del Señor, como corresponde a cristianos. Por consiguiente, si se descubre que judaízan, sean malditos en Cristo». Waggoner dice: «Si esto no es cambiar el ‘sabat’, yo tendría muchísimo gusto en saber qué es … Yo pretendo haber contestado la demanda: la época, el lugar y quién cambió el día del ‘sabat'» (léase aquí siempre sábado, que es lo que esta agrupación pretende). Esto dice Waggoner en su Replies to Canright, pp. 141 y 151. Agrega que el Concilio de Laodicea fue universal y que los historiadores, antiguos y modernos, lo mencionan continuamente. Veamos cuánto hay de verdad en toda esta afirmación.
1) Si el Papa· cambió el «sabat» en esta oportunidad, como afirma Waggoner, entonces no fue cambiado antes ni después, ni en ningún otro lugar y época. De modo que si esto falla, toda la causa está perdida. ¿Estamos? Rogamos al lector que subraye bien la importancia de lo que decimos.
2) Waggoner admite que toda persona erudita sabe que hasta después de la época de Constantino, el obispo de Roma «no tenía ninguna autoridad sobre los demás obispos», de modo que no pudo haber cambiado el «sabat» antes de esos tiempos. Él mismo dice que «Constantino fue quien colocó las bases del papado» (Replies to Canright, p. 148), de modo que el papado no existió hasta que se le colocaron esas bases.
3) Ya vimos que Waggoner admite que Constantino no hizo nada para cambiar el «sabat».
4) En las páginas anteriores hemos probado con demasía que todos los cristianos, mucho antes de esa época, observaron unánimemente el día del Señor. Este solo hecho pone de relieve el absurdo de pretender que fue cambiado en el Concilio de Laodicea en el año 364, o por el papado en cualquier otra época.
5) En el año 324 Eusebio, obispo de Cesárea, Palestina, escribió su famosa Historia Eclesiástica, es decir, 40 años antes del Concilio de Laodicea, y todos estados contestes en que Eusebio tuvo a su alcance todos los datos para saber lo que escribía. Por eso dice: «Todas las cosas que eran dables hacer en el día del ‘sabat’, fueron transferidas al día del Señor por ser más honorable que el ‘sabat’ judío» (Sabbath Manual, p. 127), es decir que, 40 años antes del Concilio de Laodicea, los cristianos observaban el domingo como el día del Señor. ¿Qué verdad puede haber, entonces, en la afirmación sabatista de que el «sabat» cristiano fue cambiado 40 años más tarde? Primero dijeron que fue cambiado por el Papa de Roma, y ahora resulta que después de esfuerzos tremendos descubren que fue cambiado en Laodicea. ¿En qué quedamos?
a) Laodicea no era Roma. Estaba situada en el Asia Menor, a unas 1500 leguas al este de Roma. Era una ciudad oriental. No era latina ni occidental.
b) Era una ciudad griega, no romana.
c) El obispo de Roma–a quien por acomodo a la discusión llamaremos Papa, aunque no lo era, puesto que recién en el año 1073 con Gregario VII, llamado Hildebrando, recién apareció lo que se llamó papado–, no asistió al Concilio de Laodicea en el año 364. Waggoner no se atreve a decir que concurrió.
d) El «papa» ni asistió ni envió un delegado ni ningún representante de Roma. Fue un concilio asiático al que concurrieron 32 obispos solamente.
e) En el año 34 los obispos de Roma no tenían ninguna autoridad sobre sus colegas. La ejercieron muchísimo más tarde. El mismo Waggoner se echa tierra en los ojos cuando afirma que «el obispo de Roma no había alcanzado todavía autoridad sobre los demás obispos» (Replies to Canright, p. 143).
f) El Concilio de Laodicea fue un concilio local, pequeño, sin mayor importancia, aunque Waggoner quiere hacer creer que fue «un gran Concilio General», lo cual es totalmente incierto. Los concilios generales son: 1) El primer Concilio de Nicea del año 325; 2) el primer Concilio de Constantinopla en el año 381; 3) el primer Concilio de Efeso en el año 431; 4) el Concilio de Calcedonia en el año 451; 5) el segundo Concilio de Constantinopla en el año 553, etc. Algunas enciclopedias ni mencionan el Concilio de Laodicea. Tan pequeño fue. Era el lugar donde Pablo había fundado una iglesia (Colosenses 4:13, 16) y que recibió una de las siete cartas escritas por el apóstol Juan (Revelación 1:11). Entre esta fecha y el año 270, Anatolio fue obispo de Laodicea, y escribió: «Nuestro respeto por la resurrección del Señor, que tuvo lugar en el día del Señor, nos lleva a celebrarlo basados en el mismo principio» (Canon 16). Aquí, pues, tenemos la observancia del domingo, cien años antes del tan decantado Concilio de Laodicea. ¡Este es el gran descubrimiento histórico que han realizado los adventistas del séptimo día!
La persona que cierra los ojos ante todo este cúmulo de evidencias y testimonios e insiste todavía en que el domingo es una institución establecida por los Papas de épocas posteriores al comienzo del cristianismo, se aferra a una teoría que no tiene ningún asidero. Se asemeja a quien cierra los ojos ante el sol y niega su existencia. Yo mismo he tenido una amarga experiencia al respecto, y sé perfectamente cómo se siente el adventista del séptimo día cuando lee estos hechos históricos. Yo leí algunos de ellos veinte años atrás. Me dejaron perplejos, pero me sobrepuse debido a la gran fe que tenía en mis doctrinas y porque creí que la mayor parte eran testimonios fraguados. Después que leí más, comprendí que esos testimonios son legítimos, fidedignos, y que desmienten total y cabalmente nuestra teoría de que el Papa inventó el domingo cómo día de descanso. Todo lo cual volvió a perturbarme; pero me rehíce nuevamente dejando de pensar en el asunto y seguí combatiendo en favor del sabatismo amparado en otros argumentos que creía impugnables. En los debates que sostuve traté de soslayar este tema, pero yo sé perfectamente cómo piensan y sienten los adventistas del séptimo día sobre este punto, porque cuando nos reuníamos, muy comúnmente hablábamos sobre estos testimonios de los Padres de la Iglesia y del efecto que producía en los debates.
Por supuesto, la casi totalidad de los seguidores del sabatismo nunca leen esos testimonios, y viven en la más completa ignorancia acerca de ellos. O, si los leen, es en sus propios libros y entonces aparecen explicados de tal manera, que no piensan más al respecto. Es tanta «la fe» que tienen en su mensaje y en sus dirigentes, que estos asuntos no les preocupa ni les quita el sueño.
Durante muchos años acepté las falsas enseñanzas de los adventistas del séptimo día, como lo hacen todos los convertidos sabatistas. No tenía medios a mi alcance para saber mejor. Prediqué con todo énfasis y con todo aplomo lo que leía en sus libros y guie a centenares de personas, más ignorantes que yo, a creer todas esas enseñanzas. Pero, tan pronto decidí enfrentarme con los hechos bíblicos e históricos y me atreví a mirarlos directamente de frente, y darles el crédito que merecen; vi la falsedad absoluta de la pretensión de que «el Papa cambió el sábado en domingo» y, en seguida desapareció la vieja inquietud que tenía al respecto. Ahora sé que mis pies descansan sobre la tierra firme de las evidencias bíblicas e históricas.
(Esta traducción corresponde a una fusión de los capítulos XI y XII de la obra del Rv. D. M. Canright, titulada Seventh-Day Adventism Renounced o sea El Repudio del Adventismo del Séptimo Día. Canright fue durante muchos años pastor de la Iglesia Bautista Berea de Grand Rapids, Michigan, EE.UU. de N. A.)
Pensamiento Cristiano, 1959
MUY BIEN HNO. EXCELENTE EXPOCISION.
BENDICIONES
GUSTAVO VASQUEZ